Sala de ensayo
Norberto José Olivar
Norberto José Olivar.
Pesquisas y aproximaciones a una ciudad velada en El fantasma de la Caballero, de Norberto José Olivar

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...la ciudad novelada puede ser la ciudad vivida;
la narración aspira a funcionar como testimonio.

Miguel Gomes,
Modernidad y abyección en la nueva narrativa venezolana.

El libro abordado en esta monografía, El fantasma de la Caballero, del escritor, historiador e investigador marabino Norberto José Olivar, se desarrolla en tono ficcional, apoyado en una referencia historiográfica precaria pero existente, y en el mismo se nos narra la historia verídica de Josefa Caballero, personaje de la crónica chica de la ciudad de Maracaibo, ligada a familias notables de aquella urbe, víctima de un asesinato en circunstancias oscuras, que a la fecha sigue revistiéndose de características que han llevado ese hecho criminoso a formar parte del anecdotario y de las leyendas locales.

La víctima había trabajado en la casa de un juez de la región como niñera del nieto del notorio personaje. Finalizado el lazo laboral por la muerte del niño, continúa frecuentando el hogar de esa familia hasta que una noche es encontrada en la periferia de la ciudad con heridas graves, resultado de un ataque brutal con arma blanca, y fallece en el hospital donde es atendida.

De las pesquisas que en la época se efectuaron se llegó a la conclusión de que el crimen había sido cometido en la casa del antiguo patrono de la mujer asesinada; fue el comienzo de una serie de acusaciones, murmuraciones, señalamientos e incluso de un procedimiento judicial contra personas a quienes se les atribuyó real o especulativamente la responsabilidad de tan horroroso delito; procedimiento que no prosperó, quedando el caso abierto por años. Al final los lapsos que la ley establece para ese tipo de procesos expiraron, por las razones que establecen las normativas legales al uso.

Desde entonces, el tiempo transcurrido ha tendido un velo de especulaciones, presunciones y conjeturas que sólo han alimentado la leyenda de la infortunada dama, convirtiéndola de víctima real de un crimen sin motivación ni culpables aparentes, en una figura fantasmagórica que, se dice, es vista en la presunta escena del crimen, que aparece, usando el término coloquial con que se denomina a los avistamientos ectoplasmáticos denominados por la jerga popular como aparecidos, en la antigua residencia del magistrado a quien servía, denominada Casa de la Capitulación, edificación que forma parte en la actualidad del patrimonio cultural e histórico del estado Zulia.

El autor de esta novela toma un acontecimiento de una historia real, ubicable en espacio y tiempo definidos, para crear un relato con caracteres detectivescos que desarrolla en varias voces, guiado por un narrador que cuestiona la veracidad de los datos que giran en torno a ese crimen, el orden establecido que parece valorar a los individuos en base a su extracción socioeconómica y la historia de la ciudad que habita, escenario de los sucesos que pretende plasmar en una novela que planea escribir.

Es así como vemos desarrollarse una trama en la que la verdad tiene una significación disímil para cada personaje de esta novela, y en la que el protagonista, el profesor y escritor Ernesto Navarro, especie de inspector en la tradición de Poirot o de Sherlock Holmes, sin los artificios ni excentricidades de aquéllos, navega en medio de la historia y la pesquisa que busca desenmascarar el relato oficial, colocando en tela de juicio una leyenda que oculta los verdaderos entresijos de un poder que no desea ser interpelado.

El imaginario de la ciudad se compone en partes disímiles de memoria escrita y oral; tradición, costumbres, gentilicios, geografía(s) y cartografía(s) que dan cuenta de su génesis, existencia o extinción, en un tiempo y espacio determinados o determinables; luego, su desarrollo, organización, planificación y distribución espacial (cuando las hay) le dan un perfil singular que la distingue de otras organizaciones humanas similares, y en el que lo económico, político, sociológico, terminan de configurar lo que se conoce como lo urbano.

La urbe, la ciudad, la metrópolis, no es sólo esa amalgama de aspectos estructurales normativos y también filosóficos, no sólo es ese espacio determinado con coordenadas reales, sino que se conforma y se va construyendo de las crónicas, leyendas, mitos y relatos que sus cronistas, historiadores e intelectuales van escribiendo, dejando constancia de su existencia y dinámica en el tiempo cronológicamente organizado; huellas escriturales que dan cuenta de quienes en ella habitan, viven, comercian, transitan y desaparecen física, civil y/u ontológicamente. Aquéllos dependen, en el desarrollo de sus actividades, de sus profesiones y oficios, de una estructura política y jurídica que marca las pautas de convivencia que deben privar, en principio de forma consensual, en épocas remotas de manera unilateral, en quienes habitan o son transeúntes de ese espacio organizado.

