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Extractos de Sobre el cielo imposible, de Santiago Montobbio

lunes 11 de abril de 2016
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Nota del editor

“Sobre el cielo imposible”, de Santiago Montobbio

El jueves 7 de abril fue presentado en el Ateneo Barcelonés, en España, el más reciente libro del poeta Santiago Montobbio, con la intervención de José Corredor-Matheos, del periodista del diario La Vanguardia Rafael Lozano y del escritor y periodista Francisco Javier Sancho Mas. Sobre el cielo imposible es el último título de la tetralogía escrita por Montobbio después de veinte años de silencio editorial.

RÍO. FRÍO. BRÍO. EL POEMA EMPIEZA
tanteando su sentido. Las palabras se alargan
sobre paredes de sombra, y el tacto de los días
registran en sus formas, sus sonidos. A veces
es vivir un precipicio, y el poema
se busca en ese abismo. Las paredes de la sombra
reflejan frío, río, brío, y el oculto sentido
que el poema encontró en su destino.

 


 

HURGO EN LAS HENDIDURAS DEL TIEMPO, EN LAS HERIDAS
con que sin cesar nos labra. Sus cicatrices se graban
en la piel del verso y son la sangre que en él canta.
Al cantar me abraza, y me revela, cual un cifrado misterio
del que sólo conocía el sentido el alba. La palabra
nunca engaña. En ella hay noche y hay mañana.
Y la vida que como lluvia vuelve, sobre la tierra
yerma, para después abandonarla. La lluvia, como
la vida, siempre pasa. Pero vuelve y canta.

 


 

LEJOS DIVISO TU CUERPO, AL FINAL
de los sueños, como un viento
cuyo canto no me abraza.
La noche lo refresca como agua
caída sobre el alma, sombra
clara en la mañana, adiós
que cruje bajo la pisada
más íntima del día. Te
pienso, te siento, te espero.
Y te encuentro sólo como viento.

 


 

LA GUITARRA ES UN POZO HONDO.
Tiene viento y sueño. El dolor
y los poemas son su fondo.
En ellos vivo, o me escondo.
Adentro escarbo, y llego
al final de la noche o de mí mismo, cada vez
más hondo en ese antiguo pozo.
El alma es el agua que en él
brota. El alma y las palabras.
(La noche siempre las abraza).

 


 

EL POETA VIEJO Y EL HECHIZO DE SU VERSO
que tiene como musgo entre los dedos. Es ya
un musgo seco, pues ha dado
todo su misterio. Pero al poeta viejo
también se le puede aparecer un alba nueva,
o una noche que no conozca, más oscura, más fiera,
más honda. El hábito no produce el hallazgo,
sino la inocencia de la entrega, la pureza
del empeño, el alba que debe haber
siempre en las palabras. Y el poeta viejo puede
volver a ser niño entre los versos, arrojarse
libre y puro a sus acantilados no nombrados,
y dar cifra a las cosas, los impulsos, los latidos,
a la sangre y al alma tomar el pulso y dar medida.
Un poeta nunca es viejo si el misterio
aún habita entre sus dedos, y con él
en el corazón transita, y las calles del alma
aparecen en sus palabras como recién regadas en la madrugada.
La soledad camina sobre ellas, y una noche
que es también el alba o el arte
con que la enhebra en los poemas.
El poeta canta edades que no acaban.

 


 

TE NOMBRO Y TE RECUERDO. TE RESPIRO
en cada verso. Y así el mundo llevo
entre las líneas, como un fardo ligero
y que fuera sólo un paisaje al fondo
de tu amor, que en todo veo.
Ha de caer sobre ese escenario
el telón del olvido un día, después
de tanta ausencia, pero de momento
el fuego da en el corazón sus pasos,
o en los versos, y así te nombro
y te recuerdo, eres el rosado
pulmón con que respiro y el resto
del mundo queda lejos, fondo
de escenario en que demasiado
no me fijo, paisaje que los sueños
y tu cuerpo sitúan muy al fondo.
Tú estás en el poema y en el ojo.

