Sala de ensayo
Diatribas en la poesía española de inicios del siglo XXI

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“Animales y enanos imaginarios luchando, bebiendo y de juerga” (¿1659-1742?), atribuido a Faustino Bocchi

0. Introducción

El narcisismo del que habla Lipovetsky en Los tiempos hipermodernos o en otras de sus obras no sólo afecta a las formas de vida y escritura, sino también al modo en que vivimos y estamos en el mundo, a nuestro comportamiento en definitiva. De no ser así, no se podría explicar que uno de los elementos fundamentales en un artista, y en ello incluyo a los escritores, y mucho más cuanto más jóvenes, sea la vanidad. Este concepto es difícilmente demostrable, mucho más complejo es cuantificarlo; en cualquier caso, vamos a dar por supuesto que existe. Cualquiera que tenga un mínimo acercamiento al ámbito literario público: presentaciones, recitales, charlas, encuentros... podrá comprobarlo en breve.

Otra de las características, esta vez del ser humano en general, es el ansia de reconocimiento y, yendo un poco más lejos, el ansia de poder, detentar el poder en definitiva, en la parcela que sea, por muy nimia o insignificante que parezca. El mundo de la poesía no es ajeno a este sentimiento, aunque no se caracterice la producción poética por su importancia mediática. A pesar de ello, de la importancia relativa de este campo, es innegable que la poesía se sigue alzando a los altares de la alta cultura, por mucho que algunos se empeñen en situar la poesía en el bar como entorno privilegiado, y eso conlleva ciertos riesgos.

Dice en tono jocoso Riechmann:

De La buena suerte —cuento de autoayuda para ejecutivos, escrito por los ejecutivos Fernando de Trías de Bes y Álex Rovira— se han vendido unos 700.000 ejemplares en el mundo entero. De mi último libro de poemas, Anciano ya y nonato todavía, están ahora imprimiéndose 500 ejemplares (en la bella isla de Tenerife). Proporción 1/1.400: todo en orden (Riechmann, 2009: 191).

Que se publique un libro es, o debería ser, una fiesta, desde cualquier ángulo en el que se mire: económico, cultural, educativo, de difusión de las letras... Que un libro —dejando aparte cualquier valoración de calidad— se venda bien, alcance cuotas de público importantes, que la gente aguarde el lanzamiento de un libro como si de un concierto se tratara (lanzamientos mundiales de la saga Harry Potter...), es siempre una buena noticia; sin embargo, en nuestro panorama literario, no es oro todo lo que reluce, ni mucho menos. A continuación, afrontaremos algunas cuestiones en torno al mundo del libro, todo aquello que lo rodea.

 

1. La crítica

Hemos hablado de la vanidad porque, derivado de ella, han aparecido multitud de falsas creencias en torno a la poesía; por ejemplo, una de ellas sería que una reseña en un medio de comunicación hace un poemario mejor. Y con esta anécdota o reflexión, pretendemos analizar a continuación cómo se publica y se vende la poesía, analizar de alguna manera una de las características de este género tan particular.

Es indudable que los suplementos culturales en los medios escritos tienen o pueden tener una influencia en el lector, puede que el libro se venda mejor, es cierto, pero lo es porque, entre otras cosas, lo escrito en ese suplemento no sólo afecta al lector, que quizá se deje guiar por lo que aparezca en tal o cual medio, sino que también afecta a los intermediarios, ya que los libreros y los vendedores de libros (hay que distinguirlos pues entiendo por estos últimos a aquellas personas que trabajan en grandes superficies que se dedican precisamente a eso: a vender libros), suelen guiarse por esas páginas para colocar esos libros de un modo más visible en su librería, por lo general, completamente saturada de libros y novedades, cuestión de ojo. De tal modo que un autor, desde luego poco inocente, puede exigir a su editor, cuando no a los propios críticos de los medios en cuestión, que se haga una reseña de su obra, esto que comento sé que pasa. Y siguiendo con esta lógica del sistema literario, el editor o incluso el propio autor, si tiene medios adecuados y un poco de vista, se dedicará a mandar originales aquí y allá, a los medios de comunicación, a las personas más influyentes culturalmente o a los amigos que mantienen páginas en Internet o blogs sobre literatura.

Con respecto a la crítica sobre la poesía, es muy posible que estos envíos influyan de manera notable sobre aquello que se publica en la prensa, y además, entiendo que este mecanismo de promoción forma parte del trabajo de una editorial, aunque no es menos cierto que las grandes editoriales, que a su vez forman parte de gigantes grupos de comunicación, tienen una mayor capacidad para realizar estos envíos; seguramente una editorial pequeña no se puede permitir el lujo de mandar sus novedades a varias docenas de críticos de diferentes medios nacionales, provinciales... Continuando con este aspecto, volvamos a tomar como ejemplo el caso que comenta Riechmann, que es un autor consagrado literariamente, si de su obra se imprimen 500 ejemplares, seamos optimistas y supongamos que se venden 50 en la presentación y que él se quede con otros 50, nos quedan 400 ejemplares para toda España. Si por otro lado suponemos (cifras muy a la baja) que en nuestro país se editaron el año 2008 unos 300 poemarios, lo ideal sería que un crítico especializado en poesía comprara un ejemplar de cada obra, lo que le haría gastar alrededor de 3.000 euros al año en poesía (me atrevo a aventurar que es mucho más dinero del que recibiría por los trabajos críticos que se publicarían luego), y además, nuestro crítico ideal debería leer prácticamente un poemario cada día del año. Como vemos, todas estas rendijas nos llevan una y otra vez a una cuestión compleja, y es que el asunto de la crítica literaria lo es.

