A punto de salir con mi marido a la fiesta consular
aniversario de la unificación, en Bel-Air, echo unas últimas cuentas a las
cosas que quedan por hacer. Lo primero, por supuesto, es ocuparme de que la
niña esté en buenas manos durante las tres horas en que hemos de ausentarnos,
porque Los Angeles es una ciudad peligrosa, como todo el mundo sabe, y no quiero
ni acordarme de la baby-sitter evangélica que me quería convertir para que yo
también, con la gracia de Jesucristo mi salvador personal, pudiera "hablar
en lenguas", la brasileira que resultó ser mamá de dos ex presidiarios y
de una tipa en rehabilitación por problemas de narcodependencia que la venía a
visitar a mi apartamentico de antes, no estando yo presente, como vino a
descubrir mi hermana un día en que decidió sorprenderme con una visita; ni de
la otra, la del perpetuo sobresalto y el marido abogado, la que me cuidó un mes
a Teresa-bebé y que tenía un hijito hiperactivo con problemas emocionales y a
pastillazo diario de no-sé-qué; ni de aquel susto que me llegó en forma de
vago desempleado, del hermano de la gorda Norma, del mangarrán a quien
descubrí bebiendo cerveza y mirando un video de mujeres encueradas, mientras la
carita de mi hija se aplastaba junto a la ventana esperándome y yo llegué para
encontrarme a este nuevo habitante de esa casa llena de perritos de porcelana,
amorfo y enorme, extendiéndose sobre el sillón y carcajeando un "qué
linda la güerita"; ni de la gringuita baby-sitter con quince años de edad
y más de treinta minutos al teléfono con el novio, del día que siguió a
ése; ni de los de otros días y tardes de mutua búsqueda en los ojos de mi
marido y en los míos.
Ese que veo es un río accidentado de mujeres que
desemboca a los pies desenvueltos y seguros de la otra mamá de mi hija, que por
dos años la cobijó y alimentó con su inglés de acento mandarín y con
comidas que aunque a veces fueran alarmantes —el fumanchúmente inexcrutable
"lu-lu" que balbuceó alguna vez Teresa— resultaban ser simple arroz
con ciertos vegetalitos muy comunes al otro lado de la Gran Muralla y algún que
otro ser anteriormente vivo y del género animal, presumiblemente, mamífero o
ave (no ambos a la vez claro, porque lo que es el ornitorrinco aquí no se
consigue ni en Chinatown; que yo sepa). A ver si esta vez hay suerte con la
niña que llevo una racha buena por dos semestres seguidos.
Sí que es verdad que la compañerita de Teresa
tiene unos antecedentes ligeramente menos que confortantes.
Es un caso de diversidad cultural donde se
multiplican ad infinitum las posibilidades de bronca; porque su mamá
chino-chicana está en tratamiento de desintoxicación (muy recuperada según
parece) y su papá, judío-ruso pero con tarjeta verde de residencia (por
supuesto) le está peleando la custodia de las niñas, no a Wanda, que así se
llama la mamá de la compañerita, la Wanda que nunca estuvo casada con él,
sino a la abuela, a quien la jueza se las entregó. El tipo, que como todos
pagó diez mil dólares por la tarjeta de residencia, parece que está bien
conectado o no sé lo que se trae, pero ya vive en una casa alquilada en Beverly
Hills y, aunque no habla del todo bien inglés, trabaja y-que de abogado
busca-visa, en un hotel ostentoso de por esta tierra de promisión, un hotel
grandote y destartalado, lleno de sirvientes hispanos "part-time",
como es todo ahora por aquí, donde los profesores universitarios de negocios o
administración de empresas no dudan que el "Social Market Economy" es
un complot comunista sobreviviente de la Guerra Fría, esta tierra de Milton
Friedman donde no se oye ni se oirá de vacaciones pagadas de un mes de
duración, ni de obreros con sindicatos efectivos, ni del derecho de las madres
de niños pequeños a quedarse en casa uno o dos años cobrando una pensión del
Estado que tienen en los países de la Europa Occidental, ni mucho menos del
"Treuhandt" alemán, ni de nada distinto a este goteante capitalismo
decimonónico que explica de sobra el presente y permanente rebullicio social y
que nos asegura con crecidas advertencias diarias el fin de la democracia
americana que conocemos, con el advenimiento de un Nuevo Orden que nadie sabe lo
que es pero que suena menos a "nuevo" y más a "orden" de
los ochenta para acá; una mueca estúpida para exorcizar al fantasma Weimar II
que se viene gestando desde Watergate a Whitewater.
