En el ocaso del siglo XIX, José Martí y Rubén Darío
establecen, por medio de la crónica periodística, uno de los vínculos
literarios más sorprendentes en la historia del modernismo y la prosa
hispánica. Aunque ambos escritores se conocieron en Nueva York sólo por unas
horas, el fruto de este acontecimiento será un conjunto de correspondencias que
integran la España contemporánea, de Darío.1 En este
análisis del ámbito social, económico, político y cultural de la España
decimonónica finisecular, prevalece un paralelismo con la temática de En
los Estados Unidos,2 de Martí: una serie de correspondencias
escritas a partir del 20 de agosto de 1881 hasta el 11 de enero de 1891.3
Gonzalo de Quesada y Miranda indica que durante este lapso de exilio político,
“Martí no sólo se reveló como brillante periodista y literato, sino
también como maestro y sociólogo. Nada se le escapaba de lo que sucedía a
diario en la gran nación norteña” (Martí, Obras completas, 27: 97).4
En consecuencia, el contexto de estos artículos será un punto literario de
referencia e inspiración para Darío durante su estancia en la Península
Ibérica.
Rubén Darío contribuye a enriquecer e innovar el
contenido intelectual y estilístico de la prosa hispánica a través del
enfoque e interpretación de importantes acontecimientos relacionados con el
entorno madrileño y España. Los escritos periodísticos de esta etapa muestran
una evidente influencia martiana,5 tal y como lo corrobora Juan
Ramón Jiménez al asentar el siguiente nexo:
La prosa de Rubén Darío y mucha parte
de su verso sale de Martí; [y] el que no lo haya visto es porque no los ha
leído. [Las] crónicas de Darío de La Nación son iguales que las
de Martí, exactamente; si no las firmara, podrían parecer de Martí; es
decir, que copiaba esas imágenes, esos giros de Martí (231).
Después del encuentro con Martí, y cinco años
antes de su arribo a tierras españolas, el nicaragüense expresa en un
artículo con fecha del 2 de marzo de 1895, un reconocimiento sublime y
explícita admiración hacia el escritor cubano, a quien atribuye “prodigalidades
de Aladino [que] no deben asombrar”:
No hay sobre la tierra quien arriende
mejor un período, y guíe una frase en un steeplechase vertiginoso,
como él: no hay quien tenga un troj de adjetivos como la suya, ni un tesoro
de adverbios, ni una ménagerie de metáforas, ni un Tequendama
verbal como el suyo (Escritos dispersos de Rubén Darío, 14-19).
Este análisis sugiere de antemano los lineamentos
estéticos que habrán de dar forma a la estructura del lenguaje y composición
de España contemporánea, que sin lugar a dudas emana del postulado
martiano que enuncia: “El verso se improvisa, pero la prosa no; la prosa viene
con los años” (Ghiano, 30). Un ideal que Martí ya había previsto durante su
juventud:
Mientras me quede un átomo de vida
Haré la prosa flor y el verso luz (Marinello, Ensayos, 488).
