Toda actividad humana puede ser convertida en un objeto de
mercado. Inclusive la literatura, como lo evidencia la cantidad de concursos y
“ediciones cooperativas” en las que, para ver el propio nombre en el papel,
hay que desembolsar cierta suma de dinero. Por contravenir esto lo que
consideramos el espíritu de la literatura, la Tierra de Letras difunde por
todas las vías posibles el concepto de que estas prácticas son nocivas. Estas
verdades fueron aprendidas, de una infame manera, por quienes fueron captados
—o, más acorde con la realidad, capturados— por la editorial
fantasma Jamais, asentada en España.
El modus operandi más utilizado por Jamais
era este: Santiago Rojas y su ex esposa, Ana María Esteve, invitaban a autores
de todo el mundo, a través de Internet y por otros medios, a participar en
concursos literarios organizados por la editorial. Luego, enviaban a cada
participante una carta en la que le informaban que, dada la calidad de la
poesía con que había participado, había sido preseleccionado para integrar
una antología con los mejores trabajos, y que para que esto se hiciera realidad
debía aportar cierta cuota en metálico.
Eventualmente con algunos escritores se iba más
allá: se les pedía más dinero para publicarles un libro completo. Los libros,
en la mayoría de los casos, nunca eran impresos; sólo cuando un autor hacía
presión recibía unos pocos ejemplares. Siempre a destiempo, pues el negocio
consistía en embaucar a mucha gente para poder resolver situaciones difíciles
ante aquellos que sí presionaran. En algunos casos se convencía al autor para
que les hiciera promoción con otros autores, que a su vez eran también
estafados.
Ahora Jamais está en los tribunales. Las primeras
noticias en la prensa indican que se ha contabilizado una deuda de 34.000 euros
con escritores e imprentas. De hecho, una de las dos imprentas con las que
trabajaba Rojas pudo en su momento embargarle una casa. Varios de los afectados
se han reunido, como informamos hace unos días en nuestra
bitácora, en un grupo
de usuarios de MSN. Y ya el escándalo ha movido hasta
a los gremios, pues la Asociación Colegial de Escritores de España —una de
cuyas escritoras de la directiva está entre los estafados— está haciendo
presión para que se aplique la justicia a este editor-estafador, quien, como
indica su presidente, Francisco Vélez, “tanto puede perjudicar la imagen y
gestión de los buenos editores andaluces”.
Cabe esperar que, al menos en este caso, habrá
justicia. Parece ser que el delito será claramente probado y los afectados
recibirán, de cualquier manera, la correspondiente indemnización. Queda para
más arduos menesteres hallar la forma de que estafadores más sutiles, que bajo
la capa de supuestos méritos literarios capturan autores de todo el
mundo para sus “ediciones cooperativas” pero sin arriesgarse a infringir la
ley, sean en el futuro puestos al descubierto.