No es seguro pero anunciamos de todas formas que los
chaparrones de bombas sobre Bagdad, el horno crematorio en que convertimos la
ruta de retirada de un ejército vencido, lleno de ancianos y de niños
valientes, volverán a llenar el horizonte de nuestras pantallas cada vez que la
milenaria Nueva York se alarme de que no se sometan del todo los corderos
degollables, los cerdos blasfemos que se atreven a gritar al desangrarse, que se
atreven a unir sus gritos a los de los patos babilónicos, lorquianos; bueno
pues mis queridos televidentes, que, a lo mejor, para el próximo milenio
tendremos hasta sabrosos toquecitos de zapatismo a la americana y que le ponga
música Disney o Spielberg que es lo mismo; y que saquen un juego de video para
los que no quieren ir a clase esa mañana: "Urban Zapatista!" ya que
no hay donde lea sus poemas la chicana Marisela Norte, la autoproclamada
"primitiva urbana", desmigajadora de un canto a la "Clínicas de
Ayuda a la Mujer Hispana-Tu clínica familiar" donde alguna se dejó en un
pipote de basura pedazos de su único hijo nonato como San Cristóbal.
Orale.
"Sí señito, lo de la chamba está muy jodido,
aquí me ve usted fregandito los trastes". La señora Mónica me lava los
platos con su acento huichol semisonriente mientras susurra un clamor pegajoso
sobre la vida accidentada de los que La Revolución olvidó (en el Nayarit suyo
o en cualquier otra zona de la geografía azteca), sobre la vida accidentada de
sus cinco hijos en los talleres coreanos de ropa en el centro de Los Angeles; me
mira de reojo cuando me quejo de mi falta de trabajo, o de mi matrimonio, o de
las frustraciones de la enseñanza o cuando le critico al PRI, o maldigo a los
ladrones y verracos de cualquier gobierno latinoamericano. "Y, ¿cómo se
le hace pues? A seguir chambeando, ¿no? Ande y tómese su cafecito". No le
digo más porque yo sigo sentada, mirando las gardenias y limoneros de mi
jardín de atrás, y ella secando platos. Le veo la espalda cuadrada y los
brazos larguísimos. Se vino caminando desde Nayarit. La pasó un coyote que les
cobró en especie a todas las hembras del trayecto. Hasta la pobre Mónica,
vieja y todo, se tuvo que ir con él detrás de una roca. Unos meses después,
cuando se había limpiado varias casas y hasta baños de bar de los de "las
damas entran gratis después de las once", le mandó plata a su marido para
que él se viniera por rumbo más seguro con las niñas. Al fin y al cabo, casi
no la conozco y me huelo que no está casada con el hombre con quien vive, a
pesar de que él la llame "mi esposa" cuando le hablo por teléfono
para que me venga a ayudar. Me dice que todos somos inmigrantes. Cualquier día
le tengo que dejar a mi hija.
Llenarse la tierra prometida de indocumentados
durante los descontrolados años de promiscuo furor en los colleges y
baños turcos de San Francisco, los años de bonanza armamentista en las bases
militares californianas; llenarse de especulación frenética, los banqueros
transnacionales y los buitres de las entidades de ahorro y préstamo; llenarse
de droga las escuelas, de abuso a los menores los antes-hogares, de
televisión-basura las cafeterías de los rascacielos y de centros comerciales
los pedazos de desierto, de pornografía y condones antisida (con lo rico que es
sentir un hombre en vez de un plástico) las revistas glamorosas; y luego
pararse a hablar de vulnerabilidad, de víctimas y de derechos humanos sobre una
montaña de abortados y frente a un horizonte de hombres y mujeres juzgados
innecesarios por un computador, ya condenado su aliento a oler al suero de la
máquina mortal de Kevorkian.
