Letralia, Tierra de Letras
Año IX • Nº 117
1 de noviembre de 2004
Cagua, Venezuela

Depósito Legal:
pp199602AR26
ISSN: 1856-7983

La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Artículos y reportajes
El enigma del caso aún no cerrado
La identidad de Sauli Lostal

Augusto Gayubas

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Jorge Luis BorgesHace unos años ya, se desató un debate (a decir verdad, no fue más que una ligera discusión) acerca de la autoría de la (según algunos) mediocre novela El enigma de la calle Arcos. El seudónimo con que fue firmada dicha obra, Sauli Lostal, forma parte del misterio que encubre al verdadero responsable de esta (por muchos) despreciada novela policial.

El enigma de la calle Arcos fue publicada a modo de folletín por el diario Crítica de Buenos Aires, en el año 1932, y luego publicada a modo de libro por la editorial Am-Bass en el año 1933. Se trata de una novela policial de argumento fuerte pero infortunada escritura. De su autor sólo se sabe el nombre, Sauli Lostal, que por supuesto se trata de un seudónimo. En el año 1996, Ediciones Simurg reeditó dicha novela con prólogo de Sylvia Saítta, y en el año 1997 se sucedió una serie de artículos debatiendo sobre la identidad del autor.

Fue por aquel año 1997 que el escritor Juan-Jacobo Bajarlía intentó demostrar que El enigma de la calle Arcos fue obra, ni más ni menos, que de Jorge Luis Borges, el mayor escritor argentino de todos los tiempos, y, por cierto, alguien que jamás ha escrito una novela. Para esto, Bajarlía recurrió a la existencia comprobada de otros juegos de seudónimos de la época que encubrían a grandes autores, a una supuesta confesión de Ulyses Petit de Murat que atribuye El enigma a Borges, y a una búsqueda novelesca, si no fantástica y llena de imaginación (que excede, seguramente, a la imaginación del verdadero autor de El enigma), de asociaciones entre la vida e historia familiar de Borges y los hechos y personajes tratados en la novela. Respecto a esto último, Bajarlía encuentra (o fuerza) una relación entre ciertos nombres de la familia Borges, y los nombres de algunos de los personajes de la novela (el ejemplo característico es el referido al protagonista, Horacio Suárez Lerma, considerando que el abuelo materno de la madre de Borges se apellidaba Suárez, aunque lo de Lerma queda sin explicación satisfactoria, como pasa con otros ejemplos).

El escritor Fernando Sorrentino, experto en Borges y en su obra, publicó una respuesta a los postulados de Bajarlía, negando toda relación entre el autor de El enigma de la calle Arcos y Jorge Luis Borges. Los argumentos, publicados en el diario La Nación del 17 de agosto de 1997, son convincentes. Si bien Sorrentino comienza demostrando que los puntos sugeridos por Bajarlía como pruebas de la autoría de Borges no constituyen verdadera evidencia (una confesión personal de difícil comprobación y dudosas afirmaciones, una justificación contextual totalmente ajena, y una extraordinaria capacidad inventiva para asociar nombres ficticios con reales y crear un entramado muy probablemente inexistente), el punto clave en su arremetida es el estilo. Ningún elemento de la novela firmada bajo el seudónimo de Sauli Lostal, refleja el estilo tan explícito e inocultable de Jorge Luis Borges. Aun cuando el autor (digamos, Borges) hubiera querido ensayar un estilo extraño al suyo propio, se hubiera encontrado con que "nadie puede escribir totalmente en un estilo ajeno: aun quien se proponga la más descarada parodia termina, tarde o temprano, por hacer asomar su estilo entre los párrafos que va elaborando".1 Una relectura de El enigma despejará todas las dudas respecto a este punto, y nos disuadirá de que la pluma de Borges haya escrito dicha obra.

Pero hay dos elementos más que utiliza Bajarlía para hacer de Borges el autor de El enigma. Primero, las líneas escritas por Borges en el ensayo ficticio "El acercamiento a Almotásim", que describen un libro que correspondería, encubiertamente, a El enigma de la calle Arcos: "La editio princeps del Acercamiento a Almotásim apareció en Bombay, a fines de 1932. El papel era casi papel de diario; la cubierta anunciaba al comprador que se trataba de la primera novela policial escrita por un nativo de Bombay City".2 La asociación la hizo originalmente Enrique Anderson Imbert en un artículo para la revista Filología de 1962,3 y Bajarlía la interpretó como una evidencia de la autoría de Borges (el nativo de Bombay "no era otro que Borges, y esa primera novela policial era... El enigma de la calle Arcos"). 4 Casi no quedan dudas acerca de la intención de Borges de referirse, con "El acercamiento a Almotásim", a la novela de Sauli Lostal (la descripción del libro en tanto objeto, y su carácter de primera novela policial escrita por un nativo, así como la fecha de publicación, coinciden perfectamente). Pero hacer de esta alusión un testimonio de autoría, es ir demasiado lejos.