Darío envía a la Argentina colaboraciones
impregnadas de una extensa visión de la vida española: la de la capital y
otros puntos geográficos. Tal y como él mismo lo afirma: “La Nación me
ha enviado a Madrid a que diga la verdad, y no he de decir sino lo que en
realidad observe y sienta. Por eso me informo en todas partes; por eso voy a
todos los lugares...” (Obras, 3: 51). Es en esta era cuando sus
correspondencias indican una similitud temática con En los Estados Unidos, cuyo
contenido incluye “información veraz sobre la vida estadounidense y los
sucesos importantes del desarrollo social y político del país, hasta la
presentación de los hechos internacionales más destacados y de las grandes
[figuras] contemporáneas” (Ghiano, 20).6
En suma, España contemporánea es el
resultado de una investigación profunda del medio ambiente madrileño que
proyecta una atmósfera trágica, hostil y abúlica, producto de la guerra de
1898.7 Por consiguiente, en parte de sus testimonios se describe la
huella de la política expansionista de Norteamérica. La crónica “Madrid”
reproduce esta realidad: “Los mendigos, desde que salto del tren, me asaltan
bajo cien aspectos; ... los cafés, llenos de humo, rebosan de desocupados,
entre hermosos tipos de hombres y mujeres ... el imperio hecho polvo, las
fuerzas agotadas ...” (Obras, 3: 40-43). La derrota de España en
Cavite y Santiago de Cuba frente a los Estados Unidos desencadenó “pobreza,
subdesarrollo, injusticia social, separatismo regional, carencia de inversiones,
una educación anticuada, y una urgente necesidad de cambios en la estructura
del poder político (Shaw, 9). Esta problemática es examinada en las páginas
de otros reportajes darianos: “La enseñanza” manifiesta que la “ignorancia
española es inmensa. El número de analfabetos es colosal, comparado con
cualquier estadística. Lo que necesita con urgencia la juventud española es
que le enseñen a leer” (Obras, 3: 282-288). El artículo “Congreso
social y económico iberoamericano”8 describe la precaria “situación
en que se encuentra la antigua metrópoli con las que fueron en un tiempo sus
colonias ... La caída fue colosal. Las causas están en la conciencia de todos”
(Obras, 3: 343), explica Darío. Esta profunda visión incorpora una
perspectiva nueva a algunos de los asuntos económicos, sociales y políticos
que ya habían sido sujeto de observación en España durante la última década
del siglo XIX. Primero en Los males de la patria y la futura revolución
española, de Lucas Mallada (1890); y después en “Sobre el marasmo actual
de España” de En torno al casticismo (1895), de Miguel de Unamuno; Idearium
español (1896) y Los trabajos del infatigable creador Pío Cid
(1898), de Angel Ganivet. Asimismo, en “Un meeting político” la
intuición dariana antecede al presagio sobre la guerra civil española que
José Martínez Ruiz incluye en su primera novela La voluntad (1902)
(279-80). De esta manera, la perspicacia literaria del cronista revela el estado
anímico de un país que se aproxima a la siguiente catástrofe nacional:
He asistido hace pocas noches a un meeting
republicano. Sabía que la concurrencia sería numerosa, ... Allí me
senté, cerca de un francés y de un ruso. [Un orador d]ijo a los
partidarios de la República que es el momento de que el pueblo vuelva a ser
lo que fue hace treinta y un años. Ahora que la patria está más abatida
después de las recientes catástrofes, es hora de levantarse (Obras, 3:
258-59).
La anterior convergencia de sucesos internacionales
está entretejida con la prosa concienzuda de Martí, quien en “La guerra
social en Chicago” advierte la dialéctica del movimiento anarquista en la
América del Norte. Un fenómeno social hacia el que demuestra un cambio de
actitud gradual mediante varios artículos9 que anteceden a ésta. De
un modo general, Juan Marinello opina que las descripciones de Martí son “deslumbrantes,
de argumentación elocuente y de imágenes de erguida novedad (José Martí, 36).
A la vez su prosa “es musical y plástica, de contenido amplio, abierto a
[diversos] temas ...” (Ghiano, 16-17).