Porque les llegará la ruina final, el beso
promisorio de una radiografía del cáncer, el guiño y el flirteo del agotado
menear un brazo izquierdo que precede a un ataque cardiaco, la marea del
alcoholismo antes de que el cerebro se hunda sin un hospital que puedan pagar ni
un médico que les atienda, que les eche una mano para sacarles del ahogo
("Empuja muchacha que ya se le ve la cabeza al baby, y cuánto pelo negro
trae, que si no tienes "aseguranza" va a tener que firmar tu boyfriend
aquí en este papelito, para que nazca bien Safire sin doctor ni anestesia. No
te preocupes que aquí donde me ves trabajando de enfermera con este barrigón
de ocho meses, así mismo tuve a mis mellizos. Dáaaale que ya llevas dos horas
pujando y va para medianoche y tenemos otras tres de parto. Míralo, míralo a
él cómo está retirado así todo cansadito. Si así se hubiera cansado cuando
te la estaba haciendo. Véngase a ver si sale Safire"). Nada más que una
bola de masa, rodando y desgastándose, deshaciéndose a pedazos y desgarrones,
en proclamas de feminista post-púber que se espanta de pensar que algún día
puedan terminar tan sola como su serenamente uniformada profesora de
"Estudios de la Mujer" o tan agotada como su propia
"working-mom". Una ansiedad constante por hacerse con uno de los pocos
hombres que quedan sin emascular del todo y de hacerlo —y, para el que no lo
sepa, esto que sigue es obligatorio— sin que se te note la ansiedad ("Lo
primero es no mirarles a los ojos por mucho tiempo, no se vayan a pensar que
estás desesperada y a la boca mucho menos porque entonces saben que de verdad
estás desesperada no sólo por casarte sino por acostarte con quien la tenga
firme; lo segundo es mirarles a los ojos de vez en cuando pero con burla; lo
tercero es que cuando lo estés mirando burlona, casual y relajadamente, ah y
no-fijamente, le hagas un comentario burlón, casual y relajado... ¿Cómo que
cómo-qué? Muchacha tú estás pelando bolas si no se te ocurre nada; ponte las
pilas que ya te veo en la casa este sábado por la noche rentando videos de Fried
green tomatoes o Steel magnolias. Deee, por ejemplo, las colas de
gente en Los Angeles; mira tú no más que ayer me levanté tremendo mangazo con
ésta: ‘Las colas de hombres son más chiquitas que las colas de mujeres
frente a los baños públicos’... ¿Cómo que qué significa eso? ¿Y qué
coño importa? ¿Quién se desayunó con el mangazo esta mañana? Aaah... porque
no fuiste tú, mijita, con esa carita de piñata sin estrenar. Noooo lo tuyo va
a tener que ser menos videos y más gimnasio, que no te haría mal para quemarte
esos rollos de oferta especial McDonald¡s en la baja espalda a ver si así
conoces a Mr. Right, que los gimnasios son perfectos para eso y entre pesa y
pesa que levantas, te levantas un tipo también. ¿Que eres casada... y entonces
pá’qué me andas preguntando que cómo es que las mujeres conocen hombres en
esta ciudad..? Confórmate con uno; mira todas esas ejecutivas pelando bolas y
hablando las unas con las otras de la próxima función del American Ballet y
ellas al volver de Cancún sólo queriendo bailarse un bolero bien sudaíto.
¡Cóonchale por hablar paja contigo, que total no estás metida en la industria
ni nada, ya se me fue ése..! Sí, ése del culito apretado que tú dices.
¡Pero estás diviiino papuchón, papachonguito!" Mañana por la noche como
este día por la mañana, un mínimo común denominador para este Weimar
recalentado que nos están preparando manos ancianas recubiertas de crema de
colágeno de piel de yuppi joven de los ochenta, manos revoloteantes, sin
espacio fijo, sobre un telón invisible y electrónico. Un mínimo común
denominador en los estudios que baja a los muchachos a un rasero que sorprende
al inmigrante trinitario, al pulido negro que me lleva al aeropuerto, cuyos
hijos son colocados dos grados más adelante nada más llegar a Los Angeles; un
rasero que apremia a los hindúes, chinos y japoneses a mandar a sus hijos a
escuelas donde no haya "American children"; una alegría en sus ojos
de perdido en Los Angeles, de Jorge, ex maestro en el estado de Guerrero,
trabajador indocumentado del "Pollo Loco-Mexican Restaurant", cuando
me confía "¡Ay seño, fíjese que los niños sí aprendieron inglés en
tres meses como usted nos dijo y nos están sacando unas notas padrísimas;
pásele allá ‘onde está mi compadre oyendo un bolero de Daniel Santos [ya
era hora de encontrarme con el inquieto anacobero] para que los oiga hablar a
Adriana y a Jorgito, que si me lo llegan a decir cuando recién llegaba no me lo
creo". Grupos de Interés Especial, lobbies, amigas que se están
entrenando para maestras de Educación Especial para los Desafiados
(discapacitados, minusválidos, retardados o lo que nos hagan decir esta semana)
a falta de puestos de literatura, por doquier peleándole unas migajas del
"American pie" al capitalismo más salvaje que conoce el mundo
industrializado y siempre a punto de ser post-algo. Para los que ven
"Friends", una falta total de opciones entre cientos de marcas de
cereal (o el apostador demócrata dispuesto a vendernos a Beijing o el fósil
que la ruleta del neoliberalismo nos ha ofrecido este año), 30 millones de
abortados, un millón de encarcelados de piel oscura la mayoría para cada
millón de trabajadores subempleados-gente obrera y gente que se aferra entre
ensueños de telenovela a la evanescente clase media —un país que se va por
el desagüe en sangre de feto, en efervescente y rosado Pepto-Bismol para la
indigestión, en irritantes lavados vaginales porque las vaginas son autopistas
y todo a golpes y balazos de disturbio. "Que le den candela", dice el
cubanito de la esquina. Fuego del Quincux, diría yo que soy más leída.
