SECUENCIA01_se puso el vestido de lunares, el de gasa verde, que
iba a caerle hasta justo por encima de las rodillas. Cogió las llaves y salió
de casa. Soplaba una brisa cálida, anunciando el final del verano. Es noche
cerrada. Se acerca hasta el punto de aterrizaje a esperar. “¿es éste el 132?”
le pregunta un enano en el que no había reparado. Sí, claro. El 132. es el
único que pasa por la noche. El enano saca una baraja de cartas, la lanza
al aire y acto seguido desaparece dando saltitos por la esquina del boulevard.
Lulú se sienta. Probablemente llegue con retraso. No importa, tampoco tiene
mucha prisa. Las calles están vacías. Las señales de iluminación parpadean
desconcertando su atención. “están interpretando la sonata para piano de
plástico de john cage”, el enano ha reaparecido, consiguiendo ponerle el
corazón en un puño, “¿no es magnífico?”. Y pronunció esta palabra como
quien se deleita con cada letra, con cada sonido, como si estuviese más
pendiente de escucharse a sí mismo hablando, que de saber realmente el
significado. y finalmente la palabra se quedó enganchada en la maraña de
sombras que cubría la calle, columpiándose ante Lucía y sacándole la lengua.
SECUENCIA02_te he dicho que no lo voy a hacer.
Estoy harta. Siempre acabo haciendo lo que tú me dices. Pero esta decisión la
voy a tomar yo. Qué demonios. Es mi vida. ¿o acaso resulta ahora que tengo que
supeditarme a ti? Ni hablar ...apaga el cigarrillo con fuerza en el cenicero
rebosante de colillas. Se levanta y da vueltas por la habitación. Se quiere ir.
Quiere irse a algún lado. Lo necesita. Es como un sentimiento que brota desde
algún lugar de por ahí dentro y le recorre todas las terminaciones nerviosas,
hasta la punta de los dedos. Tengo que irme.
SECUENCIA03_la cabeza le da vueltas. Aún sostiene
en la mano la rosa, y se pincha sin querer. Un reguero de sangre comienza a
brotar con calma hasta estrellarse contra el empedrado húmedo. ¿dónde
estoy? Arranca a andar perezosamente sin rumbo fijo, primero gira a la
derecha, luego a la izquierda, se detiene ante un cartel, pero no lo lee. Algún
reloj da la hora. tampoco lo escucha. Está empezando a volver a nublarse, la
poca luz que había va disipándose hasta quedarse envuelta en la total
oscuridad. No hay nadie con quien cruzarse. Como si todo el mundo hubiese
desaparecido. Las ventanas están cerradas, quietas, expectantes. ¿qué
hago?
SECUENCIA04_al fin llega el 132. aterriza suavemente
ante la parada y abre sus puertas. El enano ha vuelto a desaparecer. Lulú se
monta y se acomoda en uno de los últimos asientos, junto a la salida de
emergencia. Una azafata se le acerca sonriente y le ofrece una piedra azul.
Lulú la mira, mira la piedra, mira a la azafata. “tómatela, te sentará bien”.
¿una piedra, cómo me va a sentar bien una piedra? “¿y por qué no?
Alguna vez te has comido alguna?”. Lo cierto es que ella no se había comido
nunca ninguna, pero tampoco creía que necesitase haberse comido una para saber
que no iba a estar buena. La azafata le cierra los puños a Lulú y los agita en
el aire. Cuando los vuelve a abrir la piedra es un caramelo de fresa. “¿y
ahora, te lo comerás?”. se lo introduce en la boca y empieza a sentir cómo
todo el cansancio acumulado va relajando su cuerpo hasta quedarse dormida.
SECUENCIA05_acaban de apagar la música, pero en el
aire aún danza una pareja. Tienen pinta de venir del este. Son serios, de tez
pálida y pelo negro. No se miran. Sólo se deslizan suavemente. Lulú está
sentada en una roída banqueta de plástico, en una esquina. Los mira. Aunque
ellos no se dan cuenta de que no están solos. Ella lleva los labios pintados de
rojo, y frunce la boca seria. Él un sombrero de copa y un bastón. Le recuerda
la imagen a algún cuadro que vio alguna vez. Aunque en el cuadro no había una
pareja bailando, sino motas de polvo deslizándose en un rayón de luz.
SECUENCIA06_ la cama la abraza, deshecha, revuelta
entre sábanas usadas. Un par de ojos la miran. Es un esgrimista negro, de pie
ante ella. “vamos a llegar tarde”. ¿Tarde para qué? ¿ Tarde a dónde?
“ya estás otra vez con lo mismo. Venga, vámonos ya”. Lulú se levanta,
aunque se siente muy cansada. El esgrimista la coge de la mano y la arrastra
hasta el pasillo. Los neones parpadean, como si dudasen si quedarse encendidos o
apagados. El pasillo parece ser infinito. Caminan entre las puertas abiertas de
las otras habitaciones. En una de ellas hay un garaje con un viejo coche. Un
niño juega a la pelota y ésta se desliza debajo del coche. Se agacha a
intentar recogerla y desaparece. Suelta la mano del esgrimista, y vuelve atrás,
a buscar al niño, pero cuando abre la puerta un señor de bigote blanco, en
mitad de una abarrotada avenida le increpa: “mire por dónde va. Casi me pisa”.
