El escritor Francisco Cervantes murió durante el sueño, el
pasado 23 de enero, de una afección renal. Considerado uno de los grandes
traductores al español del portugués Fernando Pessoa, contaba 66 años al
momento de su muerte.
Era “uno de los grandes poetas mexicanos”,
señaló Saúl Juárez, director general del Instituto Nacional de Bellas Artes.
En abril próximo, el poeta, nacido en Querétaro, cumpliría 67 años. Trabajó
los últimos días de su vida en el Centro Cultural Manuel Gómez Morín, cuya
biblioteca lleva su nombre.
Autor de poemarios como El sueño del juglar,
Cantando para nadie y Los huesos peregrinos, Cervantes sufría
diabetes desde hacía varios años. Era un apasionado del portugués y en muchos
de sus poemas “inventó una lengua portuguesa y española”, según dijo el
crítico literario Christopher Domínguez.
Fue becario de la Fundación Guggenheim entre 1977 y
1978, y ganador del Premio Xavier Villaurrutia de Poesía en 1986. Entre sus
obras figuran El canto del abismo, Regimiento de nieblas y Ni oído ni
hablado. Antología personal.
Para el crítico Alberto Blanco, “a Francisco
Cervantes y su devoción lusitana debemos en buena medida nuestro conocimiento
de Pessoa”.
Los restos del poeta fueron incinerados el lunes 24
y sus cenizas fueron divididas; una parte fue trasladada al centro Gómez Morín
y la otra será llevada a Toledo, España, para esparcirlas sobre el río Tajo,
como dispuso el poeta.
En tanto, la Comisión de Educación y Cultura de la
LIV Legislatura acordó remitir tanto al Ayuntamiento de Querétaro, como al de
San Juan del Río, la petición de asignar el nombre de Francisco Cervantes a la
nomenclatura de una de las calles de ambas ciudades.