Tampoco ha oído de todas esas cosas de la economía
de mercado social o de su falta la abuela de Natacha. Esta señora que parece
una buena mujer.
Cierto que tiene muchos problemas económicos y que
vive en una estrechez notable con su esposo chino; pero lo que ata las alas de
mi desasosiego a la tierra es el pelo grueso y negro de ella, su pelo arropador,
su generoso corazón de mexicana y su sonrisa de mujer guapa y gastada antes de
tiempo. Estoy en el arca de Noé, asomada, tratando de ver tierra.
¿Qué me traerás en el pico esta vez, Clara? Como
yo y mi marido te hemos cuidado la nieta un par de veces, pues ahora creo que no
tendrás problema en cuidarme a mi hija un rato. En este tipo de instancias,
utilizo el acercamiento casual y un tono de sentido común mezclado con un toque
pícaro. Rezar siempre ayuda pero, hablando multi-culturalmente: ¿me encomiendo
a Buda en ésta?
—¿Qué tal, señora? Le habla la mamá de
Teresita. Aquí tengo a las niñas jugando, que ya hicieron la tarea y les di de
comer. Le quiero pedir un favorsote. Es que tengo que salir con mi esposo y no
consigo baby-sitter. ¿Le podría llevar a las niñas dentro de un ratico y
vuelvo por Teresa a las nueve? Es que es una recepción importante, así que si
me puede hacer el favor y si no, no hay problema tampoco porque como la estoy
avisando a última hora. Pero, lo que me da es pena, es decir, vergüenza, con
usted, porque me dice mi niña que Natacha se acuesta a las ocho y yo no puedo
recoger a Teresa sino hasta las nueve.
—No le hace.
—¿A quién? Digo, está bien.
—Usted váyase tranquila con su esposo que yo se
la cuido. Aquí les doy de cenar unos burritos de chile verde que preparé. ¿A
Teresa le gusta la comida mexicana?
—Le encanta. Ella hasta se mete sus tacos
picositos en casa de Marisela a cada rato; eso sí, con tal que no sean
jalapeños.
—Se me hace que usted siempre está de chiste.
—¿Con esta carita de tristeza que tengo?
—¿Cómo se le ocurre que yo le iba a dar
jalapeños a la niña? Además de que es una chamaquita retebuena.
—Yo sé; es echando broma... bromeando.
—Pos tráigamelas orita nomás si está apurada.
Yo no las dejo salir para ningún lado.
—Ay sí por favor señora téngale el ojo echao
que hay pandilleros; ‘ondequiera anda una viendo cholos y siempre andan
armados; todo el mundo; menos yo [todavía no me compro la Baretta de nueve
milímetros; dos meses de sueldo y le saco una, aunque sea una gastada, a mi
vecino el policía].
—Si lo dice por los de al lado no se preocupe que
son amigos del hijo de mi comadre; no venden droga; si los oye hacer ruido en el
garaje, andarán chingando.
—Entonces chévere, muy bueno, muy bueno. Ya se
las llevo. Ah, y ¿no está viendo por el canal veintidós "Ardor de
madre"?
—Fíjese que no. ¿Está buena?
—Buenísima. Es colombiana como "Café con
aroma de mujer", pero en ésta sale mucha gente nueva. Pero, usted como que
no ha visto ninguna telenovela colombiana.
