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Transversándome, de José Enrique García Oquendo

sábado 16 de julio de 2016
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“Transversándome”, de José Enrique García Oquendo

Transversándome
José Enrique García Oquendo
La Casa Editora de Puerto Rico
Puerto Rico, 2016
ISBN: 978-15-23679164
158 páginas

La vida es lucha toda, al decir de un poeta catalán de origen nacido en Ciales, Puerto Rico, Juan Antonio Corretjer. Precisamente, la vida de José Enrique García Oquendo (Puerto Rico, 1985) ha sido lucha toda. En Transversándome, José Enrique compila sus textos y pretextos a manera de relato poético-autobiográfico. Son microhistorias, poemas y ensayos que delatan su vida, pero también su proceso de sanación, de liberación personal dentro del marco de su compromiso social y político con su comunidad de origen, su comunidad de lucha e identidad de género, su comunidad universitaria y su país, Puerto Rico. Manuela, la Dama Roja, es y ha sido lucha toda y toda una vida de valor y sacrificio, de resistencia.

José Enrique ha vivido para contarlo. En Transversándome, los textos y pretextos que delatan la vida de García Oquendo, también delatan y sirven para rescatar su memoria individual como también la memoria colectiva de otros. Delatan a su vez su formación dentro de un contexto político-social adverso, contra el que no queda ni puede quedar de otra que resistir, luchar para sanar y ser libre como hemos nacido libres. En la vida de José Enrique resistencia es lucha por sanar, lucha para poder sanar él y sanar a otros. Al decir de García Oquendo:

Mi vida está llena de imágenes, de recuerdos, de experiencia y de historias fuertes que todavía me persiguen, me perturban, me incomodan, y que trataré de compartir con ustedes, como herramientas, para llegar a la sanación interna que necesito, que anhelo y que se ha ido convirtiendo en versos. Es por eso que estoy “transversándome”, haciendo un recorrido transversal en espirales por mi vida, esto con el fin de analizar y entender el proceso en el cual me transformé en poesía. Y dudo poder articular de forma escrita la “transversación” como una técnica terapéutica, pero esa sería mi mayor aportación. Hasta ahora se quedará como un objetivo.

Hace algún tiempo, entre diez o quince años, tal vez más, tal vez poco menos, tuve la oportunidad de encontrarme con un escrito de Garrett O’Connor, médico psiquiatra de origen irlandés. O’Connor tuvo la dicha que tal vez ninguno o pocos de nosotros hemos tenido. Cuando en abril de 1967 fue asesinado el doctor Martin Luther King, Garrett era el director del Servicio Psiquiátrico de Emergencia del Hospital John Hopkins en Baltimore, Maryland, Estados Unidos. El centro hospitalario donde laboraba se encontraba en estado de sitio. Los alrededores del hospital eran una zona en lo fundamental de negros bajo pobreza, un gueto de negros pobres. Garrett nos resume esa experiencia así:

El área de emergencias estaba llena de personas afectadas por la violencia; unos físicamente heridos, otros mentalmente alterados. Dentro de estos últimos se encontraban varios jóvenes negros que habían sido arrestados por saqueo, embriaguez y desenfreno. Como psiquiatra responsable decidí no aceptar a estos individuos para que recibieran tratamiento, ya que no los consideré psiquiátricamente enfermos. En cambio solicité a la policía que recogiera a aquellos jóvenes que no participaban en el saqueo o los disturbios, sino que permanecían en casa a puerta cerrada, mirando los disturbios por televisión.

Esta política me acarreó muchos problemas con la policía y las autoridades del hospital. No concordaban con mi opinión de que la conducta socialmente agresiva de jóvenes negros, tras el asesinato del doctor King, podía considerarse como una respuesta psicológica normal, en vista de la larga historia de racismo, segregación y abuso cultural que hasta ese momento había tenido que soportar la población negra de Baltimore y otras zonas del sur de Estados Unidos. Yo me preguntaba: ¿no será posible que los jóvenes hombres y mujeres que no manifiestan su furia estén mostrando signos de la afección poscolonial de estrés? Al no poder experimentar sanamente la rabia a causa de un miedo patológico a expresar sus sentimientos, ¿no estarían reproduciendo inconscientemente la actitud de sumisión con la que tradicionalmente se espera que reaccionen los esclavos y otros pueblos oprimidos?

