Letras
Cadena alimenticia

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I

Regreso al paisaje a buscar la sombra. Me someto a exámenes de conciencia y encuentro un caballo hermoso que avisa de libertades posibles. El viento deja que los pensamientos sean nubes que se concentran en la atmósfera mientras que abajo, en la densidad de la tierra, la lluvia es el orden perfecto en el que emerge un corazón de sirena.

 

II

Me quito la piel y la cuelgo en la ventana para ver a través de ella el paisaje que suele llenarse de lagunas y aves de cacería. Escucho en silencio y me escondo detrás de grandes pastizales para que no me vean, mientras camino en dirección de los olores que me perturban. Sueño en la tarde con los ojos abiertos, pero la tarde se esfuma. La luna, en menguante, avisa de posibles despedidas.

 

III

No suelo quedarme con la voz metida en las profundidades de la nada. Hay tanto que mirar mientras que la noche sigue despierta en las ruinas que me desnudan. Allí me crece la piel nuevamente. Con ella salgo a la calle estrenando miles de sonrisas y con un corazón hecho de fuego para no rogar regresos. Me paro en la mitad de la carrera y paro el tráfico y dejo que los aviones aterricen en mi memoria y que los caballos me dejen en una parada segura.

 

IV

Regreso a los bosques buscando las inclinaciones de la escritura cuando la misma se proyecta como un hilo de oro sobre el cuello. Nada que ver con diosas que escriben historias de hombres encendidos por la cacería. Al fin y al cabo la cacería es muerte decretada. Oficio de antiguos ritos en los cuales la fuerza siempre será desigual. Las aves no portan armas.

 

V

Como todo está predicho en la naturaleza, en la noche los lobos salen a tomar aire y si tienen hambre pueden comer cualquier cosa que esté a su disposición. El lobo sigue sus instintos y se mueve suavemente. Ya sabe dónde está la presa. La toma seguramente y la engulle. Satisface su necesidad primaria y la presa, tonta desprevenida, muere, como toda historia de la cadena alimenticia.