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Alberto Arvelo TorrealbaAlberto Arvelo Torrealba
o Cómo literaturizar el llano
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El escritor Rómulo Gallegos le dio al llano un protagonismo relevante a través de sus libros. Quizás este impulso intelectual pronto tomó visos de moda. Rafael Bolívar Coronado escribió una pequeña obra con diálogo y canciones que contenía la letra del Alma llanera y así varios autores convirtieron el llano como elemento de inspiración. Con Alberto Arvelo Torrealba el llano adquiere su dimensión mítica. El poema Florentino y el Diablo, que apela a esa fórmula llanera del contrapunteo, le proporciona al llano un elemento universal, presente en muchas culturas, como lo es un encuentro con el Diablo. Florentino y el Diablo vendría siendo nuestro Fausto.

Ubicado en la corriente criollista, es un poeta que a veces rompe el recuadro de las simplificaciones sumarias para convertirse en un poeta de gran intensidad lírica. Premio Nacional de Literatura en 1966 y escritor de obras como Música de cuatro (1928), Cantas (1932), Glosas al cancionero (1940), Florentino y el Diablo (1940/1957) y Caminos que andan (1952).

Como es lógico, Florentino y el Diablo opacó toda su restante obra. Las claves de su popularidad son empatía con su entorno inmediato, empleo de formas métricas sonoras y pegajosas. Sin mencionar el hecho que su verso apunta hacia esas dudas y anhelos existenciales universales. También el poema pasó por varias fases de correcciones. Quizá Arvelo Torrealba trataba de proporcionarle un toque de inigualable perfección.

La notoriedad del poema se acrecentó con la versión musical en la cual el famoso Carrao de Palmarito se convierte, a través de su recia garganta, en un coplero siniestro. La versión del maestro Antonio Estévez, La cantata criolla, posee una fuerza poética por sí misma, rebasando cualquier parámetro populachero para situarla como obra estética de gran aliento.

El poema de Arvelo Torrealba vuelve a la palestra cultural por razones políticas. Algún “sesudo” politicastro de ocasión ha encontrado la clave oculta del poema y lo ha banderizado/banalizado. El poeta no sabe para quién escribe.

El creador, ya digo, es un insólito personaje que, trabajando para el día a día, se olvida de la posteridad, y luego viene un agente de comercio de la política y vulgariza su excelsa obra para darle carne lírica a su esquelética propuesta politiquera. Luego dicen que la poesía no sirve para nada.

Uno, que sabe a la perfección que la poesía no vende, no se explica este éxito arrollador de un poema que convirtió al llano en una metáfora de gran expresividad lírica y musical. Hoy existen muchos poetas que convierten al llano en literatura, pero ninguno ha logrado alcanzar ese esplendor poético de Arvelo Torrealba. Ninguno ha logrado literaturizar con honestidad el llano y esa riqueza musical y lingüística que lo caracteriza.