¿Por qué el destino
cuenta mis huellas
sobre inciertos pasados
cercados al futuro?
¿Por qué desmenuzo
irascibles letras de pared
y esperas en blanco?
¿Por qué si soy,
revienta el cuerpo
su plenitud en los huesos
y el vacío
el silencio de una boca?
¿Por cuántos gestos
seré huérfana
necesitada por marionetas?
¿Cuál es el sentido
si el dolor del humano
desperdigara sus dudas
como el viento hasta una llama?
Donde nunca el espacio se degrada
Las flechas
se dirigen a la garganta
y los dientes enseñan
sus desgastadas furias.
Las combativas veladas
me han dejado
una piel de paracaidista
sobre fangosos rastros de alimañas.
El patio de mi fisonomía
muestra una puerta
entre lúcidos carrillos
y apesadumbradas cejas,
guarda
con aflicción órganos
y miradas
vacíos,
sin deuda.
Las escaleras permiten
circunscribirme en los pasos
mientras los pies señalan
un abandono
y una lacerada corriente de hastío.
Ya no sé
cuántas voces dictan
el amargo sabor de las horas,
ni los extractos de tristeza
volcando en mi cama
recuerdos de honda inexistencia.
Es una noche efímera
pero mis fruncidos grilletes
aprietan el cráneo
con la desidia del nuevo día cotidiano.
De cuántas quebradas formas
Yo te extraño
y no sé de cuántas quebradas formas.
Es un desaparecido instante
el que hiere mi pecho
y lo hunde fatigado
entre ruidosos anhelos
quizás sea así
tal cual uno siente
el vacío llegado desde
su más feroz e incoherente caída.
Es además fortuito
como las miradas en uno
se tienden
y constriñen a los espejos
con miedo.
Es un vuelco de pulsaciones
pues arremeten las brisas
entre sus poderosos tormentos
y se dirigen contra sí
en una nube alejada
e infinita en su desvanecimiento.
Los temblores
las ansias pobladoras del futuro
verán mi cuerpo
después estas dos manos
torneando las sinuosas ruinas
del porvenir mío.
Lloverán las tintas negras
amantes de sus figuras
las palabras serán
las pupilas de los versos
y el llanto
el desencadenante de un poeta.
De mi comienzo
Latir rápida
como cuerpo de nadie
sin ti
quiero ser
el cielo que no despegue al viento.
Hundir el gusto amargo
de los grises esparadrapos del cielo
Dejando el último cabello vencido.
Que caigas sorda
No te pude dejar muerta
porque incluso aquí
perteneces al mundo
ciego de la voluntad sin guía
mezclada en los morenos cuerpos
donde reposas
mano quieta
caliza en la puerta
conteniendo mi herida cerrada.
Cuando el sueño no es la cuerda
Cuando el sueño no es la cuerda
que te arrulla
y zarandea hasta encontrar el rayo
cuando no es el abrazo
la fortaleza de un hombre
con su coraje y sus palabras
cuando el espacio festivo
se convierte
en unas cuantas manzanas
lúcidas y baratas
cuando estamos juntos
en ese instante donde todos
enmudecemos
y compartimos el mismo rostro
de la duda
y el presente desnudo
por los ojos inconsolables.
Porque todavía existe la muerte
y no hay cura
para los que la provocan caprichosamente
porque todavía no se siente
la vergüenza de estar dibujando
una prosperidad injusta
porque todavía nos amamos
tenemos hijos que no dejamos ser libres
porque nos escuchamos
con una sordera acomodada
al eco y al abismo
porque son estos días
plenos de ingratitud
justificaciones para besar al Niño en su cuna.