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La trascendencia según Sartre en El ser y la nada

lunes 1 de junio de 2020
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Jean-Paul Sartre
La trascendencia es el tema más dinámico desarrollado por Jean-Paul Sartre.

En las siguientes líneas se presentan algunas nociones y conceptos tomados de El ser y la nada sobre el tema más dinámico desarrollado por Jean Paul Sartre: la trascendencia. Se le ha llamado dinámico a este tema porque implica a la vez movimiento, cambio, existencia, intención, búsqueda, posibilidad y sobre todo futuro. Hemos descubierto, en las lecturas de la obra, que la trascendencia atañe tanto al ser del Para-sí como al ser del en-sí, así como a la relación entre ambos.

 

Previa de la trascendencia

A continuación se presenta un resumen de aspectos de las dos regiones del ser, a saber el Para-sí (conciencia) y el en-sí (cuerpo); sus naturalezas (abstracta, concreta), su relación y el origen de la misma y además el medio utilizado en esa relación (conocimiento).

Partiendo de la relación original del Para-sí con el ser de los fenómenos o ser-en-sí, se comprende que la relación original no podía ser una relación externa que uniría dos sustancias primitivamente aisladas. La relación entre las regiones del Ser forma parte de la estructura misma de esos seres.

Por una parte, la conciencia considerada en su aislamiento es una abstracción; si bien los fenómenos —y aun el fenómeno de ser— son igualmente abstractos, ya que no pueden existir como fenómenos sin aparecer a una conciencia. El Para-sí es lo más alejado posible de una sustancia y del en-sí; es la abstracción por excelencia. La aparición del Para-sí es el acontecimiento absoluto que viene al ser.

Por otra parte, el ser en-sí es opaco, concreto, macizo, es la síntesis de sí consigo mismo; es lo que es, es plena positividad. El ser de los fenómenos, como en-sí que es, no podría ser considerado como una abstracción. Para ser, no necesita sino de sí mismo; no remite sino a sí mismo.

La relación entre las dos regiones del Ser (Para-sí, en-sí) no ha de entenderse como relación constitutiva del en-sí sino claramente del Para-sí. El Para-sí es responsable en su ser de su relación con el en-sí. Sólo en el Para-sí ha de buscarse la clave de esa relación con el Ser a través del conocimiento; no hay más conocimiento que el intuitivo. La intuición es la presencia de la conciencia a la cosa; una conciencia que no fuera conciencia de algo no sería conciencia (de) nada.

 

La trascendencia del Para-sí

La conciencia es conciencia de algo: esto significa que la trascendencia es estructura constitutiva de la conciencia; es decir, que la conciencia nace apuntando hacia un ser que no es ella misma. Por otra parte, la conciencia no puede existir sino comprometida en ese ser que la cierne por todas partes y de cuya presencia fantasmal está transida; ese ser que ella es y que, sin embargo, no es ella. La realidad humana se capta en su venida a la existencia como ser incompleto. La realidad humana es perpetuo trascender hacia una coincidencia consigo misma que no se da jamás. La realidad humana es su propio trascender.

Tal es el origen de la “trascendencia”: la realidad humana es su propio trascender hacia aquello de que es falta; se trasciende hacia el ser particular que ella sería si fuera lo que es. De este modo, la relación trascendente original del Para-sí esboza perpetuamente algo así como un proyecto de identificación del Para-sí con un Para-sí ausente que él es y que le falta. Lo que se da como lo faltante propio de cada Para-sí y se define rigurosamente como faltante a ese Para-sí preciso y a ningún otro, es el posible del Para-sí. El posible no es; el posible se posibiliza.

Así, este ser perpetuamente ausente que infesta al Para-sí es él mismo fijado en en-sí. Es la imposible síntesis del Para-sí y del en-sí. El posible es aquello de que está falto el Para-sí para ser sí mismo (ver gráfico 1).

Gráfico 1. El Posible
Gráfico 1. El Posible.

 

Trascendencia

Se define la trascendencia como el pasaje de un determinado estado o ámbito a otro, atravesando el límite que los separa. La trascendencia es la antítesis de la inmanencia. A menudo referido simplemente al proceso donde el Para-sí va más allá de lo dado, en un proyecto adicional de él mismo. Algunas veces el Para-sí es llamado a sí mismo trascendencia. Si yo hago un objeto en base a otro, entonces él es, para mí, una trascendencia-trascendida. Por otra parte, el Ser-en-sí mismo que rebasa todas sus apariencias y todos mis intentos de asirlo, es llamado el Ser trascendente. La palabra “trascendencia” es a veces sustantivo, a veces se refiere a un proceso.

Al trascender se superan los límites de la inmanencia, que es la propiedad por la que una determinada realidad permanece como cerrada en sí misma, agotando en ella todo su ser y su actuar. La trascendencia supone, por tanto, la inmanencia como uno de sus momentos, al cual se añade la superación que el trascender representa; la inmanencia es una aparición o elemento de la serie contenida en la trascendencia.

El acontecimiento puro por el cual la realidad humana surge como presencia al mundo es captación de ella por Sí misma como su propia falta. Lo que falta al Para-sí es el Sí, o el sí-mismo como en-sí. La realidad humana es falta. Sólo en el mundo humano puede haber faltas. Una falta supone una trinidad: aquello que falta, o lo faltante; aquel que está falto de aquello que falta, o el existente; y una totalidad que ha sido disgregada por la falta y que sería restaurada por la síntesis de lo faltante y el existente: es lo fallido.

