Artículos y reportajes
Héctor TorresHéctor Torres, editor de Ficcionbreve.org
Un sitio sin calidad
es un hermoso cascarón vacío
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Sus colegas en el taller de narrativa del Celarg lo apodaban el shamán por su habilidad para pronunciar sentencias. Edita en Internet, desde hace seis años, el sitio Ficción Breve Venezolana, y cree firmemente en que el papel y el silicio serán algún día vías simultáneas para la edición de literatura. “Los escritores jóvenes de Venezuela le dedican cada vez más tiempo a la corrección de textos y menos tiempo a la bohemia”, sentencia como para no perder el hábito. Se llama Héctor Torres y es uno de los editores digitales más importantes del segmento venezolano de la red.

Hace más de treinta años, Michael Hart hacía historia enviando a una docena de personas, por correo electrónico, la Declaración de Independencia de Estados Unidos. Con ello no sólo quedaba fundado el Proyecto Gutenberg: literalmente estaba naciendo el libro digital.

La difusión de literatura a través de Internet cobra cada día un espacio mayor en el ámbito literario general y, por supuesto, aunque ha heredado muchas de las dificultades de aquél, incorpora al oficio del editor nuevos mecanismos y nuevas expectativas. Pero el entorno digital mantiene intacta una característica del tradicional: surgen muchas publicaciones que se quedan en el camino. Al parecer, un altísimo porcentaje de quienes se aventuran en la edición digital ignora los tropiezos que le esperan; por ello, el que una publicación en Internet sobreviva a través de los años es indicio de que hay alguien detrás de ella que se lo está tomando en serio.

Seis años lleva en línea Ficción Breve Venezolana, el más importante directorio de narradores de Venezuela en Internet. Definirlo como un directorio es injusto; digamos que se trata de una antología in progress que ofrece al mundo una muestra solvente de la narrativa venezolana.

Quien tras FBV se toma las cosas en serio es el escritor caraqueño Héctor Torres. Nacido en Caracas el mítico año de 1968, Torres inició estudios de informática pero finalmente se dedicó a la literatura y a la composición musical. A principios de los años noventa se radicó en el estado Aragua, a ochenta kilómetros de la capital venezolana, donde rápidamente estableció contacto con el grupo Senderos Literarios, que en aquellos años desarrollaba una labor solitaria como editorial alternativa de la región.

En 1997, Torres desarrolló el sitio Letras de Aragua, que ofrecía al público textos de autores de la región. Tal experiencia constituyó la base inmediata para la creación, en octubre de 1999, de FBV, en una primera edición que incluyó seis relatos y una entrevista al escritor Eduardo Liendo, autor, entre otros textos, del clásico contemporáneo El mago de la cara de vidrio.

Desde entonces, FBV ha crecido con paso firme. Torres regresó a Caracas y allí ha construido un imponente archivo digital con fichas y textos de cerca de 250 escritores. “El registro de autores de FBV crece hacia delante y hacia atrás”, acota refiriéndose a que, en la actualidad, FBV ofrece también materiales de autores de todo el siglo XX.

Aunque catálogos de este tipo nunca se completan, Torres apoya parte de su trabajo en la expansión de la cual se hacen vehículo muchos de los autores incluidos. “Actualmente requerimos penetrar más algunas regiones venezolanas para acceder a los autores que hacen vida en ellas. No obstante, autores de todo el país se encuentran en nuestro catálogo, y esa presencia regional seguirá creciendo paulatinamente”.

Torres explica que, pese a ello, se hace difícil contactar a todos los autores que él quisiera incluir en FBV. “La dificultad de contactar a ciertos autores, sea porque no tienen correo electrónico, sea porque llevan un estilo de vida apartado, o por alguna otra razón, imposibilita sentirse totalmente satisfechos con el catálogo. Importantes e involuntarias ausencias serán siempre el reto de nuestro meta. Sin embargo, la búsqueda suele generar hallazgos satisfactorios”.

