Sala de ensayo
Rubén Darío y José Martí
De Nueva York a España:
visiones finiseculares
de dos mundos
Comparte este contenido con tus amigos

En el ocaso del siglo XIX, José Martí y Rubén Darío establecen, por medio de la crónica periodística, uno de los vínculos literarios más sorprendentes en la historia del modernismo y la prosa hispánica. Aunque ambos escritores se conocieron en Nueva York sólo por unas horas, el fruto de este acontecimiento será un conjunto de correspondencias que integran la España contemporánea, de Darío.1 En este análisis del ámbito social, económico, político y cultural de la España decimonónica finisecular, prevalece un paralelismo con la temática de En los Estados Unidos,2 de Martí: una serie de correspondencias escritas a partir del 20 de agosto de 1881 hasta el 11 de enero de 1891.3 Gonzalo de Quesada y Miranda indica que durante este lapso de exilio político, “Martí no sólo se reveló como brillante periodista y literato, sino también como maestro y sociólogo. Nada se le escapaba de lo que sucedía a diario en la gran nación norteña” (Martí, Obras completas, 27: 97).4 En consecuencia, el contexto de estos artículos será un punto literario de referencia e inspiración para Darío durante su estancia en la Península Ibérica.

Rubén Darío contribuye a enriquecer e innovar el contenido intelectual y estilístico de la prosa hispánica a través del enfoque e interpretación de importantes acontecimientos relacionados con el entorno madrileño y España. Los escritos periodísticos de esta etapa muestran una evidente influencia martiana,5 tal y como lo corrobora Juan Ramón Jiménez al asentar el siguiente nexo:

La prosa de Rubén Darío y mucha parte de su verso sale de Martí; [y] el que no lo haya visto es porque no los ha leído. [Las] crónicas de Darío de La Nación son iguales que las de Martí, exactamente; si no las firmara, podrían parecer de Martí; es decir, que copiaba esas imágenes, esos giros de Martí (231).

Después del encuentro con Martí, y cinco años antes de su arribo a tierras españolas, el nicaragüense expresa en un artículo con fecha del 2 de marzo de 1895, un reconocimiento sublime y explícita admiración hacia el escritor cubano, a quien atribuye “prodigalidades de Aladino [que] no deben asombrar”:

No hay sobre la tierra quien arriende mejor un período, y guíe una frase en un steeplechase vertiginoso, como él: no hay quien tenga un troj de adjetivos como la suya, ni un tesoro de adverbios, ni una ménagerie de metáforas, ni un Tequendama verbal como el suyo (Escritos dispersos de Rubén Darío, 14-19).

Este análisis sugiere de antemano los lineamentos estéticos que habrán de dar forma a la estructura del lenguaje y composición de España contemporánea, que sin lugar a dudas emana del postulado martiano que enuncia: “El verso se improvisa, pero la prosa no; la prosa viene con los años” (Ghiano, 30). Un ideal que Martí ya había previsto durante su juventud:

Mientras me quede un átomo de vida
Haré la prosa flor y el verso luz (Marinello, Ensayos, 488).

Darío envía a la Argentina colaboraciones impregnadas de una extensa visión de la vida española: la de la capital y otros puntos geográficos. Tal y como él mismo lo afirma: “La Nación me ha enviado a Madrid a que diga la verdad, y no he de decir sino lo que en realidad observe y sienta. Por eso me informo en todas partes; por eso voy a todos los lugares...” (Obras, 3: 51). Es en esta era cuando sus correspondencias indican una similitud temática con En los Estados Unidos, cuyo contenido incluye “información veraz sobre la vida estadounidense y los sucesos importantes del desarrollo social y político del país, hasta la presentación de los hechos internacionales más destacados y de las grandes [figuras] contemporáneas” (Ghiano, 20).6