En el año 1947, Gombrowicz pronunciaba una conferencia en el Centro Cultural Fray Mocho de Buenos Aires con este título: “Contra los poetas”. Inmediatamente nos llama la atención esa animadversión hacia las personas, no hacia el género, idea que uno con la que he comenzado este apartado, esa idea de vanidad que lleva en no pocos casos a la perversión. Una de las muchas ideas que recoge esta conferencia es el hermetismo que rodea el mundo de la poesía, y es que en la mayoría de los casos, la poesía interesa a los poetas:

Pero la poesía pura, además de constituir un estilo hermético y unilateral, constituye también un mundo hermético. Y sus debilidades aparecen con más crudeza aun cuando se contempla el mundo de los poetas en su aspecto social. Los poetas escriben para los poetas. Los poetas son los que rinden homenaje a su propio trabajo y todo este mundo se parece mucho a cualquier otro de los tantos y tantos mundos especializados y herméticos que dividen la sociedad contemporánea (Gombrowicz, 2006: 17).

Las páginas de la mal llamada crítica en los principales medios de comunicación, está plagada de firmas de poetas que a la par ejercen otras funciones, comentadores de poesía sobre todo. He dicho mal llamada crítica porque, en realidad, lo que se publica en la mayoría de medios, por muchas razones como la acotación del espacio, premura, presiones, etc., son reseñas, es decir, un escrito que pertenece más al mundo periodístico que académico; a veces, estos escritos se convierten en mera publicidad de un libro. La RAE define la reseña como una “noticia y examen de una obra literaria o científica”. Así pues, en las páginas de crítica literaria hay muy poca crítica.

Las opiniones en torno a la crítica, muchas de ellas negativas, no son una novedad, más bien una constante:

“En España casi no existen medios críticos válidos y la crítica periodística, salvo contadísimas excepciones, se divide entre partidarios de socorros mutuos, seguidores de las sectas intocables y guardianes de los códigos herméticos más selectos y un reducido grupo de comunicadores de lo que se ha publicado, honradamente aplicados a transmitir una lectura decodificadora”. Este diagnóstico de Vázquez Montalbán, realizado en el penúltimo capítulo de su libro La literatura en la construcción de la ciudad democrática, tiene algo de advertencia y de reivindicación. Advierte contra el escaso rigor y la menguada pasión crítica por la búsqueda de la objetividad y reivindica el papel del crítico —lo llama comunicador en tanto que mediador entre la obra y el lector— como decodificadores del texto (Mora, 2006: 10-11).

El amiguismo, el compromiso personal con tal o cual autor, el odio personal incluso, interfieren una y otra vez en los medios de comunicación, y sí que importa, porque aun cuando la reseña sea honesta y objetiva, la vanidad de los escritores impide recibir una mala crítica; que un señor que escribe en ese periódico diga que tu libro es inconsistente, aburrido o simplemente malo se convierte en una gran ofensa, “vanidad de vanidades”. Podemos recoger como prueba la crítica que Enrique Villagrasa (colaborador del suplemento Artes y Letras del periódico Heraldo de Aragón) realizó —es un corrosivo escrito—i sobre los libros ganadores del IV Premio de Poesía Delegación del Gobierno en Aragón. El texto en cuestión se cierra:

No quiero acabar esta reseña sin recomendar a los autores y lectores y futuros aspirantes a poetas la lectura de Fundamentos de poética española (Alfar, 1986), de Esteban Torres y Miguel Ángel Vázquez, y Cómo se escribe poesía (Plaza & Janés, 1998), de Silvia Adela Kohan, donde se muestran y explican los recursos fundamentales del quehacer poético.

Hasta ahí no pasa nada; el crítico expresa su opinión comentando que ninguno de los libros ganadores le parece merecedor de tal galardón y que ninguno de los libros es ni siquiera poesía, una opinión como cualquiera otra con la diferencia de que puede hacerlo en un medio abierto; la segunda parte es que los autores ganadores respondieron en varios blogs con una carta abiertaii donde mostraban su indignación.

Que la crítica no es del todo objetiva es vox populi, que se rige por intereses no del todo morales en algunos casos, también. Quizá el caso más sonado de los últimos años fue el “veto” del diario El País a la continuidad de Ignacio Echevarría —un reconocido profesor y crítico— por hacer una dura crítica a la novela de Atxaga El hijo del acordeonista, que era una de las apuestas más importantes de la editorial Alfaguara para el otoño de 2004, esta editorial forma parte del mismo grupo mediático que el diario en cuestión. Y aunque el director de este medio, por aquel entonces Lluís Basset, explique que “un periódico tiene la credibilidad que le dan sus lectores. Que la crítica está mediatizada por los intereses editoriales del grupo empresarial es una opinión que no comparto. Como mínimo expresada en estos términos”, siempre nos quedará una duda, bastante razonable, por otro lado.

...Juan Goytisolo continuaba, en su ya célebre “Vamos a menos” (El País, 10/01/2001), denunciando el sistema de “trueque”, la censura mediática de escritores (donde criticaba, con bastante mérito, a su propio periódico) y la depauperación general de la literatura española, que estaba generando a su juicio modelos de comportamiento poco éticos. Por cierto, su periódico ha dado recientemente muestras de estar en el meollo mismo del problema con la bochornosa exclusión de Ignacio Echevarría, un crítico que aunque no está entre mis preferidos tiene un nombre contrastado. La reseña desfavorable de una novela de Bernardo Atxaga (editada por Prisa) desde un medio editado por Prisa fue considerada por un directivo del periódico como “un arma de destrucción masiva” (Mora, 2006: 31).

Como vemos, este caso ha aparecido publicado en numerosos medios de comunicación;iii también la ficción se ha encargado de recoger este hecho, como en la novela de Constantino Bértolo, La cena de los notables.

En los últimos tiempos, Internet se ha convertido en una herramienta fundamental para conocer las novedades literarias, ver opiniones sobre los libros que han llegado al mercado; entre las páginas sobre crítica más interesantes, podemos destacar www.criticadelacritica.es. En esta página, un colectivo sin identificar se encarga precisamente de analizar las críticas que aparecen en los principales medios de comunicación, catalogarlas e incluso puntuarlas por su objetividad; cuando menos, curioso.

 

2. El uso de Internet

Ejemplos como el anterior, y la indudable utilización de los medios tecnológicos a nuestro alcance de forma masiva, deben producir algún cambio en el medio de concebir y difundir la literatura y la poesía.