El segundo elemento empleado por Bajarlía es la estrecha conexión literaria que existe entre El enigma de la calle Arcos y la novela de Gaston Leroux El misterio del cuarto amarillo. Ambas novelas, pertenecientes al género policial y, más específicamente, al subgénero del enigma del cuarto cerrado, se relacionan sobre todo por ser la primera prácticamente una reescritura de la segunda (Sylvia Saítta, en su prólogo a la edición de 1996 de El enigma, sostiene que esta novela comparte el mismo sistema de personajes que la novela de Leroux;5 por su parte, Gastón Sebastián Gallo sugiere que ambas novelas comparten la dualidad de un impecable argumento con una escritura mediocre).6 A partir de este dato, Bajarlía se hace eco de las intimidades borgeanas reveladas por Alejandro Vaccaro en su simpático librito Georgie (1899-1930). Una vida de Jorge Luis Borges, en donde consta que a Borges le gustaba mucho la novela de Gaston Leroux desde que era muy pequeño. No nos cabe ninguna duda de que Borges sentía algún tipo de afición por la lectura de El misterio del cuarto amarillo; aunque Bajarlía no lo menciona, sabemos que en Sur Borges "reivindica de la tradición de la novela policial francesa sólo el mencionado texto de Leroux".7 Pero, nuevamente, no podemos, como hace Bajarlía, tomar estos datos como pruebas de que Borges escribió El enigma de la calle Arcos, porque no hay ninguna relación causal que nos lleve a dicha conclusión (por mi parte, además, no creo que Borges haya sido el único escritor argentino que haya leído con placer la novela de Leroux; tendríamos, entonces, una corporación de escritores anónimos refugiados tras el nombre de Sauli Lostal).

La estocada final contra los argumentos de Bajarlía, pretendió ser la biografía del supuesto verdadero autor de El enigma. Dicha biografía, adoptada íntegramente por Sorrentino en su artículo de agosto de 1997, fue tomada de una carta publicada por el lector Tomás E. Giordano en el diario Clarín del 27 de febrero de 1997. Lo que Giordano escribe y Sorrentino acepta sin cuestionar, es que el autor de El enigma de la calle Arcos no es un misterio, sino que tiene nombre y apellido, Luis A. Stallo (lo cual haría de Sauli Lostal, un anagrama a partir del nombre real del autor); Giordano aduce haberlo conocido, y aporta que era un hombre de negocios, no de letras, aunque poseía "una apreciable cultura" (a qué se referirá con esto de poseer una apreciable cultura, no podemos saberlo; me temo que tenga un concepto equivocado de cultura). También lo define como "caballero itálico... radicado en nuestro país", y con una "indeclinable dedicación a la lectura". Y lo más importante: "Su espíritu inquieto... lo indujo a participar en 1933 en un certamen auspiciado por el vespertino popular de entonces Crítica, que proponía a sus lectores encontrar un desenlace más ingenioso para El misterio del cuarto amarillo, de Gaston Leroux, ya que, según opinión del diario, el final de la novela decepcionaba un poco". Stallo ganó el concurso y fue publicado, tal el premio obtenido.

Por si quedaba alguna duda, Alejandro Vaccaro consultó las guías telefónicas de los años ’20 y ’30 y encontró en ellas confirmación fáctica de la existencia del tal Luis A. Stallo.8 Sorrentino se mostró satisfecho.

Sin embargo, la adhesión de Sorrentino a la biografía del verdadero autor de la novela fue algo apresurada. Un elemento importante fue ignorado, y si bien éste no conduce a la adjudicación de la novela a Borges, ni necesariamente (aunque nos genere dudas) niega la autoría a este Luis A. Stallo, nos produce una sensación de misterio prevaleciente, de solución truncada y de enigma irresuelto. El elemento ignorado es la inexistencia del concurso del diario Crítica al cual se debe (según los "biógrafos" de Stallo) la publicación de la novela, ganadora en dicho concurso por encontrar un final más adecuado a El misterio del cuarto amarillo. Este punto lo presenta el propio Bajarlía en su artículo del 26 de octubre de 1997 en el diario La Nación en respuesta a la arremetida de Sorrentino, pero no hay mención a él en el artículo recientemente publicado por Sorrentino en la revista Espéculo .9

No hubo concurso; el libro se editó a modo de folletín en 1932, y luego a modo de libro en 1933, pero nunca como premio por ningún certamen, ni como versión alternativa de la novela de Gaston Leroux.