En suma, España contemporánea es el resultado de una investigación profunda del medio ambiente madrileño que proyecta una atmósfera trágica, hostil y abúlica, producto de la guerra de 1898.7 Por consiguiente, en parte de sus testimonios se describe la huella de la política expansionista de Norteamérica. La crónica “Madrid” reproduce esta realidad: “Los mendigos, desde que salto del tren, me asaltan bajo cien aspectos; ... los cafés, llenos de humo, rebosan de desocupados, entre hermosos tipos de hombres y mujeres ... el imperio hecho polvo, las fuerzas agotadas ...” (Obras, 3: 40-43). La derrota de España en Cavite y Santiago de Cuba frente a los Estados Unidos desencadenó “pobreza, subdesarrollo, injusticia social, separatismo regional, carencia de inversiones, una educación anticuada, y una urgente necesidad de cambios en la estructura del poder político (Shaw, 9). Esta problemática es examinada en las páginas de otros reportajes darianos: “La enseñanza” manifiesta que la “ignorancia española es inmensa. El número de analfabetos es colosal, comparado con cualquier estadística. Lo que necesita con urgencia la juventud española es que le enseñen a leer” (Obras, 3: 282-288). El artículo “Congreso social y económico iberoamericano”8 describe la precaria “situación en que se encuentra la antigua metrópoli con las que fueron en un tiempo sus colonias ... La caída fue colosal. Las causas están en la conciencia de todos” (Obras, 3: 343), explica Darío. Esta profunda visión incorpora una perspectiva nueva a algunos de los asuntos económicos, sociales y políticos que ya habían sido sujeto de observación en España durante la última década del siglo XIX. Primero en Los males de la patria y la futura revolución española, de Lucas Mallada (1890); y después en “Sobre el marasmo actual de España” de En torno al casticismo (1895), de Miguel de Unamuno; Idearium español (1896) y Los trabajos del infatigable creador Pío Cid (1898), de Angel Ganivet. Asimismo, en “Un meeting político” la intuición dariana antecede al presagio sobre la guerra civil española que José Martínez Ruiz incluye en su primera novela La voluntad (1902) (279-80). De esta manera, la perspicacia literaria del cronista revela el estado anímico de un país que se aproxima a la siguiente catástrofe nacional:

He asistido hace pocas noches a un meeting republicano. Sabía que la concurrencia sería numerosa, ... Allí me senté, cerca de un francés y de un ruso. [Un orador d]ijo a los partidarios de la República que es el momento de que el pueblo vuelva a ser lo que fue hace treinta y un años. Ahora que la patria está más abatida después de las recientes catástrofes, es hora de levantarse (Obras, 3: 258-59).

La anterior convergencia de sucesos internacionales está entretejida con la prosa concienzuda de Martí, quien en “La guerra social en Chicago” advierte la dialéctica del movimiento anarquista en la América del Norte. Un fenómeno social hacia el que demuestra un cambio de actitud gradual mediante varios artículos9 que anteceden a ésta. De un modo general, Juan Marinello opina que las descripciones de Martí son “deslumbrantes, de argumentación elocuente y de imágenes de erguida novedad (José Martí, 36). A la vez su prosa “es musical y plástica, de contenido amplio, abierto a [diversos] temas ...” (Ghiano, 16-17).

Pese a su breve permanencia en la capital española, Darío describe una temática compleja que erradica la imagen iconográfica difundida en Italia, Francia, Alemania, Inglaterra y los Estados Unidos de una España de toros y verbenas.10 Los comentarios incluyen bellas estampas populares y escenas de aristócratas hilvanados al ritmo y trasfondo de la vida cultural madrileña y nacional; con sus acontecimientos y personajes relevantes en política, letras e historia hispana. Rubén al presentarnos a la escritora Emilia Pardo Bazán, traza los antecedentes del feminismo decimonónico hispánico como un hecho histórico tangible: “No deja de haber murmuradores que encuentran raro lo de que España vaya a ser representada intelectualmente, en la Sociedad de Conferencias, por una mujer. [N]o sé quién mejor que doña Emilia hubiera podido hablar en nombre de la cultura española” (Obras, 3: 149). Es aquí donde reanima una vez más lo aprendido en Martí, para abordar acontecimientos polémicos y de gran actualidad.11 Así, las investigaciones de “La mujer española” son hasta cierto punto, un estudio comparativo que contrasta fuertemente con la información en torno a las mujeres de En los Estados Unidos.12 En relación a las condiciones sociales de la mujer española, Darío recopila datos estadísticos que exponen una desesperante situación:

[E]n España, 6.700.000 mujeres carecen de toda ocupación, y 51.000 se dedican a la mendicidad. Fuera de las fábricas de tabacos, costuras y modas y el servicio doméstico, en que tan míseros sueldos se ganan, la mujer española no halla otro refugio. [Es imperativo] abrir a la mujer fuentes de trabajo que la libertasen de la miseria y de los padecimientos actuales (Obras, 3: 362-63).