Aunque los criterios de FBV para incluir nuevos autores obedecen, según Torres, “a inevitables prejuicios como lectores”, existen dos criterios básicos. El primero es incluir a cualquier autor que haya pasado por filtros previos, como concursos literarios, inclusión en antologías tradicionales o publicación a cargo de alguna editorial. El segundo es más subjetivo: “En general creemos en la narrativa que cuenta una historia, y que atrapa al lector con pericia cuando la cuenta. Por lo general, cuando un autor nos envía varios cuentos, solemos escoger el que podría interesar a un lector no académico ni especializado. Generalmente son los autores los que deciden qué es lo que hablará por ellos en FBV, pero deben tomar en cuenta que allí conviven más de doscientos textos; es decir, hay mucha oferta para el lector, mucha competencia para su escogencia. Sólo en caso de un autor que envíe textos no acabados, solemos rechazarlos, y termina siendo por su beneficio”.

 

El editor electrónico

Así que Héctor Torres es un narrador venezolano devenido circunstancialmente en editor digital, ambos oficios muy relacionados pero que, en su caso, establecen una pugna tras la cual él se las ingenia para hacerse de tiempo suficiente para ocuparse de ambos.

—A los creadores de sitios literarios en Internet suele proponérseles el debate sobre la vigencia del libro. ¿Por qué se crea un sitio literario en Internet? ¿Tienes problemas con el papel, con la letra impresa?

—No, supongo que un sitio digital y un sitio impreso tienen similares objetivos y similares funciones. En todo caso, tienen diferencias inherentes a su formato: un sitio digital es menos costoso de distribuir y tiene más alcance; en contraposición, tiene más dificultades para obtener ingresos por la vía de la publicidad. Sin embargo el medio digital es idóneo para el perfil de FBV, porque permite que la extensión de cada actualización sea variable, además de que se puede mantener actualizada la ficha de cada autor agregando nuevos datos. En cualquier caso, no creo que el formato digital sustituya al impreso, y sospecho que más temprano que tarde perderán esa aureola de feroces antagonistas, para conformar las vías posibles, y simultáneas, de la edición.

A juicio de Torres, la edición en papel y la edición en bytes se topan en un punto de convergencia: difundir la obra literaria en función de los parámetros establecidos en su creación, parámetros que, en el caso de FBV, abarcan toda la narrativa venezolana. Tanto en el medio digital como en el tradicional se debe dedicar, explica, mucho tiempo y esfuerzo para producir los contenidos. “Aunque el diseño es vital en ambos formatos, sin un contenido de calidad el sitio se convierte en un hermoso cascarón vacío, valga el lugar común. Eso, en el papel o en los bytes. En fin, las revistas digitales de literatura son revistas de literatura, y generalizando más, son publicaciones periódicas, por lo que tienen en común con sus pares impresos todo lo que en esencia tienen de publicaciones”.

—En un reciente editorial de FBV hablas de condiciones adversas. ¿Cómo se sostiene FBV? ¿Tiene sentido mantener un sitio como este si le genera pérdidas económicas a quien lo edita?

—FBV debe ser cuidadosa con el tema de la publicidad, por ser legalmente una asociación civil sin fines de lucro. La búsqueda de los recursos necesarios se orienta entonces al establecimiento de convenios de patrocinio, preferiblemente con la empresa privada. De hecho, desde el año pasado contamos con el patrocinio de Econoinvest. Estos aportes, aunque importantes, no son suficientes para cubrir todos los gastos operativos de una revista mensual que realiza entrevistas, reportajes y noticias en general, además de la preparación de los textos de opinión y creación y otras actividades como contactar a los autores, dedicar tiempo a las actualizaciones. Por tanto nos encontramos en la búsqueda de otros patrocinantes que permitan sostenernos.

