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Cinco poemas de René Dayre Abella

viernes 24 de junio de 2016
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Banes presencia rediviva

“La tierra te duele,
la tierra te da
en medio del alma
si no la ves más”…
Fragmento de la canción “Mi tierra”
Autor: Estéfano

Eres un punto diminuto
en la geografía de un país.

El ala negra de un totí.

Un vuelo de zunzunes
persiguiendo bijiritas.

Eres la sombra de un ocuje
y el sabor agridulce del marañón.

Eres el río Reventón
y el Charco de las Putas.

La vieja ceiba de la calle Mulas,
La Piedra del Pescuezo y el Monte Lamusén.

Eres la voz negra de un conjuro.
Los tres kilos prietos de un bilongo.

Eres Yemayá. Eres mi ancestro.
El caudal impetuoso de la sangre
que rompe mis arterias.

Eres la sobriedad de un viejo mueble
en la casa de Isolina.

Eres mi infancia desteñida
muriendo poco a poco.

Eres la ancianidad ennoblecida de mis padres.
La calidez de una sonrisa de mi hermano.

Eres Alfredo, Carlín, Pedro Quiñones,
amigos entrañables, solidarios.

Eres la nada existencial.

Eres la poesía mordiéndome los huesos,
despedazando el alma.

Eres Otto, Charles, Mario Peña,
diciendo sus poemas entre lágrimas.

Eres la voz acuciante de Francisco Mir gritando:
“¡No quiero las flores negras!”.

Eres una noche de tertulia
en la casa de Pepito.

Eres el flagelo de un estigma
impuesto gratuito
que me llevó a vivir
casi a escondidas.

Eres una imagen desprendida del recuerdo
que hoy se puso a morir en el silencio.

Eres todo eso y eres más.
Eres la presencia rediviva de la tierra.
Un grito que enmudece entre mis huesos.
Eres la Patria en mí. Eres yo mismo.

 

Balada por la pena antigua

A la memoria del poeta Luis Augusto Méndez.

Voy caminando solo por senderos oscuros
sembrados por abrojos, espinos y cardos.
Por la estrecha senda que lleva a la vida
gritándole al viento el dolor inmenso de mi triste herida.

Esta sucia herida.
Esta negra sombra.
Esta vieja pena
que en mi subconsciencia
yo llevo escondida,
es la que me lleva a soñar despierto
con ángeles negros que agitan sus alas
para alzar el vuelo.

Son los mismos días sin puestas ni albas.
Son las mismas horas que negras transcurren bajo un cielo pardo.

Esta vieja pena es la que me obstina
y un velo me pone para no ver la vida
que a veces alegre discurre,
tranquila.

 

Solitude V

A Belkis, su poema.

Cuando la tarde se inventa laberintos,
oscuros escondrijos donde enterrar
la vieja melancolía que nunca la abandona,
apareces tú, oh, soledad metafísica,
que me desgarras.

 

Un poema para Marvel

Cuando raye el amanecer
nos vamos a buscar polímitas y gallitos.
¿no recuerdas los gallitos?
Eran esos caracoles de tierra
un poco más grandes que las polímitas
que los muchachos
Intercambiaban como monedas en sus juegos.
Hay que ser cuidadosos, sobre todo con las matas de guao,
para no llenarnos de ronchitas.
¿Recuerdas las caracolas?
Yo sí las recuerdo.
Me encantaba llevármelas a los oídos y escuchar el oleaje del mar.
Bueno, eso decían en casa los mayores.
Menos mal que llegaste temprano,
nos vamos una vez que mamá nos sirva el desayuno.
Cruzaremos con cuidado la cerca de cardones,
hasta llegar a la loma de tierra colorá y al viejo molino.
Pero ¿qué cosas digo?
Ya soy un viejo rozando los setenta.
Y no queda nada de aquel paisaje,
sólo el peso de los recuerdos que se dejan caer en mi cama
cada noche.

 

A un joven narcisista

Sólo te recuerdo que Narciso
de tanto mirarse el rostro en el estanque
murió ahogado

René Dayre Abella
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