Es adecuado recalcar que tanto Martí como Darío abogan por la igualdad de derechos para la mujer ya que sus investigaciones e ideas dignifican la imagen de la mujer, y coadyuvan a la difusión del movimiento feminista estadounidense e hispánico.13

Por un lado, un considerable número de las crónicas de Nueva York agrupa sucesos en la vida de mujeres de diversos estratos sociales, culturales, razas y circunstancias económicas adversas o privilegiadas. Por el otro, en Madrid los efectos de la tragedia española habían agudizado ya las condiciones del pueblo, y en especial las de la mujer. En general, los testimonios de esta fase son importantes fuentes de información en los anales del feminismo en Estados Unidos y España. Por ello, podemos considerar a Martí y a Darío como los primeros cronistas hispanoamericanos del feminismo en América y España.

Así como las Escenas norteamericanas “describen un aspecto singular, o un momento característico de la vida de Norteamérica” (Martí, Obras, 27: 98) en las postrimerías del siglo XIX, los artículos darianos reflejan la vida nacional española finisecular. Por eso, entre los comentarios de la España contemporánea advertimos la alusión a un periodismo cómplice de la crítica literaria estancada: “Desde mi llegada he buscado en libros y periódicos alguna manifestación nueva. Los pocos reconocidos como maestros callan, o porque los órganos principales no solicitan sus opiniones o porque el desencanto les ha poseído” (Obras, 3: 325). En contraposición a la mediocridad periodística de Antonio de Valbuena, y a la crítica paliquera de Leopoldo Alas, alias Clarín,14 Rubén Darío menciona a una pléyade de artistas que desean renovar las letras y el modo de pensar español. Es más, el medio de Madrid le permite frecuentar a estos jóvenes, quienes contribuyen a enriquecer la cultura española y universal.15 Entre otros, en su lista aparecen Jacinto Benavente, Manuel Bueno, Ramiro de Maeztu, Ramón María del Valle-Inclán, Alejandro Sawa, Darío de Regoyos y José Martínez Ruiz: “curioso y aislado en el grupo de la juventud española que piensa” (Obras, 3: 331). Es apropiado anotar que el retraimiento del futuro Azorín implica una situación histórica de España.16 Además, en los artículos a La Nación se introducen comentarios respetables sobre algunos de estos jóvenes y su obra, casi desconocidos por aquel entonces en Hispanoamérica.17

Las semblanzas y contenido cultural de España contemporánea anuncian una aproximación hacia los temas martianos de Letras, pintura y artículos varios. Los reportajes de Darío distinguen la presencia de dos generaciones artísticas: la de los jóvenes y los maestros. De este modo, nos introducen a “La joven literatura” y “El modernismo” en contraste con “Los inmortales” y “La coronación de Campoamor”. Este ubérrimo panorama hispano del arte y la cultura vivifica los estudios de Martí sobre Whalt Whitman, Emerson, Longfellow, John Payne y Whittier, autores estadounidenses que han llegado a ser apreciados en el mundo hispánico debido a las crónicas de la América del Norte (Marinello, José Martí, 17).18

Sin lugar a dudas, Rubén Darío al abordar algunos temas y sucesos de España tomó como base la línea intelectual trazada por Martí en: “Los críticos de Chicago”, “El arte en los Estados Unidos”, “Los acuarelistas americanos”, “La quincuagésima quinta exhibición de la Academia Nacional de Dibujo”, “Libros americanos”, “Cómo se imprime un libro en los Estados Unidos”, “El Museo Metropolitano”. Los siguientes títulos darianos exteriorizan un notable parecido con la susodicha obra de Martí: “La crítica”, “Una exposición”, “Certámenes y exposiciones”, “El cartel de España”, “Libreros y editores” y “Una casa museo”. Esta deliberada yuxtaposición es un hecho trascendental en los cánones de la literatura universal, ya que revela un explícito proseguimiento del trabajo literario de Martí. Por lo tanto, en España contemporánea aparece un alimón a destiempo en la crónica del modernismo.

En conjunto, En los Estados Unidos y España contemporánea incluyen una constante preocupación intelectual y artística por enseñar a Hispanoamérica una percepción fidedigna de la vida en los Estados Unidos y España; con sus vicisitudes aunadas al expansionismo yanqui y a la tragedia hispana. Al mismo tiempo, Martí y Darío interpretan las ideas y aportes culturales de distinguidas personalidades provenientes de dos países disímiles.