—No, la verdad es que no. Pero mire y las novelas
venezolanas están de lo más interesantes y como muy reales, muy de la vida. Y
las actrices están chulísimas, mire que casi todas parecen otra Miss Universo
nomás. Lo único que se me hace raro es ver tanta güera, tanta rubia; y dicen
por ahí que se operan todas. Y unos cuerpazos que tienen...
—Ay señora, allá todo es ganado y un pocote de
muchachas lindas con los pantalones pegados al rabo por los centros comerciales
de Caracas buscándose su viejo con billete que las lleve a Miami a comprar
pantaletas de "Victoria’s Secret". Y lo de operadas y teñidas, no
lo dude ni un momento, que eso es lo que le sacan respectivamente al viejo
number one y al que sigue. Nooo si allá está la cosa candela hasta pá’la
pobre que quiera casarse. Porque los hombres se percatan de la com-puta-ción y
chao contigo, o le aflojas la partida de nacimiento rapidito o.... Ah no pero se
me olvidaba que siempre queda lo de tomar la píldora nueve años seguidos hasta
que llegue la boda o se te reviente un ovario. No, no se ría que es así.
—Pues los... cómo se dice
"scriptwriters"...
—Libretistas.
—Los libretistas venezolanos son rebuenos y
muestran no sólo lo bonito sino las cosas como son, la lucha diaria; no andan
contando cuentos como los de "Los ricos también lloran", que si el
joven que vive en uno de esos cantones de las colonias se vaya a enamorar de la
sirvienta.
—De la chilena Bolloloco esa que tiene más
dientes que una carrera en el hipódromo.
—You know what I mean? Las venezolanas son menos
de andar contando...
—No... si sí los cuentan pero no son cuentos
mexicanos, sino de los de allá donde la gente como que ya se ha acostumbrado y
ni los nota a menos que lleven su poquita de gracia, osease de burlarse de los
mismos personajes de la novela [parodia es lo que querría decir]. Mire, si en
una novela venezolana sale una cachifa, bueno una sirvienta, diciendo "Ay
Rosalía, ¿tú creej que el abogao ejtará pensando en mí despuéj de que
desayunamojuntoj?", la escena siguiente seguro que es de un close-up del
abogado sacándole el cuerpo, es decir montándole cacho, osea poniéndole
cuernos o los tarros...
—Como decimos en mexicano haciéndole de chivo los
tamales.
—Ahí ‘tá pues, montándole cacho a su novia
del country-club con la otra cachifa de la casa de al lado, la que cuida a la
abuelita millonaria que se le está muriendo al pobre muchacho [que quiere jujú
con el cachifismo: amante él, que no amigo, del lumpen-proletariat]. Las
novelas colombianas son diferentes. Guardan un saludito decoroso, no sé si me
entiende, para la cortesía de antes, al ensueño; aunque luego lo desbaraten
todo también [como contrabandista de Cúcuta con pescuezo de venezolano].
—Orale. La entiendo perfectamente. Las novelas de
ahora son como de risa.
—Noo. Si las colombianas también son de risa, lo
que pasa es que se ríen más fino, más para adentro [más virreinalmente
señora, que ellos fueron la Nueva Granada y no un poco de pendejos
pata-en-el-suelo como sus vecinos].
—Y, ¿a qué hora la están pasando?
—A las cinco de la tarde para toda la familia; y a
las diez cuarentaicinco de la noche si la quiere ver con escenas de revolcadera
que son de tomar palco, no digo que usted ni que yo... aunque si ve al
protagonista con esos ojos de bhentepaká...
—Aaaaaaaaay usted siempre tan mala.
—No, mire, ahora en serio, uno ve esas haciendas
verdísimas de café y esos lagos azulitos con palmeras alrededor, que siempre
sorprende algo ver tanta palmera alrededor de un lago; y luego-luego sale ese
buenmozoote con el pelo negro todo prensao pá’tras y ¡zuaj! le cae a la tipa
de sopetón y vuelven ñengue un poco 'e mata' de café. Y apenas se le para un
poco el pelo.
—Y ¿quién es la protagonista de "Pasión de
mujer".
—"Ardor de madre".
—Bueno. "Ardor de madre".
—Pues una que no es madre; pero que adopta a un
muchachito, ahora que anda empantaletada, petateada...
—Petatearse significa morirse en mexicano.