Por otro lado, Luis A. Stallo, nos decía Giordano, era un caballero itálico, radicado en la Argentina; y no era un hombre de letras, sino de negocios (es decir, no manejaba las letras universales). ¿Cómo pudo escribir, pues, una novela esencialmente porteña? ¿Cómo se le pudo escapar al brillante Fernando Sorrentino, quien logra ver siempre el estilo de un autor (al menos, de Borges) detrás de un deliberado anonimato o seudónimo, quien pudo notar (como nadie lo había hecho) que la traducción a La metamorfosis de Kafka no correspondía a un traductor argentino sino a uno español; cómo se le pudo escapar este punto por el cual un caballero itálico, hombre de negocios, se convierte mágicamente en el autor de una correcta (sí, correcta) novela policial10 escrita, como apuntó Luis F. Diéguez, prosecretario de redacción del diario Crítica, en la carta-prólogo al autor incluida en la primera edición del libro, con "un lenguaje muy suyo, esencialmente porteño" cuyo "sabor local es nuevo en esta clase de publicaciones"?

Algo queda claro luego de haber llevado adelante este balance de posturas y datos: El enigma de la calle Arcos no nació de la pluma de Borges. Ahora bien, ¿quién es Sauli Lostal? Aún no podemos negar por completo que Sauli Lostal sea Luis A. Stallo, aunque habría que revisar su biografía; es inconcebible que un italiano dedicado a los negocios escriba una novela como la presente con un lenguaje popular porteño carente de extranjerías. Por otro lado, si fuera cierto (y sólo es probable) que Sauli Lostal sea un anagrama derivado de Luis A. Stallo, esto no implicaría, necesariamente, que Stallo sea el autor de la novela; el anagrama pudo haber sido construido por un conocido de Stallo, o incluso, como afirma Bajarlía, por alguien que haya tomado la guía telefónica y haya elegido el nombre de Stallo para anagramarlo. Nada podemos afirmar por ahora. En efecto, éste es un caso aún no cerrado.

 

Notas

  1. Fernando Sorrentino, "La novela que Borges jamás escribió", diario La Nación, Buenos Aires, 17-VIII-1997. Sorrentino ha sabido desenmascarar el estilo (no del todo oculto) de Borges en tres textos compilados junto a otros dieciocho en el volumen antológico El matrero, que habían sido firmados con sendos seudónimos. También ha podido notar que la traducción de La metamorfosis de Kafka que publicó Editorial Losada, atribuida a Borges, no le pertenece, pues carece de su singular estilo. Regresar.
  2. Jorge Luis Borges, "El acercamiento a Almotásim", Historia de la eternidad, Buenos Aires, 1936. Regresar.
  3. Enrique Anderson Imbert, "Nueva contribución al estudio de las fuentes de Borges", revista Filología, año VIII, números 1-2, 1962, pp. 7-13. Regresar.
  4. Juan-Jacobo Bajarlía, "La novela que Borges sí escribió", diario La Nación, Buenos Aires, 26-X-1997. Regresar.
  5. Sylvia Saítta, "Prólogo", en Sauli Lostal, El enigma de la calle Arcos, Buenos Aires, Ediciones Simurg, 1996. Regresar.
  6. Gastón Sebastián M. Gallo, "La última ficción de Borges", revista Espacios, número 23, septiembre de 1998, pp. 29-31. Regresar.
  7. Ibídem. Regresar.
  8. Alejandro Vaccaro, "El fin de un enigma", revista Proa, tercera época, número 28, marzo-abril de 1997, pp. 21-23. Regresar.
  9. Fernando Sorrentino, "Una cuestión de estilo", revista Espéculo, número 26, marzo de 2004. Regresar.
  10. Gastón Sebastián M. Gallo, art. cit., nota 3. Regresar.


       

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Creada el 20 de mayo de 1996 • Próxima edición: 15 de noviembre de 2004 • Circula el primer y tercer lunes de cada mes