La muerte de un poeta tan cercano a la Tierra de Letras no puede pasar por alto. Aly Pérez, una de las voces más meritorias de la literatura contemporánea venezolana, hermanado con nosotros con los lazos de la poesía y la geografía —pues era oriundo de la vecina Villa de Cura, donde nació en 1955—, dejó de existir la mañana del pasado 30 de enero. Su cuerpo había sido erosionado durante toda su vida por la diabetes, pero su alma supo florecer en las letras, en la pintura y en el cultivo de una virtud que poco se aprecia en este medio: la amistad franca. Hoy guardamos silencio en el abrazo que por una circunstancia menor no pudimos darle a nuestro hermano, quien hizo su última visita a nuestra ciudad justamente en el trance último de su vida, y dejamos la palabra a otro amigo que mejor que nosotros ha descrito los sentimientos agolpados por esta triste noticia.
Este es un momento en que el corazón es un muelle
cubierto de niebla. La muerte de un poeta que durante años fue parte de los
afectos del colectivo creador, se hace un dolor permanente. Aly Pérez acaba de
morir. Su cuerpo enfermo, perseguido por un mal que lo aquejó toda la vida,
finalmente apagó su voz y sus deseos de continuar trabajando en su taller de
poeta y pintor.
La muerte de Aly Pérez nos duele profundamente. Nos
escuece. Se trataba de un hombre de Villa de Cura cuyo nombre creció en el
país y desde ahora seguirá sonando en nuestro espíritu.
El movimiento artístico de Aragua y el país queda
resentido con la partida de nuestro amigo, un hombre que entre los avatares de
la poesía escondió su cuerpo para intentar continuar viviendo. Su escritura no
descansaba. Su pintura fue alojo de solidaridad y afecto por sus fantasmas,
fijaciones y constantes. Así su verbo, cargado del imaginario de su pueblo y,
luego, atado a la vocación de una poética cercana a otros escritores que
lograron marcarlo. La muerte de Aly Pérez se refugia en todos nosotros. La
muerte de este cercanísimo amigo es un golpe bajo a los que estuvimos y
seguiremos estando del lado de las letras y el afecto por el ser humano. Aly
Pérez es hoy una barca entre la niebla sobre un mar que lo lleva a otros
espacios donde -seguramente- la poesía y el color de sus cuadros le revelarán
la eternidad.
No hay pésame posible. Aly supo vivir entre
sobresaltos: entre el temor a perder el cuerpo, seguro de que su alma estaba
predestinada a hacerse parte de una distancia sólo comprensible en la alegría
de su cercana pasión creativa.
Desde Pasión según la casa, su mejor
logrado milagro, seguiremos cantando en procura de que en su nuevo mundo
prevalezcan la poesía y los colores.