 


 

CÓMO CANTA LA NOCHE, CÓMO
sueñan los nombres, y en los poemas
te buscan, te tientan, e intentan
pulsarte adentro, y cerca. Cómo son
luna para esa noche esos poemas,
luna llena bajo la que el mundo
aun oscuro es claro. Entro
en el recuerdo de tu cuerpo
como en un bosque herido
de silencio. Canto con la noche
adentro, soy luna y soy espejo,
y este poema que es la forma
de darte nombre entre la espera,
darte también cuerpo, y recuerdo
que la soledad soporte, este poema
en el que la noche canta, y te sueña.
La soledad en él se enreda.
Todo es soledad en el poema.

 


 

TODO ES TIERRA DEL POEMA. LAS PALABRAS
y la música la ahondan y los sueños
y deseos
introducen su semilla. Son
su abono los recuerdos. Y los besos
en el frío extinguidos, en el tiempo
que para el amor no tuvo destino. En la tierra
del poema
crecen como flores y plantas y arbustos,
y también como maleza y como zarzas.
En ellos haya quizá una mora u otra
fruta silvestre
que un niño en el camino de su infancia coja.
Quizá florezca también
un labio que sea patria, o brote
un abrazo dulce
para el hombre herido.
En la tierra del poema
el tiempo y la verdad se encuentran,
aunque no sabemos cuál será
la forma en que florezcan.
Ya la vida ha sucedido, y su simiente
tiene ya en su entraña. El poema
en su tierra ha de acogerla, y entregarla
tras el alba que lo gesta.

 


 

TODOS ESTOS VERSOS RÁPIDOS
y que casi no dicen nada,
escritos sin pensar y en
un momento, en una pequeña
libreta, en la playa.
Suelto el verso y traza
libre y espontáneo su camino.
Quizá produzca algún
encuentro, o de pronto sienta
un hallazgo entre los dedos.
Un hallazgo, una luz,
una nube, un sueño.
Algo que al encontrarlo
sé que espero. Que preciso,
y para vivir lo quiero.
Quizá así suceda, y por esto
suelto el verso en su camino
y lo ando rápido, deprisa
los escribo y los anudo,
por si me dicen al final
de este camino, me dicen
a mí mismo o me traen
algo, ese sueño o ese
hallazgo que para
vivir preciso. Yo escribo
y bordeo siempre
un abismo. Tintinea
una última música
en su precipicio. Y escribo,
digo, maldigo. Anuncio
todo, nada, el vivir entero
o a mí mismo. El arte
es tanteo, tintineo, temblor
sentido en ese abismo. Y el viento
que lo siente y lo transporta,
lo lleva al final
de las sombras.
Y te nombra. Rápido
acabo y me despido, como
en la playa escribo. Cualquier
final es también
un precipicio, y cualquier
principio. El poema
se desvive en sus motivos.
Y yo me consumo
como un lirio, en el agua
ya seca de la espera, en el espejo
fatigadísimo del cielo, nube
o sueño allí encontrados, horizonte
que en el verso
sin buscar trazo.
Y eres tú, y soy yo, y el poema
entero es un hallazgo, y en él
me hallo, como el término
indicaba. Me hallo,
y también me acabo. Adiós
dice este verso
final, y su cansancio.

 


 

TIEMBLA UNA LUZ ENTRE LO OSCURO.
En ella es el poeta un adivino.
El tiempo en el arte es semilla
y a veces tiene un cumplimiento tardío.
El poeta en su canto es vaticinio.
Lo dicho se cumple, el arte
es un aviso. Tiembla al final
de la edad más vieja un niño.
El arte es este niño antiguo,
que en el juego de sus ritmos
encierra para el mundo otro sentido.
Le da cuerpo entre los sueños,
y al final de la soledad descubre
que como la verdad es siempre huérfano.
El tiempo pasa y se cumple. El arte
ha dicho. Canta otra vez
como luz entre lo oscuro.
En el temblor del poeta yo perduro.

Santiago Montobbio
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