Quizá uno de los aspectos más notables de la red sea su papel fundamental en la difusión de la literatura. Por ejemplo, en la página La Fiera Literaria encontramos un análisis feroz de muchos de los libros más importantes de los últimos años. En principio, las páginas web dejan un gran margen de duda con respecto a quién está detrás y si nos podemos fiar de esas personas que opinan, puesto que cualquiera puede hacerlo sin haber pasado por el filtro que se le supone a alguien que escribe para un periódico. Aunque ciertas páginas literarias dan fe de los feroces críticos y nos los presentan, siempre queda la duda. En cualquier caso, un paseo por sus páginas resulta bastante ameno; el ataque a Javier Marías y sus novelas, también.

Y es que la novedad y la inmediatez están entre los puntos fuertes de las páginas de Internet; por ejemplo, en lo que concierne al mundo de la poesía, podemos ver en Las Afinidades Electivas, un catálogo de infinidad de poetas españoles, con una biografía, su foto, una poética y una muestra interesante de su obra. Adjunto una interesante reflexión del escritor Manuel Vilas sobre esta página:iv

La aparición del blog Las Afinidades Electivas ha tenido su trascendencia sociológica, quizá callada porque en el fondo es un blog poco ejemplarizante, aunque muy interesante e incluso útil. Ese blog, como sabe casi todo el mundo, incluye a poetas actuales que citan a otros poetas, y los citados son llamados por el administrador del blog para que a su vez citen a otros. Además, se incluye foto, poética y poemas de los poetas convocados. Sospecho que los poemas no tendrán muchos lectores, pero en cambio estoy convencido de que las listas de poetas que se citan tienen muchos fieles.

El fenómeno de este blog permite ver la vitalidad del género, la vitalidad de la poesía, en la medida de que en ese blog debe de haber ya más de cien poetas en el listado, no me he molestado en contarlos, tal vez sean ya doscientos. Permite intuir también que en la poesía española hay un discurso “oficial” y otro “subterráneo” y este último se ha alojado, como no podía ser de otra forma, en Internet. El discurso oficial o institucional es de sobras conocido, porque es el defendido por la crítica, por los periodistas, por los editores, por los profesores, por los premios importantes, por todo el ramo profesional del ejercicio de la poesía “de prestigio” en España. Lo que este blog alimenta es una especie de democratización general del gusto literario. Esto tiene su parte buena y su parte mala. Es un blog “asambleario” frente a la realidad “aristocratizante” de la organización social de la poesía española culta y de prestigio. Este “asamblearismo democratizante” lo ha permitido Internet, claro, en una de sus piruetas tecno-políticas. Porque este blog tiene a mi juicio más calado político que literario.

Hay una parte de carácter poco confesable, pero muy practicada: observar cómo los poetas cumplen la normativa de que “si me citas, te cito”, o cómo las nóminas de los poetas citados obedecen a criterios de amistad, lo cual no es reprochable en absoluto, sólo es señalable. Y permite el espionaje emocional: saber quién es amigo de Fulanito, quién de Futanito, etc.

Otra herramienta interesante de entre las muchas que se pueden destacar es la revista mensual Poesía Digital. En este medio, bien estructurado y eficiente en plazos y fechas, escriben autores consagrados por la crítica, lo que en un principio nos puede dar confianza sobre lo allí publicado. Sobre todo, es un buen elemento para estar informado sobre el panorama actual.

Pero es sin duda, como ya hemos ido señalando, el fenómeno de las páginas denominadas blogs el más llamativo del uso literario de Internet, por ejemplo, comienza a ser habitual que muchos libros se promocionen a través de este medio, a veces tienen su propio blog meses antes de salir a la venta. Este tipo de páginas puede suponer una publicitación altamente efectiva, además de casi gratuita, permite conocer a los autores a través de los diversos enlaces etc. Por otro lado, suponen un foro privilegiado de discusión en torno a la literatura o un libro en concreto, pues se pone a disposición del respetable la obra de creación personal o de quien sea. Es cierto que las opiniones suelen ser del todo favorables, quizá porque la mayoría de los lectores de estas páginas son o pueden ser escritores a la espera de su día de gloria, quién sabe. Como honrosa excepción cabe mencionar el blog de Juan Mal-herido, que en fechas recientes se ha convertido en publicación en papel; la risa está asegurada en Vida y opiniones de Juan Mal-herido.

 

3. Modos de publicar un libro

Este panorama, a pesar de la revolución que ha supuesto Internet, dista mucho de cambiar la realidad del mundo poético, y por muy penoso que resulte, creo que no debemos engañarnos: hay muy poca gente que lea poesía. Por otro lado, por muy perogrullado que sea, hacer libros cuesta dinero, bastante dinero además.

La lógica, y quizá la inocencia, nos dice que para publicar un libro hay que mandarlo a una editorial y esperar que guste al editor, que apueste por él y su calidad. La realidad, sin embargo, no es siempre así. Una gran parte de los libros de poesía publicados en nuestro país existen gracias a las diversas instituciones que gestionan fondos para este fin, mucho me temo que la crisis económica en la que está sumido nuestro país en este año, pueda paralizar en gran medida la publicación de este tipo de obras. Por otro lado, instituciones, como ayuntamientos, universidades, delegaciones del gobierno, etc., financian numerosos concursos literarios que tienen como principal objetivo la publicación de las obras premiadas. En muchas ocasiones son las mismas editoriales las verdaderas organizadoras de dichos premios (nos referimos en este apartado a diversos ayuntamientos); de este modo alivian así los gastos derivados del libro en cuestión.

El mundo de los premios literarios es un universo extraño y en el que no pocos desconfían, fundamentalmente porque parece que la principal receta para ganar un concurso literario parece ser conocer a varios miembros del jurado. Por ejemplo, al concurso de novela Primavera del año 2008 se han presentado más de trescientos originales, el fallo ha declarado ganador al consagrado escritor Luis Sepúlveda; resulta cuando menos curioso que los grandes premios se otorguen en la gran mayoría de los casos a escritores conocidos y reconocidos, aunque esto sólo es una reflexión.

A veces, hay un hilo de esperanza, pienso por ejemplo en Carlos Vaquerizo, ganador del premio Adonáis de Poesía en 1998 con Fiera venganza del tiempo, y digo esperanza porque parece una persona alejada de conciliábulos y conocidos en las altas esferas de los jurados; no ha vuelto a publicar nada desde entonces.

