La chancha¡Se acabó la chancha!

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Un derecho consuetudinario en mi país es que los estudiantes hagan la chancha. Si no me entienden bien que significa, les aclaro: que hagan la cimarra. Si aún así no me entienden, quiere decir que no están preparados para entender a los chilenos y por eso, seguramente, nos estamos poniendo tan antipáticos para el resto de Latinoamérica.

Pero volvamos a lo nuestro. Decía que un derecho irrecusable de nuestros escolares es salir de casa en dirección a la escuela, pero no llegar a ella y, en cambio, darse unos fabulosos paseos por la ciudad, tomando bebidas gaseosas, comiendo papas fritas, jugando juegos computacionales y mirando a otras niñas escolares que andan en igual situación. Como los papás trabajan todo el día, no se dan cuenta y en el colegio la situación se arregla con un “falsificativo” o sea, un justificativo falso que el buen niño escribe en su libreta de comunicaciones imitando a la perfección la firma de su padre o de su madre. Una vez que la autoridad escolar lo visa y justifica la ausencia, la página comprometedora se elimina, se borra, se mancha o se le pega cualquier otra cosa encima para que nadie sospeche.

Cualquier lector sabrá que este derecho es común a todos los alumnos de nuestra América morena, es tan común como copiarle a un compañeros en los exámenes y debería ser considerado al nivel del “derecho a fuga”, por ejemplo.

No obstante, el Supremo Gobierno de Chile ha determinado acabar con esta práctica y ha ordenado que a partir del inicio del año escolar 2005, vale decir, a partir del 1 de marzo de este año, los escolares que sean sorprendidos en la calle durante las horas de clases serán llevados por carabineros —nuestra policía uniformada— a sus respectivos colegios.

Parece que no es suficiente con que nuestros abnegados policías deban dirigir el tránsito, repartir citaciones para comparecer a los juzgados, investigar delitos ya cometidos, prevenir la comisión de otros, custodiar al Presidente de la República y a otras autoridades civiles y militares, además de hacerse presente en cuanto evento político, religioso, deportivo o social lo amerite para custodiar el “orden público” y la propiedad “pública y privada”. No es suficiente, porque a alguien se le ocurrió que, también deben detener a los escolares y devolverlos a los colegios. No sé cómo van a discriminar con aquellos que salen más temprano (en Chile hay estudiantes de media jornada y de jornada completa), hay algunos que van a almorzar a sus casas y hay otros que simplemente se visten de escolares con el permiso de sus padres para ir al médico o al dentista o para ir a ver a la abuelita enferma porque así pagan “pasaje escolar” en la locomoción colectiva, el que tiene un valor de un tercio del pasaje normal.

Un chiste que leí por ahí dice:

—Carabinero, carabinero, ¡un robo, un asalto!

—Tranquila señora, mantenga al sospechoso atrapado hasta que yo vuelva de entregar a estos niños a sus respectivas escuelas.

No creo que sea para tanto, pero carabinero dedicado a atrapar escolares es carabinero restado a la lucha contra el crimen.

En fin, en nuestra patria se acaba la chancha (¿qué tendrá que ver esto con la señora del cerdo?) y nuestros escolares se aprestan para tener una relación tan armoniosa con los carabineros como la tienen con los micreros (choferes de la locomoción colectiva). Los primeros harán todo lo posible para subirlos a sus vehículos y devolverlos a sus colegios y los segundos seguirán haciendo todo lo posible para no subirlos a los suyos porque pagan un pasaje considerablemente menor.

Yo reclamo: ¿Y si alguno de ellos dedicaba dicho tiempo libre a escribir poemas o cuentos? En el futuro nos perderemos a otros nerudas porque, aunque no está documentado que don Pablo hiciera la cimarra en el colegio, sus constantes escapadas de las clases en la universidad (la que terminó abandonando) nos producen fundadas sospechas de que parte de su talento lo practicó haciendo la chancha.

En todo caso, para que no crean que hablo desde mi propia costumbre, puedo asegurarles que jamás me quedé fuera del colegio y que al contrario de Dorothy (El Mago de Oz), que piensa que “no hay mejor lugar que el hogar”, yo creo que no hay mejor lugar que la escuela.

Un abrazo desde Chile, donde nos inventamos maremotos para salir arrancando, pero esa historia se las cuento otro día.