Del haraquiri y otras pendejadas
Uno tiene que saber repartirse para mantenerse entero,
para no perder el uso de la razón ni del corazón
Tiene que aprender a hacerlo con moderación,
con consideración para que se pueda así realizar con suerte
un tercio de lo nuestro
Que aprender a darse por vencido para con el mundo
y aprender a vivir a menudo a través de los demás
Si a uno le interesa, claro está, apostar por nuestra persona
o salir de casa para conocer y reconocer
por cuenta propia no lo ajeno
Sino más bien lo de todo el mundo. Uno tiene que saber quitarle
hierro a la realidad, que aprender a verla como un mal menor
Aunque ella termine siempre imponiéndose,
aunque después tengamos que pagar con creces
nuestra rebeldía, nuestra fidelidad a lo que no resultó
Tiene que aprender a escuchar al prójimo y al próximo
para luego poder hablar con sí mismo
Poder justificar nuestra licencia poética que viene con fecha
de expiración, con la certeza de que no se puede renovar.
Uno tiene que saber borrar, que saber desembarazarse
Final del juego
Me he de quitar la vida antes de que me la quiten,
antes de que cambie de sentir, de parecer,
de que me convenza de que yo no tengo ni el derecho
a considerarlo, ni la libertad
Voy a actuar, a cortarme por lo sano y por lo enfermizo
antes de que pierda las ganas de vivir,
de fingir,
de que pierda el prurito de encontrarme sentido
Autodidacta hasta los huesos y hasta la médula,
voy a pasarme de listo,
voy a dejar de hacerme el muerto,
de hacerme el vivo
El salto
El puente que tanto nos costó erigir
se ha venido abajo
Esto explica el polvo que se ha sumado al viento
y el olor a quemado en el aire que,
gracias a Dios, nunca pudimos enfrascar,
nunca pudimos vender en el mercado
Esto explica nuestra tos,
nuestra reciente dificultad respiratoria
Explica, por igual, el estruendo que nos hizo saltar
de la cama
y la sospecha que la primera luz del día
confirmó: la de nuestro entorno hecho ruinas,
nuestro jardín
Se ha venido abajo, como se esperaba,
como se pronosticaba
Las mismas manos que lo construyeron
lo dinamitaron por razones más que obvias
El puente que otrora tanto nos costó justificar,
tanto nos costó a capa y espada defender
hoy ha dejado de suspenderse, de oscilar,
hoy ha dejado de quitarle importancia
a nuestro vacío
Ladridos
No es que yo sea un perro de la casa,
sino más bien es que no soy
uno de la calle