—Bueno casi, usted me entiende, una que anda con
el marido de la heredera de la hacienda. Y señora si usted viera qué bien
actúan. El hace de niño consentido de su mamá y celado de la esposa, que es
de lo más bonita además de comprensiva que hasta lo deja irse con la otra a un
apartamento de soltero donde luego y-que va a llevarse a sus hijas, las de él,
que son unas muchachitas de catorce y quince años. Y ella, no digo la esposa
sino la novia del tipo, es una mujer peligrosa, toda sexy, parecida a la Rocío
Jurado, la cantante española, que no le importa tener mala reputación y que
siempre anda con pantalones de montar.
—A las españolas les encantan más los negros; yo
conozco tres y cada una con su negro, que dicen que la tienen más grande.
—...[Refrán de española: no hay como echarse un
negro el domingo antes de misa].
—Disculpe, que me iba diciendo de "Ardor de
madre"...
—Siempre se hablan de usted, como lo hacen los
colombianos, tan finos ellos. "Usted es una porquería. ¡Muérase!".
"No se me ponga así que yo no sabía que mi esposa tenía este número de
teléfono". Todo así tan chévere y nada que dicen del pocoooote de
cocaína que se están aventando pá’cá.
—Ay ni me lo miente que Wanda merito apenas que
salió de la clínica "detox" y ya se está volviendo a meter unas
pepas con un muchachito que la trae enamorada, uno que se pasó dos años preso
en Twin Towers, salvadoreño él, de la mara salvatrucha el muy...
—Pero Wanda ya no vive con ustedes, ¿verdad?
—No se preocupe María que yo no dejo que se
acerque a las niñas, ni la dejo entrar acá y sígame diciendo de las novelas
colombianas.
—Lo que pasa es que no sé si le vaya a gustar por
lo de la manera de hablar.
—Sabrá Diosito. Pero por lo de la manera de
hablar no se crea, que yo ya no me espanto ni me rajo por nada. Mire que ayer me
llevaron a un funeral cubano aquí al ladito en El Monte.
—Un funeral cubano. Eso sí que no pega ni con
cola... los cubanos que son tan alegres, tan pachangueros...
—¿Y usted se cree que este funeral no fue
pachanguero? Mire que ahí estaba el difunto en su caja y atrás tocaban música
de salsa de la Celia Cruz esa.
—¡Caballero! "Oye mi socio. Tienej los
cablej cambiaoj y tu serebro tojtaooo; mira que ejtáj turulaaaato, mira te doy
un consejooo, toma tu poca d’asucaaaa¡ si quierej llegar a viejoo...".
—¿Se puede creer que uno de los que estaban en el
velorio, un tipo de guayabera y pelo pintado de negro, que le quedaba de lo más
raro con sus cejas güeras y mal afeitadas que hasta tenía cicatriz, uno que me
dicen que hace seis meses llegó de Matanzas saliendo por el Yucatán en bote o
en barco de esos que ellos salen, va y se monta a leer algo sobre el muerto y
dice que no le sirven los lentes que trae y luego-luego se los quita al propio
muerto?
—No me diga.
—Nooo, si eso no es nada. Después comienza a
decir cosas muy groseras sobre el "come-mielda", usted sabe como le
dicen a Castro vulgarmente... Y todos coño para acá y coño para allá...
pero, ¿no me cree que se está riendo tanto?
—No, si sí la creo; todo, toditico. ¿Y... pasó
algo más? La esposa del muerto bailó también.
—¿Cuál de ellas? Porque el difunto tuvo cuatro,
dos que dejó en La Habana. No, pero no bailó ninguna. Eso sí, se ponen
"Aquí llega el cura", que así le dijeron al pobre padrecito que
andaba todo asustado, "¡Ande pá’llá cura, que ya le leímos a
Orlando". ¿Usted se lo puede creer? Y le dan una taza de café y cascos de
guayaba con galletas y queso crema blanco, como para recordar la cara del
difunto.
—Y bailó el cura; se marcó un guaguancó.
—No hacía más que mirarlo todo, el pobrecito que
recién llegó de El Salvador después de veinte años en ese mierdero; pero
fíjese que el del pelo pintado le dijo que el muerto le había pedido un
funeral con salsa, si fuera posible con banda y todo; pero como no les llegaba
la plata, le pusieron la radio. Coño para acá y coño para allá. Y seguían
llegando cubanos y cubanos que ni se conocían ni conocían al muerto algunos.
Parece que así son los funerales por allá. Nooo, si una cada vez entiende
menos y eso hablando en español.