A pesar de estas excepciones, numerosos son los casos sospechosos, por lo menos, de un cierto relajo de las costumbres; en otros casos, se incumplen de forma sistemática las bases de los concursos, fundamentalmente aquella que respetaría que los autores de las obras enviadas permanecerían bajo pseudónimo hasta la apertura de las correspondientes plicas. Numerosas son también las voces que se alzan contra este tipo de prácticas, denunciando en diversos medios culturales unas prácticas que cuando menos ponen en duda uno de los principales sistemas de publicación literaria en nuestro país:

Son los mismos editores los que “invitan” a los poetas que desean tener en catálogo a presentarse a este o aquel premio “de la editorial”, premios que, por otra parte, nada tienen que ver en esencia con la editorial (y no me refiero a los premios convocados por las propias editoriales), pero que están intervenidos desde sus jurados por lectores de la propia editorial, autores de la misma y, finalmente, incluso el editor. Bien es cierto que han sido las encargadas de dotar de prestigio a dichos premios, pero el asunto trasciende más allá cuando el sistema literario acaba por aceptar de tal modo que las cosas deben funcionar así, que comienzan a darse comportamientos que no guardan en absoluto las formas, más propios de despistes o de relajaciones que de verdaderos errores de bulto (Escuín, 2008: 124).

En esta misma línea de denuncia, se sitúa el artículo firmado por Umberto Cobo en la revista colombiana de poesía Arquitrave. En un incendiario y polémico escrito contra el editor de Visor, el autor denuncia “los tejemanejes” de esa editorial,v que como vamos a ver, controla numerosos premios literarios, y de alguna manera y ya que las sospechas no faltan, el futuro canon:

Según todas las crónicas, Jesús García Sánchez, conocido con el alias de Chus Visor, uno de los vendedores de poesía con mayores gananciales en varios continentes y el apoderado de una aglomeración de premios de poesía financiados con dinero público [Premio Casa de América (6.000 euros, más la edición del libro); Premio de Poesía Generación del 27 (15.000 euros, más la edición del libro); Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla (18.000 euros, más la edición del libro); Premio TIFLOS de Poesía, Cuento y Novela (36.000 euros, más la edición del libro); Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma (16.000 euros, más la edición del libro); Premio Internacional de Poesía de la Fundación Loewe (27.000 euros, más la edición del libro); Premio de Poesía “Fray Luis de León” (12.000 euros, más la edición del libro); Premio Emilio Alarcos (15.000 euros, más la edición del libro); Premio “Cáceres Patrimonio de la Humanidad” (6.000 euros, más la edición del libro); Premio de Poesía en Lengua Castellana. Viaje del Parnaso (18.000 euros, más la edición del libro)], fue al fin sorprendido en flagrancia tras descubrirse que ha manipulado los jurados y el ganador de una gema de 25.000 depreciados dólares americanos, en uno de esos premios, el Viaje al Parnaso.

Jesús García Sánchez, uno de los pocos impresores de poesía que ha logrado enriquecerse en el mundo...

Como ejemplos de prácticas poco respetuosas con el respeto a las normas de los concursos, el respeto a todos los participantes en los mismos y la claridad más prístina, podemos citar:

  • El abandono de Juan Marsé del jurado del Premio Planeta del año 2005.vi

    En un comunicado, Marsé ha explicado que “poco después de la concesión del premio Planeta 2004 y de mi primera experiencia en el mismo como miembro del jurado, solicité una reunión con el editor José Manuel Lara Bosch, promotor del premio, y con Manuel Lombardero, secretario del jurado”.

    “En esa reunión”, añade, “expuse algunas sugerencias sobre posibles cambios en el proceso de selección y evaluación de las obras destinadas a pasar a la final, además de otras cuestiones relativas al jurado y a sus atribuciones ante los medios de comunicación, que no considero necesario detallar aquí”.

    (...)

    “Considero que tales sugerencias han sido atendidas sólo parcialmente y no me satisfacen, por lo que renuncio a mi puesto y a mis competencias como jurado del premio Planeta, y así lo he comunicado al editor José Manuel Lara y al secretario del mismo, Manuel Lombardero”, asegura en el comunicado.
  • El caso del premio Hermanos Argensola de la ciudad de Barbastro del año 2006 concedido a Martín López Vega. Tal como señala el propio autor en los agradecimientos del libro editado, podemos llegar a la conclusión de que el poemario ganador fue revisado “en diversas fases de su crecimiento” por miembros del jurado que le daría el premio (Escuín, 2008a: 124).

  • El premio Viaje al Parnaso, del que fue ganador Luis Antonio de Villena en la II edición, con un poemario llamado La prosa del mundo y que, tal como figura en las notas y agradecimientos, fue finalizado meses después de que concluyera el plazo de entrega de originales. Puede ser una errata, desde luego; también, que el premiado fuera parte del jurado el año anterior, puede deberse a la casualidad (Escuín, 2008b: 40).

En relación con los premios, se produce también una mala utilización de los mismos; en algunas ocasiones, tras mandar un trabajo de ficción a uno de los muchos premios convocados en nuestro país, el interesado puede recibir una notificación en la que se le propone la publicación de un libro en coedición; es decir, el escritor deberá colaborar en sufragar los gastos de edición del libro. En cierta ocasión, una editorial de cuyo nombre no quiero acordarme contactó con el autor de estas páginas a través del correo electrónico con dicho fin.

En el campo de la autoedición, en el que por otro lado, nada veo de negativo, también Internet ha facilitado las cosas, con la aparición de diversas páginas dedicadas a este asunto y en donde el interesado puede realizar su libro a la carta, de forma sencilla y fácil, aunque no del todo barata. Podemos citar, como ejemplo, Bubok.

 

4. Las guerras intestinas. Cuestión de poder

Desconfío por sistema de todo aquel que diga que no quiere detentar ningún tipo de poder, por experiencia personal y porque parece ser una de las cualidades del ser humano, a la historia me remito. Y es que cualquier parcela de poder, por pequeña que sea, parece ser apetecible para el ser humano. Una de las razones pudiera ser el ego; otra, mucho más práctica, podría ser porque suele conllevar ciertos beneficios pecuniarios.

