Artículos y reportajes
Desciframiento, inhumación y (espero que) olvido de un enigma poco interesante
Jorge Luis Borges Fernando Sorrentino
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Las cosas ocurrieron así.

En la ciudad de Buenos Aires, y siendo el 14 de noviembre de 2004, terminé de escribir unas líneas que titulé “El itálico y porteño caballero de peculiar lenguaje” y que, con las mismísimas palabras, e identificado con a), puede leerse a continuación:

 

a) El itálico y porteño caballero de peculiar lenguaje

En su número 117 Letralia publica el artículo El enigma del caso aún no cerrado. La identidad de Sauli Lostal, firmado por Augusto Gayubas. El trabajo me parece meritorio, bien informado y bien escrito.

En lo que a mí respecta —ya que alcanzo el honor de ser mencionado más de una vez—, sólo diré dos cosas:

1) El objeto de mi intervención en la brevísima polémica anterior era demostrar que Borges jamás podría haber redactado El enigma de la calle Arcos, pues se hallaba lejos de su vocación literaria agregar fealdades al mundo. Quién fue o dejó de ser Sauli Lostal me tiene infinitamente sin cuidado.

2) El aserto de que El enigma... es, según expresa el autor de la nota, una

novela policial escrita, como apuntó Luis F. Diéguez, prosecretario de redacción del diario Crítica, en la carta-prólogo al autor incluida en la primera edición del libro, con “un lenguaje muy suyo, esencialmente porteño” cuyo “sabor local es nuevo en esta clase de publicaciones”

constituye una muestra de indulgencia y de generosidad que comparten Luis F. Diéguez y Augusto Gayubas.

De que el lenguaje es (por desgracia para el lector) “muy suyo” no caben dudas; de que sea “esencialmente porteño”, en cambio, caben infinitas.

Abro el libro al azar, y en la página 196 encuentro, un botón entre miles, esta muestra de “lenguaje porteño”:

Date por vencido, y tú que has sabido hacer “confesar” a tantos y que ya has mandado al coleto a dos pobres mujeres indefensas... vamos... confiesa ahora, tú...! Por fin te han tocado las de perder.

Yo, que —como Carlos Guido y Spano— “he nacido en Buenos Aires”, jamás oí a nadie que hablara como este inverosímil personaje Horacio, salvo que lo hiciese con intención humorística o paródica.

Por otra parte, me encantará saber qué es el misterioso coleto adonde han sido enviadas esas dos pobres mujeres indefensas.

Estas razones, y otras que la mera lectura de El enigma... brinda, indican que el desdichado libro pudo haber sido escrito por cualquier persona sin ninguna destreza literaria: tanto un “hombre de negocios”, un “caballero itálico”, un profanador de tumbas, un verdulero de los suburbios de Buenos Aires, un boxeador de peso pesado, un ministro argentino de cultura y educación, un georgedoblevé... Incluso pudo haber sido escrito por Sauli Lostal.

Pero nunca por Jorge Luis Borges.

 

Comentado el caso con mi amigo Juan José Delaney, éste tuvo a bien enviarme dos documentos que yo desconocía.

Por lo tanto, y en la misma ciudad, y siendo el 29 de diciembre de 2004, agregué a aquella parte a) una parte b), que es como sigue:

 

b) Dos testimonios sobre la identidad de Sauli Lostal

En rigor —y como lo expresé—, no me desvelaba saber quién fue o dejó de ser Sauli Lostal, sin duda una excelente persona.

Lo cierto es que, desde el punto de vista estrictamente literario, no creo que El enigma de la calle Arcos se cuente entre las obras meritorias de la narrativa de ningún lugar ni de ninguna época.

Sin embargo, y con la sola intención de dejar establecido que, en efecto, las once letras del seudónimo anagramático Sauli Lostal corresponden a las once letras del primer nombre, la inicial del segundo y el apellido de Luis A. Stallo, transcribo al pie de la letra estas dos cartas publicadas en el diario La Nación, de Buenos Aires.

 

Carta número 1, firmada por Héctor Feuerman (La Nación, 25 de noviembre de 1997)

No es de Borges

Quisiera con esta nota disipar definitivamente las dudas que plantea el autor del artículo “La novela que Borges sí escribió”, en la sección Cultura del 26 de octubre último.

El autor, señor Juan-Jacobo Bajarlía, por medio de media página de análisis y deducciones literarias, llega a la conclusión o casi certeza de que la novela El enigma de la calle Arcos, firmada por Sauli Lostal, fue en realidad una obra temprana de Borges, dejando de lado los informes sobre el nombre real del autor, Luis Stallo, que según otros testimonios que menciona aparecería en guías telefónicas de 1928 a 1932.

Pues bien, yo puedo afirmar categóricamente, y sin temor a equivocarme, que conocí personalmente al señor Luis Stallo, alrededor del año 1940, y que vivía en esa época en el tercero o cuarto piso de la antigua casa de departamentos que se levanta en la esquina de Santa Fe y Riobamba, con entrada por Riobamba 1121.

En ese piso vivía con su mujer, de nombre Leontina, que allí explotaba una simpática pensión familiar.

Siempre comentaba su libro, planteando justamente el enigma que le dio el nombre.

Un ejemplar del mismo, regalado por el autor a mis padres, estaba en mi biblioteca y, a pesar de haberlo buscado por todos los rincones, no lo he podido ubicar, pero sí puedo testimoniar su existencia y recordar perfectamente todo el episodio.

No soy erudito en literatura ni en la obra de Borges, pero mis precisos recuerdos me llevan a afirmar, sin lugar a dudas, que esa obra no fue escrita por Borges.

 

Carta número 2, firmada por Carlos Alberto Andreola (La Nación, 27 de diciembre de 1997)

Datos confirmados

Con relación a la carta del señor Héctor Feuerman publicada en La Nación del 25 de noviembre último, en la cual esclarece la paternidad de la novela El enigma de la calle Arcos, atribuida erróneamente a Jorge Luis Borges, quiero aportar señas concretas referidas a la identidad del verdadero autor.

El anónimo o alónimo Sauli Lostal (no recogido en el Diccionario de seudónimos de Leopoldo Durán editado en 1961) corresponde al nombre de Luis Armando Stallo, de nacionalidad italiana, que al momento de su deceso, acaecido en la Capital Federal el lunes 9 de junio de 1958, tenía 71 años y residía con su esposa María Leontina González en Riobamba 1131, de acuerdo con el acta de defunción 849, folio 49, tomo 2º F.

En consecuencia, no sólo quedan confirmados los datos del señor Feuerman sino los antecedentes apodícticos del extinto novelista, registrado en la Dirección Nacional del Derecho de Autor.

 

Considero que, a esta altura de los acontecimientos, podemos definitivamente dar a Luis A. Stallo lo que es de Luis A. Stallo, y privar de ello a quien no lo ha pedido ni lo necesita, que es Jorge Luis Borges.