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Trascendencia de la obra poética de Aly Pérez

Aly Pérez

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La obra poética de Aly Pérez tiene una trascendencia que va mas allá de las relaciones personales que tuvo en vida, puesto que su poética tiene esa voz particular que lo identifica dentro del complejo mundo de la palabra. Llena de sentido literario, su obra goza de personalidad y tono. A decir de Gustavo Pereira, la voz puede ser imitada, pero el tono poético es personalísimo y no es posible que dos poetas tengan el mismo tono. Y es que Aly Pérez tenía su propio tono creador en toda su expresión artística.

Por otra parte, la poesía también es una forma de filosofar la vida. Y allí, en ella, es donde se encuentra un contenido de pasiones por la cotidianidad y sus vinculaciones con la realidad y con las circunstancias personales y sociales donde se encontraba inmerso el escritor. De allí que su poética tenga el sentido de la belleza, y así nos hacemos eco de las palabras de León Felipe cuando expresa que: “El genio poético prometeico es aquella fuerza humana y esencial que, en los momentos fervorosos de la historia, puede levantar al hombre rápidamente de lo doméstico a lo épico, / de lo contingente a lo esencial, / de lo euclidiano a lo místico, / de lo sórdido a lo limpiamente ético”.

Expresa Gadamer: “¿Qué significa el surgir de la palabra en la poesía? Igual que los colores salen a la luz en la obra pictórica, igual que la piedra es sustentadora en la obra arquitectónica, así es en la obra poética la palabra más diciente que en cualquier otro caso”.

Y es que la palabra en la obra de Aly de Pérez tiene aroma a café por la mañana, a té por la tarde, tiene los colores del día, el transcurso de los meses, el lugar de los almendrones y la diferencia entre la luz de enero y marzo o julio o septiembre. Flores que guindan en las platabandas. Y en esa obra poética, la palabra más diciente es la palabra resucitada. Es un ir y venir entre el pueblo natal del poeta y el mundo.

De allí que el nombre de su taller de literatura “La Cigarra del Trópico” fuera un barco donde la continuidad de los viajes era permanente entre épocas, autores, utopías que siempre terminaban en los espacios de la cotidianidad.

Es este sentido, esa cotidianidad que Aly Pérez expresaba desde la casa, se convierte en un modo estético de mirar la realidad y de interpretarla de forma hermenéutica. Expresa el poeta:

¿Dónde comienza
y termina la casa?

¿En los muebles de madera,
en la mesa con crisantemos
gavetas y ceniceros?

¿O tal vez en el patio
donde las malangas trepan
hacia los muros?

¿O en la sala
donde somos viento
que pasa por las puertas
y ventanas
y caemos como hojas
de otra tarde
o de otro bosque
en la piel desnuda?

Así es que el poeta se pregunta y le pregunta al lector y allí surge un encuentro interpretativo, que, como expresa Jorge Díaz: “Ese encuentro dialectiza al individuo consigo mismo a través de la interpretación que le da a la obra de arte. La persona sale modificada y también la obra interpretada, se modifica tanto el gusto estético como el leguaje mismo que la comprende”.

Dentro de la poética de Aly Pérez encontramos una cotidianidad llena de objetos, afectos, nombres y hasta fechas: “En la Villa de San Luis Rey de Cura, un día antes de la celebración de de San Francisco, 2003”. Su obra recoge la singularidad de la construcción del espacio a partir de las palabras y, más allá de ellas, de una forma de geografía en la que el lugar tiene vital importancia mas allá de la verdad lógica del mismo, como si el lugar fuera un centro de antagonismos. Por un lado la casa es la idea, la relación entre el sí mismo y las circunstancias que le rodean y el sí mismo relacionado con otros presentes y no presentes. Una relación del sí mismo en un viaje de alucinaciones en el que el paisaje del mundo puede verse desde una ventana o desde las líneas de cualquier libro. La intersubjetividad en los trabajos de Aly Pérez es una constante en la búsqueda de la particularidad de las palabras suyas y de otros.

La casa puede ser un centro donde, a decir del poeta Lao Tse, “sin salir de ella se puede conocer el mundo”, y el poeta lo expresa de múltiples maneras:

Pasa por mi corazón
la vieja casa materna
cubierta de malangas
y matices vino tinto
de sus desaparecidos almendrones.

Esa “Canción lejana” nos expresa la nostalgia, el cambio de las épocas, el transcurrir del tiempo y la distancia entre las palabras:

Pequeño hogar
que ahora pasas por mi corazón
silbando trinos lejanos
sólo mi perro blanco
lo entiende.
Madre recorro la casa
pero no la veo
de día un humo gris
tuerce las calles
de noche nubes negras
cubren la luna
al amanecer
ya no está
el cerro de la cruz
todo el piedemonte
es una horrible cortina
de latón y aluminio
derritiendo el verde quemado
que las clama en la distancia.

La casa y las casas se comen el paisaje. En sus poemas podemos ver un centenar de conexiones intertextuales e intersubjetivas: Virginia Woolf, Keneth White, John Keats, quien escribió que “La belleza es verdad y la verdad belleza, no hace falta saber más que esto en la tierra”. Pero la casa siempre dentro del poema, como este que escribió luego de leer “Este pan que yo parto fue alguna vez avena”, de Dylan Thomas:

En este lugar abierto al absoluto
Sigues siendo un verso solitario
Árbol de lecturas
Cantado de rama en rama
Adentrándose en este valle
Haciéndome beber frescos abecedarios
En la entreabierta carpintería de las palabras.