La sociedad organizada que surge y se asienta en los parámetros antes expuestos sigue unas reglas de convivencia, de ciudadanía, o suscribe un contrato social que ayuda a crear y mantener un statu quo que garantiza un mínimo de supervivencia, crecimiento socioeconómico y de seguridad jurídica en quienes desarrollan sus vidas en ese lugar; es allí donde lo real se manifiesta en un cúmulo de experiencias, ideas, imágenes que terminan concretándose en palabras y éstas en el lenguaje.

Este lenguaje se nutre de discursos de diversa índole: ideológicos, políticos, filosóficos, y es así como la literatura construye ideas e historias de tales discursos, construyendo ficciones, relatos ficcionales que se alimentan del discurso de una ciudad y del imaginario que la conforma.

La idea esencial es dilucidar, mediante esta monografía sobre la noveleta de Olivar, el desmontaje de algunos elementos históricos y literarios que han alimentado el imaginario de un espacio geográfico y cultural con rasgos idiosincráticos singulares de la ciudad de Maracaibo, creando una forma de reescritura apoyada en la historiografía y en la narrativa ficcional.

Como aspecto a ampliar en el estudio de este libro objeto de análisis, se puede considerar otro tema en el texto del escritor zuliano: el hecho de que contenga aspectos identificables con los cuales catalogarla dentro del género de la literatura fantástica y del género noir, lo que amplía su lectura y nos propone un nuevo nivel de desmontaje e interpretación.

 

“El fantasma de la Caballero”, de Norberto José OlivarEl imaginario de una ciudad velada. Historia local y memoria compartida

Maracaibo es una ciudad que alimenta su idiosincrasia con una mezcla sincrética de íconos religiosos y seculares, mitos de carácter civilista y militar, expresados en un habla llena de matices y giros propios, con una intrahistoria que se alimenta de glorias del pasado remoto y reciente. El imaginario, ese encadenamiento de representaciones que se alimenta del bagaje cultural de los pueblos y naciones, tienen en esta ciudad un sustento cultural y filosófico basados en una situación geográfica que ha alimentado a un gentilicio con una singular manera de percibir y comprender la historia propia; de ver e interpretar los símbolos, imágenes y/o arquetipos que se organizan en su espacio nativo en función de esa percepción sobre sí mismos y sobre la región que habitan, y que estiman como verosímil y unívoca. Por todo ello son poco dados a cuestionar los mencionados íconos (no sólo religiosos, sino también patrióticos, mágicos, etc.) de los períodos y acontecimientos significativos de la historia regional, así como los relatos que nacen y se cimentan en aquéllos.

El imaginario marabino, aparte de valores, creencias y mitos, está compuesto por una serie de arquetipos en los que lo bueno y lo malo, lo políticamente correcto y lo que no lo es, tienen patrones relacionados con lo que Jung denomina la sombra, manifestaciones de un yo que no conoce ni reconoce de ciertas convenciones sociales y culturales, ni de las obvias diferencias que pueden definir a cualquier individuo, rasgo característico en el desarrollo de la novela:

La cronología iba tomando cuerpo cuando me interrumpió el repulsivo mesonero patibulario para dejarme el almuerzo. Le agradecí con una sonrisa fría, más bien una mueca, y él me hizo otra igual o peor, lo que confirmó que yo le caía tan mal como él a mí. Y me pregunto: ¿por qué será que no nos rodamos?... (Olivar, 2006: 24).

La historia local y la memoria representan otra perspectiva con la cual se sustentan y valoran los elementos del imaginario, al basarse la primera en una probable investigación fundamentada y desarrollada con suficiencia historiográfica: documentación, archivos bibliográfico y hemerográfico, crónicas, testimonios escritos y/u orales, etc. (memoria archivada, tal como la denominaría Ricoeur), en tanto que la memoria como rastro del pasado es “nuestro último recurso para significar el carácter pasado de lo que declaramos acordarnos” (Ricoeur, p. 40).

El fantasma de la Caballero juega con ambos aspectos, memoria e historia, entretejiendo un relato donde los límites entre una y otra se difuminan: la memoria íntima, individual, se hace compartida. Entramos aquí en el campo de los recuerdos para terminar convirtiéndose en memoria colectiva, “y a sus conmemoraciones vinculadas a lugares consagrados por la tradición” (Ricoeur, Ob. cit.: 192).

Apreciamos en las primeras páginas de esta novela un acercamiento del narrador-protagonista, el historiador y profesor universitario Ernesto Navarro, escritor en ciernes que cuestiona, y se cuestiona, con acritud y humor negro, su papel como malandrín de la historia, tal como Miguel de Cervantes (citado por el investigador universitario Antonio Isea en el prólogo de esta novela) cataloga a los historiadores, poniendo en tela de juicio el valor que documentos escritos o de naturaleza similar tienen para la historiografía y la academia; en consecuencia, “estamos construyendo nuestra historia guiándonos por documentos y no por el sentido común, que es, en mi humilde criterio, más importante, pero es que ni siquiera practican la crítica histórica, el supuesto método de los historiadores. Qué va, doctor, los documentos son elegidos según convenga...” (Olivar, 2006: 32).