Pese a su breve permanencia en la capital española,
Darío describe una temática compleja que erradica la imagen iconográfica
difundida en Italia, Francia, Alemania, Inglaterra y los Estados Unidos de una
España de toros y verbenas.10 Los comentarios incluyen bellas
estampas populares y escenas de aristócratas hilvanados al ritmo y trasfondo de
la vida cultural madrileña y nacional; con sus acontecimientos y personajes
relevantes en política, letras e historia hispana. Rubén al presentarnos a la
escritora Emilia Pardo Bazán, traza los antecedentes del feminismo
decimonónico hispánico como un hecho histórico tangible: “No deja de haber
murmuradores que encuentran raro lo de que España vaya a ser representada
intelectualmente, en la Sociedad de Conferencias, por una mujer. [N]o sé quién
mejor que doña Emilia hubiera podido hablar en nombre de la cultura española”
(Obras, 3: 149). Es aquí donde reanima una vez más lo aprendido en
Martí, para abordar acontecimientos polémicos y de gran actualidad.11
Así, las investigaciones de “La mujer española” son hasta cierto punto, un
estudio comparativo que contrasta fuertemente con la información en torno a las
mujeres de En los Estados Unidos.12 En relación a las
condiciones sociales de la mujer española, Darío recopila datos estadísticos
que exponen una desesperante situación:
[E]n España, 6.700.000 mujeres carecen
de toda ocupación, y 51.000 se dedican a la mendicidad. Fuera de las
fábricas de tabacos, costuras y modas y el servicio doméstico, en que tan
míseros sueldos se ganan, la mujer española no halla otro refugio. [Es
imperativo] abrir a la mujer fuentes de trabajo que la libertasen de la
miseria y de los padecimientos actuales (Obras, 3: 362-63).
Es adecuado recalcar que tanto Martí como Darío
abogan por la igualdad de derechos para la mujer ya que sus investigaciones e
ideas dignifican la imagen de la mujer, y coadyuvan a la difusión del
movimiento feminista estadounidense e hispánico.13
Por un lado, un considerable número de las
crónicas de Nueva York agrupa sucesos en la vida de mujeres de diversos
estratos sociales, culturales, razas y circunstancias económicas adversas o
privilegiadas. Por el otro, en Madrid los efectos de la tragedia española
habían agudizado ya las condiciones del pueblo, y en especial las de la mujer.
En general, los testimonios de esta fase son importantes fuentes de información
en los anales del feminismo en Estados Unidos y España. Por ello, podemos
considerar a Martí y a Darío como los primeros cronistas hispanoamericanos del
feminismo en América y España.
Así como las Escenas norteamericanas “describen
un aspecto singular, o un momento característico de la vida de Norteamérica”
(Martí, Obras, 27: 98) en las postrimerías del siglo XIX, los
artículos darianos reflejan la vida nacional española finisecular. Por eso,
entre los comentarios de la España contemporánea advertimos la alusión
a un periodismo cómplice de la crítica literaria estancada: “Desde mi
llegada he buscado en libros y periódicos alguna manifestación nueva. Los
pocos reconocidos como maestros callan, o porque los órganos principales no
solicitan sus opiniones o porque el desencanto les ha poseído” (Obras, 3:
325). En contraposición a la mediocridad periodística de Antonio de Valbuena,
y a la crítica paliquera de Leopoldo Alas, alias Clarín,14
Rubén Darío menciona a una pléyade de artistas que desean renovar las letras
y el modo de pensar español. Es más, el medio de Madrid le permite frecuentar
a estos jóvenes, quienes contribuyen a enriquecer la cultura española y
universal.15 Entre otros, en su lista aparecen Jacinto Benavente,
Manuel Bueno, Ramiro de Maeztu, Ramón María del Valle-Inclán, Alejandro Sawa,
Darío de Regoyos y José Martínez Ruiz: “curioso y aislado en el grupo de la
juventud española que piensa” (Obras, 3: 331). Es apropiado anotar que
el retraimiento del futuro Azorín implica una situación histórica de España.16
Además, en los artículos a La Nación se introducen comentarios
respetables sobre algunos de estos jóvenes y su obra, casi desconocidos por
aquel entonces en Hispanoamérica.17
Las semblanzas y contenido cultural de España
contemporánea anuncian una aproximación hacia los temas martianos de Letras,
pintura y artículos varios. Los reportajes de Darío distinguen la
presencia de dos generaciones artísticas: la de los jóvenes y los maestros. De
este modo, nos introducen a “La joven literatura” y “El modernismo” en
contraste con “Los inmortales” y “La coronación de Campoamor”. Este
ubérrimo panorama hispano del arte y la cultura vivifica los estudios de Martí
sobre Whalt Whitman, Emerson, Longfellow, John Payne y Whittier, autores
estadounidenses que han llegado a ser apreciados en el mundo hispánico debido a
las crónicas de la América del Norte (Marinello, José Martí, 17).18
Sin lugar a dudas, Rubén Darío al abordar algunos
temas y sucesos de España tomó como base la línea intelectual trazada por
Martí en: “Los críticos de Chicago”, “El arte en los Estados Unidos”,
“Los acuarelistas americanos”, “La quincuagésima quinta exhibición de la
Academia Nacional de Dibujo”, “Libros americanos”, “Cómo se imprime un
libro en los Estados Unidos”, “El Museo Metropolitano”. Los siguientes
títulos darianos exteriorizan un notable parecido con la susodicha obra de
Martí: “La crítica”, “Una exposición”, “Certámenes y exposiciones”,
“El cartel de España”, “Libreros y editores” y “Una casa museo”.