—Es que somos muchas tribus para una sola reserva.
—¿Cómo me dijo?
—...Demasiados indígenas para una sola
reservación.
—Ahora sí la entiendo...
—Ahí la dejo señora, que me están mandando un
fax...
—Ándele pues y me las trae luego-luego.
—En un saltico le dejo las niñas. Chaíto.
"Querida María. ¿Te acuerdas de mí? Nos
hablamos en la sesión del post-estructuralismo. Aquí está lo que te prometí
del trabajo que pienso leer en la sesión que estás organizando para la
conferencia de la A.I.I.H. Es parte de un libro que estoy escribiendo sobre
imágenes literarias de la mujer hispana de la colonia al post-colonialismo. Te
estoy tipiando el abstract en inglés, como recomienda el shamán del ducado
conosureño, y te lo mando con la aplicación que me pediste. Mi ponencia se
titula, por los momentos, "Malinche / La Llorona / Adelita / María la del
barrio: mártires y vírgenes de la colonia, la revolución y la revolución
institucionalizada". Le voy a echar una recortadita al título, no te
asustes. Esta es sólo la idea principal, el esqueleto, y le falta mucho
mondongo. Espero te guste el resto. Es una lectura deconstruccionista y humorosa
que hago de ciertos textos que silencian la voz del otro, de la otra en este
caso, y que complemento con un acercamiento irreverente a la crítica
neohistoricista que ha ignorado por completo las aportaciones de varias
feministas portorriqueñas y asturianas. Tú sabes cómo vengo, aunque de lejos
por fuerza, siguiendo a ese tipo de crítica hace ya varias conferencias
literarias. Un besote y nos veremos en Las Vegas".
¡Veeeerga! Me pregunto cómo me las voy a arreglar
para que no haya conflicto entre este trabajo y otro de título semejante,
"Camila / La mujer de Rosas / Evita..." (o algo así), pero de enfoque
totalmente opuesto, filo-justicialista. ¿Y dónde iré a meter y qué iré a
hacer con el único hombre de la sesión? Tan criticado que fue en la última,
debido a que su lectura del texto le enfaldó hasta la cadera, poniendo así
casi al descubierto su falogocentrismo, al punto que casi le cae a guamazos la
Malinche ahora que tiene el "tenure" asegurado en SouthEastern
Missippippi University. Ya está. Orita mismiito le mando un electronic-mail:
"Querido Simeon. Disculpa la falta de
diacriticos pero me da caliueva. Me encanto el papel que me enviaste. Se calculo
bien que hacia falta una sesion sobre tu tema. Un paper asi para darle a la
sesion (que promete estar muy concurrida) un componente caribeano. Lo unico que,
si me lo permites, me atreveria a sugerirte es que modifiques ligeramente el
titulo porque lo de 'Oraculo de la narrativa venezolana en el exilio: Dona
Barbara y los anos sadomasoquistas de Gallegos' puede que ocasione alguna que
otra discusion acalorada dada, no te lo habia mencionado hasta ahora porque me
lo acaban de confirmar, la asistencia al evento de las profesoras Vergara y
Camacho ahi en tu mismita sesion y no hay donde se te pueda meter. Tu sabes como
son de arrechas, miermano. La Asociacion Internacional de Intelectuales Hispanos
(AIIH) se precia de promover una atmosfera de camaraderia y comunicacion.
Perdona la confianza 'mano. Mandame un correo electronico para ver si he
conseguido convencerte esta vez (ya se que es dificil desde la otra que
tuvimos). Y no seas tan gallego en tus expresiones chico que se te ve el
plumero, aprende de Almodovar. Si no qieres, pues ni modo. Seguimos tan amigos y
te debo una. Casi se me olvidaba felicitarte por haber logrado que combinaran
acertadamente dos criticos tan internacionales como la hindu gayatri y el Baba
en tu trabajo sobre 'Danzon de María Novaro y la cuestion del ritmo pendular en
la narrativa veracruzana, 1969’. Chaito" ... y sigue penduleando pero a
mí no me pendulées.
Una raya más pá’l tigre. ¿Por qué andaré
metiéndome en estos berenjenales?
—Un millón de gracias, señora. ¿Cómo se portó
mi catirita?
—Pos de lo mejor, ¿cómo se cree?, si es una
chamaquita retebuena; se comió todo y hasta me pidió que le brindara una
poquita de cerveza Corona de la que está tomando mi esposo. Claro que no se la
di.
