Letralia, Tierra de Letras
Año IX • Nº 116
18 de octubre de 2004
Cagua, Venezuela

Depósito Legal:
pp199602AR26
ISSN: 1856-7983

La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Sala de ensayo
Apología
C. A. Campos

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Libros

Sin reparar en los tantos factores que en vez de aclarar el caso terminan ofuscándolo, muchos de los cuales que ni son a veces considerados por los críticos de arte, psicólogos, historiadores, filósofos u otras disciplinas, uno no debe de sentirse avergonzado si alguna obra de arte no nos toca, no nos gusta, no nos entrega eso que aquellos que han escrito sobre ésta dice que promete, decretando entre sus páginas que solamente ciegos o sordos o ignorantes son incapaces de percibir sus regalos divinos, ese maná, eucaristía, pues hay que recordar que entender es una cosa y gusto, el de usted o el mío, otra. No, no debemos sentirnos avergonzados, pequeñitos, o que carecemos de algo, de educación, cultura, de cierto perfil, talante o sentir. El hecho de que yo haya entendido la importancia del Quijote, la Biblia del idioma que a veces profano, por ejemplo, no quiere decir necesariamente que me gustó, que me tocó, que su lectura me pareció amena o que ésta ha cambiado mi vida. Pues les confieso que otros libros, menos notados que éste, me han tocado más, me han gustado más. Les confieso hoy porque ya no me siento mal, porque me he desasido de esa carga dañina pero necesaria que tomamos durante nuestros primeros años escolares, cuando no conocemos, sólo sentimos, y nos prescriben libros, autores y patrones, doctrinas y reglas; en fin, porque he entendido que el sentir es cosa de niños, por fortuna, y no asunto de maestros o profesores, y que los pocos maestros o profesores que uno recuerda son aquellos que te hicieron sentir, no necesariamente entender, de lo que hablaban, que en el transcurso te hicieron enamorar del mundo que describían. Es decir, sentir es cosa de genética, de fisonomía, y entender, apreciar, cosa de instrucción, de escuela y ambiente; con razón el dictamen: el artista nace y luego se hace (o se deshace). Así que no se sienta usted mal si no le gustó la música de Beethoven, la lectura de La odisea, los lienzos de El Greco, etc. Esto no quiere decir que no entienda ni aprecie la importancia de esos trabajos. Ni tampoco se sienta mal al confesar que le gusta algo y que este gusto no lo ha llevado a querer entender ese algo o a querer entender el porqué le gusta, le agrada. A mí, por ejemplo, el que menos me gustó de los trabajos de César Vallejo fue Trilce, supuestamente su más grandiosa obra; y es que gusto, señores, no nos lleva a entendimiento, o sea, a apreciación, ni entendimiento, apreciación, a gusto, necesariamente: pues no hay conexiones necesarias en este caso, como dictó el filósofo David Hume. Nadie nos puede enseñar a sentir; a apreciar desde luego, mas nunca a sentir. Así que no se empequeñezca sin razón, y escúchese, confíe un poco más en su voz, en su interior, conciencia, y pare de reparar tanto en lo que ha leído de fulano de tal o lo que dijo algún crítico o filósofo sobre cierto personaje histórico u obra. No, no somos ignorantes ni carecemos de cierto nivel de educación. Sentimos, como todo aquel que lleva nombre, apellido, que habla un idioma, ejerce un oficio; y es lo primordial, como señaló don Jorge Luis Borges.


       

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Creada el 20 de mayo de 1996 • Próxima edición: 1 de noviembre de 2004 • Circula el primer y tercer lunes de cada mes