La ciudad de Nueva York es un escenario donde convergen circunstancialmente dos figuras modernistas de América Latina, cuyos análisis periodísticos del entorno social, económico, cultural y político estadounidense y español, son aún las revelaciones más extraordinarias en la historia de la crónica hispanoamericana de finales del siglo XIX.

 

Bibliografía

  • Arquer, Borja de. La generación del 98 hoy: ensayo de moral ficción. Barcelona: Ramón Sopena, 1968.

  • Baroja, Ricardo. Obras selectas. Madrid: Biblioteca Nueva, 1966.

  • Darío, Rubén. Ed. Pedro Luis Barcia. Escritos dispersos de Rubén Darío (recogidos de periódicos de Buenos Aires). La Plata: Universidad Nacional de La Plata, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 1968.

  • ——. Obras completas. Vol. 3. Madrid: Afrodisio Aguado, 1950.

  • Díaz-Plaja, Guillermo. Modernismo frente a noventa y ocho. Madrid: Espasa-Calpe, 1966.

  • Fuster, Joan. Nosaltres, els valencians. Barcelona: Generalitat Valenciana, 1992.

  • Ganivet, Ángel. Obras completas. 2 vols. Madrid: Aguilar, 1961.

  • Ghiano, Juan C. José Martí. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1967.

  • Gómez de la Serna, Ramón. Azorín. Buenos Aires: Losada, 1948.

  • Gullón, Ricardo. Ed. El modernismo visto por los modernistas. Barcelona: Guadarrama, 1980.

  • Jiménez, Juan Ramón. El modernismo: notas de un curso. México: Aguilar, 1962.

  • Laín Entralgo, Pedro. La generación del noventa y ocho. Madrid: Espasa Calpe, 1967.

  • Litvak, Lily. Ed. El modernismo. Madrid: Taurus, 1981.

  • Mallada, Lucas. Los males de la patria y la futura revolución española. Madrid: Alianza, 1969.

  • Marinello, Juan. Ensayos. La Habana: Editorial Arte y Literatura, 1977.

  • ——. José Martí. Madrid: Júcar, 1976.

  • Martí, José. Obras completas. 28 vols. La Habana: Editorial Nacional de Cuba, 1963-73.

  • ——. Nuestra América. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1985.

  • Martínez Ruiz, José. La voluntad. Madrid: Clásicos Castalia, 1982.

  • Mestas, Juan. El pensamiento social de José Martí: ideología y cuestión obrera. Madrid: Pliegos, 1993.

  • Naharro Calderón, José María. “España en la modernidad”. University of Maryland. Juan Ramón Jiménez Hall, College Park, Octubre 7 de 1998.

  • Pacheco, José E. “Modernismo”. University of Maryland. Juan Ramón Jiménez Hall, College Park. Abril de 1999.

  • Seminario José Martí. Estudios martianos: memoria del Seminario José Martí, celebrado bajo los auspicios de la Fundación José Martí y el Departamento de Estudios Hispánicos, Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico (Recinto de Río Piedras), febrero de 1971. San Juan: Editorial Universitaria, 1974.

  • Shawn, Donald Leslie. The Generation of 1898 in Spain. London: E. Benn; New York: Barnes & Noble, 1975.

  • Unamuno, Miguel de. Obras completas. Vol. 3. Madrid: Afrodisio Aguado, 1950.

 

Notas

  1. En Obras completas de Rubén Darío se aclara que España contemporánea está constituida por varias crónicas que fueron publicadas individualmente y por vez primera, entre enero de 1899 y abril de 1900, en el periódico argentino La Nación (3: 12).

  2. Estas correspondencias están integradas por Escenas norteamericanas, Norteamericanos y Letras, pinturas y artículos varios. Son publicadas en grupo, en 1900, gracias a la ardua labor de recopilación llevada a cabo por Gonzalo de Quesada y Aróstegui, discípulo predilecto de Martí (Obras completas, 27: 11-16).

  3. Según Juan Marinello, la visión martiana sobre la vida política y cultural de los Estados Unidos queda, por su claridad, novedad, penetración y su valentía, como el mejor testimonio hasta su momento: “La imagen norteamericana de Martí es indispensable para quien desee estudiar la transformación de los Estados Unidos durante uno de los períodos más significativos y trascendentes de su historia” (José, 16).