Transversándome, los textos y pretextos de José Enrique, me trajeron a la memoria el escrito de Garrett. Mi conversación con José Enrique, acompañado de su madre, me trajo a la memoria el escrito de Garrett. También, esta historia de vida relatada a manera de literatura poética me trajo a la memoria tanto a Albert Memmi como a Frantz Fanon. A Memmi, tanto por La estatua de sal, una novela histórico-biográfica poco conocida en nuestro país, como por su Retrato del colonizado, seguido de su Retrato del colonizador. A Fanon, tanto por Los condenados de la tierra como por su Sociología de una revolución. ¿Por qué? José Enrique nació en 1985, un 24 de abril. Un 24 de abril, pero de 1898, también nació don Ernesto Ramos Antonini. En Transversándome, José Enrique habla de esto y más.

Pero en 1985, cuando José Enrique nació, se cuajó en nuestro país la Iniciativa para la Cuenca del Caribe (ICC) de Ronald Reagan con las plantas gemelas de Rafael Hernández Colón. Para los sectores marginales del país, sobre todo de San Juan, la ICC no sería otra cosa que primero policías armados, entrenados y uniformados como militares para que luego, al final del segundo cuatrienio de RHC, fueran policías armados, entrenados y uniformados como militares ocupando barriadas y residenciales como la zona del residencial Puerta de Tierra (1991-1992). Fue la puesta en marcha de la llamada Guerra contra las Drogas del Estado colonial a cambio de fondos federales disponibles para combatir dentro del propio país contra su propia sociedad civil, ciudadanos o no de Estados Unidos dentro de Puerto Rico o de la Cuenca del Caribe. Como no tienen que imaginar, Puerto Rico siempre lo hace mejor y ha hecho mejor en cuanto a hacer la guerra civil camuflada de guerra contra las drogas contra su propia población civil.

José Enrique creció consciente de que su identidad sexual no necesariamente tenía que ser la del Hombre que nació, que pudo y puede ser la de la Mujer.  

José Enrique vivió y vive dentro del escenario de esa guerra, sobrevivió y sobrevive esa guerra civil para podérnosla contar. Al contarla ha sanado, en parte ha sanado, nadie sana de una guerra que todavía el Estado colonial no ha acabado y se niega a acabar con políticas públicas que respondan al país y a sus ciudadanos. Pero también ha sanado, ha tenido que sanar dentro del contexto de crecer hombre deseando como otros hemos deseado también ser mujer, sentirnos mujer en ese querer estar, sentirnos estar con eso que ustedes llaman hombre dentro de un país cuyas instituciones sociales autóctonas no hacen otra cosa que reproducir o copiar valores de fe no autóctonos. Si no copiaran, si no reprodujeran, se darían cuenta de que nuestro dios es un dios de amor, si alguno es.

En el que sería su primer o segundo poema, según compilado en Transversándome, el niño poeta que fue José Enrique nos dice:

De ser un Hombre, de ser Mujer
de ser Poeta, de ser Joven
de crecer en manos cálidas
de una mujer,
que me enseña a ver
más allá del dolor,
más allá del verbo S E R.

José Enrique creció consciente de que su identidad sexual no necesariamente tenía que ser la del Hombre que nació, que pudo y puede ser la de la Mujer, la de la poeta joven que es Manuela, la Dama Roja. El poema, que José Enrique logra rescatar del olvido, intitulado “Lucha de vida”, es también un poema en el que narra el origen de su vida, pero en el que también honra a su madre, esa mujer que le enseñaba “a ver más allá del dolor, más allá del verbo S E R”.

Transversándome es un escrito que también refleja la madurez de José Enrique como persona y profesional. Es una compilación de escritos poéticos que se desarrollan entre la niñez y la vida posbachiller de José Enrique. García Oquendo es egresado de la Universidad de Puerto Rico, donde se formó en trabajo social. El propio José Enrique nos deja saber su metaanálisis de su obra previa. Así, a modo de ejemplo, nos dice:

El haberme enfrentado al tema del aborto en mis edades primarias creo que me capacitó para que en el presente pudiese asumir la lucha a favor del aborto como una lucha que reivindica el poder de la mujer a decidir qué hacer con su cuerpo. Además, al leer el poema, me llama la atención cómo en ese momento ya había un poco de conflicto en cuanto al tema de las identidades, entre ellas la de género, en las líneas en las cuales transcribo:

De ser un Hombre, de ser Mujer
de ser Poeta, de ser Joven.