Siguiendo esta línea de fuga, y en palabras de Fernando Ainsa, “es también evidente el entrecruzamiento de los géneros a partir de la ficcionalización y reescritura de la historia que recorren buena parte de la narrativa actual” (Reescribir el pasado, Fernando Ainsa, p. 27); podemos constatar que en esta novela la hibridez o mestizaje de género es una constante de la cual se sirve el autor (y el narrador autodiegético, no olvidemos que él intenta reescribir la historia del crimen de la Caballero) para empezar el desmontaje de un discurso de autoridad que ha mantenido velado, en penumbras, un crimen de naturaleza aviesa; simultáneamente este historiador con ínfulas de sabueso no hace una pesquisa solamente de naturaleza académica, a fin de alimentar el propio relato que pretende crear con datos fidedignos en apariencia, aunque en el desarrollo de las peripecias que acompañan a su recorrido forense va descubriendo los entretelones de una verdad que está invisibilizada, para usar un término caro a los estudios culturales, consecuencia de la frágil disposición de las autoridades y las fuerzas vivas de la ciudad a escrutar en un incidente que cuestiona su propia función y compromiso en mantener el orden social y la convivencia ciudadana.

Navarro se erige, muy a su pesar, en una figura que no sólo cuestiona la realidad circundante, los valores, las reglas de un colectivo; él estima que la verdad histórica, la veracidad que barniza los eventos y actuaciones de ese colectivo, sólo es un artilugio para mantener la credibilidad de quienes ostentan las signos de poder, de quienes dirigen la vida y la dinámica social, política, de un grupo de ciudadanos que han decidido delegar en aquellos notables la responsabilidad de salvaguarda de una convivencia social necesaria para sus intereses individuales y grupales. “La verdad puede así guarecerse, enmascararse en la mentira misma, a través del salvoconducto de la convención social” (Bravo, pág. 72).

Todo lo anterior bajo la presunta aquiescencia de sus congéneres de oficio, con lo que se harían cómplices de trasmitir a las generaciones subsiguientes la versión de una microhistoria que se aleja de la objetividad y rigor científicos que deberían privar en quienes trasmiten la historia y sus consecuencias.

En este punto, volver al problema de la verdad se hace necesario, dado que lo que se cuestiona de entrada en esta obra es la veracidad real o presunta de un hecho histórico en su esencia, pero enmascarado por una serie de actos y palabras equívocas, con un velo de misterio y ambigüedad que ha hecho posible que el crimen quedara impune en apariencia, para evitar el escándalo público y la conmoción de los ciudadanos de bien, convirtiendo a Josefa Caballero más en una figura congelada en el tiempo, como referencia anecdótica, difuminando su humanidad:

Llevo ciento quince años esperando que alguien cuente lo que me pasó, que lave mi nombre. Estoy cansada de que me vean como una atracción turística... A nadie le importa mi sufrimiento, Ernesto, yo soy un ser humano —dijo cambiando el tono dulce por uno cansado y lastimero—, pero nadie lo entiende, prefieren que sea el fantasma de la Caballero... (Olivar, 2006: 118).

Es así como la verdad que pretende descubrir Navarro desentrañando los eventos que rodearon al asesinato de la Caballero, guiándose en esa aventura no sólo por su instinto de historiador avezado y escéptico, sino por el libro que ha escrito el juez de la causa, Gando Bustamante, personaje trágico en su intento infructuoso por hacer justicia, describe todos los pormenores y actuaciones de la causa que le ha sido asignada, en la cual estima dejar constancia de su versión de los hechos por él investigados.

Se intercalan así en el desarrollo de esta narración dos versiones al menos de la misma historia eje de esta novela: la contada por el juez Bustamante a través de su libro, que Navarro lee para obtener datos nuevos y verídicos sobre el crimen, con los cuales busca material para redactar una novela que no termina de comenzar a escribir.

Gando Bustamante y el profesor Navarro parecen proyectarse como figuras que, en distintos planos de tiempo y espacio, se unen en la búsqueda de una verdad que les es esquiva; ambos son figuras de cierta credibilidad y solvencia moral, necesitados de verificar hechos y actos sin márgenes de dudas, y que se tropiezan con los obstáculos y reticencias de quienes tienen el monopolio de la verdad y la respetabilidad social. “La credibilidad hace que fácilmente la mentira sea aceptada fácilmente como la verdad, y a la inversa: la falta de credibilidad hace que la verdad no sea reconocida como tal y sea rechazada como mentira” (Víctor Bravo, Ob. cit., pág. 73). Ellos, compartiendo un destino común, no logran concretar la misión que se han propuesto, develar una verdad necesaria, que amenaza la paz social de los habitantes de esa playa polvorienta como define Navarro a Maracaibo.