Entre 2000 y 2001 Torres siguió el taller de narrativa del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg), bajo la dirección del escritor Ángel Gustavo Infante. Estos talleres son muy respetados en Venezuela y acaban de cumplir treinta años de desarrollo. Los colegas que acompañaron a Torres durante ese año le llamaban, en virtud de su habilidad para pronunciar sentencias, el shamán. Y ahora sentencia, en relación con el aspecto económico de las revistas literarias, que quien edite una “y esté pensando básicamente en la rentabilidad del negocio, debería intentarlo con una revista de un público más masivo, como una revista de modas o de farándula. Se edita literatura con una dosis de pasión y de paciencia para saber que se puede llegar a cubrir los gastos, pero nunca será un boom editorial, dado que se trata de un público minoritario. Los sitios sobre ventas de autos o noticias de ricos y famosos de seguro tienen suficientes visitantes para ser rentables, pero no sería eso lo que me gustaría hacer”.

—¿Mantiene FBV relaciones con el mundo real?

—No podría ser de otra manera. De hecho, FBV se afinca en la relación directa entre lectores-editores-autores para generar información de interés. En el sublime mundo de la creación literaria, la edición es el necesario mundo real, el hipotético y anhelado espacio en el cual el autor ganaría dinero por lo que hace (tal como los médicos, los plomeros, los taxistas y los arquitectos); por tanto, es nuestro deber despertar el interés de los potenciales compradores de libros, que es, a fin de cuentas, el objeto de comercio que permitirá algún día a los autores vivir de su obra. De tal manera, la relación de FBV con el mundo real es necesariamente absoluta. Cada vez se orienta más a acercar al lector al consumo del libro.

 

La narrativa venezolana

Torres es, además de uno de los más importantes editores digitales de Venezuela, un prolífico narrador que ha publicado ya los libros de cuentos Trazos de asombro y olvido (1996), Episodios suprimidos del Manuscrito G (1998) y Del espejo ciego (1999). Por otra parte, ha sido incluido en diversas antologías, como Voces nuevas del Celarg (2005) y Cartas en la batalla (Alfadil, 2004). Y, por supuesto, en una antología digital, Siete, que en formato PDF publicó en 2002 la pionera de la edición digital en español, Badosa.com. Un hombre, pues, con un pie en el silicio y otro en el papel.

—Teniendo en Internet el catálogo más extenso de autores del patio, nos parece invaluable tu diagnóstico de la literatura venezolana contemporánea.

—Aunque algunos críticos piensan lo contrario, la literatura venezolana se encuentra en un buen momento. A falta de nombres que en el pasado se convirtieron en referencia de Venezuela en el mundo, y cuando digo esto pienso en Gallegos, en Ramos Sucre, en Úslar Pietri, en Salvador Garmendia, y en Adriano González León, todos, en su momento, referencias de nuestra literatura, a falta de tales nombres los escritores jóvenes están adquiriendo cada vez mayor conciencia del oficio. Cada vez le dedican más tiempo a la corrección de textos y menos tiempo a la bohemia. De hecho, esas historias de escritores agregados culturales y embajadores nos suenan a las nuevas generaciones como desvaríos de viejos alcohólicos.

Torres concede especial importancia al trabajo que los autores venezolanos desarrollan actualmente en el exterior, asentados en bases estrictamente literarias y con la misión autoimpuesta “de vencer la apatía con que son tratadas nuestras letras en el mundo de habla hispana, y vencerla con buena literatura”.

—Nuestros autores cada vez se interesan más por concursar en el extranjero. Cada vez tienen más conciencia de que el mercado editorial es difícil. Tenemos en contra provenir de un país que no tiene el prestigio, aunque sí la historia, que sí tienen otros, como Argentina, Colombia, México y Chile. Cada vez es más común ver a autores venezolanos en las plicas ganadoras de concursos internacionales: desde el premio Jorge Luis Borges ganado por Oscar Marcano hasta el Alfonso VIII obtenido por Fernando Cifuentes, o el más reciente Casa de América ganado por una jovencísima Enza García, son muestras fehacientes de una mayor conciencia del oficio. Si a eso le agregamos que el venezolano deja de negarse como colectivo, es posible que pronto tengamos un catálogo de autores de rango internacional en nuestro país.

—¿Conoces en el mundo impreso iniciativas de la envergadura de FBV?

