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Amado AlonsoAmado Alonso y una versión en alemán de Don Segundo Sombra

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1. El amado Amado liebt das Fräulein Ollerich nicht

En mis épocas juveniles, fui alumno de varias catedráticas que, a su vez —en la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad de Buenos Aires—, fueron discípulas de Amado Alonso.1 Estas damas lo recordaban con deslumbramiento intelectual y —según la tradición de que las alumnas suelen enamorarse de los profesores meritorios— también como uno de los hombres de mejor prestancia varonil que en el mundo han sido. Envidiable virtud que confiere absoluta legitimidad al nombre de pila del maestro.

En cuanto a mí, le debo a don Amado muchas horas de estimulante y agradabilísima lectura, de manera que, además de que numerosos libros suyos —baqueteados, releídos y anotados— forman parte de mi biblioteca, he procurado también leer sus artículos en diversas publicaciones periódicas. Como en el siguiente caso.

En 1934 aparece en Berlín la traducción al alemán de la novela maestra de Ricardo Güiraldes, Don Segundo Sombra (1926), y la versión es analizada por Amado Alonso.2

El primer párrafo resulta laudatorio:

Fräulein Ollerich, ya en sus tiempos de alumna de español en la Universidad de Hamburgo,3 quedó prendada del Don Segundo Sombra de Güiraldes y acarició la idea de traducirlo al alemán. El entusiasmo y la tenacidad de Fräulein Ollerich se salieron con la suya, y aquí tenemos el libro, El libro del gaucho Sombra, impreso por una de las más poderosas casas editoriales de Alemania. ¡Ay, qué envidiable eficacia pedagógica la de esa universidad de Hamburgo que así capacita a sus estudiantes para el manejo de las lenguas extranjeras!

Pero los párrafos siguientes le otorgan al anterior su verdadero sentido irónico:

Fräulein Ollerich, sin duda ninguna, como se ve en numerosos pasajes de este libro, puede hacer muy bien las traducciones corrientes que el mercado de libros exige cada día. Pero Don Segundo Sombra no es un libro corriente para traducir, sino que tiene dificultades extraordinarias que Fräulein Ollerich no tenía siquiera la posibilidad de vencer.

Don Amado, con su proverbial sapiencia y perspicacia, enumera a continuación tales dificultades, que, siendo muchísimas, han infligido continuas derrotas a Hedwig (tal el nombre bautismal de la Fräulein en cuestión). Por tomar una de ellas:

Sus caídas [...] no son cuestión de mera técnica gramatical o de manejo de diccionario: el espíritu mismo del libro queda desvirtuado. Donde dice, por ejemplo, el protagonista rústico de Güiraldes: “A las diez, el pellejo de la espalda me daba una sensación de efervescencia”, la traductora pone: Gegen zehn Uhr kribbelte mir die erhitzte Rückenhaut, como quien dice, hacia las diez me picaba la calentada epidermis dorsal, falseando la versión rústica (pellejo) con otra técnica (Rückenhaut).

O esta otra:

La traductora se ha quedado perpleja con demasiada frecuencia ante el sentido enterizo de nuestras frases hechas sin atinar a comprenderlo del todo y a traducirlo con otras frases populares equivalentes. Al leer “La quinta [yegua de la doma] fue trigo de otra chacra”, si la traductora hubiera reconocido ahí una variante de “harina de otro costal” y le fuera familiar su sentido, habría buscado para traducirla frases hechas de sabor popular y de valor análogo, como Die fünfte war andere Töne, o eine Glocke aus einem anderen Dorf, o qué sé yo qué otra frase todavía más a la medida. Pero no se le ocurrió más que traducir las palabras traducibles una tras otra, de lo que resulta en alemán el siguiente sinsentido: Die fünfte war, “Weizen von einer anderen Chacra”.

Éstas no sólo no son todas sino que ni siquiera constituyen la mayor parte de las objeciones literarias que don Amado interpone a la traducción. Pero sobran para estar seguros de que ni la hiedra perecedera ni el lauro eterno coronarán el trabajo de la señorita Hedwig.

 

2. Setenta y cinco años más tarde: incólumes dislates germánicos

Sin embargo, hay otros lunares, de carácter —digamos— comercial y bibliográfico.

En la parte final del artículo4 don Amado pierde su habitual tono afable: es evidente que, ante el estropicio cometido por Hedwig Ollerich en un libro que le era muy querido,5 no puede disimular su desazón:

Hubiera elegido Fräulein Ollerich otro libro cualquiera para sus ejercicios de traducción y posiblemente le habría acompañado el éxito; pero las dificultades del Don Segundo son en mucho superiores a sus fuerzas.