 

Existente

Para-sí captado como no siendo lo que es y siendo lo que no es.

 

Falta

Aparición sobre el fondo de una totalidad; aquello cuya adición sintética al existente reconstituiría la totalidad de lo fallido; es de la misma naturaleza del existente. La falta es tan presente en su ausencia misma en el meollo del existente.

 

Fallido

Síntesis del existente y la falta.

 

Posible

Estado subjetivo en el camino al conocimiento perfecto. El posible se nos aparece como una propiedad de los seres. Es una propiedad concreta de realidades ya existentes. El posible viene al mundo por la realidad humana. El posible no es, el posible se posibilita. La captación del posible (en el en-sí), como tal, supone un trascender original (del Para-sí). El posible es aquello de que está falto el Para-sí para ser sí mismo. La relación entre el Para-sí y el posible que él es constituye el circuito de ipseidad (ver gráfico 2).

Gráfico 2. Circuito de Ipseidad
Gráfico 2. Circuito de Ipseidad.

 

Valor

El valor es un ser existente normativo que no tiene ser, precisamente en tanto que realidad. Su ser es ser valor, es decir, no ser ser. En general el valor surge en la medida que el Para-sí constituye objetivos como deseables. El valor es en su ser la totalidad fallida hacia cual un ser se hace ser. Es lo que al Para-sí le falta en orden de ser sí mismo (ver gráfico 3). La realidad humana es aquello por lo cual el valor llega al mundo. El valor, siendo siempre y doquiera el allende de todas las trascendencias, puede ser considerado como la unidad incondicionada de todas las trascendencias de ser. Se puede alcanzar la intuición de los valores a partir de ejemplos concretos: se puede captar la nobleza a partir de un acto noble; también se puede captar el heroísmo frente a un acto heroico y la valentía ante un acto valiente.

Gráfico 3. Relación entre el Para-sí y el Valor
Gráfico 3. Relación entre el Para-sí y el Valor.

Si todo trascender ha de poder trascenderse, en efecto, es menester que el ser que opera el trascender sea a priori trascendido en tanto que es la fuente misma de las trascendencias, así, el valor tomado en su origen, o valor supremo, es el más allá y el para de la trascendencia. Es el más allá que trasciende y funda todas mis trascendencias pero hacia el cual no puedo yo trascender jamás, ya que precisamente mis trascendencias lo suponen. Es lo fallido de todas las faltas, no lo faltante.

El valor en su surgimiento original no es puesto por el Para-sí: es consustancial a éste, hasta tal punto que no hay conciencia que no esté infestada por su valor y que la realidad humana, en sentido amplio, incluye al Para-sí y al valor.

 

Trascendencia del en-sí

El Ego aparece a la conciencia como un en-sí trascendente, como un existente del mundo, no como de la conciencia. Lo que se busca frente al mundo es la coincidencia con un Para-sí que se es y que es conciencia del mundo. Sin mundo no hay ipseidad ni persona; sin la ipseidad, sin la persona, no hay mundo. El mundo es nuestro porque está infestado de posibles de los cuales son conciencias. Las conciencias posibles de sí que yo soy, y esos posibles, en tanto que tales, le dan su unidad y sentido al mundo. La trascendencia del en-sí se realiza a través del Ego por medio de actos en el mundo. El trascender del Ego está fundado en el Para-sí.

La posibilidad del Ego de presentificar un amor prueba, mejor que ningún otro argumento, la trascendencia de lo psíquico. Cuando descubro bruscamente, cuando veo mi amor, capto a la vez que está ante la conciencia. Puedo adoptar sobre él puntos de vista, puedo juzgarlo; no estoy comprometido en él como lo reflexivo en lo reflexionado. Por este mismo hecho, lo aprehendo como no siendo del Para-sí. Es infinitamente más denso, más opaco, más consistente que esa transparencia absoluta que es el Para-sí.

Por actos del Ego ha de entenderse toda actividad sintética de la persona. El acto del Ego es concreción por excelencia de la trascendencia; es la disposición de medios en vista de fines, en tanto que el acto representa una síntesis psíquica trascendente que él debe vivir. El acto como ser psíquico representa una existencia trascendente y la faz objetiva de la relación entre el Para-sí y el mundo (ver gráfico 4).

Gráfico 4. Acto trascendente del Ego
Gráfico 4. Acto trascendente del Ego.

El Ego, al trascender, implica un proyecto al futuro; a su vez el proyecto debe contar con un fin al que apunta, un motivo que lo justifica y la acción que lo convierte en acto. Una acción es por principio intencional, es decir que actuar equivale a realizar intencionalmente un proyecto consciente. Así toda acción, para ser considerada trascendente, debe ser intencional; esto es, debe tener un fin y el fin a su vez se refiere a un motivo. Hablar de un acto sin motivo es hablar de un acto al cual le faltara su estructura intencional.

El mundo tal como lo conocemos comprende los proyectos humanos realizados conscientemente estableciendo los fines u objetivos a los cuales apuntan —futuro, especificando los motivos— con base en el pasado, y utilizando medios —que proporciona el presente.

Flor Méndez
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