Letras
El viaje de Lulú
Marta Catalán
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SECUENCIA01_se puso el vestido de lunares, el de gasa verde, que iba a caerle hasta justo por encima de las rodillas. Cogió las llaves y salió de casa. Soplaba una brisa cálida, anunciando el final del verano. Es noche cerrada. Se acerca hasta el punto de aterrizaje a esperar. “¿es éste el 132?” le pregunta un enano en el que no había reparado. Sí, claro. El 132. es el único que pasa por la noche. El enano saca una baraja de cartas, la lanza al aire y acto seguido desaparece dando saltitos por la esquina del boulevard. Lulú se sienta. Probablemente llegue con retraso. No importa, tampoco tiene mucha prisa. Las calles están vacías. Las señales de iluminación parpadean desconcertando su atención. “están interpretando la sonata para piano de plástico de john cage”, el enano ha reaparecido, consiguiendo ponerle el corazón en un puño, “¿no es magnífico?”. Y pronunció esta palabra como quien se deleita con cada letra, con cada sonido, como si estuviese más pendiente de escucharse a sí mismo hablando, que de saber realmente el significado. y finalmente la palabra se quedó enganchada en la maraña de sombras que cubría la calle, columpiándose ante Lucía y sacándole la lengua.

SECUENCIA02_te he dicho que no lo voy a hacer. Estoy harta. Siempre acabo haciendo lo que tú me dices. Pero esta decisión la voy a tomar yo. Qué demonios. Es mi vida. ¿o acaso resulta ahora que tengo que supeditarme a ti? Ni hablar ...apaga el cigarrillo con fuerza en el cenicero rebosante de colillas. Se levanta y da vueltas por la habitación. Se quiere ir. Quiere irse a algún lado. Lo necesita. Es como un sentimiento que brota desde algún lugar de por ahí dentro y le recorre todas las terminaciones nerviosas, hasta la punta de los dedos. Tengo que irme.

SECUENCIA03_la cabeza le da vueltas. Aún sostiene en la mano la rosa, y se pincha sin querer. Un reguero de sangre comienza a brotar con calma hasta estrellarse contra el empedrado húmedo. ¿dónde estoy? Arranca a andar perezosamente sin rumbo fijo, primero gira a la derecha, luego a la izquierda, se detiene ante un cartel, pero no lo lee. Algún reloj da la hora. tampoco lo escucha. Está empezando a volver a nublarse, la poca luz que había va disipándose hasta quedarse envuelta en la total oscuridad. No hay nadie con quien cruzarse. Como si todo el mundo hubiese desaparecido. Las ventanas están cerradas, quietas, expectantes. ¿qué hago?

SECUENCIA04_al fin llega el 132. aterriza suavemente ante la parada y abre sus puertas. El enano ha vuelto a desaparecer. Lulú se monta y se acomoda en uno de los últimos asientos, junto a la salida de emergencia. Una azafata se le acerca sonriente y le ofrece una piedra azul. Lulú la mira, mira la piedra, mira a la azafata. “tómatela, te sentará bien”. ¿una piedra, cómo me va a sentar bien una piedra? “¿y por qué no? Alguna vez te has comido alguna?”. Lo cierto es que ella no se había comido nunca ninguna, pero tampoco creía que necesitase haberse comido una para saber que no iba a estar buena. La azafata le cierra los puños a Lulú y los agita en el aire. Cuando los vuelve a abrir la piedra es un caramelo de fresa. “¿y ahora, te lo comerás?”. se lo introduce en la boca y empieza a sentir cómo todo el cansancio acumulado va relajando su cuerpo hasta quedarse dormida.

SECUENCIA05_acaban de apagar la música, pero en el aire aún danza una pareja. Tienen pinta de venir del este. Son serios, de tez pálida y pelo negro. No se miran. Sólo se deslizan suavemente. Lulú está sentada en una roída banqueta de plástico, en una esquina. Los mira. Aunque ellos no se dan cuenta de que no están solos. Ella lleva los labios pintados de rojo, y frunce la boca seria. Él un sombrero de copa y un bastón. Le recuerda la imagen a algún cuadro que vio alguna vez. Aunque en el cuadro no había una pareja bailando, sino motas de polvo deslizándose en un rayón de luz.

SECUENCIA06_ la cama la abraza, deshecha, revuelta entre sábanas usadas. Un par de ojos la miran. Es un esgrimista negro, de pie ante ella. “vamos a llegar tarde”. ¿Tarde para qué? ¿ Tarde a dónde? “ya estás otra vez con lo mismo. Venga, vámonos ya”. Lulú se levanta, aunque se siente muy cansada. El esgrimista la coge de la mano y la arrastra hasta el pasillo. Los neones parpadean, como si dudasen si quedarse encendidos o apagados. El pasillo parece ser infinito. Caminan entre las puertas abiertas de las otras habitaciones. En una de ellas hay un garaje con un viejo coche. Un niño juega a la pelota y ésta se desliza debajo del coche. Se agacha a intentar recogerla y desaparece. Suelta la mano del esgrimista, y vuelve atrás, a buscar al niño, pero cuando abre la puerta un señor de bigote blanco, en mitad de una abarrotada avenida le increpa: “mire por dónde va. Casi me pisa”. Lulú se disculpa. El esgrimista ha acelerado el paso, y se cuela entre la multitud, hasta meterse en el portal de un edificio de ladrillo. Se disculpa nuevamente con una mirada ante el señor, e intenta seguir al esgrimista. “llegaremos tarde”.