Lulú se disculpa. El esgrimista ha acelerado el paso, y se cuela entre la
multitud, hasta meterse en el portal de un edificio de ladrillo. Se disculpa
nuevamente con una mirada ante el señor, e intenta seguir al esgrimista. “llegaremos
tarde”.
SECUENCIA07_siente las olas lamerle los pies,
tranquilamente. Al otro lado de la bahía hay una exuberante vegetación. Una
señora en bicicleta se le acerca y de su cesta, le ofrece unas berenjenas
rebozadas. “mi hija vive en el pantano. Ahora va a tener un hijo. Es el
tercero. ¿sabes? Seré abuela por tercera vez. Es curioso, ¿no? Uno sólo es
hijo una vez pero luego eres padre, abuelo, tío... tantas veces como el
destino, caprichoso, decida. Puedes ser hijo, y no ser padre, pero no puedes ser
padre y no ser hijo. Todo el mundo es hijo de alguien”. Lulú toma la
berenjena y se la vuelve a ofrecer a la señora. “ah, vaya, muchas gracias, es
muy gentil por tu parte”. La señora la mastica mientras farfulla. “realmente
está muy buena, ¿la has hecho tú?”.
SECUENCIA08_es curioso. De repente es como si
entendiese todo. Un momento de lucidez estúpida. Ya ves. Tantas dudas. Y ahora
todo tan claro. El esgrimista, vestido de esgrimista y de médico le da una
palmadita en la espalda. “a ver, ahora mira para arriba, ahora para abajo.
Vale. Ya te puedes desnudar”. Deja resbalar el vestido hasta los tobillos y se
quita los calcetines. Se pasea la mano por el cuerpo. Es como si no lo sintiese,
como si una mano ajena lo estuviese recorriendo. El esgrimista está a cierta
distancia de ella. “¿cómo lo sientes?”. Extraño. Muy extraño.
SECUENCIA09_el 132 hace una parada. Se detiene en
algún lugar desconocido para Lulú. Asoma la cabeza por el hueco de la
ventanilla y de repente le invade un tumulto de gente, de gritos, de carros, de
animales, de olores, de comidas. Una vieja se le acerca y le pide que le compre
una fruta. “¿cómo te llamas?”. No contesta. La mujer, suavemente le tira
del vestido. “dame algo”. Lulú vuelve a meter la cabeza y cierra la
persianilla. En esta parada sólo sube una persona. No sabe quién es, pero
tiene la sensación de que le suena su cara. El vuelo va vacío, y la nueva
pasajera se sienta a su lado.
SECUENCIA10_se cruzaron en la calle. Sí, no sé,
por azar. Él quería fuego para un solitario cigarrillo que le colgaba de los
labios. “éste es el mejor regalo que me han hecho nunca”. un encuentro
estúpido. Como de libro. Están en algún callejón. Se oye un gato rebañar en
el fondo de algún contenedor. La mano de él roza el dorso de la de ella, como
sin querer, aunque estén solos, como si les mirase alguien. Y estuvieron así
horas, simplemente sintiendo el leve calor de un cuerpo cercano, sin llegar a
desnudarse, sin llegar a besarse, siempre sin mirarse, sólo sintiendo.
SECUENCIA11_“mi esposa es buena. Cocina, lava,
educa a los niños. Son ya muchos años juntos. En otros lugares no saben lo que
es el amor. Piensan que es una cosa. Pero se equivocan. El amor no es egoísta.
Ni cosa sólo de dos. Yo nunca podría abandonarla. Es mi obligación que mi
familia tenga comida en el plato todos los días. ¿cómo si no?”. Lulú mira
al hombre. Mueve el bigote mientras habla, escuchando de fondo la ciudad
dormida. Están en la azotea de su casa. “La gente no se toma la molestia de
pensar. Sólo hace y hace. Claro, así van las cosas. Es más sencillo... ¿te
ha gustado la cena?”. Por supuesto. Realmente tenía razón en lo de que su
mujer sabía cocinar, aunque ella se hubiese quedado abajo colocando las camas
en el patio.
SECUENCIA12_él la agarra a ella por la cintura,
sigue serio. Ella levanta la pierna y se quedan estáticos, extasiados en esta
postura. Lulú se levanta de la banqueta y arranca a aplaudir. Pero no se oye
nada. Sus palmas resuenan huecas, y los bailarines desaparecen detrás de una
cristalera empañada. De pronto, por donde había salido la pareja aparece el
enano dando piruetas. Le está hablando. Lo sabe porque le ve gesticular con
énfasis, pero continua sin oír nada. Él se acerca y le entrega un puzzle.
SECUENCIA13_ha perdido la noción del tiempo y del
espacio. Mira a su alrededor y no reconoce más que siempre la misma calle.