Esta deliberada yuxtaposición es un hecho trascendental en los cánones de la
literatura universal, ya que revela un explícito proseguimiento del trabajo
literario de Martí. Por lo tanto, en España contemporánea aparece un
alimón a destiempo en la crónica del modernismo.
En conjunto, En los Estados Unidos y España
contemporánea incluyen una constante preocupación intelectual y artística
por enseñar a Hispanoamérica una percepción fidedigna de la vida en los
Estados Unidos y España; con sus vicisitudes aunadas al expansionismo yanqui y
a la tragedia hispana. Al mismo tiempo, Martí y Darío interpretan las ideas y
aportes culturales de distinguidas personalidades provenientes de dos países
disímiles.
La ciudad de Nueva York es un escenario donde
convergen circunstancialmente dos figuras modernistas de América Latina, cuyos
análisis periodísticos del entorno social, económico, cultural y político
estadounidense y español, son aún las revelaciones más extraordinarias en la
historia de la crónica hispanoamericana de finales del siglo XIX.
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Unamuno, Miguel de. Obras completas. Vol.
3. Madrid: Afrodisio Aguado, 1950.
Notas
En Obras completas de Rubén Darío se aclara
que España contemporánea está constituida por varias crónicas que
fueron publicadas individualmente y por vez primera, entre enero de 1899 y
abril de 1900, en el periódico argentino La Nación (3: 12).
Estas correspondencias están integradas por Escenas
norteamericanas, Norteamericanos y Letras, pinturas y artículos
varios. Son publicadas en grupo, en 1900, gracias a la ardua
labor de recopilación llevada a cabo por Gonzalo de Quesada y Aróstegui,
discípulo predilecto de Martí (Obras completas, 27: 11-16).
Según Juan Marinello, la visión martiana sobre la
vida política y cultural de los Estados Unidos queda, por su claridad,
novedad, penetración y su valentía, como el mejor testimonio hasta su
momento: “La imagen norteamericana de Martí es indispensable para quien
desee estudiar la transformación de los Estados Unidos durante uno de los
períodos más significativos y trascendentes de su historia” (José, 16).
Ángel Rama en “La dialéctica de la modernidad en
José Martí” explica que Nuestra América es un ideario
americanista ante la política internacional de los Estados Unidos. Al mismo
tiempo subraya que ésta es una respuesta al primer Congreso Panamericano o
Primera Conferencia Internacional Americana de octubre de 1889. Añade Rama
que de “1880 a 1895 Martí vivirá en la permanente ‘agonía’ de la
inminencia del zarpazo imperialista, voceándolo en todas las formas
posibles, multiplicándose para alertar a los países del sur del río Bravo”
(Seminario José Martí, 144).
“Tan honda es la marca de Martí en la prosa
periodística de Darío, que Juan Ramón Jiménez llega a declarar que, sin
haber leído letra de ella, ya la conocía a través de la de Rubén. El
profesor Manuel Pedro González ha comprobado ampliamente cómo las
crónicas de Martí sirvieron de modelo a las del nicaragüense no sólo en
la estructura, sino en el desarrollo de las cláusulas, en el ordenamiento
del juicio y en el matiz de la adjetivación” (Marinello, José,
30).