La literatura, como campo de conocimiento, como campo de saber y como lugar donde se mueve una cierta cantidad de dinero, no es ajena a esta batalla continua entre diversos colectivos, tendencias, personas en definitiva. De ahí que tan a menudo se haya hablado de poesía dominante, o de tendencias prioritarias en la poesía española. En palabras de Miguel Martinón, en Sobre la poesía actual:

Y, en fin, por muy lamentable que a algunos pueda parecernos, hay que aceptar que las distintas formas de poesía neorrealista son las preferidas dentro de la poesía actual por los varios centenares de personas consultadas para la elaboración de la antología titulada El último tercio de siglo (1968-1998) (...). Sólo quería recordar la edición de esta antología como síntoma de la situación cultural actual (...). Y desde luego, quería señalar también que quienes no compartimos los gustos dominantes, a la vista de aquella antología no dejamos de sentir como necesaria la redefinición no sólo de los valores allí consagrados, sino incluso del concepto mismo de poesía (Mora, 2006: 109).

El papel de las antologías es mucho más importante de lo que se podría pensar en un primer momento, y es que figurar en una antología está próximo —literariamente hablando— a existir, es una forma de encumbrar la obra de un autor entre la de muchos otros, porque en el fondo, mal que pese, es una forma de construir el canon del futuro. De ser de otra manera, no podríamos entender muchas de las trifulcas entre los antólogos, que una y otra vez deben defender sus elecciones entre muchas otras. En este panorama, que parece ser más propio de la prensa del corazón que de la literatura, llaman la atención las constantes alusiones entre dos poetas-críticos-antólogos de gran relevancia en la poesía, como es Luis Antonio de Villena y José Luis García Martín. Así, el primero aprovecha para criticar al segundo (Villena, 1997: 10):

De un lado —con éxito, pero sin practicar una estética concluyente, actitud más propia de las vanguardias históricas— un nutrido grupo de poetas se ha dejado agrupar bajo los rótulos de poesía de la experiencia, poesía figurativa —muy acertada expresión del, a menudo, desacertado García Martín— o poesía realista. Cualquiera de esas denominaciones quiere reunir (primando uno u otro aspecto) las mismas características: poesía que habla desde la cotidianeidad, desde un tono lingüístico que no busca lo excepcional, desde la voz de un poeta que se siente un ciudadano común —muchas veces el poeta puede, lícitamente, sentirse oráculo o artista— y ello en un poema —cercano a la métrica tradicional— que expresa las experiencias de una vida, generalmente urbana desde la noche bohemia, las muchachas amadas, el fervor o la melancolía de la amistad, la nostalgia por los paraísos perdidos...

Tampoco deja pasar la oportunidad García Martín de criticar a Villena; así, se refiere a la antología Fin de siglo de la siguiente manera:

El supuesto análisis de la “generación del fin de siglo” no pasa de ser un comentario, que quiere ser imparcial, de triviales polémicas y generalizaciones periodísticas. De un estudio que se pretende riguroso esperaríamos algo más. Tropiezan los autores (no podía ser de otra manera) con el término poesía de la experiencia, que hace tiempo que ha perdido cualquier utilidad crítica. Niegan, por un lado, que “toda poesía se base en el recuento de la mera experiencia biográfica”, pero constatan la abundancia de tal tipo de poesía, y encuentran las razones de ello: “Lo que sí es cierto es que en este avanzado capítulo de la posmodernidad el poeta, normalmente receloso ante las grandes ideologías, ante los grandes relatos de un progreso tan imparable como insuficiente y engañoso, tiende a aferrarse a la única evidencia de su acelerada vida diaria, a los fragmentos de un relato desconocido e incapaz de ser contado con certeza” (García Martín, 2002: 20).

Este tipo de circunstancias podrían ser meras anécdotas pero, desde luego, es muy significativo que existan discusiones como estas puesto que, como ya se ha señalado, es el canon lo que está en juego, un canon que se va escribiendo poco a poco, y que ellos son conscientes de escribir.

En un lugar muy parecido, se circunscribe la anécdota que nos narra Mora (1996, 114 ss.). En 1999, en un artículo publicado en la revista La manzana poética, daba una lista de 18 nombres sobre la poesía joven, denominando dicha clasificación como “inservible” (en el siguiente apartado se tratará en torno a la poesía joven).

Por supuesto, esta lista tenía un mero carácter pedagógico o, si quieren, un valor de uso, de manejo. Una taxonomía para entenderse, más abierta de lo que hasta entonces se había hecho. Mi sorpresa llegó cuando, ni más ni menos que en la colección de clásicos de Cátedra, auténtico vertebrador de un canon español de poesía si es que tal cosa existe, apareció en 2001 una antología, Poesía española reciente (1980-2000), firmada por Juan Cano Ballesta, que cometía, agravados, los errores de la mía.

Teóricos y profesores tampoco han quedado al margen de estas trifulcas en torno a la poesía y el poder. Por ejemplo, de nuevo vemos una crítica hacia García Martín, esta vez por parte de Virgilio Tortosa:

Tal servidumbre es la que manifiesta por ejemplo un García Martín crítico a la hora de reseñar La luz, de otra manera, de Vicente Gallego: “El autor del diario —el protagonista del libro— es un hombre solo que pasea cada atardecer”; este lamentable error colegial (hoy cualquiera sería capaz de distinguir entre sujeto gonádico y sujeto autorial) hace reforzar la unidad del sujeto monádico, así concebido; más allá del error quedaría abierta la posibilidad de una interesada operación de asimilación del sujeto poético al autorial, con el fin de servir a los postulados de quien interprete de ese modo. Pero García Montero tampoco es ajeno a estas confusiones a la hora de montar todo el entramado en torno a la otra sentimentalidad: “La poesía es confesión directa de los agobiados sentimientos, expresión literal de las esencias más ocultas del sujeto”. Cuando teoriza, aborda la individualidad desde el único aspecto de su necesidad unitaria, sin crisis ni fractura alguna: nada que poner en cuestión (Tortosa, 2002: 209).

