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Mare Nostrum
Extractos

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Mare Nostrum
Alfredo Herrera Flores
Universidad Nacional del Altiplano
Puno, Perú, 2013
144 pp.

Debiendo escribirte hasta el fin de mis días
César Moro

Soy tu boca.
Francisco Bendezú

Oración

A solas, con la puntualidad de un relámpago, hablo,
digo estrella cuando veo una estrella y digo blanco cuando
me rodea el silencio y digo tu nombre cuando la noche cae.
Miedo a vivir, de pronto, en este inoportuno momento en que
tengo el privilegio de escribir con dirección inútil. Feliz.
Y miro, con mirada ciega, las escalas que van de tarde a noche,
colores con que se despide el día, instante en que la vida
aparece en la distancia, contemplada desde la otra orilla.
Espacio deshabitado, jornada inservible, pedazo de tiempo y
vida que desolado permanece, que advierte un tiempo nuevo,
más lejos aún que la mirada. Estirar, entonces, la mano,
como quien intenta coger el caramelo escondido,
y tocar el espacio furioso de un aire que nos embruja, nos maldice.
La calma de la música. La fatiga del llanto. El delirante rumor
de la noche. Nuestros insignificantes cuerpos extenuados en la orilla.
Nuestros ojos desvalidos. Fatigados. Nadie puede contra la distancia,
es sólo el pavor, el pánico, la fuerza insólita que todo lo destruye,
la calma de la música, la fatiga del llanto. Un delirante rumor.
A solas, sobreviviente, digo estrella cuando la noche cae
y digo blanco cuando me rodea una estrella
y digo tu nombre cuando veo el silencio. Puntual como un relámpago.

 

1
Elogio

Mar de toda edad, extenso en nombre y agitación. Mar que vuelve
de un viaje infinito, circular, ondulante, perpetuo, hasta bañar
nuevamente con su espuma engañosa la tinta y el papel que
no escarmientan. Mar de agua y tiempo, enterada aprendiz de la
historia, sabedora de las vidas que han ido a dar a tu lecho
de espuma y sal. Cambia de color la luz cuando el mar desaparece
¿Desaparece el mar? ¿Habrá un momento en que nuestros ojos no vean el mar?
Es un desierto, el mar. Nada hay en la cercana o lejana distancia
sino el espejismo de un cielo que se repite arriba y abajo.
Nosotros, extranjeros, acariciamos la orilla
como si se tratara de nuestra patria, triunfales, pero ajenos.
Una masa ondulante de agua se acerca hasta estallar a nuestros
pies con explosión de trompetas desquiciadas y agitados tambores.
Es el sonido de la tragedia. Las aves espantadas alzan vuelo.
Es el sonido del mar. Es la agitación de las aguas.
Es el sonido de la profundidad de la noche, ceremonia de la esperanza,
ansia de la muerte, torbellino de las sombras,
mar sin nombre, música del paraíso, sueño del murciélago, isla
impenetrable, roca de los sacrificios, árbol de agua y luz y aire,
retazo de cielo, nube impostergable, cordillera fugitiva,
agua que nos devuelve el equilibrio.
Pero no es este mar loado el que arremete contra la costa
con sus furiosas crestas y su enferma espuma, no es,
tampoco, este mar el que abandona su infancia y su afilada
alegría y corre a través de la osamenta teñida de agua.
Celebrado mar, no es ni por asomo el que vierte
arena y sal y sol y sed y sur y ser. No es. Y es.

 

2
Presencia

Mar, no te veo. No alcanzo a medir la cifra de tu ola más alta.
Mar, no te toco. Yo no tengo el poder, soy feliz.
No sé mirar cómo viene y va, el mar.
Es el espanto, la forma en que aparece lo sobrenatural,
la magnitud de la palabra, y no hay manera de escapar,
de negar, de desbandarse, de abandonarse, de sufrir
por el instante de la aparición. No hay manera de
fugar con un ramo de flores ajenas. Es la gracia de la condenación.
No hay diferencia entre un horizonte y otro.
Verdad que las palabras no son suficientes, o son insuficientes,
para abandonarse en tan sobrenatural empresa. Entonces,
viajamos sobre palabras inventadas.
Música milagrosa y prodigiosa emana de cada golpe de agua,
de cada ruido que espanta aves y nubes. Nadie escucha.
Nadie tiembla desde el pecho a la piel.
Amargas son las pocas gotas de agua que llegan a
impregnarse en la membrana de los ojos, pero es lo que nos
devuelve a la vida. ¡Sangre del mar!
Cómo voy, ahora, a levantar las flores que han quedado regadas en la orilla,
si aún la humedad de la sal arde entre los poros, entre las agallas,
si aún existe el pánico y el estupor, si aún permanecemos más turbados,
en esta edad que es la era del sacrificio, la época de los cuerpos ajenos.
No me detengo, estoy, puedo cantar y con mis canciones
hacer florecer el desierto, y puedo derrumbar las montañas
con sólo agitar el dedo índice, y puedo besar
tu espalda de duna blanca pronta a desvanecerse,
puedo inventarte con sólo pronunciar tu nombre entre
violines y arpas y voces. Ah rumor de mar,
no te detienes ni para la celebración del encantamiento.
Ah rumor de agua en calma,
cómo agitas el aire con tu melodía dramática,
con el murmullo del crepúsculo. Y puedo verte en la oscuridad,
porque tus senos luminosos me guían,
tu vientre florece con la falta de luz y de tu vello brotan frutos prohibidos.
Y apareciste, por fin, ahora que hablo del mar y contemplo alelado
el vaivén de las olas, el extraño movimiento infinito del agua.
Agua de tiempo y sal.