A guisa de homenaje póstumo, en Los raros,
(1896), Rubén Darío profesa una gran admiración hacia José Martí.
Pío Baroja exterioriza características del ámbito
español noventayochista: “la pérdida de las colonias que, naturalmente
restringió el número de empleos en España, al verse tantos hombres en la
proximidad de los treinta años sin oficio, sin medios de existencia y sin
porvenir, desarrolló principalmente en Madrid una bohemia áspera, rebelde,
perezosa, maldiciente y malhumorada” (Arquer, 23).
Esta correspondencia es una respuesta histórica a
las crónicas de Nuestra América, tituladas: “El Congreso de
Washington”, “Congreso Internacional de Washington” y “La
Conferencia Americana”. Desde Washington se desea reafirmar la doctrina
Monroe y el destino manifiesto, y de esta forma asegurar la anexión a
Estados Unidos de las últimas colonias ultramarinas de España.
El investigador Juan Mestas ha demostrado que, a
partir de la correspondencia del 16 de mayo de 1886, Martí denota un
proceso de concientización progresivo. En un principio da por sentado la
culpabilidad de los arrestados. El 2 de septiembre de 1886 piensa que es
justa la sentencia dada a los anarquistas. El 3 de septiembre de 1887 opina
que “se sabe que no está entre ellos el que lanzó la mortal bomba”. En
el 22 de septiembre de 1887 su actitud ha cambiado. Siente respeto por “aquel
dolor donde es visible la virtud” y reitera que ha sido injusto el
veredicto. Ya no dirige oprobios a los condenados; los describe sin elogio y
sin ofensa (128).
La percepción típica de España en el siglo XIX
aparece en óperas de Verdi, Bizet; en Goethe, Schiller y el Don Carlos. Hay
mezcla de lo moro y lo oriental; el paisaje y clima africano influyen a
Théophile Gautier en Un viaje por España, y a Washington Irving en Cuentos
de la Alhambra. “España en la modernidad” University of Maryland.
Juan Ramón Jiménez Hall, College Park. Octubre 7 de 1998.
José Emilio Pacheco ha explicado que uno de los
propósitos de las crónicas de Martí es diseminar ideas y educar al
lector. Este elemento aparece implícito en los artículos de Darío, quien
también cumple con la función de informar y entretener simultáneamente.
Sus correspondencias reafirman el alto contenido intelectual y estilístico
característico en Martí. “Modernismo”. University of Maryland. Juan
Ramón Jiménez Hall, College Park. Abril de 1999.
Las Obras completas de Martí, incluyen un
amplio estudio en torno a la situación e influjo general en la sociedad de
la mujer norteamericana de finales del siglo XIX. Los artículos aluden la
importante presencia de “Abogados mujeres”, “La mujer en los asilos,
en los hospitales, en las cárceles, en las escuelas”, “La mujer en las
universidades”, “En Inglaterra y los Estados Unidos” (9: 287), “La
mujer en los Estados Unidos”, “La hermana del Presidente” (10: 427),
“Influjo creciente de la mujer norteamericana”, “Mrs. Cleveland”
(11: 133), “Descripción de la primera votación de las mujeres en Kansas”,
“Objeto de la ley que concedió el sufragio a la mujer”, “Helen Gongar”,
“Cómo condujeron las mujeres su campaña”, “Espíritu y métodos:
heridas en la honra”, “Blancas y negras” (11: 183), “La hermana del
Presidente va a dar clases de historia”, “La mujer americana”, “Gran
reunión de señoras en el corregimiento de Brooklyn”, “La oradora
irlandesa”, “Las maestras alemanas”, “Sociedad antropológica de
señoras”, “La americana de ayer y la de hoy” (11: 205-213), “La
hermana Peterson”, “Mujeres heroicas”, “La novela de Nina Van Zandt”,
“Mujeres” (11: 307-391), “La novela famosa de Amelie Rives”, “El
yanqui y su mujer”, “La mujer del Norte, según Max O’Rell”, “Cuadrillas
de mujeres”, “Mujeres solas”, “Ella Blackburne, la bonita”, “La
periodista, Nanitta Daisy”, “Las mujeres de Sorosis” (12: 31-483).