Vemos que el discurso jurídico, el historiográfico y el ficcional confluyen en Bustamante y Navarro, en la imposibilidad de establecer esa verdad; pese a que el discurso jurídico sería el llamado a establecer las aristas, los límites y certezas de esa veracidad, no da las respuestas necesarias y oportunas al drama humano que se ejecuta en sus propios linderos locales.

La investigación metahistórica que emprende el profesor detective lo va llevando por los pasadizos poco transitados de géneros que no son ajenos a la historia y sus consecuencias a corto y/o largo plazo: lo detectivesco y lo fantástico.

La historia de una ciudad que se muestra evasiva cuando se asoma un indagador que pretende descorrer el velo que cubre su otra cara menos cívica, más abyecta, humana siempre, encuentra en esta novela claves y coordenadas que despliegan un mapa con el que poder guiarnos para entender la conjunción necesaria entre imaginario, historia y ficción; si queremos leerla y leer sus relatos con mente abierta, atentos a lo que pueda decirnos, sin prejuicios, entendiendo que en cada esquina o calle podemos vislumbrar ese aleph que todo lo contiene, incluso en una ciudad donde conviven fantasmas, detectives y escritores que nos narran esos encuentros inverosímiles entre la realidad y la tercera orilla, imprescindibles si se necesita hallar esa cosa evasiva y difusa como es la verdad...

 

Biobibliografía de Norberto José Olivar

Nació en Maracaibo, estado Zulia (Venezuela), en 1964. Es licenciado en historia y profesor universitario y desempeña sus actividades docentes en la Universidad del Zulia. Magister en historia de Venezuela por la Universidad del Zulia.

Ha recibido el Premio de la Crítica en el año 2009 y el Premio Municipal de Literatura mención Novela en 2010. Su relato Monsieur Israel forma parte de la antología Las voces secretas, el nuevo cuento venezolano, compilada por Antonio López Ortega (Alfaguara, 2006).

 

Obras publicadas:

  • Los Guerreros (antología de cuentos, 1999; Editorial Sinamaica, Maracaibo).
  • El misterioso caso de Agustín Baralt (antología de cuentos, 2000; Ediciones Flumm, Maracaibo).
  • El hombre de la Atlántida (novela, 2003; Comala.com, Caracas).
  • La conserva negra (novela, 2004; Rojo y Negro Taller de Editores, Maracaibo).
  • La ciudad y los herejes y otros textos (antología de cuentos, 2004; Universidad Cecilio Acosta, Maracaibo).
  • Morirse es una fiesta (novela, 2005; Rojo y Negro Taller de Editores, Maracaibo).
  • El fantasma de la Caballero (novela, 2006; Fundación Luis Manuel Méndez en coedición con Rojo y Negro Taller de Editores, Maracaibo).
  • Un cuento de piratas (relato, 2007; Rojo y Negro Taller de Editores, Maracaibo).
  • Un vampiro en Maracaibo (novela, 2008; Alfaguara, Caracas).
  • Cadáver exquisito (novela, 2010; Alfaguara, Caracas).
  • El príncipe negro (novela, 2011; Editorial Lugar Común, Caracas).
  • El polvo de los muertos (novela, 2013; Alfaguara, Caracas).

 

Bibliografía general mínima

  • Olivar, Norberto José. El fantasma de la Caballero. Maracaibo. Rojo y Negro Taller de Editores. 2006. 153 p.

 

Bibliografía teórico-crítica metodológica

  • Ainsa, Fernando. Reescribir el pasado. Historia y ficción en América Latina. Mérida, Venezuela. Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg) con Ediciones El Otro, El Mismo, 2003, 190 p.
  • Bravo, Víctor. El nacimiento del lector y otros ensayos. Valle de Sartenejas, Miranda, Caracas. Editorial Equinoccio, Universidad Simón Bolívar, 2008. 290 p.
    —. Los poderes de la ficción. Caracas. Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1993. 205 p.
    —. “El relato policiaco postmoderno. Tres novelas argentinas contemporáneas” (texto impreso colectado de la Web). 12 p.
  • Isea, Antonio M. Figuraciones del Hinterland. Notas sobre Maracaibo o un breve estudio del monte y culebra en Venezuela. Maracaibo. Universidad Cecilio Acosta, 2008. 206 p.
  • Ricoeur, Paul. La memoria, la historia, el olvido. Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica de Argentina (primera edición en español), 2004. 673 p.
  • Tabucchi, Antonio. Autobiografías ajenas: poéticas a posteriori. Barcelona. Anagrama, 2006. 143 p.