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Marcos Manaure, de Aquiles Nazoa
(Idea para una película venezolana)

lunes 13 de marzo de 2017
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Aquiles Nazoa

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La edición es de 1950 y la hizo Ávila Gráfica y con ilustraciones de Carlos Cruz-Diez. Se trata de un empeño de Aquiles Nazoa: hacer una película sobre la llegada del petróleo a los llanos venezolanos. Así nació el personaje Marcos Manaure, quien es representado como el símbolo de un fracaso. El fracaso de la Venezuela rural, de la Venezuela romántica, la que envuelve la nostalgia de los que hace poco tiempo se oponían a la presencia de las petroleras en este país.

Marcos Manaure es la semblanza de una tragedia. La muerte de un pueblo provocada por uno de los habitantes de una comunidad que fue expropiada por una empresa petrolera.  

La publicación fue prologada por Juan Liscano, quien califica con afecto a Aquiles como autor de “poemas parroquiales”, así como de poeta “extranjerísimo”, por “La balada de Hans y Jenny”. El largo escrito de Liscano desemboca luego en una “Noticia de origen”, según la cual la historia que relata Nazoa para la realización de una película está localizada en “una nota publicada en el diario El Nacional el viernes 10 de febrero de 1950”, en la que se informa acerca de una protesta de indígenas del estado Anzoátegui quienes reclamaban sus tierras invadidas por una compañía petrolera. Los reclamantes justificaban que esas tierras habían sido cedidas en 1783 “por el Oidor Real don Luis de Chávez y Mendoza”.

Finalmente, los delegados indígenas tuvieron que viajar a otros organismos públicos a hacer el reclamo en vista de que en Cumaná no estaba registrado el documento. Los protestantes, provenientes de Cantaura, tuvieron que dirigirse a Barcelona, donde según la nota estaban los títulos de propiedad.

Ya se sabe en qué terminó todo esto.

 

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Aquiles Nazoa moderniza la historia. La instala en los 40 del siglo pasado, basándose en una nota elaborada por Enrique Bernardo Núñez en la revista Élite.

Marcos Manaure es la semblanza de una tragedia. La muerte de un pueblo provocada por uno de los habitantes de una comunidad que fue expropiada por una empresa petrolera. Una mujer, la madre de uno de los personajes protagónicos, tomó la justicia en sus manos e hizo que un incendio devorara sembradíos y llegara hasta el río contaminado por el petróleo. Un barco carguero explotó provocando la muerte de muchos trabajadores.

Finalmente, Marcos Manaure, quien había permitido mediante contrato la explotación de las tierras de sus ancestros, que eran trabajadas por muchos habitantes del caserío, se enfrentó al poder de la empresa y terminó derrotado por el fuego que él, indirectamente, había provocado.

Su más cercano amigo, con quien se había peleado por haber permitido que la petrolera tomara sus tierras, lo rescata y junto con la mujer de Manaure, Jacinta, parteada rato antes por ese amigo, Santos Arvelo, escapan del infierno con unos cuantos campesinos. Manaure fallece en el camino producto de las quemaduras.

Quedan Arvelo y Jacinta con el niño hijo de Manaure. Imaginamos, una vez aparecida la palabra Fin, lo que sucedería con Santos y Jacinta, quien también sentía algo por la mujer. La imagen de cierre podría causar hoy una leve sonrisa.

La misma lectura de esta “idea para una película venezolana” nos incita a pensar que se trata de una novela corta con la intención de hacerla una película.  

Es una historia de aquella Venezuela. Parece pueril, pero era el país atrasado, analfabeta y pobre que encontraron los petroleros en los llanos. Y la manera de concebir Nazoa la historia no podía ser de otra manera.

El éxodo campesino, el abandono del campo, hizo que muchísimas familias se desplazaran a los campos petroleros y dejaran solos los surcos y potreros que antes trabajaban.

De la Venezuela agrícola y pecuaria a la petrolera. Del país atrasado al país industrial. Pero también del país romántico al país pragmático.

De la película no tenemos conocimiento. Creo que el texto se quedó en la idea.

Juan Liscano:

Quiero sugerirle a Aquiles Nazoa que convierta este libreto de cine en una novela. Pudiera ser la gran novela de nuestro petróleo, la cual no ha sido aún escrita. Sería la conversión de una película frustrada en una novela nacida…

En efecto, la lectura de este material de Nazoa, dividido en capítulos como una novela corta, pudo haberse convertido en una novela redonda. La narrativa de Aquiles daba para eso. El tema y los eventos que allí ocurren demuestran la capacidad de nuestro escritor para elaborar una novela con todos sus ingredientes.

La misma lectura de esta “idea para una película venezolana” nos incita a pensar que se trata de una novela corta con la intención de hacerla una película. En el caso de este cronista, la leí como tal, como la novela que en ese momento necesitaba el país para comprender el fenómeno violento de la llegada de la explotación petrolera a los llanos venezolanos.

Habría acompañado a Mene, de Díaz Sánchez, Oficina Nº 1, de Miguel Otero Silva, entre otras, en esta revisión de una paradoja que hoy, sazonada con la perversión política, nos mantiene pegados contra la pared por un régimen autoritario e inclementemente corrupto.

Alberto Hernández

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