SECUENCIA07_siente las olas lamerle los pies, tranquilamente. Al otro lado de la bahía hay una exuberante vegetación. Una señora en bicicleta se le acerca y de su cesta, le ofrece unas berenjenas rebozadas. “mi hija vive en el pantano. Ahora va a tener un hijo. Es el tercero. ¿sabes? Seré abuela por tercera vez. Es curioso, ¿no? Uno sólo es hijo una vez pero luego eres padre, abuelo, tío... tantas veces como el destino, caprichoso, decida. Puedes ser hijo, y no ser padre, pero no puedes ser padre y no ser hijo. Todo el mundo es hijo de alguien”. Lulú toma la berenjena y se la vuelve a ofrecer a la señora. “ah, vaya, muchas gracias, es muy gentil por tu parte”. La señora la mastica mientras farfulla. “realmente está muy buena, ¿la has hecho tú?”.

SECUENCIA08_es curioso. De repente es como si entendiese todo. Un momento de lucidez estúpida. Ya ves. Tantas dudas. Y ahora todo tan claro. El esgrimista, vestido de esgrimista y de médico le da una palmadita en la espalda. “a ver, ahora mira para arriba, ahora para abajo. Vale. Ya te puedes desnudar”. Deja resbalar el vestido hasta los tobillos y se quita los calcetines. Se pasea la mano por el cuerpo. Es como si no lo sintiese, como si una mano ajena lo estuviese recorriendo. El esgrimista está a cierta distancia de ella. “¿cómo lo sientes?”. Extraño. Muy extraño.

SECUENCIA09_el 132 hace una parada. Se detiene en algún lugar desconocido para Lulú. Asoma la cabeza por el hueco de la ventanilla y de repente le invade un tumulto de gente, de gritos, de carros, de animales, de olores, de comidas. Una vieja se le acerca y le pide que le compre una fruta. “¿cómo te llamas?”. No contesta. La mujer, suavemente le tira del vestido. “dame algo”. Lulú vuelve a meter la cabeza y cierra la persianilla. En esta parada sólo sube una persona. No sabe quién es, pero tiene la sensación de que le suena su cara. El vuelo va vacío, y la nueva pasajera se sienta a su lado.

SECUENCIA10_se cruzaron en la calle. Sí, no sé, por azar. Él quería fuego para un solitario cigarrillo que le colgaba de los labios. “éste es el mejor regalo que me han hecho nunca”. un encuentro estúpido. Como de libro. Están en algún callejón. Se oye un gato rebañar en el fondo de algún contenedor. La mano de él roza el dorso de la de ella, como sin querer, aunque estén solos, como si les mirase alguien. Y estuvieron así horas, simplemente sintiendo el leve calor de un cuerpo cercano, sin llegar a desnudarse, sin llegar a besarse, siempre sin mirarse, sólo sintiendo.

SECUENCIA11_“mi esposa es buena. Cocina, lava, educa a los niños. Son ya muchos años juntos. En otros lugares no saben lo que es el amor. Piensan que es una cosa. Pero se equivocan. El amor no es egoísta. Ni cosa sólo de dos. Yo nunca podría abandonarla. Es mi obligación que mi familia tenga comida en el plato todos los días. ¿cómo si no?”. Lulú mira al hombre. Mueve el bigote mientras habla, escuchando de fondo la ciudad dormida. Están en la azotea de su casa. “La gente no se toma la molestia de pensar. Sólo hace y hace. Claro, así van las cosas. Es más sencillo... ¿te ha gustado la cena?”. Por supuesto. Realmente tenía razón en lo de que su mujer sabía cocinar, aunque ella se hubiese quedado abajo colocando las camas en el patio.

SECUENCIA12_él la agarra a ella por la cintura, sigue serio. Ella levanta la pierna y se quedan estáticos, extasiados en esta postura. Lulú se levanta de la banqueta y arranca a aplaudir. Pero no se oye nada. Sus palmas resuenan huecas, y los bailarines desaparecen detrás de una cristalera empañada. De pronto, por donde había salido la pareja aparece el enano dando piruetas. Le está hablando. Lo sabe porque le ve gesticular con énfasis, pero continua sin oír nada. Él se acerca y le entrega un puzzle.