(“Bajo el árbol de Dylan Thomas”, Aly Pérez)

Desde su interpretación intertextual expresaba y reescribía los poemas que le sorprendían en la mañana, bien fueran de Thomas o de Keats. Asiduo lector de Gustavo Pereira, no dejaba de sorprenderse con sus Somaris al igual que con Tristia de Alejandro Oliveros, y luego escribía cartas-poemas desde su casa imaginaria en cualquier viaje.

Poeta Oliveros
Este país o provincia torva
Al cual Tristia desnuda
A lo largo y ancho de su palabra
No fue hecho con muros de biblioteca
Ni con una historia de páginas memorables
Lo hemos consumido
Como un trago de aguardiente,
Amargo,
Que no dice nada
Ni en el cristal de sus botellas.

(“Después de una lectura de Tristia”, Aly Pérez)

Era un asiduo investigador de la cetrería desde los textos de Antonio Trujillo y así las palabras, a veces, se le atropellaban en la página en blanco. A veces recorría las playas donde, desde la casa de Carlos Ochoa, contemplaba el mar. Entonces dejaba que el mar o la mar (siempre recordaba la mar de Serrat y de Alberti y discutía sobre el género de la palabra mar) inundaran su piso y se expandiera en el color de sus cuadros cuando le faltaban las palabras, cuando con todas las expresiones de Hurakane y Boca de Aroa fluían de su biblioteca e iban hacia el Mediterráneo o a cualquiera de los océanos.

A veces, desde una canción, encontraba la rosa de Gertrude Stein, y esa rosa iba desfigurándose en los ángeles de Rilke o en las arañas de Rimbaud o en las manzanas de Rosana Hernández o en la casa donde duermen las vacas hallada en un poema de Tibisay Rojas o en la tierra de San Francisco de Asís, donde su amigo José Sánchez Arévalo estaba investigando sobre los caminos de la toponimia en donde siempre hallaba su casa en los mapas imaginarios.

Si “...la experiencia estética como experiencia histórica fundadora, al asimilarla a la acción modeladora de generaciones que induce el encuentro con las obras artísticas clásicas, es decir, a la mediación que opera la obra de arte entre pasado y presente, entre el mundo que originó la obra y el mundo de quien la interpreta en su actualidad” (Díaz, J., 2006), la poética de Aly Pérez debe ser estudiada en todos sus aspectos porque no sólo el poder de las palabras entrelazadas entre sí en la búsqueda del sentido estético se convierten en poemas sino que, además, su influencia desde su Taller de Poesía impregnó de preguntas y respuestas a sus lectores, reconstruyendo la realidad en sí mismo y en otros.

En lo personal, a mi juicio, nunca diferenció al poeta del hombre. Nunca se cuidó del hombre porque su mirada poética estaba por sobre todas las miserias. Admiraba, leía y releía a Gustavo Pereira, a Reinaldo Pérez So, a Igor Barreto, a Manuel Cabesa, a Luis Alberto Crespo, a Antonio Trujillo, a Alberto Hernández, y además leía con ellos y con muchos otros que buscaban en él, muchas veces, aliento en su ánimo inquebrantable y fiebre constante de creatividad.

Una palabra al azar era el inicio de una investigación intertextual, que generalmente terminaba en un largo poema o en el inicio de una apasionante reflexión que terminaba en ensayo, pero siempre desde su casa y sus objetos.

A veces sus poemas eran colores y un texto de Carlos Drummond de Andrade se convertía en cuadro de miles de tonos verdes y texturas o viceversa cuando leía en él.

Casas entre plátanos
Mujeres entre naranjos
Pomar     amor     cantar

Un hombre va sin prisa
Un perro va sin prisa
Un burro va sin prisa

Sin prisa... los ojos contemplan
Esta vida estúpida, Dios mío

Y entonces lo sobresaltaba otro verso. “Las conversaciones amanecen en las aceras”, escribía, para darse un golpe de razón.

La casa y el barrio dejaron de amarse
En ellos el ritual de la vida no fluye
Ambos crearon distancia
Hablan lenguas extrañas
Ante cuadras de pesadumbre
Donde cantan pájaros barnizados de negro
Frente a la chatarra y hedor
De talleres mecánicos

(“De Colorados Blues”, Aly Pérez)

En la poesía de Aly Pérez casa, barrio, cotidianidad, las palabras se convierten en piedras fundadoras, en pintura, cuadros, música y todo forma un conjunto de belleza y referencias entre brisa, luz, color, óleos, desparpajo, tiempo y constancia.

Poeta es aquel que sobrevive a la muerte y la verdadera muerte es el olvido. En vida somos escribientes. La trascendencia nos la da la historia que no tiene que ver con posiciones de poder, sino con la justicia. La obra de Aly Pérez debe tener un devenir, debe tener esperanza porque sobrevive a la muerte, como expresa el poeta Ledo Ivo:

“El rocío, que es eterno, se evapora
Llegada su hora y nuestros sueños
Nos guardan fielmente en sus sepulcros”

 

Bibliografía

  • Pérez, Aly. Pasión según la casa. En: Letralia, Tierra de Letras, Año IX, Nº 119, 2005.
  • Chicote, Ingrid. Apuntes del Taller de Letras “La Cigarra del Trópico”, 1999-2003.
  • El hondo país de los ausentes. Colección “La otra claridad”. Imprenta Regional del Estado Aragua.
  • Díaz Piña, Jorge. Hermenéutica y educación. Centro de Investigaciones Contemporáneas. Universidad Pedagógica Experimental Libertador. Maracay, 2006.