  4. Ángel Rama en “La dialéctica de la modernidad en José Martí” explica que Nuestra América es un ideario americanista ante la política internacional de los Estados Unidos. Al mismo tiempo subraya que ésta es una respuesta al primer Congreso Panamericano o Primera Conferencia Internacional Americana de octubre de 1889. Añade Rama que de “1880 a 1895 Martí vivirá en la permanente ‘agonía’ de la inminencia del zarpazo imperialista, voceándolo en todas las formas posibles, multiplicándose para alertar a los países del sur del río Bravo” (Seminario José Martí, 144).

  5. “Tan honda es la marca de Martí en la prosa periodística de Darío, que Juan Ramón Jiménez llega a declarar que, sin haber leído letra de ella, ya la conocía a través de la de Rubén. El profesor Manuel Pedro González ha comprobado ampliamente cómo las crónicas de Martí sirvieron de modelo a las del nicaragüense no sólo en la estructura, sino en el desarrollo de las cláusulas, en el ordenamiento del juicio y en el matiz de la adjetivación” (Marinello, José, 30).

  6. A guisa de homenaje póstumo, en Los raros, (1896), Rubén Darío profesa una gran admiración hacia José Martí.

  7. Pío Baroja exterioriza características del ámbito español noventayochista: “la pérdida de las colonias que, naturalmente restringió el número de empleos en España, al verse tantos hombres en la proximidad de los treinta años sin oficio, sin medios de existencia y sin porvenir, desarrolló principalmente en Madrid una bohemia áspera, rebelde, perezosa, maldiciente y malhumorada” (Arquer, 23).

  8. Esta correspondencia es una respuesta histórica a las crónicas de Nuestra América, tituladas: “El Congreso de Washington”, “Congreso Internacional de Washington” y “La Conferencia Americana”. Desde Washington se desea reafirmar la doctrina Monroe y el destino manifiesto, y de esta forma asegurar la anexión a Estados Unidos de las últimas colonias ultramarinas de España.

  9. El investigador Juan Mestas ha demostrado que, a partir de la correspondencia del 16 de mayo de 1886, Martí denota un proceso de concientización progresivo. En un principio da por sentado la culpabilidad de los arrestados. El 2 de septiembre de 1886 piensa que es justa la sentencia dada a los anarquistas. El 3 de septiembre de 1887 opina que “se sabe que no está entre ellos el que lanzó la mortal bomba”. En el 22 de septiembre de 1887 su actitud ha cambiado. Siente respeto por “aquel dolor donde es visible la virtud” y reitera que ha sido injusto el veredicto. Ya no dirige oprobios a los condenados; los describe sin elogio y sin ofensa (128).

  10. La percepción típica de España en el siglo XIX aparece en óperas de Verdi, Bizet; en Goethe, Schiller y el Don Carlos. Hay mezcla de lo moro y lo oriental; el paisaje y clima africano influyen a Théophile Gautier en Un viaje por España, y a Washington Irving en Cuentos de la Alhambra. “España en la modernidad” University of Maryland. Juan Ramón Jiménez Hall, College Park. Octubre 7 de 1998.

  11. José Emilio Pacheco ha explicado que uno de los propósitos de las crónicas de Martí es diseminar ideas y educar al lector. Este elemento aparece implícito en los artículos de Darío, quien también cumple con la función de informar y entretener simultáneamente. Sus correspondencias reafirman el alto contenido intelectual y estilístico característico en Martí. “Modernismo”. University of Maryland. Juan Ramón Jiménez Hall, College Park. Abril de 1999.

  12. Las Obras completas de Martí, incluyen un amplio estudio en torno a la situación e influjo general en la sociedad de la mujer norteamericana de finales del siglo XIX. Los artículos aluden la importante presencia de “Abogados mujeres”, “La mujer en los asilos, en los hospitales, en las cárceles, en las escuelas”, “La mujer en las universidades”, “En Inglaterra y los Estados Unidos” (9: 287), “La mujer en los Estados Unidos”, “La hermana del Presidente” (10: 427), “Influjo creciente de la mujer norteamericana”, “Mrs. Cleveland” (11: 133), “Descripción de la primera votación de las mujeres en Kansas”, “Objeto de la ley que concedió el sufragio a la mujer”, “Helen Gongar”, “Cómo condujeron las mujeres su campaña”, “Espíritu y métodos: heridas en la honra”, “Blancas y negras” (11: 183), “La hermana del Presidente va a dar clases de historia”, “La mujer americana”, “Gran reunión de señoras en el corregimiento de Brooklyn”, “La oradora irlandesa”, “Las maestras alemanas”, “Sociedad antropológica de señoras”, “La americana de ayer y la de hoy” (11: 205-213), “La hermana Peterson”, “Mujeres heroicas”, “La novela de Nina Van Zandt”, “Mujeres” (11: 307-391), “La novela famosa de Amelie Rives”, “El yanqui y su mujer”, “La mujer del Norte, según Max O’Rell”, “Cuadrillas de mujeres”, “Mujeres solas”, “Ella Blackburne, la bonita”, “La periodista, Nanitta Daisy”, “Las mujeres de Sorosis” (12: 31-483).