 

18
Lamentos y canciones

El otoño es propicio para hablar del mar.
Atiende, mar, el ruego de los náufragos,
estira tus manos hasta alcanzar las mías,
hasta sentir el calor de mi piel y de mis mejillas castigadas,
el brillo juvenil de mis pupilas. Advierte el clamor
de los suicidas, de los románticos, que al filo de los acantilados
desahogan sus secretas historias,
su impotencia, sus débiles miradas.
Levanta, mar, tu rostro ciego y tu destino de memoria derrumbada
entre las naves que siguen la ruta de Odiseo.
Asoma tu tranquila frente como un faro atento,
no disimules el golpe de la ola
sobre la ola, alza tu grito como una señal de auxilio,
no te despojes del miserable aroma que sin embargo amamos.
La noche es una trampa, la oscuridad es hermana del mar, todo
cae en las profundidades del agua como un suspiro.
No te nombro, mar, por tu nombre.
El verano es el instante apropiado
para asomarse a la ventana, para amar tu nombre: en silencio.
En cada verano, como en cada invierno el mar es un vago recuerdo,
es otra historia. La noche: es la noche en que te encuentro.
Y luego más palabras, más encuentros. Tus ojos dicen más.
Es un paisaje tu cuerpo, valle, cielo, montaña, mar,
desierto, bosque, pradera, río, isla, loma, campo,
lago, quebrada, colina, playa, piedra, viento, orilla,
nieve, ocaso, lluvia. Tu piel refleja los latidos de tu corazón,
eres una ventana abierta, un pensamiento íntimo, silencio en la oscuridad.
Ojos abiertos o cerrados, no importa, mejor en silencio,
callada, callados, cuerpos torrenciales,
piedras esculpidas por el viento, como flores,
humo en espiral, ya no importa, palabra inacabable.

 

25
Sabe el mar

Ah las canciones de antes, eliminadas por un relámpago,
resucitadas por la nostalgia, vueltas a desaparecer
por el rencor y las heridas y las ofensas y el odio y el pecado,
ahora cantadas por el mar con voz de muchacha enamorada.
Ah el mar, imposible que derogue la nostalgia por el verso infeliz.
Algunas veces retorno, de pronto, al tránsito del sueño y la vigilia,
digo algo sin decir, en el empeño de sobrevivir como un dios,
pero la invención es un arte negado para el artista.
Una y otra manera se sobrevienen,
no hay quien las detenga, o las confunda,
apenas un instante para volver al principio
y dejar en el aire la sensación de ahogo, y, entonces,
qué decir del calor que nos acoge en la tormenta,
de la mano que abriga nuestra mano,
de la boca que nada te niega, qué esperar.
La mujer que he visto minuto a minuto también me observa.
Es el tiempo de la paciencia.
Nadie penetra por las rendijas de la mirada, salvo
el verano, el cielo, los árboles, la aurora, el vencejo,
el viento, el olor de la tarde, los barcos, los espejos,
las nubes, los abrazos, la suerte, la lluvia, las lágrimas,
los amigos, la noche. Sabe el poeta de la música y
las ausencias, por eso las escribe
y arroja sus encargos al mar,
en un papel delicadamente introducido en
su última botella de alcohol. Sin esperanza. Sabe el mar de tu nombre.
Sabe el mar que no hay dónde ocultar las palabras.
Sabe el mar que se confunden aire y luz.
Sabe el mar que el corazón no miente.

 

33
Palabra insensata

No se miente frente a este espectáculo,
no hay verdad que alcance a nombrar el crepúsculo,
no se puede decir belleza cuando es más que belleza,
la certeza de su existencia lo dice todo, pero ¿qué existe?
confiar en el ojo, en la palabra,
en la exacta dimensión del horizonte, confiar
en la aventura que nos invita al fracaso.
No se puede mentir siendo tan pequeño.
La ambición no es suficiente.
Hay que desencadenarse. ¡Tú lo sabes! ¡Siempre supiste
que el tiempo no dejaría huellas en tu ondulante superficie!
Absurdo secreto. Palabra insensata.

 

Último

El mar no tiene nombre, pero todos lo conocen.
Se le ve, cambiante e inmóvil, desde cualquier esquina.
Aquí está el mar, como allá. Y es un remolino de aire
y voces que todos reconocen por el color que emana.
Es de milagro que el mar esté y sea este.
Hay quien camina sobre él como sobre la hierba
y hay quien bebe de él como de la nieve
y hay quien ha enterrado su cuerpo en sus aguas tranquilas.
Por las mañanas se eleva espumoso y potente
para después acariciar los pies de los extraviados
y borrar sus huellas de ilusión.
Nada es como el mar y el mar no existe y no tiene nombre,
salvo si le cantamos por su boca hasta el fin de nuestros días.