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“Fruta extraña”, de Juan Ignacio GuijarroFruta extraña, de Juan Ignacio Guijarro

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Después de haber visto en el periódico la trágica foto de Lawrence Beitler que muestra el linchamiento de dos negros ahorcados, colgados en un árbol del sur en Indiana, el profesor de inglés Abel Meeropol escribe su poema “Strange Fruit” (“Fruta extraña”). En 1933, lo publica la revista marxista The New Masses. Luego se convertirá en canción, que la cantante negra Laura Duncan interpretará durante el Festival Anti-Fascista de 1937, en el Madison Square Garden, a beneficio de los soldados republicanos que luchan en la Guerra Civil española. Pero será Billie Holiday la que inmortalizará el tema en los estudios Brunswick World el 20 de abril de 1939, y su voz torrencial y melodramática la que hará justicia al tema de Meeropol, memoria imposible de un Sur legendario, lamento por la muerte y su ceremonia.

Desde entonces, la canción “Fruta extraña” ha pasado a convertirse en un grito de protesta contra la injusticia del racismo. Ahora, Juan Ignacio Guijarro rescata ese título para su antología Fruta extraña: casi un siglo de poesía española del jazz (Sevilla, 2013), un panorama del influjo del jazz (y la muerte de los músicos de jazz) en cerca de 130 poetas españoles, una selección cronológica en la que están representadas desde las vanguardias hasta los autores actuales, pasando por la generación del 27, la poesía de posguerra o las promociones de los años cincuenta y sesenta, además de las lenguas cooficiales, poemas en catalán junto a su traducción y un poema de Manuel Rivas en gallego.

Tal vez los mejores poemas de la colección sean los escritos a partir de la época de los Novísimos, finales de los años sesenta y setenta, cuando el jazz adquiere plena entidad como tema lírico de enorme calado y complejidad. Los poemas de esta época son lamento, grito de rabia y protesta. Poetas como José María Álvarez, Pere Gimferrer, Eduardo Jordá o Joan Margarit los escriben siguiendo una emoción parecida a la que impulsó a Abel Meeropol a escribir su poema “Fruta extraña”, casi cincuenta años antes.

José María Álvarez, por ejemplo, se pregunta en “Persecución y asesinato de Billie Holiday” a dónde han ido las grandes damas del jazz (Bessie Smith, Ma Rainey, Billie Holiday), y concluye: “Dónde están, oh noche soberana? / Pero y nosotros que tanto las amamos?”. Pere Gimferrer escribe en “Canción para Billie Holiday”: “Extraña fruta en el aire del crepúsculo se ausenta” y el poema es al mismo tiempo homenaje a la mítica intérprete, al poema de Abel Meeropol (“cuántos cow-boys muertos como trovadores la sonrisa en los labios que se tiñen de sangre”) y por ende, a la literatura: “la pecera magnética la cueva del pasado el submarino bajo las mareas que fulgen”. En “Bird”, de Eduardo Jordá, nos habla el cadáver de Charlie Parker (“Este cuerpo que veis, esta maltrecha / carne deshabitada de mí mismo”). El poema es solo de trompeta, al modo de Parker, endecha por la muerte del amor y la música (“Cuanto tocan mis manos se hace música), experiencia que duplica y anula (“No puedo amar a nadie, ni tocarlo, / porque amarlo es llevarlo hacia lo oscuro”).

“Parker conversa amb la mort”/“Parker conversa con la muerte” en el poema homónimo de Joan Margarit, durante una jam session en que aquél le dice a ésta que junto a Art Blakey, Bud Powell y Miles Davis, los cinco forman “el quinteto / más brillante del jazz entre los muertos”. En su poema “Destrucció”/“Destrucción”, el poeta de Sanaüja se imagina frente al cadáver del trompetista blanco de jazz Chet Baker, que acaba de caer por la ventana de un hotel de Ámsterdam. “Por aquel frío de hoteles que llevaba en los ojos / soplaba el puro y cálido sonido del mal”. Es 13 de mayo de 1988. El poema, en traducción de Antonio Jiménez Millán, recrea la escena: “Boca sin dientes, ojos cavernosos / y un anillo en la mano de esqueleto”.

Juan Ignacio Guijarro, profesor de la Universidad de Sevilla, especializado en la literatura de los siglos XX y XXI y en su relación con otras artes como la música o el cine, consigue llevar a buen puerto esta ambiciosa empresa. El libro incluye prólogo a cargo del especialista sevillano, notas sobre las referencias jazzísticas citadas en los poemas y semblanzas de los autores antologados. La edición de la Fundación José Manuel Lara, colección Vandalia, permite disfrutar de esta selección al conceder a cada autor su espacio, de forma que la visión del conjunto sea lo más completa y representativa posible.