Letras
Dos baladas eróticas
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Balada erótica a una mala mujer

To N.E.

No es el yo fundamental
eso que busca el poeta,
sino el tú esencial.
Antonio Machado

Has buscado todo modo de dar muerte
a mi poesía,

te has “besuqueado” con cuanto imbécil
se ha puesto frente a ti,

te has inventado para mí cuanta excusa
has hallado en el letargo de tu imaginación.

¡Puta! —los colores te aplauden.
¡Mosca! —hállate en la mierda mayúscula
de tus mentiras.

¡Hiedra! no te mueras y manotea al aire
hasta que quienes te pisen se apiaden
y te arranquen.

mi poesía no sólo sabe amarte,
sino también masacrarte
como tú a mí en la mar.

Y tus propios excrementos te intoxican
como tú a mí en la mar.

Y tu boca de bruja te descuartiza con
tus mismas palabras
como tú a mí en la mar.

Entonces, después de muchos días,
tú ya no me pasarás otros hombres
por el frente de mis tristes ojos
como esas otras veces.

Ya no me fustigarás con tu oscuridad
que no me perdonó un intento por
llenar tu corazón de luz
en toda vez primera y toda vez última
de todas esas veces.

Ya no me hundirás en tu “según tú”
vagina virgen —honda y muy húmeda,
tibia y carnosa.

Ya no fornicarás conmigo como aquella vez,
allá en la mar,
así,
a espaldas incluso de ti misma.

Ya no me darás a lamer de tus pezones
y de tu sexo que de almejas y ojos se
desborda toda.

¡Ah!, ¡y lo mejor!
ya no me desharás cruelmente contra tu
frente
hasta desangrarme caprichosamente.

Tu, puta banal
que tras acostarte conmigo te fue fácil
decirme: —Al diablo—
cualquier cosa de aquí en adelante
es más que imposible porque

hay un viaje
hay un muro
hay un abismo repentino y continuo
hay un miedo de mí. Un miedo a amar
y, en él, nuestro tiempo se resta.

Mentirosa, mala mujer,
pues más tardaste en decirlo que yo en
verte
ya en brazos de otro.

Ah, mujer, y no sabes cuánto me perturbó
todo esto.
¡Cuánto..!

Que Dios proteja a hombres como yo de
mujeres como tú,
Que Dios proteja a sus hijos de cualquier
madre como tú,

Que en ultima instancia Dios nos proteja
de seres como tú, cuyos actos

afligen

hieren

extirpan toda buena fe
y desencantan toda bella cúpula

aun si ellas fueron al lado de la mar,
o en una casa de campo abandonada
a la luz de muchas velas
o si fueron un cunnilingus amoroso
en tu sala
sobre el viejo sofá
aún plagado de fantasmas.

Vete, mala mujer,
yo ya no te quiero ver más,
vete y no produzcas más

muerte.

¡Largo!

Vete a otra parte a echarte boca arriba
a ver el mundo
con esos ojos de finalmente
triste soledad.

 

Balada erótica a una buena mujer

Amor,
te encontraré con el sigilo de la buena fe
de mis ojos fijos.

Y serás tan parecida a algo bueno,
alguien a donde ir
y en donde estar
con un miedo tan suficiente
e irónico
como enardecido.

Libélula,
buena mar y buenos vientos te diseminan
en los colores del encanto

de ser lo que eres —lo dulce que eres—
lo inevitablemente buena y verdadera que
eres,
de lo justa,

y de lo que mucho te quiero
y de lo mucho que siento,

amor, perdona. Yo no tengo la culpa.

Amor, no cierres los ojos,
no quiero que te mueras al cerrar
esos bellos ojos.

Amor, escúchame,
no quiero que se me quede algo
por decir
en la prisa de los días
que en los dos transcurren tan rápido,

es decir, amor, no quiero que la
primavera sea primavera sin ti

no quiero que la mar sea mar sin ti
y el aire sea aire dándome la vida sin ti.

Amor, no quiero que nada sea lo que es
sin ti

porque tú eres buena y verdadera.

Amor, te hice el amor en la mar,
y allí, después, tierna me abrazaste.

Amor, sé que no estoy cruzando tu vida en vano
porque sabes tan bien cada cosa
que haces.

Amor, las gentes te envidian,
también muchos hombres dicen amarte
pero de tu amor
no es fácil ser digno.

Amor,
siempre buena mar y buenos vientos
te llevarán a salvo
hasta el fin de esta vida.

Amor, en ti la luz y toda poesía,

amor, eres como pocas,
simplemente una buena mujer.