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Edición Nº 51 20 de julio de 1998 |
Resulta indudable que la atracción en el garbo del objeto bien acabado no actúa a la manera de disfraz sujeto a algún defecto, sino que se quiere conseguir más eficacia del encanto amarrado a lo perfecto en su función admirable. No obstante, los ansiosos de propiedad desean adquirir el patrimonio temporal de los demás, ¿no se les ve acaso comprando la desproporcionada dedicación empleada por el autor en la ejecución de una pieza?; el valor de la deformidad económica no es, por tanto, asunto de rendimiento. Han trastocado lo que es medio con su fin adecuado, y por ese camino se convirtió el útil en fetiche. Es cierto que con la acumulación y ostentación de la riqueza algunos logran disimular un poco el desagradable vacío que produce la impresión de soledad acercada por la tristeza, pero la solución más transparente, a esta desmedida altura, se me antoja apartada de las fruslerías de lo mío y lo tuyo, ¿no parece más cerca del dar y tomar?
Sin embargo, no distingo fácil la reciprocidad entre los individuos: si pertenecen a rangos vecinos, lo solidario adopta el aspecto de un intercambio de beneficios, aunque si la diferencia de posicionamiento jerárquico es notable, la relación es de servidumbre y de tentación en horma de recompensa, ¿no es la tradición, en ambos casos, la que mantiene la pobre costumbre? Esta suciedad en el alma engendra podredumbre, por esa razón se advierten los desperdicios humanos recostados al lado de los excrementos, y en sus manos hongos y sobras de alimentos. ¿En qué momento se efectuará el entierro de la posesión?, ¿y la hora fúnebre del toma y daca?, ¿cuándo germinará la generosidad? La largueza mora a la sombra de la belleza y si, como es frecuente por aquí, los ojos entrenados en considerar el universo la descubren, quizá bajen con la prodigalidad sentada definitivamente en la mirada. En la anterior ocasión que anduve por este paisaje modelado por los alisios dominantes, mi débil voz sostenida por una fe profunda calló ahogada por la fuerza del ventarrón, maldito porque es bravío, empujó mi rostro y estiró mis cabellos.
Los datos y los hechos de la vida en carne y hueso están ahí abajo, al alcance de cualquiera, resistiendo los intentos malogrados de resolver la cuestión; es necesaria una mente diáfana y precisa si se aspira, a partir de una interpretación consistente, a revelar el esquema y a elaborar la teoría. Supongo a ese artesano del pensamiento que, estimulado por la fantasía, trabaja con su talento al igual que lo haría un obrero manual con un instrumento y lo concibo, orgulloso de los elementos obtenidos por el mérito, alegrando el espíritu con su arte. Adivino su gesto fatigado de explicar una, otra y otra vez que la evolución paralela, sea por invención autónoma o a expensas de la difusión, no expresa una cosa distinta que la unidad psíquica de la humanidad. ¡Cómo divulga en las calles y plazas la realidad que subyace!: discursea que los procedimientos independientes ponen rotundamente de manifiesto la existencia de tentativas dispares con las que se pretende ganar el éxito del entendimiento; de las coincidencias, sermonea que no son una característica de los procesos convergentes. ¿No fue en un sitio similar a éste donde se atinó con la potencia justa para aplicar el orden al caos y el método en la orientación?, ¿no ocurrió en los tiempos en los que aún la ciencia no reconocía su amanecer? Este hombre conocedor de los extravíos del hombre procuró imponer el gozo en el círculo común de los celos, las envidias y las peleas.
La sobrecogedora naturaleza erige insolente sus formas erectas; la erosión desvistió de su músculo de tierra a la piedra, y ésta quedó desnuda al sol que la calienta, a la lluvia que altera lentamente su faz y al viento que ultima su próximo semblante. Asemejan los roques escupitajos al firmamento, solidificados en castigo por tan grande osadía; al observador que se apuesta en ángulos caprichosos, le aparentan inmensos penes sorprendidos en la profusión semental perenne de la bóveda celeste, ¿constituirán el intenso ópalo del cielo y la penetrante claridad de estos parajes las consecuencias de sus líquidos esenciales? Una cuerda imaginaria diríase tendida desde la cúspide —en la que me encuentro— al violento obelisco de risco del Bentaiga; el Teide, por allá de las aguas que unen a las dos islas, descifrado en una laxa figura añil a lo lejos, afianza el extremo opuesto de la atadura catenaria. La exhibición suspendida en el aire es más antigua que el afán de alardear y el impulso de entregar y recibir que acaecieron ya en las épocas remotas, con la intención de cerrar lazos alrededor de una criatura y su prójimo. En la explanada situada al costado del monolito descomunal, un magnetófono trae el sonido inconfundible de Bach; las montañas yacen postradas en derredor del silencio preñado de gracia por la secuencia de las arias cantadas en La Pasión Según San Mateo. Era media tarde, y una ligera perturbación atmosférica espesaba levemente la línea del horizonte al volvernos del mágico lugar.