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La ventana invertida (y 130 paradojas más), de Miguel Catalán

sábado 21 de noviembre de 2015
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La ventana invertida (y 130 paradojas más) Miguel Catalán Trea Gijón, España, 2015 ISBN: 978-84-9704-848-4 48 páginas
La ventana invertida (y 130 paradojas más)
Miguel Catalán
Trea
Gijón, España, 2015
ISBN: 978-84-9704-848-4
48 páginas

¿Quién, “en su sano juicio” (es decir, a solas, desnudo ante sí mismo y ante la idea de la muerte, por ejemplo), dudaría de la convicción que arrastra consigo ese aserto tan elemental, cual es la presencia, el valor y la significación de la paradoja en nuestro código de conducta, en nuestra vida? Es más, ¿hay algún texto literario, sea cual fuere la época de la que estemos hablando, que no encierre en sí algún atisbo de paradoja, por no decir que lo haga expresamente, deliberadamente?

Por eso nuestro curioso y prolífico autor, Miguel Catalán, acierta no sólo cuando encabeza con un alusivo y brillante pensamiento de Nietzsche su colección de textos breves y paradójicos, sino cuando afirma o piensa: “El corazón es un órgano insensible”. Y aquí hay que reconocer su capacidad de riesgo al elegir un órgano tan maltratado por la inteligencia y sus sentimientos, pero, y entrando en el nuboso panorama del amor (donde se guardan buena parte de los acontecimientos atribuidos al corazón), ¿no es cierto que quien elige o desea lo hace, obviamente, por exclusión? Elijo esto porque no elijo esto otro. Pues bien, en la medida, digamos, que el corazón está siendo sensible a algo, está mostrando una clara insensibilidad a otra opción (opción que, acaso, sí sería elegida por un corazón sensible distinto).

Hay otras paradojas recogidas en este rico libro que resultan, por sí, más ilusorias o imaginarias: “Agorafobia, ese vértigo horizontal”, y otras adornadas de un sesgo de humor que favorecen la lectura y la asimilación: “Si tienes suerte, tu gato te elegirá como sirviente”. En fin, paradojas de la vida, del destino del vivir, el que cada día nos trae sus sorpresas que, con el tiempo, habremos de digerir o asimilar y que, tal vez, en el fondo de su comprensión muestren la existencia de ese código que atarea sin descanso al hombre que razona, a toda inteligencia humana sentiente. O, lo que viene a ser lo mismo, tal como nos advierte el autor: “Nunca te confundas contigo mismo”.

Advertido quedas, pues, lector. Pero hay más advertencias; repara atentamente en el texto y verás.

Ricardo Martínez-Conde
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