Desciframiento, inhumación y (espero que) olvido de un enigma
poco interesante
Fernando Sorrentino
Las cosas ocurrieron así.
En la ciudad de Buenos Aires, y
siendo el 14 de noviembre de 2004, terminé de escribir unas
líneas que titulé “El itálico y porteño caballero de
peculiar lenguaje” y que, con las mismísimas palabras, e
identificado con a), puede leerse a continuación:
a) El itálico y porteño caballero de peculiar
lenguaje
En lo que a mí respecta —ya que alcanzo el honor
de ser mencionado más de una vez—, sólo diré dos cosas:
1) El objeto de mi intervención en la brevísima
polémica anterior era demostrar que Borges jamás podría haber redactado El
enigma de la calle Arcos, pues se hallaba lejos de su vocación literaria
agregar fealdades al mundo. Quién fue o dejó de ser Sauli Lostal me tiene
infinitamente sin cuidado.
2) El aserto de que El enigma... es, según
expresa el autor de la nota, una
novela policial escrita, como apuntó Luis
F. Diéguez, prosecretario de redacción del diario Crítica, en
la carta-prólogo al autor incluida en la primera edición del libro,
con “un lenguaje muy suyo, esencialmente porteño” cuyo “sabor
local es nuevo en esta clase de publicaciones”
constituye una muestra de indulgencia y de
generosidad que comparten Luis F. Diéguez y Augusto Gayubas.
De que el lenguaje es (por desgracia para el lector)
“muy suyo” no caben dudas; de que sea “esencialmente porteño”, en
cambio, caben infinitas.
Abro el libro al azar, y en la página 196
encuentro, un botón entre miles, esta muestra de “lenguaje porteño”:
Date por vencido, y tú que has sabido
hacer “confesar” a tantos y que ya has mandado al coleto a
dos pobres mujeres indefensas... vamos... confiesa ahora, tú...! Por
fin te han tocado las de perder.
Yo, que —como Carlos Guido y Spano— “he nacido
en Buenos Aires”, jamás oí a nadie que hablara como este inverosímil
personaje Horacio, salvo que lo hiciese con intención humorística o paródica.
Por otra parte, me encantará saber qué es el
misterioso coleto adonde han sido enviadas esas dos pobres mujeres
indefensas.
Estas razones, y otras que la mera lectura de El
enigma... brinda, indican que el desdichado libro pudo haber sido escrito
por cualquier persona sin ninguna destreza literaria: tanto un “hombre de
negocios”, un “caballero itálico”, un profanador de tumbas, un verdulero
de los suburbios de Buenos Aires, un boxeador de peso pesado, un ministro
argentino de cultura y educación, un georgedoblevé... Incluso pudo haber sido
escrito por Sauli Lostal.
Pero nunca por Jorge Luis Borges.
Comentado el caso con mi amigo Juan
José Delaney, éste tuvo a bien enviarme dos documentos que yo
desconocía.
Por lo tanto, y en la misma ciudad,
y siendo el 29 de diciembre de 2004, agregué a aquella parte a)
una parte b), que es como sigue:
b) Dos testimonios sobre la identidad de Sauli
Lostal
En rigor —y como lo expresé—, no me desvelaba
saber quién fue o dejó de ser Sauli Lostal, sin duda una excelente persona.
Lo cierto es que, desde el punto de vista
estrictamente literario, no creo que El enigma de la calle Arcos se
cuente entre las obras meritorias de la narrativa de ningún lugar ni de ninguna
época.
Sin embargo, y con la sola intención de dejar
establecido que, en efecto, las once letras del seudónimo anagramático Sauli
Lostal corresponden a las once letras del primer nombre, la inicial del segundo
y el apellido de Luis A. Stallo, transcribo al pie de la letra estas dos cartas
publicadas en el diario La Nación, de Buenos Aires.
Carta número 1, firmada por Héctor Feuerman (La
Nación, 25 de noviembre de 1997)
No es de Borges
Quisiera con esta nota disipar definitivamente las
dudas que plantea el autor del artículo “La novela que Borges sí escribió”,
en la sección Cultura del 26 de octubre último.
El autor, señor Juan-Jacobo Bajarlía, por medio de
media página de análisis y deducciones literarias, llega a la conclusión o
casi certeza de que la novela El enigma de la calle Arcos, firmada por
Sauli Lostal, fue en realidad una obra temprana de Borges, dejando de lado los
informes sobre el nombre real del autor, Luis Stallo, que según otros
testimonios que menciona aparecería en guías telefónicas de 1928 a 1932.
Pues bien, yo puedo afirmar categóricamente, y sin
temor a equivocarme, que conocí personalmente al señor Luis Stallo, alrededor
del año 1940, y que vivía en esa época en el tercero o cuarto piso de la
antigua casa de departamentos que se levanta en la esquina de Santa Fe y
Riobamba, con entrada por Riobamba 1121.
En ese piso vivía con su mujer, de nombre Leontina,
que allí explotaba una simpática pensión familiar.
Siempre comentaba su libro, planteando justamente el
enigma que le dio el nombre.
Un ejemplar del mismo, regalado por el autor a mis
padres, estaba en mi biblioteca y, a pesar de haberlo buscado por todos los
rincones, no lo he podido ubicar, pero sí puedo testimoniar su existencia y
recordar perfectamente todo el episodio.
No soy erudito en literatura ni en la obra de
Borges, pero mis precisos recuerdos me llevan a afirmar, sin lugar a dudas, que
esa obra no fue escrita por Borges.
Carta número 2, firmada por Carlos Alberto Andreola
(La Nación, 27 de diciembre de 1997)
Datos confirmados
Con relación a la carta del señor Héctor Feuerman
publicada en La Nación del 25 de noviembre último, en la cual esclarece
la paternidad de la novela El enigma de la calle Arcos, atribuida
erróneamente a Jorge Luis Borges, quiero aportar señas concretas referidas a
la identidad del verdadero autor.
El anónimo o alónimo Sauli Lostal (no recogido en
el Diccionario de seudónimos de Leopoldo Durán editado en 1961)
corresponde al nombre de Luis Armando Stallo, de nacionalidad italiana, que al
momento de su deceso, acaecido en la Capital Federal el lunes 9 de junio de
1958, tenía 71 años y residía con su esposa María Leontina González en
Riobamba 1131, de acuerdo con el acta de defunción 849, folio 49, tomo 2º F.
En consecuencia, no sólo quedan confirmados los
datos del señor Feuerman sino los antecedentes apodícticos del extinto
novelista, registrado en la Dirección Nacional del Derecho de Autor.
Considero que, a esta altura de los acontecimientos,
podemos definitivamente dar a Luis A. Stallo lo que es de Luis A. Stallo, y
privar de ello a quien no lo ha pedido ni lo necesita, que es Jorge Luis Borges.