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Sobre Patricia Highsmith

viernes 27 de noviembre de 2015
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Es sintomático que en los relatos de Patricia Highsmith en que existe un verdadero culpable (Ripley, por ejemplo) lo que se respira es tranquilidad doméstica, seguridad.
Es sintomático que en los relatos de Patricia Highsmith en que existe un verdadero culpable (Ripley, por ejemplo) lo que se respira es tranquilidad doméstica, seguridad.

No creo, es más, hago un apostolado de ello, que la vida, la biografía y personalidad de un autor sean la explicación de sus textos, de su obra. O quizás sí. Cómo encara un autor su obra, sus ideas, sus convicciones, todo lo que existe en su mente previo a la creación, ¿tiene que ver, quizás, con como encara su vida?

¿Incluso influye ésta, su vida (infancia, relación con sus padres, juventud) en la forma creativa y las elecciones a la que estos hechos biográficos lo impulsan? Es innegable que un autor no es una isla. Proviene de algún lado y esto influye en la creación.

Pero luego, el análisis del texto se centra más que nada en la puesta en acto de tales convicciones y opciones estéticas, con lo cual el análisis no parte de la personalidad y llega así al texto, sino que parte de éste para estudiar la forma, la manera de narrar, las opciones estéticas y la elección del punto de vista, elemento este primordial a la hora de explicar una obra.

Los relatos de Highsmith son relatos y novelas donde lo característico del género policial está mediatizado por el conflicto psicológico, desmarcándose así de las reglas de género.

En el caso de la narrativa, partimos del análisis de la forma para describir las elecciones estéticas que caracterizan a un autor: las transgresiones u obediencia a las leyes de estilo, de género o, incluso, epocales. Vale decir, lo que me interesa, como crítica, no es tanto la personalidad más o menos atractiva de un autor, sino de qué manera pone en papel, negro sobre blanco, esos rasgos distintivos.

En el caso de Patricia Highsmith siento, extrañamente, la necesidad de entremezclar en el análisis de su obra los rasgos más característicos de su personalidad: su “demonismo”, su vida poco ordenada, sus convicciones transgresoras y políticamente incorrectas, su perversidad. Que se corresponden con los personajes que crea en sus obras: ambiguos, inocentes, impredecibles y amorales, como ella misma.

No en balde el punto de vista de la narración se sitúa, en muchos de sus textos, del lado del delincuente, del que comete el delito, más que del lado distanciado del que lo investiga. Esta ubicación permite y propende el trabajo psicológico de los personajes. Éstos pertenecen, al decir de Joan Schenkar, la mejor de las biógrafas de Patricia Highsmith, al “universo Highsmith”. Los crímenes, que sí los hay, y por eso se incluyen sus obras dentro del género policial, por más que Highsmith rompa cada una de sus leyes, son un elemento más de la conducta de sus personajes.

Si echamos una mirada a su personaje más conocido, Tom Ripley, con su falta de moral, culpa y arrepentimiento, su faceta criminal tiene el mismo espesor narrativo que las otras facetas de su personalidad. Es así que se describen sus crímenes (siempre llevado por las circunstancias y, de alguna manera, “necesarios” dentro de la lógica amoral del personaje, que, intuyo, coincide bastante con la de la autora) de la misma manera en que se describe su preocupación por sacar una pieza en sus clases de música, o por comprarle un regalo apropiado a su esposa, Heloise.

Los detalles son realistas, abundantes y soslayan lo anecdótico. Pero, sobre todo, la atmósfera que se respira en las novelas de Ripley es de armonía, de seguridad, incluso de bonhomía. Es sintomático que en los relatos en que existe un verdadero culpable (Ripley, por ejemplo) lo que se respira es tranquilidad doméstica, seguridad. En cambio, en aquellos relatos en que la culpa es psicológica, todo es inseguridad y desaprobación social.

Los relatos de Highsmith son relatos y novelas donde lo característico del género policial está mediatizado por el conflicto psicológico, desmarcándose así de las reglas de género: el suspenso y la revelación final no existen, aunque el soporte anecdótico lo aporte de alguna manera la empatía con el criminal más que con la o las víctimas. Lo que constituye otra salida de la norma.

Tratan, sobre todo, de acontecimientos banales que van tomando forma ominosa a medida que el relato avanza, formándose una bola de nieve que desemboca en el crimen, y este proceso es lo que interesa, más que la revelación final.

Tom Ripley, figura emblemática, personaje recurrente protagonista de cinco de sus más famosas novelas, adaptadas muchas de ellas al cine, tiene una personalidad definida, tiene pasado y tiene historia, gustos y preferencias, una psicología que lo transforma en una marca distintiva de la escritura de Highsmith.

Esa es su genialidad y su originalidad: los acontecimientos cotidianos, domésticos, incluso generadores de conductas posteriores como en la vida misma, tienen el mismo peso narrativo que los otros, los que marcan hitos en la narración anecdótica. Y ésta toma distancia de lo que narra. No hay toma de partido, no hay una actitud moralista ni reprobadora de parte, tanto de la narración como de su autora, que, en esa mezcla en que quisimos incursionar entre personalidad y formas narrativas, nos habla de esas mismas características en una autora que vivió y escribió de espalda a los convencionalismos y normas imperantes, transgrediendo tanto en la literatura como en la vida.

Laura Broitman
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