Letras
“Las espléndidas ciudades”, de Sergio García Zamora
Las espléndidas ciudades
Sergio García Zamora
Premio Eliseo Diego de Poesía 2012
Ediciones Ávila
Ciego de Ávila, 2013
Las espléndidas ciudades
Extractos

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Ojos que miran venir la ola

Ojos que miran venir la ola
hasta ensombrecer bajo la ola
porque ya es todo cuanto se les concede.

Idea que se aviene con las costas del Japón,
las costas de Fukushima —ahora mismo—,
las aciclonadas costas de La Habana.

Ola de turbación fue el Mariel
cuando la patria se despedía de la patria
y todo resultaba evidente.
Desde entonces esa agua no tiene paz.

En Matanzas
—nombre devenido premonición—
he visto, junto a estibadores, una trifulca:
palabra que no se ajusta a la pelea
entre un mulato y otro,
pero que logra disimular el cuchillo
y el horror, bajo las sílabas.

Hace poco he leído
que el Mar de la Tranquilidad
se encuentra en la Luna,
lo cual no me asombra en absoluto.

 

Otro (el mismo) camino de Santiago

¡Oh Cuba! ¡Oh curva de suspiro y barro!
Federico García Lorca

Mi padre prometió que iríamos a Santiago para ver el rostro de la Virgen. Sobre un agua demasiado revuelta viajó ebrio nuestro espíritu. Ir a Santiago, Dios mío, en un coche de agua negra, como siempre dijo Federico. Ir a Santiago: sobrevivir a la penuria, recobrar la fe de los días luminosos con el manto de Nuestra Señora. Ir a Santiago, ¡Oh Cuba!, mi padre prometió que iríamos a Santiago. Pero en esta ciudad solo he visto cómo la gente se curva, cómo el aliento no es aliento, sino suspiro y cómo nos volvemos animales de silencio en el barro.

 

Isla, dragón

Esta isla es un dragón con los ojos comidos por la sal; un dragón ciego cuyas escamas no esplenden aunque cien vírgenes las pulan durante toda la noche. San Jorge llega a caballo sobre una barca de espinos y rodea al monstruo: busca un sitio blando para dar su lanzada. Pero el caballero ve lo mismo que Vasco de Gama: excelentes puertos y ensenadas. Es una isla, concluye, y se marcha San Jorge, matador de dragones, en el trópico burlado.

Esta isla es un dragón que vela por el tesoro de otra isla. A veces los ciclones le tientan las alas sin saber que es bestia marina. Bañarse en su sangre concede la vida eterna. Yo, que me he sumergido en sus cauces, he probado morirme de nostalgia, de hambre, de hastío, pero nada me queda claro.

Si partieras ahora hacia una espléndida ciudad del mundo, no te culparía.

Es tan difícil vivir sobre el lomo de un dragón...