José Enrique también es conocido como Manuela La Roja por ser oriundo del residencial Manuel A. Pérez, un conocido residencial público de la capital de Puerto Rico. En Transversándome, Manuela, la Dama Roja, nos habla de esa gente que ha sido importante en su vida, además de Ana María, su madre; fueron ese entorno de poder, de apoderamiento familiar, comunitario y de maestros y de profesionales del trabajo social o la educación que hicieron y asumieron en su desarrollo ese papel que en aquel abril de 1967 hicieron de Garrett un profesional responsable con su comunidad de trabajo, ese barrio de negros pobres pero con derecho a indignarse. También José Enrique nos deja nota de los que no lo hicieron, así como también del veterano que a cargo de nosotros nos dejó la Guerra de Vietnam.

También, en Transversándome, José Enrique nos habla de su experiencia con la sexualidad, la deseada o la no deseada, esa que nos define y nos marca para bien o para mal. En una entrevista que tuve la oportunidad de realizarle a José Enrique, me indicó:

Con Transversándome logré poner en relieve algo novel para mí que es una autobiografía que dialoga con mis poemas y se convierte así en un psicoanálisis poético, en donde atrevidamente soy analista, análisis y analizado. Se darán cuenta al leer que el texto es parte de un trabajo de sanación y que utilizo mis conocimientos en trabajo social porque notarán al leer que el libro bien se puede dividir por el niño José, el preadolescente, el adolescente, el joven y el adulto joven, plasmando así las teorías de desarrollo como parte de la estructura literaria del texto.

Transversándome es memoria, es también una lectura política autobiográfica de José Enrique pero también es un método de sanación y un mecanismo para sanar por medio del rescate y la revaloración de nuestras memorias de vida individual y colectiva. Transversándome es un ejemplo de cómo trans-versarse, de cómo superar y afrontar los retos de la vida sin que nos superen ni nos hablen de éstos en el abstracto o en la voz nuestra pero en las palabras de otros, como sabido es se ha venido haciendo desde las ciencias de la conducta o las ciencias sociales y humanas nuestras y no nuestras.

Transversándome es tomar o aprender a tomar la palabra a la manera de nosotros por nosotros mismos, es contarnos sin que nos cuenten, es contar si queremos no ser contados, es hacernos poema público si no queremos ser borrados de la memoria, es hacernos relato o relato-poesía sin ser relato o poema de otro, de otros; es comenzar a hablar de mí, es descubrirnos desnudos, humanizarnos, confrontarnos, afrontarnos para comenzar a ser nosotros y nosotras, es volver de nuevo a la vida. Transversándome es sanar para salvar la vergüenza maligna, o tomar posición y control de nosotros y nuestro entorno para que no nos controlen. Transversándome, trans-versarse, trans-versarnos es un acto político subversivo y precisamente por serlo es terapéutico, liberador, descolonizador, necesario.

Transversándome, desde mi punto de vista, y lo siento, José Enrique, no se quedó ahí, como pensabas o tal vez todavía piensas. José Enrique, no seas tan sencillo, no tienes que negar que has logrado tu objetivo en Transversándome cuando sí logras “articular de forma escrita la ‘transversación’ como una técnica terapéutica”. Esa es tu gran aportación, has superado tu objetivo. Te leo, y te pienso, y me pregunto qué otro profesional de las ciencias de la conducta o de las ciencias sociales o humanas nuestras ha logrado o ha podido hacernos poesía su perspectiva de la vida colonial desde la experiencia misma, no en abstracto. Y esa sí pienso es tu gran aportación, José Enrique: haber logrado “articular de forma escrita la ‘transversación’ como una técnica terapéutica”. ¡Gracias, Ana María, gracias por José! Gracias, José Enrique, gracias por la invitación, gracias por compartir con todos tu técnica de transversación. Tu técnica, José Enrique, me hacía y nos hace mucha falta en nuestras comunidades, sea o no la nuestra, y a casi todas en nuestro país.

Wilkins Román Samot

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