Letras
De paletas y dolores

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Ya cuando estaba muy enfermo de la Unión Soviética nos recomendaban operar. Eso ya hace treinta años. Como siempre por cuestiones ajenas y ya sabe, de dinero, decidimos esperar. En aquel entonces nos decía que le andaba doliendo la América Latina por una golpiza de estado que recibió así, totalmente indefenso. Tenía abierta aún la herida en la España, y un moretón enorme en su Argentina cuando se le cayeron las Malvinas.

Sin embargo yo estaba hablando de cuando le dolía tanto la Unión Soviética que ya no pudimos esperar a averiguar qué era. Pensábamos que se le rompería la fuente, pero se le rompió el muro de Berlín y ya no había vuelta atrás, era un parto seguro. Al principio ya sabe usted, no teníamos nombre para los bebés y todos les llamaban Comunidad de Estados Independientes. Le vinieron los dolores en la Europa del este y no tiene usted idea de los gritos. Tuvimos que cercenar su Checoslovaquia con terciopelo hasta que se quedó con dos repúblicas, la checa y la eslovaca.

Lo llevamos al doctor y al parecer todo seguía estable, seguía doliéndole el África pero ese dolor siempre había sido constante. Ya ni le preguntábamos por las Coreas o su Vietnam, esos ya estaban anestesiados. Mientras estábamos en eso de poner nombres a todos los niñitos le dio una contusión en su Ruanda. En aquel momento me parece que a nadie le importó y siguieron en lo suyo. Que ella se llame Letonia, ella Estonia, ella Lituania, las tres se parecían tanto que cualquiera habría dicho que eran mellizas. Sin embargo había unos más parecidos aún, los hermanos Kazakhstan, Kyrgyzstan, Turkmenistan, Uzbekistan y Tajikistan. La cosa era que por más que quisiera, los dolores no acababan.

A veces lo distraíamos con mundiales de fútbol y olimpiadas, salíamos a pasear para despejarle las playas, le tomábamos fotos a sus auroras boreales y usted sabe, felicidad en gotas. Estábamos pintándole sus arcoíris cuando le volvió el dolor en su Medio Oriente, ahí el problema siempre había sido profuso. Ya varios médicos nos habían dicho que su Golfo Pérsico era de cuidar y que el Irán podía en cualquier momento volver a reventar. Estábamos en eso de arreglar lo más que se pudiera cuando le vino el ataque a sus torres gemelas. Un infarto al miocardio que había producido por muchos años autodaño, sus vértebras y sus Estados Unidos. Entonces, simplemente entonces ya no fue el mismo. Todos los hospitales dijeron que era sólo rencor acumulado, ya sabe, del dolor aquel de Medio Oriente. Los facultativos decían que en realidad era petróleo eso que provocaba los infartos. Yo sigo sin creerles mucho. No les conté cuando se le salieron las lágrimas yugoslavas. Fue una tragedia pero al final todo fue para bien. Se curó de su Croacia y de su Bosnia-Herzegovina, se estabilizaron su Macedonia y su Eslovenia y aunque su Kosovo y Serbia seguían delicados, se han recuperado. ¿Ha usted sentido unas punzadas en el cuerpo? Algo así le pasa en su País Vasco, nada más no encontramos cura. Algo así como cuando le dio el apartheid en su Sudáfrica y tuvimos que intervenir quirúrgicamente.

Hemos hecho un análisis frío de su estado, se nos acabaron los Mandela, los Guevara, los Allende. Hemos solicitado ayuda y sólo nos dan paletas de democracia. Llegamos a la conclusión de que la democracia ha sido el menos malo de todos los remedios de Estado que nos han mandado. Hace unos años le dimos dictadura y casi se nos muere. Las paletas de democracia vienen envueltas en papel corrupción, eso hace que cada vez que las coma se manche el propósito de la cura. Es bien sabido que las paletas de democracia se fabrican en la voluntad de las mayorías, pero sabido es también que esa fábrica no es tan voluntaria pues los únicos sabores que hay son los partidos políticos. Vaya, usted fabrica su paleta, pero la paleta sólo puede ser de fresa socialista, de menta centrista o de piña derechista, y si a usted se le antoja de chocolate pues vaya y quédese esperando a que el Congreso le autorice su paleta.

Entretanto, la Siria se le está cayendo a pedazos y la cosa es que no podemos hacer nada, el dolor rebasa cualquier umbral y uno aquí con paletitas queriendo curar. Ayer nos dijo que la Ucrania está por reventarle y exige pronto la renuncia del sufrimiento. Su Grecia va mejorando aunque no sabemos si el jarabe de euro le está curando o simplemente matando lento. México siempre le ha dolido, mas últimamente le ha dado por sangrar narcotráfico hasta por las costas. La medicina para controlar esa hemorragia siempre ha estado ahí: tabletas de legalización. En este hospital coetáneo en el que nos ha tocado estar, es hasta cierto punto sarcástico que a los doctores les preocupe la salud prohibiendo drogas, pero les valga poco permitir fumar tabaco. En algunos años esto será irrisorio. Mientras tanto, México no le deja de sangrar.

Nos han estado preguntando que si las paletas de democracia no han servido, cuál entonces sería la cura para tantos males descritos. Siempre les respondo lo mismo. ¿Por qué no intentamos el oposicionismo? Que gobiernen los que prueben que saben, no los elegidos del montón que no tienen idea de lo que hacen. Siempre me han criticado pues eso sería tirar a la basura el voto, pero me parece que ya nos quedó anacrónico. Es decir, si le duele la economía, que sean los mejores economistas los que curen, si le duele el ambiente, que sean los mejores ambientalistas quienes atiendan, si le duele la sobrepoblación, que sean los mejores urbanistas los encargados y así, ad perpetuam. Lo que este paciente siempre ha necesitado es algo así como fuertes dosis de tecnocracia ilustrada. Que decidan los que saben, no los que llegaron a Congresos, Ministerios o sillas presidenciales por votos. El voto lo consigue usted en cualquier botica, el saber y el conocimiento se consiguen estudiando, por ello son las mejores medicinas.

Mientras tanto, vamos a seguir con paletas de democracia, que me acaban de informar que ya se fracturó su República Centroafricana y si usted está leyendo esto, lo más seguro es que el lugar donde está sentado también le esté doliendo.