¿Quién lee poesía en la actualidad?, ¿quiénes dan cuenta de la aparición de un nuevo poemario o el surgimiento de algún poeta en ciernes? Una gran marea de silencio cubre la publicación de un libro de poemas, nunca se sabe a qué lectores llega (si es que llega), ni cuál es la reacción de estos lectores.
Algunas personas comentan que a pesar de ser asiduos lectores la poesía no entra dentro de la órbita de sus preferencias; generalmente se oyen argumentos como: “no se entiende el significado del poema”; “no se sabe lo que quiso decir el poeta al escribirlo”.
El asunto radica en que no interesa lo que el poeta quiso decir, sino la sensación que despierta la lectura del poema, lo que descubrimos de nosotros mismos al leerlo. Al tratar de descifrar el significado de un verso es inevitable que cada lector elabore su propia interpretación, y esto es porque la poesía se caracteriza, precisamente, por la posibilidad de rehacerse en cada lectura y, por supuesto, según la óptica de cada quien.
Al leer debemos evadir los esfuerzos: ha de leerse por un acto de amor, un amor que como el amor físico se logra a través del placer.
Con el afán de penetrar el sentido de la escritura se han creado diversos sistemas metodológicos. El psicoanálisis, la sociología, la antropología, el marxismo, la lingüística, el estructuralismo, entre los más conocidos, no son más que fases de un proceso que intenta racionalizar el mensaje poético. Sin embargo, estas posibilidades de interpretación no pueden iluminar la vastedad de propuestas que ofrece el poema; cada método sólo ofrece una alternativa de lectura, jamás total y casi nunca verdadera.
Con esto no se intenta desvalorizar los logros de los métodos de análisis existentes. Lo que se intenta es dar a entender que al asumir sólo una proposición de lectura, perdemos lo mágico que pueda encontrarse en una lectura más inocente, si leyéramos con los ojos, como sugiere Gabriel Zaid, si nos dejáramos arrastrar por el esplendor de las palabras.
Borges dice que la lectura es una forma de la felicidad. Leer por gusto es leer para ser felices. Cuando se lee por placer el único sistema metodológico que existe es la mirada del lector, el lector que vive en el poema, que convive con sus palabras, las saborea, se realiza en su lectura, se torna más feliz por ella. La felicidad, continúa Borges, no exige esfuerzos, por eso al leer debemos evadir los esfuerzos: ha de leerse por un acto de amor, un amor que como el amor físico se logra a través del placer.
La poesía es más que un producto del lenguaje, es la conciencia y memoria de una lengua, el instrumento más apto para explorar los recursos creativos e imaginativos de una sociedad. La poesía se desdobla, se duplica, multiplica el campo de comunicación entre los hombres. Por eso la poesía es irreducible a cualquier discurso analítico, pues como dijimos, todos miran sólo una parte del fenómeno.
Pero, ¿cuál es este fenómeno?, ¿qué es aquello que nace con la poesía?, ¿qué leemos cuando leemos poesía?
A través de la escritura el poeta se aproxima a aquello que aún carece de forma, un resplandor poco común que atrapa los sentidos y apenas es expresable.
Veamos: es claro que el poema se compone de palabras, pero éstas más que reflejar una realidad externa apuntan a sí mismas: “Al nombrar se nombran, al referir se autorrefieren”, explica Saúl Yurkiévich. La realidad del poema es su propia existencia, las palabras que componen el poema tienen color, sonido, olor, textura, a ellas les gusta ser manipuladas: “Chillen, putas” les grita Octavio Paz. Las palabras que componen el poema tienen musicalidad, sugieren, excitan, enaltecen el espíritu de quien las consume; sólo en la mirada se realiza el poema. El poema es virgen: la mirada lo viola.
La palabra que nombra es la misma que borra lo nombrado. El poema es el lugar de las revelaciones, pero también el lugar del misterio: se abre el camino de una exploración de lo humano recobrándose a sí mismo en la creación: el amor, el deseo, la realidad misma de la escritura emergen desde la profundidad vital de una voz. Sólo en el poema lo huidizo se detiene dejando que su esencia se apodere de las palabras.
A través de la escritura el poeta se aproxima a aquello que aún carece de forma, un resplandor poco común que atrapa los sentidos y apenas es expresable. Pareciera que una fugaz sombra quedara inscrita en la dureza íntima de una piedra. El poeta debe estar en permanente vigilia a fin de encontrar a su alrededor los signos que le revelen la trascendencia de lo existente: todo es presencia y, a la vez, todo es ausencia. Sólo lo escrito permanece más allá de la existencia efímera de las cosas.
La poesía, entonces, aparece en el mundo como un elemento que da coherencia al impulso vital del hombre. Ella es una fuerza que, como el amor, nos confiere lo más significativo del sentido de vivir. Debemos a Hölderlin esta frase esclarecedora: “Lleno de méritos está el hombre, mas no por ellos, sino por la poesía hace de esta tierra su morada”.
- Tres poemas de Manuel Cabesa - lunes 18 de marzo de 2024
- La figuración y el acto - viernes 16 de febrero de 2024
- La loca del parque - martes 5 de diciembre de 2023