—Hizo bien. Yo de vez en cuando le dejo que mezcle
un poquito de vino con su juguito a la hora de la cena. No, mi marido no
entiende; no se preocupe. They had a great time honey. Look at how much fun they
are having. Bájate de ahí Lobita que se le está comenzando a arrugar el morro
a tu padre y se puede quebrar la mesita. ¿Qué programa están viendo?
—Teresa, que quería ver "Ardor de
madre" después que se terminó las enchiladas.
—¿Pero no y que les iba a dar burritos? ¿Qué
pasó con esa cocinera que se metió a novelera?
—De todo comieron. Pero usted como que ve la
telenovela todas las noches porque Teresa que quería ver "Ardor de
madre" y dale y dale que quería. Yo le dije que todavía no empezaba.
Aquí están viendo a esa Xuxa que sigue con la brincadera para arriba y para
abajo con sus botas blancas. ¿Tan sexy, no, para un programa de chamacos? Y
cómo le guindan esas nalgas del elástico del short ¿no? Parece que andaba con
Pelé la güera. Ahí está mi esposo pegado al televisor. Cu-elai.
—Bueno señora muchísimas gracias y hasta otra.
Vente mi amor que tu papá está cansadísimo de tanto pelar diente a los
cónsules. Estas fiestas de alemanes son cansadoras. Let's go home.
—Orale.
—What did she say and what did Teresa eat that she
won't get off the hood?
"Querida Maria. Siento no poder complacerte por
esta vez. Espero que hayas logrado publicar lo de 'Restos del Werther en la
post-guerra' de los escritores del '98 que tanto sudor te ha costado. En verdad
una tentativa loable esa de tratar de conciliar a Goete con Niche y que entren
todos en un paper sobre Niebla. Veo que sigues con Niebla y permiteme que te
felicite por tu perseverancia. Lo de la universidad International esa donde
quieren que ensenes espanol e Introduction to Spanish Civilization en cursos de
un mes, no creo que funcione; te lo digo por experiencia. Y no, nunca la he oido
nombrar. Nos vemos en Las Vegas. Tu amigo simoncito. PS. La vergara y yo pasamos
por el Caesar's Palace para ver al "golden boy" De la Hoya contra el
negro Trinidad y ya somos panas bíblicamente hablando. te cuento mas en Las
Vergas"
—Mama, how long do I have to do my homework? I am
sorry, but I couldn't do it last night. I was playing with Natasha. Sorry mom.
—It's ok. I can help you. But listen; today when I
pick you up after school, you are going to sit down with mama and take your
Spanish lesson. If you don't learn soon, your yayos are not going to understand
anything you say when you go to Venezuela this Christmas.
—I know Spanish mama. Yo sé hablar en español.
¿Cómo están yayos? Es muy bonito la playa, con el sol, el mar, la arina.
Quiero comer arepas de quesos de manos que es muy-muuy deliciosas.
—Mira el sol Teresa que se pone.
—¿Dónde pone?
—Aquí en nuestra Alhambra, Teresita. "Teresa
la princeeeesa. Santereeesa"...
—Que tonta mamma. No me gusta Santa Teresa mi
escuela.
—Pero tú te llamas así por las dos grandes
venezolanas: Teresa Carreño, la mejor pianista del 19, y Teresa de la Parra, la
primera novelista del 20.
—Es nombre de vieja gorda. Me gusta Natasha. No me
gusta mi nombre.
—Catirita mía, pues lo inventaron entre Don
Quijote y Sancho y el cura...
—Well I don't like it; it is a dumb name and you
are a dummy.
—Teresa mía; Teresaina; Teresona; Teresuinta;
Terete; Tere; Te...
* El misionero S. Gili, jesuíta del s. 18,
recuenta que en el s. 16, para cuando el Imperio español le cayó encima a los
indios caribes de la costa este, fue que éstos se dieron cuenta de que ya no se
entendían entre sí porque sus dialectos habían cambiado con el paso de unas
generaciones de vivir separados y hacerse la guerra unos a otros: su lengua era
un paurario, una babel lingüística. Paurario. Leyendas venezolanas es
el título de una obra de mi ex compañero de clase en la Universidad Central de
Venezuela, Jesús José Loreto Loreto. Esto lo escribí en Los Angeles, en 1992,
después de la Primera Guerra del Golfo, es decir, el Primer Ataque Imperial.
Seguirán otros y mucho me temo que Venezuela no se salve.