Y ahora entramos en una cuestión legal, comercial y bibliográfica:

La traducción, a pesar de que diga Autorisierte Übertragung, ni es autorizable ni está autorizada. La traductora, después de haber entregado el manuscrito a la casa Cassirer, e instada por los editores, escribió a la señora viuda de Güiraldes pidiendo permiso por pura fórmula. A los primeros reparos que se le hicieron replicó, mal informada, que la Argentina, por no tener una ley de propiedad literaria que protegiera aquí las obras de los extranjeros, no tenía tampoco derecho a la protección de sus libros en Alemania; así es que ya estaban terminando la edición sin aguardar el permiso.

Es fácil inferir que lo que espeluzna a don Amado no son las omitidas cortesías jurídicas o mercantiles sino las deficiencias literarias de la traducción:

Informada luego mejor, la casa editora ha procurado con toda corrección enmendar tal torpeza en lo que aún era posible. Mas la única enmienda conciliatoria parece ser que, cuando el mercado consuma los 7.000 ejemplares de la presente edición, se encargue una traducción nueva a persona de suficiente garantía.

En tal nueva traducción se pensó en 1935. En los quince cabales lustros sucedidos desde entonces han ocurrido, entre otros hechos generales o particulares, la Segunda Guerra Mundial y el fallecimiento de don Amado.6

Que yo sepa, ninguna “persona de suficiente garantía” ejecutó una nueva traducción de Don Segundo Sombra. En cambio, la de Fräulein Ollerich conoció nuevas y sucesivas ediciones, como, por ejemplo:

  1. Das Buch vom Gaucho Sombra. Berlín: Deutsche Buch-Gemeinschaft, 1935.
  2. Con el título de Don Segundo Sombra. Epílogo de Konrad Huber. Zurich: Manesse, 1952, 349 págs.
  3. Ídem: Epílogo de Hans-Otto Dill. Berlín: Rütten & Loening, 1966, 283 págs.
  4. Ich ritt mit den Gauchos (Don Segundo Sombra). Traducción del español argentino por H. Ollerich. Con 35 dibujos de Willy Widmann. Viena, Heidelberg: Carl Ueberreuter, 1956, 200 págs.
  5. Ídem: Ueberreuter Bücherei, 1970, 211 págs.
  6. Das Buch vom Gaucho Sombra. Berlín: Aufbau, 1998.

Sólo he podido examinar el libro de 1934, en amedrentadores caracteres góticos. Intuyo que, en los que le siguieron, ningún editor teutón tomó en cuenta las opiniones de Amado Alonso.

De tal manera, las renovadas generaciones podrán leer exactamente los mismos desatinos que habrán desconcertado a sus padres, abuelos y bisabuelos.

 

Notas

  1. Recordemos que Alonso dirigió el Instituto de Filología de esa Facultad entre fines de 1927 y mediados de 1946.
  2. “Ricardo Güiraldes, Das Buch vom Gaucho Sombra. Traducción autorizada de H. Ollerich. Berlín, B. Cassirer, 1934, 342 páginas”, revista Sur, Buenos Aires, nº. 10, 1935, págs. 101-104.
  3. También Alonso fue estudiante en la Universidad de Hamburgo entre 1922 y 1924.
  4. “Ricardo Güiraldes, Das Buch vom Gaucho Sombra. Traducción autorizada de H. Ollerich. Berlín, B. Cassirer, 1934, 342 páginas”, revista Sur, Buenos Aires, nº. 10, 1935, págs. 101-104.
  5. “Don Segundo Sombra es uno de los mejores libros de literatura narrativa que nuestra América ha producido y, sin duda, uno de los que con más celo la Argentina debe y quiere cuidar, porque con muestras de ese valor ha de presentar a los países extranjeros su literatura actual. Por eso tendrá que dejarnos siempre descontentos el que se le incluya en el montón de traducciones industriales a cargo de cualquier traductor.
    Hasta vamos a decir una pretensión que esperamos no suene a las empresas editoras como extravagancia: que el futuro traductor de Don Segundo Sombra tenga cierta maestría en el manejo de la forma decorosamente literaria del alemán de modo que pueda reproducir la tensión poética de la prosa de Güiraldes sin aflojarla a la par de los editoriales y noticias del Berliner Tageblatt”.
  6. El 26 de mayo de 1952, a los cincuenta y seis años de edad, es decir en la plenitud de sus inmensas capacidades intelectuales, pues había nacido el 13 de septiembre de 1896 (en Lerín, Navarra).