Han sido numerosos los ataques que ha recibido la poesía considerada dominante en los últimos años, la poesía de la experiencia. Entre las figuras adscritas a esta corriente, la de Luis García Montero es sin duda la que ha recibido más citas, quizá por su doble papel de profesor universitario hasta hace bien poco tiempo, quizá al considerársele el más importante de esta poesía. Y entre sus mayores detractores figura Tortosa, a la sazón profesor de la Universidad de Alicante y uno de los integrantes del colectivo Alicia Bajo Cero, junto con Antonio Méndez Rubio o Enrique Falcón, que publican su trabajo Poesía y poder (1977), “una asombrosa reconstrucción de las bases izquierdistas de la poesía de la experiencia” (Mora, 2006:82). Tortosa acusa a esta serie de poetas de la experiencia, como poco, de falsos poetas, de una tremenda falta de calidad, de reducir el nivel de la poesía general del país recurriendo en innumerables ocasiones a una forzada narratividad que sería característica de este tipo de poesía. Siguiendo con esta lógica, les culpa de alguna manera de los muchos males que asolan nuestra civilización.

Pero, por encima de todo, se muestra una urgente necesidad de reafirmar una ideología, las más de las veces burguesa y consecuentemente conservadora de mundo, sin entrar en crisis nunca con el mundo que envuelve a los sujetos. Existe una manera de fatal continuismo en lo que viene a ser una modulación cultural histórica que ha sumido al individuo en una suerte de culpa de la que no acaba de desprenderse y que le acompaña desde lo inmemorial, desvirtuando el verdadero sentido de la cultura en cada una de las épocas en las que el escritor se enfrenta al mundo (y no sólo a la escritura como pudieran dar a pensar los textos): fruto de tal sumisión es que la “narración” en todos estos poetas no acabe de quemar las fases históricas propias de tiempos remotos en el canon occidental, a decir de Jameson (el fatalismo griego, el redencionismo cristiano, el progresismo burgués...), garantes en todo momento de las relaciones marcadas por los modos de producción de cada época (esclavitud, feudalismo, capitalismo respectivamente) (Tortosa, 2002: 99).

Creo que las conclusiones de Tortosa son, cuando menos, exageradas, puesto que anula completamente la decisión del lector, su valía e incluso su libertad. Contestando a este aluvión de críticas, apareció la antología El sindicato del crimen. Antología de la poesía dominante, firmada por Eligio Rabanera (pseudónimo al parecer de Felipe Benítez Reyes) y en cuyo prólogo encontramos una interpretación humorística de esta situación. Señala Scarano (2006):

Este desconocido antólogo escribe allí un prólogo titulado “Poesía española contemporánea: El discurso impermeable (O dominar por dominar)” (1994: 9), donde aparecen los argumentos típicos de los detractores, hiperbólicamente exagerados en la voz de un audaz crítico, que se atreve a denunciar esta nueva mafia en el poder, secta demoníaca que debe ser desenmascarada exhibiendo su engaño. Un repaso de los sintagmas claves de ese discurso muestra la coincidencia en los blancos al uso, aquí llevados al paroxismo paródico: “grafía translaticia”, “emocionalidad aceptada como norma”, “complacencia estética que colabora con la norma burguesa y una reaccionaria sentimentalidad”, “éxito fácil consumido rápidamente por un público alienado”, con el apoyo de un “Poder cómplice y promotor”, que otorga a cambio prebendas (viajes internacionales, subvenciones editoriales, premios distinguidos).

En tono similar al prólogo de la antología antes señalada, podemos destacar un apartado del poemario Vidas improbables (1995: 75). La originalidad de este poemario radica en presentar la obra como ajena, obra de once autores, cada uno caracterizado con una biografía y un modo de escritura a través de notas biobibliográficas ficticias. Entre los muchos poetas que conforman esta obra, nos interesa destacar el dedicado a “Pablo Arana, poeta de la experiencia”.

A partir de 1922, la poesía de Pablo Arana dio un giro que la situó en la uniforme corriente de la llamada “poesía de la experiencia”, esa endecasílaba plaga contemporánea. Nos atrevemos a sospecha que tal giro no responde a ningún tipo de experiencia espiritual —lo que no sin reparos lo legitimaría—, sino más bien a razones de política literaria: éxito fácil, acceso a casas editoriales y a revistas afines a la tendencia dominante, prebendas oficiales, viajes al extranjero, asistencia a congresos, premios amañados y promiscuidad sexual, entre otros espejismos con los que los máximos responsables de esas especie de secta de la experiencia embaucan a nuestra más renovadora juventud.

Son numerosas las alusiones de Tortosa al trabajo de desenmascaramiento del colectivo Alicia Bajo Cero, en concreto al libro Poesía y poder, donde se denuncian las injusticias del sistema literario.

En los últimos tiempos, complejas y meditadas operaciones de legitimación por parte de la crítica consagrada (desde los poderosos canales de difusión actuales) han hecho que un corpus concreto se haya adscrito a la historia oficial de la literatura ensombreciendo otro tipo de escritura (en concreto, en el caso de la poesía española de los ochenta se ha ocupado de desenmascarar estas operaciones ideológicas el Colectivo Alicia Bajo Cero). Este tipo de práctica cultural es una reiterada operación que atiende a interesados motivos cuando tantos poetas, narradores, dramaturgos, críticos incluso, viven a costa de ciertos premios, editoriales con una nómina, crítica periódica, universidad donde se imparte enseñanza, etc. Por encima de todo ello, deberíamos revertir la cuestión y preguntarnos a la manera de Lyotard quién decide qué es saber (en un momento determinado) y quién sabe lo que conviene decidir (Tortosa, 2002: 159-160).

Llama la atención que en Conflictos y tensiones. Individualismo y literatura en el fin de siglo apenas aparezca la palabra compromiso, porque creo que sería la palabra clave para resumir la idea que nos quiere lanzar. Hay en esta obra una vindicación de la poesía como arma para cambiar el mundo, un compromiso sartriano sobre la función de la literatura en nuestra sociedad, aunque francamente, creo que su función es mucho más limitada en la realidad, puesto que su alcance es tremendamente limitado.