  13. El movimiento feminista norteamericano de los siglos XVIII y XIX involucra las aportaciones epistolares de la ex primera dama Abigail Adams. La primera periodista profesional, Margaret Fuller, en Woman in the Nineteenth Century (1845), y Elizabeth Cady Stanton, organizadora en 1848 de la Primera Convención sobre los derechos de la mujer en Seneca Falls. En Francia las obras de Madame de Stäel y George Sand, y en España las de Cecilia Böhl de Faber (Fernán Caballero) y Rosalía de Castro establecen un precedente intelectual a Emilia Pardo Bazán.

  14. Guillermo Díaz-Plaja en Modernismo frente a noventa y ocho, comenta el desdén de Leopoldo Alas hacia Rubén Darío y las letras de Hispanoamérica. Desde 1893, Clarín inicia los ataques contra el modernismo. Díaz-Plaja agrega que “Clarín propende, como su coetáneo Antonio de Valbuena, a servir el gusto de los más” (45-49).

  15. El pintor-escritor Ricardo Baroja, miembro de uno de los grupos que integraban las heterogéneas tertulias, en “Gente del 98” reproduce algunas de sus interacciones con Ramón del Valle-Inclán, Rubén Darío, Jacinto Benavente, Ramiro de Maeztu, Silverio Lanza, Camilo Bargiela, Darío de Regoyos, Pablo Picasso, los hermanos Álvarez Quintero, Pío Baroja, José Martínez Ruiz, el francés Cornuty, y Miguel de Unamuno, quien no residía en Madrid (69-85). Cabe agregar a esta lista algunos nombres omitidos: Ángel Ganivet, Manuel Bueno, José Ignacio Alberti, Tomás Orts y “algunos corifeos” (Gómez de la Serna, 51-53). Además, Antonio y Manuel Machado (Laín Entralgo, 9).

  16. Joan Fuster en Nosaltres, els valencians, ha subrayado que la historia de la castellanización cultural en España continúa en el siglo XIX y XX con una orientación más vacilante. El proceso de castellanización social es evidente. Va estrictamente ligado a la situación de clase. Por eso, Azorín, pueblerino de Monóvar, no esconde su preocupación personal: “¿Cómo escribirá quien ha pensado niño, adolescente, con otros signos que el castellano? ¿Cómo escriben en castellano los nativos de Valencia?” (140-46). Quizás esta situación determina su amistad con los hermanos Ricardo y Pío Baroja, inmigrantes del País Vasco a Madrid.

  17. Manuel Machado anota que alrededor del año 1898 en España, “[e]mpezaban a sonar otros nombres, los de una nueva generación que llegaba a punto de madurez, ...” (Litvak, El modernismo, 223). En El modernismo visto por los modernistas, aparece una lista cronológica de las primeras publicaciones de autores de este período: Jacinto Benavente publica Teatro fantástico en 1892; el Nido ajeno en 1899, y Pequeña ópera lírica hasta 1904. Ramiro de Maeztu, Hacia otra España (1899), y Defensa de la hispanidad (1934). José Martínez Ruiz, Charivari (1897); El alma castellana (1900), y La voluntad (1902). Ramón María del Valle-Inclán, Femeninas (1894); Sonatas (1902-5) (499-504).

  18. “Indudablemente el trabajo más apropiado para conocer las ideas filosóficas del propio Martí es el de Emerson, con el que tenía mucho en común, sobre todo por su amor a la naturaleza. Su estudio de Whalt Whitman es tanto más valioso porque Martí lo admiró, y destacó su vigorosa personalidad como poeta y hombre en una época en que los méritos de Whitman aún no eran justamente reconocidos sino que, por el contrario resultaban objeto de escándalo y de opiniones encontradas” (Martí, Obras completas, 27: 123).