SECUENCIA13_ha perdido la noción del tiempo y del espacio. Mira a su alrededor y no reconoce más que siempre la misma calle. Rebusca en su bolso y sólo encuentra un papel en blanco. Vaya, no es de gran ayuda. Hace una pelota y lo tira al suelo.

SECUENCIA14_“espera. Espera, por favor”. Suena más a súplica que a otra cosa. “al final siempre es la misma historia”. ¿no te cansas? Baja la mirada. Claro que se cansa, pero hay algo, que no sabe qué es, que es más fuerte que el propio agotamiento. “no te vayas”. Algo se le revuelve dentro. Me estoy mareando. “ven, siéntate a mi lado”. Le acaricia la cabeza, como si fuese una niña pequeña. “así está mejor, ¿verdad? No pasa nada”. Ése es el problema, que nunca pasa nada y siempre pasa todo.

SECUENCIA15_tiene una melena salvaje, exuberante, y sólo lleva un abrigo de leopardo sin botones. no sabe cómo empezar la conversación, porque realmente no sabe de qué la conoce. Se revuelve incómoda en el asiento. Tiene que decirle algo. Por algún lado habrá que empezar. “me llamo Pit. ¿tú a dónde vas?”. Excelente pregunta. Y claramente ella no la reconoce. Lulú no le responde. “bueno, de todos modos será un viaje largo. ¿te apetece jugar?”. Pit saca la caja, se sienta en el pasillo y despliega las piezas. Lulú mira el puzzle y empieza a colocarlas; algunas donde deben de ir, otras donde buenamente considera mejor encajar la pieza que no es.

SECUENCIA16_ el esgrimista toma una sartén. “¿ves mi reflejo?”. Lulú mira, claro que lo veo. “¿y el tuyo?”. coge la sartén y ésta le devuelve su imagen. Sí, también me veo. Pues eso es que ya has entendido todo. Le invade una sensación de sosiego. Pero ésta apenas sí dura unos instantes. no, ¿qué estoy diciendo? Cuando levanta la mirada el esgrimista se le ha vuelto a escapar. Asoma la cabeza tras una puerta y le indica que le siga. ¿seguimos llegando tarde? El esgrimista le hace un gesto. “pues claro”.

SECUENCIA17_ la cara de Pit le infunde calma. “regar las plantas me relaja. Sí, a veces hasta les hablo. Dicen que es bueno. Y así está el ficus, que bueno, ni crece ni deja de crecer, pero tampoco muere”. Lulú mira la planta. Se queda observándola mientras cae una hoja y brota, de un tallo reseco, otra. El viento mece la planta, suavemente. La planta se despereza, estira sus ramitas y se sacude el polvo. Las hojas van adquiriendo un tono verdoso, escupiendo la clorofila, muy lentamente, con calma.

SECUENCIA18_no sólo todas las calles le parecen iguales, sino que las casas, las puertas, los coches, todo le resulta clónico. Todos los relojes que ven están en marcha, pero detenidos en una hora. Son las 11:57, y el segundero se ha quedado estancado en los 36 segundos; lucha por avanzar, y cuando llega a los 37, vuelve a resbalar torpemente hasta el 36. Lulú toma una piedra, como la que una vez se comió [¿o tal vez aún no la había comido?] y la lanzó contra uno de los relojes. El cristal se partió y salieron del interior mil hormigas voladoras, desperdigadas en todas las direcciones. Dio unos manotazos al aire para evitarlas y empezó a correr calle abajo. Aunque realmente se dio cuenta de que daba igual que corriese todo recto, o en zigzag, al fin y al cabo era lo mismo.

SECUENCIA19_anuncian por megafonía que hay ciertos problemas con el motor. Un aterrizaje suave y se encuentran en una gasolinera en medio de algún lugar. Pit y Lulú descienden. Se abre la portezuela de la cabina del piloto y desciende de ella el enano. “bueno, ¿quién quiere un masaje en los pies?... es regalo de la casa por el retraso”. Lulú se acomoda y el enano comienza a recorrerle la planta de los pies. “¿sabe usted que tiene unos pies categóricos?... mmmm, sí, yo diría que hermosamente categóricos y escurridos”.

SECUENCIA20_ cada uno encuentra su sitio. Sí, como cuando mezclas petróleo con jugo de limón. Al principio resulta una masa asquerosa de un tono parduzco, pero luego el limón va descendiendo poco a poco, y el petróleo, impoluto, aflora en la superficie. O como cuando Neil Armstrong puso un dedo sobre la Tierra y entendió lo pequeño que era. Como un guisante.

SECUENCIA21_ nunca más lo volvió a ver. Se alejó, sin darse la vuelta, aunque sabía que él la seguía con la mirada. Y guardó el recuerdo en un cajón sin llave que algún día volvería a abrir. A veces las cosas son así.

[*y antes de irnos, como punto anecdótico o tal vez relevante del relato, propongo al lector una re_lectura des_ordenada de las secuencias.]