Además, el término de compromiso puede ser tremendamente engañoso; por ejemplo, en un sentido reducido y un tanto primario, podemos señalar como compromiso el libro de Ángel Petisme Insomnio de Ramalah u otros que sitúan la esfera de su compromiso en el mismo lugar y en torno al mismo conflicto territorial y político.

Llevo un país bajo los párpados

Me levanto a las seis.
Vivo en Azzaria, una aldea próxima a Jerusalén.
Cojo mis libros y el almuerzo que mi madre ha preparado
y camino dos horas campo a través
sorteando controles y bordeando el Muro
hasta llegar a clase.
Dos horas de ida y dos de vuelta.
[...]
Nunca abandonaremos. Vivir es nuestra lucha,
seguir aquí mi forma de resistir.
Llevo un país bajo los párpados.
Me llamo Fátima. Soy estudiante de medicina
De la universidad Al Quds. Me levanto a las seis.

(Petisme, 2005: 49)

Digo sentido reducido porque es un compromiso mediatizado, puede ser por escasez de lecturas, pero no he visto ningún poemario sobre los conflictos del Congo, el de la explotación salvaje de recursos, el del terrorismo en Colombia, los atentados de los tamiles en Sri Lanka y tantos otros conflictos.

Y es que hablar de compromiso no es tarea fácil y sería tema para un desarrollo más en profundidad. A pesar de ello, parece claro que este tipo de compromiso altamente politizado nos lleva al equívoco porque siempre da la impresión de que la literatura queda en un segundo plano. No se habla en estas trifulcas de compromiso con la palabra, con el lenguaje y así con la escritura, ni hay un planteamiento serio de para qué debe servir la poesía, si es que tiene una función, puesto que en la mayoría de las ocasiones, la poesía sirve a poderes políticos.

Quizá el planteamiento más interesante, por neutro, abierto e ideal, sea el del profesor Alfredo Saldaña en lo que él ha llamado la otredad, es decir, la apertura de espacios, de tal modo —y vuelvo con la idea inicial de este apartado sobre el ansia de poder— que todas las voces tengan cabida, de tal manera que ninguna se quiera apropiar de todo el espacio, una actitud que simplemente tiene que ver con la justicia vital:

El establecimiento de lo que propongo denominar una estética de la otredad (otra categoría en cierto modo negativa, resultado inmediato del desbordamiento del canon clásico de belleza que se produce con el tratamiento de territorios artísticos inexplorados por ese canon) significa, por el contrario, ya no la pérdida o el desprestigio de determinados materiales artísticos sino la inclusión de otros nuevos que adquieren a partir de entonces valores históricos y culturales e intervienen en la configuración de un nuevo canon de belleza, un canon que se presenta como una oportunidad para la exposición de conflictos y la confrontación de intereses diversos; en todo caso, esta estética de la otredad contiene unas implicaciones políticas que la vinculan con la consigna de “otro mundo es posible”, adoptado por el movimiento altermundialista, lema que expresa con claridad el deseo de conquistar un nuevo sistema político, económico, cultural y social (Saldaña, 2007: 269).

 

5. La poesía joven

La poesía joven es un rótulo más, como otro cualquiera, aunque si alguna característica podemos señalar es su fecundidad. Así, por media España surgen encuentros en torno a los autores jóvenes sin que ni siquiera haya acuerdo sobre lo que es un joven. La RAE no es capaz de dar una definición cerrada teniendo en cuenta la edad de una persona; para las instituciones, si tenemos en cuenta el famoso “Carnet joven”, uno es joven hasta los 30 años. Derivado de nuestro modo de vida, del encarecimiento de la vivienda o de los medios de comunicación, este período de juventud se puede alargar casi hasta el infinito. Por ejemplo, si una persona de 35 años muere en un accidente de tráfico es un joven; sin embargo, si comete un atraco es un adulto, matices. Al parecer, en el Mapa poético 5 (Córdoba, 2003) se llegó a un cierto acuerdo sobre los poetas jóvenes, que deberían tener entre 17 y 27 años.

Señala Mora (2006: 142) que “en 2000 daba 18 nombres que entonces configuraban mi canon particular y no excluyente de poesía joven española, desde un criterio que partía de la indispensable ecuación poesía+poética”. Posteriormente, añade otros 46 autores de los últimos tiempos, aunque cualquier lector podría añadir un buen número de ellos. La inutilidad de estas reflexiones en torno a la poesía joven es que en un breve espacio de tiempo dejarán de ser útiles porque los autores dejarán de ser jóvenes e incluso autores; las listas redactadas al efecto de acotar los márgenes de la joven poesía, sólo sirven como ejercicio adivinatorio; años después, habrá que comprobar el espacio de cada uno de los citados en la esfera de la actualidad.

Otra de las características de la joven poesía, efecto que se ve muy bien en las múltiples actividades dedicadas a tal efecto, es ver cómo estos grupos o grupúsculos hacen todo lo posible para figurar, en busca una vez más de su cuota de poder.

Una forma de conseguir estas cuotas sería la formación de grupos organizados; ya hemos visto cómo Vilas, cuando se refiere a la página de Las Afinidades Electivas, llama la atención de que los autores se citen e inviten sin descanso; otro caso algo más complejo sería el hecho de crear cánones inmediatos. Por ejemplo, por mucho que el señor García Martín insista en que el título de la antología de La generación del 99 no es más que eso, simplemente un título, el peso de este tipo de definiciones es extraordinario.

En opinión de algunos estudiosos —Juan Malpartida, Miguel Casado, Juan Carlos Suñén—, buena parte de los males que aquejan a la poesía española contemporánea se debe al pertinaz empleo del método generacional que suelen hacer determinados críticos y antólogos, entre los que acostumbran a incluirme [...].

La generación del 99 —título de un libro, no otra etiqueta para la confusión de los gacetilleros— no pretende definir una generación poética (por eso he tomado la precaución de hablar de los poetas uno a uno, y no en conjunto) ni establecer la nómina cerrada de sus integrantes; no es una imposición del antólogo, sino una cortés invitación: estos son, a mi entender, los más notables de los nuevos poetas; pasen y lean (García Martín, 1999: 30).

