Artículos y reportajes
Roberto Vélez Correa
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La muerte, en días pasados, de uno de los intelectuales más importantes de Colombia, Roberto Vélez Correa, especialmente apreciado en el Eje Cafetero, nos llena de hondo pesar.

Nacido en Manizales (1952), pero hijo adoptivo del municipio de Risaralda. Estudió filosofía y letras en la Universidad de Caldas, obteniendo el magíster en literatura en la Universidad de Colorado, Boulder (EUA). Fue brillante decano de las facultades de Filosofía y Letras y Artes y Humanidades de la Universidad de Caldas entre 1992 y 1995 y 1999-2000. Director de la especialización en literatura hispanoamericana de aquélla y docente de Maestría en la Universidad Tecnológica de Pereira. Director de la revista Hipsipila de 1992 al 2002. Columnista durante muchos años de La Patria y otros importantes diarios y revistas de Colombia y el exterior.

Estudioso, disciplinado y enjundioso; generoso en afectos y poco amigo de las reyertas, conquistaba con su risa franca, en ocasiones burletera. Agudo crítico, honrado en sus conceptos, entendió su labor más como una ayuda en el discernimiento y contextualización de las obras que abordó en sus estudios que en la fría y devastadora descalificación de autores o creaciones. Profundo conocedor de la literatura hispana y americana, sus estudios sobre Gardeazábal, Arias Trujillo, Arlt y Gabriel y Galán son de obligada consulta. Avizoró muy tempranamente la importante presencia que tendría, en la literatura colombiana actual, el llamado Grupo de Manizales (Escobar, Sierra, Mejía, Agudelo, García Aguilar, Echeverri, entre otros), de quien fue compañero generacional; su Historia crítica de la literatura de Caldas (1967-1997) recoge buena parte de sus escritos sobre ellos.

Nos deja libros de gran valor como Gardeazábal (1986), La pasión de las gárgolas (1987), El eterno elusivo del poema (1995), Luces de McKenna (1996), Misterios y encantos de la intertextualidad (1997), Los suicidas de la palabra (1999) y El misterio de la malignidad (2002), entre otros muchos más.

Paz en su tumba y gloria eterna para las letras caldenses.