El movimiento feminista norteamericano de los siglos
XVIII y XIX involucra las aportaciones epistolares de la ex primera dama
Abigail Adams. La primera periodista profesional, Margaret Fuller, en Woman
in the Nineteenth Century (1845), y Elizabeth Cady Stanton, organizadora
en 1848 de la Primera Convención sobre los derechos de la mujer en Seneca
Falls. En Francia las obras de Madame de Stäel y George Sand, y en España
las de Cecilia Böhl de Faber (Fernán Caballero) y Rosalía de Castro
establecen un precedente intelectual a Emilia Pardo Bazán.
Guillermo Díaz-Plaja en Modernismo frente a
noventa y ocho, comenta el desdén de Leopoldo Alas hacia Rubén Darío
y las letras de Hispanoamérica. Desde 1893, Clarín inicia los
ataques contra el modernismo. Díaz-Plaja agrega que “Clarín propende,
como su coetáneo Antonio de Valbuena, a servir el gusto de los más”
(45-49).
El pintor-escritor Ricardo Baroja, miembro de uno de
los grupos que integraban las heterogéneas tertulias, en “Gente del 98”
reproduce algunas de sus interacciones con Ramón del Valle-Inclán, Rubén
Darío, Jacinto Benavente, Ramiro de Maeztu, Silverio Lanza, Camilo
Bargiela, Darío de Regoyos, Pablo Picasso, los hermanos Álvarez Quintero,
Pío Baroja, José Martínez Ruiz, el francés Cornuty, y Miguel de Unamuno,
quien no residía en Madrid (69-85). Cabe agregar a esta lista algunos
nombres omitidos: Ángel Ganivet, Manuel Bueno, José Ignacio Alberti,
Tomás Orts y “algunos corifeos” (Gómez de la Serna, 51-53). Además,
Antonio y Manuel Machado (Laín Entralgo, 9).
Joan Fuster en Nosaltres, els valencians, ha
subrayado que la historia de la castellanización cultural en España
continúa en el siglo XIX y XX con una orientación más vacilante. El
proceso de castellanización social es evidente. Va estrictamente ligado a
la situación de clase. Por eso, Azorín, pueblerino de Monóvar, no esconde
su preocupación personal: “¿Cómo escribirá quien ha pensado niño,
adolescente, con otros signos que el castellano? ¿Cómo escriben en
castellano los nativos de Valencia?” (140-46). Quizás esta situación
determina su amistad con los hermanos Ricardo y Pío Baroja, inmigrantes del
País Vasco a Madrid.
Manuel Machado anota que alrededor del año 1898 en
España, “[e]mpezaban a sonar otros nombres, los de una nueva generación
que llegaba a punto de madurez, ...” (Litvak, El modernismo, 223).
En El modernismo visto por los modernistas, aparece una lista
cronológica de las primeras publicaciones de autores de este período:
Jacinto Benavente publica Teatro fantástico en 1892; el Nido
ajeno en 1899, y Pequeña ópera lírica hasta 1904.
Ramiro de Maeztu, Hacia otra España (1899), y Defensa de la
hispanidad (1934). José Martínez Ruiz, Charivari (1897);
El alma castellana (1900), y La voluntad (1902). Ramón María
del Valle-Inclán, Femeninas (1894); Sonatas (1902-5)
(499-504).
“Indudablemente el trabajo más apropiado para
conocer las ideas filosóficas del propio Martí es el de Emerson,
con el que tenía mucho en común, sobre todo por su amor a la naturaleza.
Su estudio de Whalt Whitman es tanto más valioso porque Martí lo admiró,
y destacó su vigorosa personalidad como poeta y hombre en una época en que
los méritos de Whitman aún no eran justamente reconocidos sino que, por el
contrario resultaban objeto de escándalo y de opiniones encontradas”
(Martí, Obras completas, 27: 123).