Letralia, Tierra de Letras
Año IX • Nº 111
2 de agosto de 2004
Cagua, Venezuela

Depósito Legal:
pp199602AR26
ISSN: 1856-7983

La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Letras
La firme trama
Joaquín Ferrer Ramos

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III

Nubes y truenos: Génesis empantanada
en el caos, humana desconfianza.
La dificultad estriba en repotenciar los soles
y liquidar dos o tres portentos oscuros
que obligan al desamparo y a la trifulca.
No hay descanso para quien encuentra
y en el transcurso regocija una lluvia clara.
Esparcir el germen del orden de Dios
es tarea de todo aquel transeúnte
que en la trama siembra y vigila corazones
como quien siembra y vigila pétalos
en las astas caducas de las naciones.

 

IV

Veo al joven necio repetirse contra el muro
como un violento vendaval de dudas.
No se desarrolla y claudica ante la voz
que insistentemente le fija el curso
domestico de la emancipación.
Ya no es más que una mancha
que busca un firmamento al que acudir.
Procura ser más estúpido y sonriente
en sucesivos acercamientos equivocados.
Ahora se desprende de su tono humano
y mora en la ventisca increada
de un antiguo promotor de fugaces sombras.

 

V

Esperar en un ámbito de quietud entre dos aguas,
como un dardo que tranquiliza los desmanes
y corrobora la pasiva reflexión de la hora.
Esperar en la delicia de los ojos callados y la boca atenta
como bellos años de paciencia en la piel.
Esperar para no caer en la trampa del tiempo,
para no caer esclavo de un transcurrir negado,
para no ser uno más caído en la ciénaga
de las virtudes prematuras,
esperar en la solidaridad de las nubes
como el mar lento que persevera en la arena.

 

VI

El cielo, esquivo, vaga en sentido contrario
al agua, oscuro arrebato.
Se destapa un hervidero de protestas en el lazo único
cuando mente y corazón se encumbran en el abismo.
No es posible tanta arrogancia en el ojo,
tanta mala paciencia en la quiebra,
en la rotura lunar del impulso ciego.
Cuán poco conocemos de la sangre derramada.
Tener razón no justifica rompernos la crisma
contra el rotundo metal de la angustia.
No vernos de tan cerca, de tan juntos,
de tan solos en la miseria de los días, estos días.

 

XI

Tierra y cielo unidos en florecimiento de vidas,
lazo ancestral en la luz del tiempo quieto,
como seres iluminados en el ámbito oscuro,
como seres dormidos en la plenitud del día y sus soles.
Tierra en descenso hacia los minerales y los vestigios,
cielo ascendiendo hacia el dominio de los astros.
Vínculo cíclico, hierro de paz recuperada,
sueño lúcido del alma paradigmática.

 

XIII

Hoy es día de comunidad,
cierta y esclarecedora en lo múltiple.
Un rostro que se agolpa en un rostro
que es seguido del rostro de un rostro,
en sucesivos fuegos y sucesivos cielos,
en refulgentes cristales vertidos en palabras
que acordes rompen el caos.
Hoy es día de llamamientos
en los que los hombres eventualmente son,
y prodigios cancelan el lento anochecer
y mortuorios arrancan la piel capital
y hambreados consignan su lucidez
y sus futuras ganas y sus futuros corazones.
Y ya estamos aquí en letanías, en cantos,
en sacrificios, en relumbramientos,
como un solo hombre en la diversidad.
Y es menester oír la voz que nos dice y nos marca,
la voz común que está en nosotros
y nos llama con lumbre de soles
y nos guía sin apetencias a lo encontrado.

 

XXIII

Te escucho, desintegración, en la piel del dormido.
Este noble dormido que apacienta reveses.
Siento tu latido agrio,
tu fuerza oxidada en la penumbra del alma.
Arrebatas montañas caídas,
mal pones lazos y manos tendidas,
absorbes el dulce musgo del canto.
Te veo deambular, cínica, contra el pueblo.
Ya no te sustraes a tu miseria
y nos impones el clamor del holocausto.
Pesado pantano recorrido de escalofríos
funges como ley y cambio de horizontes,
te cuelgas de la alegría como un fardo obstinado
y nos duele el estómago en tu putrefacción.

 

XXVI

Quedarse quieto con penumbras en los ojos
cuando lo creado es muerte en el infierno de la domesticación.
La inmovilidad como salvación, como sentimiento pródigo
cuando la montaña se hecha sobre el cielo.
Detenerse tercamente en el sin sentido,
hacer frente a la razón de las ciudades y de los buitres.
Recuperar fuerzas, sobornar telarañas con emociones.
Lapidar el tiempo, desgajarlo en la muerte que representa,
convertirlo en lenguas que pinten el estupor de las palabras.
Extraerse del cuerpo, meditarse bien, tirarse, de plano, al vacío.