En los últimos tiempos, definiciones como éstas surgen de vez en cuando, tratando de definir o encasillar obras que, por la razón que sea, guardan algún tipo de relación. En la mayoría de las ocasiones, este tipo de definiciones son del todo improcedentes, por ser más bien creación de productos culturales para convertirlos en productos de mercado, o bien por ser simplemente un titular en un medio de comunicación; no en vano, esta forma de referirse a un grupo de escritores apareció en El Cultural de El Mundo de 19/07/07, se titulaba “La generación nocilla y el afterpop piden paso”.vii Si tenemos en cuenta la definición de generación de Petersen, difícilmente podremos estar de acuerdo en que estas novedades puedan ser consideradas como generaciones literarias en sentido estricto. Pero como en el caso anterior, poco importa que los especialistas discutan o nieguen el término; una vez acuñado funciona por sí mismo. Por ejemplo, podemos aludir al término de “generación nocilla”viii para hablar de un grupo de escritores que se verían unificados en torno a las novelas de Agustín Fernández Mallo, Nocilla dream y Nocilla experience:

Generación Nocilla es el término que han utilizado Elena Hevia y Nuria Azancot para referirse en sendos medios de comunicación a un grupo de escritores que fueron congregados a finales de junio de 2007 en el Atlas Literario Español, un encuentro de nuevos narradores promovido y organizado por Seix Barral y la Fundación José Manuel Lara. En concreto, fue el artículo publicado por Azancot en El Cultural el que encendió la mecha de un interesante debate que durante los días previos a esta entrada se ha desarrollado en el blog de Vicente Luis Mora, donde ha participado, entre otros muchos posteadores anónimos, un sector representativo de los escritores aludidos.

A niveles más provincianos, en Zaragoza, hay un grupo de amigos, algunos poetas, que se hicieron llamar la “generación del 22”, la razón de semejante denominación es que se reúnen el día 22 de cada mes a cenar en un local de la ciudad. El diario Heraldo de Aragón les dedicó un artículo,ix bastante malintencionado, donde prima la mofa sobre este grupo, ya que ser generación parece connotar cualidades positivas:

¿Cómo empezó todo? ¿Como la Generación del 27, que se reunió para homenajear a Góngora? ¿Como los surrealistas, que se juntaban para hacer manifiestos como quien hace calceta? Pues nada de eso: ni pasiones políticas ni reivindicaciones estéticas. El origen de este grupo poético antigeneracional está en el vino. Año 2005: “Estábamos participando en una cata de vino en Bodegas Almau y se nos hizo la hora de cenar —explica Miguel Ángel Ortiz, ideólogo en la sombra de la ‘Generación del 22’. Alguien conocía este lugar y yo pregunté: ‘¿Qué día es hoy?’. Era 22, y propuse que a partir de entonces, todos los que estábamos ahí nos reuniésemos a cenar los 22 de cada mes en la Fonda La Peña”. Hasta hoy.

Sin maestros

El día anterior a la última cena, Ángel Gracia dio una conferencia sobre poesía posmoderna aragonesa donde glosó la obra de todos ellos. La conclusión: que son una generación sin maestros, sin referentes, casi sin ideales y, por supuesto, sin objetivos. Cada uno es de su padre y de su madre, no buscan redimirse ni redimirnos y escriben poesía porque les gusta y porque les divierte. ¡Venga ese brindis! “Más allá de la literatura, lo que nos une es una sincera amistad”, se encarga de recalcar Gracia, segando el paso al que quiera meter cizaña [...].

Según dicen los mentideros literarios de la ciudad, un emprendedor antólogo se decidió a realizar una antología de poesía sobre esta generación del 22; algunos de sus supuestos integrantes —hay, en ese grupo de amigos, escritores con una cierta proyección— se han negado a que se realice; supongo, y es mi opinión, que la vanidad de los más valiosos ha interrumpido este proyecto, ni mejor ni más descabellado que otros tantos que ven la luz a diario.

Por lo tanto, preferiría descartar este término de poesía joven; primero por efímero, segundo, por falso; la joven poesía no existe, si acaso existen los poetas jóvenes, cosa bien diferente.

 

6. Conclusión

Como hemos visto a lo largo de estas páginas, numerosas incógnitas y condicionantes rodean la producción poética: la crítica, los concursos literarios, las amistades, las nuevas tecnologías... Sin embargo, estos fenómenos no son ni más ni menos que los que rodearían a cualquier empresa, a cualquier colectivo. Sin ánimo de polemizar, estas páginas pretenden mostrar lo que hay en el otro lado de la página impresa, un lugar desconocido para muchos pero que influye de manera decisiva en esa página que lectores van un día a disfrutar o despreciar. La inocencia, la ignorancia siempre va a estar presente, pero el ejercicio de la lectura debe mejorarse a diario, y debemos aprender una y otra vez a leer esa página impresa, pero también, esas muchas páginas que no aparecen en ningún libro o antología pero que forman parte esencial del entramado de la literatura, que no es otro que la vida.

 

Notas

  1. Se puede encontrar: “Interrumpimos la semana de Con el sueño cambiado: carta a Enrique Villagrasa (I)” (consultado 20-11-2008).
  2. http://zaragota.blogia.com/2008/abril.php.
  3. En “El caso Echevarría-Babelia. Sobre la independencia de la crítica” podemos encontrar las diversas cartas que se dirigieron los participantes en este caso.
  4. “Reflexiones en torno al blog Las Afinidades Electivas” (consultado: 1-03-2009).
  5. “Los tejemanejes de Jesús García Visor” (consultado: 20-02-2009).
  6. “Marsé dimite como miembro del jurado del Premio Planeta” (consultado: 28-02-2009).
  7. “La generación Nocilla y el afterpop piden paso” (consultado: 2-03-2009).
  8. “¿Qué es la generación Nocilla?” (consultado: 2-03-2009).
  9. Recogido en “La generación del 22” (consultado: 10-01-2009).

 

Bibliografía

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