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Poemas
Raday Ojeda
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Noche de festín

Se desangra la noche
La muerte comienza a cortejarnos
Y quien nos seduce
Nos ofrece la vanidad del polvo
Sin aliento.

Noche de risas, mentiras
                                        Y proezas mediocres.
Noche de bares, burdeles
                                          Y taguaras malhabidas.
Noche de cervezas, ron y cigarros.
Noche de escupir chimó
En la tierra
Y ver cómo el polvo se envicia.

Noche de cuerpos inmorales y perfumados
¡Lujuria! —La prostituta es paraíso
Paralelo al que promete Dios—
Noche que se vende al mejor postor,
Se paga el desahogo de un pésimo día.

Noche de baile, besos de estantes
Y actos lascivos.
Noche de embriaguez, de sudor
                                                      Y semen.
Noche de penuria, de dolor
                                             Y sadismo.
Noche de lodo e insípida de espíritu.
Noche de instinto, olor a pubis y
Kama sutras repotenciados.
Noche de profanas orgías,
En cada coito se forja su altar.

Noche en que morimos
Vegetando en cama de una ramera
Lubricadora del gemido
Que arranca del sufrimiento eyaculado.

...Transcurrida la noche
Alguien, ajeno a ella, pregunta:
—¿De dónde viene tan calcinante Hedor?

 

Duendes urbanos

El cigarro es una Bestia
Que —previa excitación de los labios—
Defeca
En nuestra boca.
Duendes urbanos, mutan en orín a la saliva
Y los dientes
Enmohecen de tanta miseria inhalada.

Los pulmones
Son retretes gástricos del vicio...
Sin pena ni gloria
Languidecen
En las manchas de heces.

¡El vómito no es eximente moral!

 

Alienado

Ayer
Cuando anocheció mi alma
Soñé jugosamente que
Un demonio
Alimentaba con uvas agridulces
Mis remordimientos empalagados.

¡Hoy, despierto, me permito
Hacerlo realidad!

Que comience el culto
Justo en mitad de mi frente
Y anéguense mis oídos
De sórdidos susurros
O de una milonga
Sólo reservada a los dioses.

Toda indulgencia del espíritu
Bifurcase en la vanidad.

 

Mortal

Viajé a Troya
en medio de la guerra

fui en busca de Aquiles

justo a mi llegada
la cólera de una flecha
hirió a mi descalzado talón…

(Sobreviví)

Mi única debilidad
                                es la mujer.

 

Escombros

Detrás de ti
sólo han quedado: huellas (escupidas)
                               ausencias (malditas)
                               frustraciones (injuriadas)
                               lágrimas (emborrachadas)
                               agonías (acuchilladas)
                               inmisericordias (satanizadas)
                               y yo, como un cadáver
                               necesario
                               en tus antecedentes (olvidado)

Es decir, somos tus escombros.

 

Destierro y sed

Al poeta Francisco Rodríguez

El abandono de mi carne
atiende
a este suelo atestado
de cenizas
estiércol
y moscas
idólatras de la inmundicia
que humea heces
despreocupada de la vergüenza.

Mi refugio
es un lugar sin memoria…

Huir
viene por dentro.

 

Retornos punitivos

A los amigos de la adolescencia

He dejado
que el golpe regrese a mi otra mejilla
                      y me convertí en mártir,
                      seducido
                      por las largas piernas
                      de mi mujer
                      que se ha hecho malvada.

Dejé
que los muertos enterraran a los muertos
                                  y una tarde de enero
                                  me hallé sepultado
                                  en suelo vomitado por los dioses.

Dejé
muchas cosas alrededor de mis años.
                                                     hoy
         me guardan rencor las ausencias.
         Debo retornar a ellas: ¡Humano! (no santo).

 

Úlceras del mal vivir

Entre mendigos
                         me siento mejor
                         más cómodo
ellos forjan una gloria
ajena a los prejuicios
y sin ningún tabú o remordimiento
escupen
a dioses paganos
cuando la censura es inmerecida

a veces

hasta llego a advertir
un rasgo familiar en ellos
y entonces
un trago de ron a su salud
cae bien
para insultar esta comedia satírica
que es la ciudad
                           (lo urbano duele a oscuras).

Los mendigos
                     son mis espejos
el reflejo más genuino de lo que soy
en ellos reconozco
mis úlceras más enfermizas

bien o mal
                  es mi vivir.

 

Vértebras de sal

Quien beba de mi sangre
no la hallará insípida
llevará mi sabor
hasta el día de agosto
que no registra el calendario…
Es mi naturaleza:
mis vértebras están llenas de sal.

La sangre
golpea constantemente mis zapatos.
No gusto pasar por las aceras
como cualquier transeúnte
a cada paso
dejo
una lágrima
una dolencia
una utopía
sembrada entre sus grietas.
Tal vez
al final del camino
llegue desnudo
habré dejado lo humano
en este mundo fatuo.
¡No hay sacrificio sin sangre!