 

XXVIII

Vi el lago juguetear con el ramaje
en grandes arabescos lúbricos.
Extraordinario el peso de la viga originaria.
Entonces me muevo con cautela
en la penumbra del mundo.
Solicito atención a la empresa
y crezco en rizos sobre mi imagen en el espejo
para no violentar los espacios de la sindéresis
y desganar los impulsos que me tiende el tiempo
el suburbio de lo posible.
Si llego entonces vacío los bolsillos
y entrego mi éxito rutinario,
rastreo los poderes oscuros
y me planto frente a frente con la vida
en peligro constante, en agua sobre la cabeza,
en gorgoteo lúcido
me abrazo con la muerte.

 

XXX

Te saludo influjo en tu matinal ser,
deduzco que me entregas el valiente aire
que vivirá mis insomnios
y despoblará los fantasmas que castigan
las costillas que los años empolvan.
Pasa. Te saludo y entras ingrávido.
Esta es la humilde morada que dispongo para ti.
Bendice mis alas y sus plumas de cardumen.
Envisto día a día mi religión de dogmas.
Hecha un vistazo a mi legión de ansias,
a mi pobre temor de perro hambriento.
Considera por un instante mi situación
y tiende a mí ese lazo que me saluda.
No espero nada. Sólo tu acompañar salobre.

 

XLII

Trueno y lluvia se levantan, asechan
liberadas sus potencias vinculadoras.
Trueno retumbando en el párpado encadenado.
Agua que lava la piel del abandono.
Flecha amarilla suelta para la herida de los zorros.
Rotos los nudos que cierran el cristal enamorado.
Abajo los muros que apenumbran los rostros.
Abierta la puerta insólita del enigma,
indescifrable enigma que nos hace.
Liberación plena de las trabas de la carne,
del yo, juego de espejos.
Liberación: Estructura unificada
para la Divina Contemplación.

 

LIII

El lago se desborda sobre el cielo
y en retumbar de gotas la ciudad se levanta.
Cuidado con el miedo, relumbre del mal.
Cuidado con sus cosquillas y sinsabores.
La lucha se apadrina en el alma
y en súbito suspiro se relanza la defensa clara.
Hay razones para temer y sin embargo
cuánta vida sobre la muerte,
cuánto valor sobre la vergüenza
y la razón del odio cayendo frente a nosotros
y el odio mismo retirado a las autopistas
al voleo de los automóviles,
en el aceite (estiércol moderno) que les corresponde.

 

XLIV

Y si en el cielo se encuentra el viento
moviendo la tierra en pasmosas velocidades.
Y si el viento es una cortina que se desvela.
Y si la tierra hierve en humanas esquinas
en desastrosas esquinas de tiempos peores.

Ir podría no castigar al pendenciero,
podría no ablandar la grieta que nos separa.
Ir ¿a dónde, al sometimiento,
al postrero lúcido de los huesos,
al rompimiento, al vaticinio?
¿Ir entonces? ¿Quedarme entonces?
¿Morirnos sin movimiento
en la misma equis del nacimiento,
sin conciencia, sin atributos
que aliviar con la ironía?
¿Dejarse estar en la cerrazón
y no mitigar el duelo duro de lo estático?

 

XLVII

Acosado por rocas, apoyado en espinas y cardos,
se deja vencer en la inevitable presencia del árbol seco.
Es apenas un gruñido que se evapora,
un suspiro almidonado en pasados festines.
Es apenas un rumor roto, un grito ahogado.
Oprimido por lagos secos respira el polvo rojo de la tarde
y se deja llevar, agotado, por la pesada corriente de la muerte.

 

LI

En el trueno continuado retumba la tierra.
En el grito de Dios que no cesa
y me postra en el terror de la duda.
Fui yo el que duda, el que ofertado yace
y se desdice de la obra. En condena quedo.
Me río y sigiloso soy aplastado.
Me convengo de mí mismo y soy castigado.
Así ha de ser. Desmadejado rectifico,
y pongo manos en la tinta superior,
retomo el látigo del enigma
y sin mirar atrás hago inventario y me inmolo.

 

LXIII

En el orden encuentro hechos de la consumación.
¡Ah la paz numerosa
aún fresca la primavera!
Arriba el agua es un ojo cristalino
enfrascado en ver los excesos.
Abajo el fuego es una cortina fiera
formando los diques de la salvación.
Este frágil equilibrio se derrumba cada tanto
y sobreviene la sucesión de horrores que conocemos.
La perseverancia trae ventura.


       

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Creada el 20 de mayo de 1996 • Próxima edición: 16 de agosto de 2004 • Circula el primer y tercer lunes de cada mes