Rebusca en su bolso y sólo encuentra un papel en blanco. Vaya, no es de gran
ayuda. Hace una pelota y lo tira al suelo.
SECUENCIA14_“espera. Espera, por favor”. Suena
más a súplica que a otra cosa. “al final siempre es la misma historia”. ¿no
te cansas? Baja la mirada. Claro que se cansa, pero hay algo, que no sabe
qué es, que es más fuerte que el propio agotamiento. “no te vayas”. Algo
se le revuelve dentro. Me estoy mareando. “ven, siéntate a mi lado”.
Le acaricia la cabeza, como si fuese una niña pequeña. “así está mejor,
¿verdad? No pasa nada”. Ése es el problema, que nunca pasa nada y siempre
pasa todo.
SECUENCIA15_tiene una melena salvaje, exuberante, y
sólo lleva un abrigo de leopardo sin botones. no sabe cómo empezar la
conversación, porque realmente no sabe de qué la conoce. Se revuelve incómoda
en el asiento. Tiene que decirle algo. Por algún lado habrá que empezar. “me
llamo Pit. ¿tú a dónde vas?”. Excelente pregunta. Y claramente ella no la
reconoce. Lulú no le responde. “bueno, de todos modos será un viaje largo.
¿te apetece jugar?”. Pit saca la caja, se sienta en el pasillo y despliega
las piezas. Lulú mira el puzzle y empieza a colocarlas; algunas donde deben de
ir, otras donde buenamente considera mejor encajar la pieza que no es.
SECUENCIA16_ el esgrimista toma una sartén. “¿ves
mi reflejo?”. Lulú mira, claro que lo veo. “¿y el tuyo?”. coge la
sartén y ésta le devuelve su imagen. Sí, también me veo. Pues eso es
que ya has entendido todo. Le invade una sensación de sosiego. Pero ésta
apenas sí dura unos instantes. no, ¿qué estoy diciendo? Cuando levanta
la mirada el esgrimista se le ha vuelto a escapar. Asoma la cabeza tras una
puerta y le indica que le siga. ¿seguimos llegando tarde? El esgrimista
le hace un gesto. “pues claro”.
SECUENCIA17_ la cara de Pit le infunde calma. “regar
las plantas me relaja. Sí, a veces hasta les hablo. Dicen que es bueno. Y así
está el ficus, que bueno, ni crece ni deja de crecer, pero tampoco muere”.
Lulú mira la planta. Se queda observándola mientras cae una hoja y brota, de
un tallo reseco, otra. El viento mece la planta, suavemente. La planta se
despereza, estira sus ramitas y se sacude el polvo. Las hojas van adquiriendo un
tono verdoso, escupiendo la clorofila, muy lentamente, con calma.
SECUENCIA18_no sólo todas las calles le parecen
iguales, sino que las casas, las puertas, los coches, todo le resulta clónico.
Todos los relojes que ven están en marcha, pero detenidos en una hora. Son las
11:57, y el segundero se ha quedado estancado en los 36 segundos; lucha por
avanzar, y cuando llega a los 37, vuelve a resbalar torpemente hasta el 36.
Lulú toma una piedra, como la que una vez se comió [¿o tal vez aún no la
había comido?] y la lanzó contra uno de los relojes. El cristal se partió y
salieron del interior mil hormigas voladoras, desperdigadas en todas las
direcciones. Dio unos manotazos al aire para evitarlas y empezó a correr calle
abajo. Aunque realmente se dio cuenta de que daba igual que corriese todo recto,
o en zigzag, al fin y al cabo era lo mismo.
SECUENCIA19_anuncian por megafonía que hay ciertos
problemas con el motor. Un aterrizaje suave y se encuentran en una gasolinera en
medio de algún lugar. Pit y Lulú descienden. Se abre la portezuela de la
cabina del piloto y desciende de ella el enano. “bueno, ¿quién quiere un
masaje en los pies?... es regalo de la casa por el retraso”. Lulú se acomoda
y el enano comienza a recorrerle la planta de los pies. “¿sabe usted que
tiene unos pies categóricos?... mmmm, sí, yo diría que hermosamente
categóricos y escurridos”.
SECUENCIA20_ cada uno encuentra su sitio. Sí,
como cuando mezclas petróleo con jugo de limón. Al principio resulta una masa
asquerosa de un tono parduzco, pero luego el limón va descendiendo poco a poco,
y el petróleo, impoluto, aflora en la superficie. O como cuando Neil Armstrong
puso un dedo sobre la Tierra y entendió lo pequeño que era. Como un guisante.
SECUENCIA21_ nunca más lo volvió a ver. Se alejó,
sin darse la vuelta, aunque sabía que él la seguía con la mirada. Y guardó
el recuerdo en un cajón sin llave que algún día volvería a abrir. A veces
las cosas son así.
[*y antes de irnos, como punto anecdótico o tal vez
relevante del relato, propongo al lector una re_lectura des_ordenada de las
secuencias.]