—El crítico y académico venezolano Luis Barrera Linares, autor de dos reconocidas antologías del cuento en Venezuela, comentó en una carta que “se trata de un proyecto necesario que nunca antes se materializó por las vías más convencionales”. Y sospecho que producir un catálogo que tenga casi 250 autores y alrededor de doscientos textos, y que prometa seguir creciendo al mismo ritmo, sea un proyecto inviable en papel.

—¿Qué posibilidades de publicar, obviamente en papel, tiene un escritor en Venezuela?

—A pesar de la crisis, de lo poco rentable que es la literatura en Venezuela y de lo escaso del mercado, cada vez hay mayores apuestas por la edición literaria en Venezuela. Todas las grandes editoriales, y las llamadas alternativas, se plantean una determinada cantidad de autores venezolanos al año. Con paciencia y con un trabajo sostenido, siempre será posible publicar. A aumentar esas posibilidades debemos contribuir todos: editores de revistas, editores de libros, medios impresos, autores y público, que es quien debe dar su confianza al autor local. Obviamente, los autores desconocidos tienen que vencer el escepticismo y la duda que despiertan en los editores, quienes tiene como principal objetivo vender el libro, y si el autor es conocido, el riesgo es menor.

—¿Cómo se vence el escepticismo del editor?

—Ganando concursos (que, a diferencia de lo que se suele decir, aún sin presentar pruebas contundentes, no todos son amañados), buscando espacio en cualquier sitio, digital o impreso, que le dé cabida, en fin, haciéndose de un nombre. No en balde, el ganador de la reciente Bienal de Novela Adriano González León, Milton Quero Arévalo, es un autor inédito, desconocido hasta entonces, residenciado en Maracaibo. Ahora lo publicará Norma. Luego de eso, de seguro no le será difícil publicar en otras editoriales.

 

El escritor ante la ley

—FBV ha mantenido una postura crítica ante la delicada situación sociopolítica venezolana de los últimos años y, al menos en el entorno digital, se ha hecho de cierto prestigio en este sentido. ¿Qué evaluación haces de las leyes y reglamentos aprobados o por aprobarse, que inciden sobre el trabajo creativo?

—El asunto de las leyes en discusión es delicado. Como en muchas de las leyes aprobadas o por aprobarse lo más preocupante es la ambigüedad, o excesiva discrecionalidad que la aplicación de las mismas podría producir. En el caso de la Ley del Derecho de Autor presentada recientemente a la Asamblea Nacional hay, por ejemplo, dos directivas que ilustran eso y llaman a la suspicacia.

Torres hace referencia al anteproyecto de Ley del Derecho del Autor y la Autora y Derechos Conexos, que en agosto del año pasado fue introducido a la Asamblea Nacional de Venezuela —nombre con el que el actual gobierno rebautizó al viejo congreso— y que el 1 de febrero fue aprobado en primera discusión por la mayoría oficialista.

—En el título V de ese anteproyecto se estipula que toda obra inédita deberá ser inscrita previamente en un “Archivo de Obras Inéditas” que correrá a cargo de una “Comisión Nacional de Derechos del Autor y la Autora”, que protegerá la obra de los autores inéditos. La pregunta al respecto es: ¿tendrá potestad esa comisión para rechazar la inscripción de una obra presentada? No lo especifica. Y el otro caso es más alarmante: el artículo 5 le da al Estado la potestad de declarar “de beneficio colectivo” una obra determinada y en virtud de ello la puede adquirir, luego de lo cual su reproducción por cualquier medio estará supervisada por el Ministerio de Educación y no se podrá comercializar.

Según Torres, aunque esta propuesta suena “altruista” lleva implícito un riesgo: reserva para el gobierno la posibilidad de limitar legalmente, constituyendo una censura de hecho, la difusión de contenidos —libros, discos, filmes u otras creaciones— en los que se afecte la credibilidad de los gobernados o se denuncien hechos ilícitos.

—Por ejemplo —continúa Torres—, si el gobierno considera “de beneficio colectivo” un libro que recoge testimonios relacionados con hechos que incriminen a uno de sus funcionarios, ¿eso quiere decir que en la práctica lo estaría “recogiendo” de la calle? ¿No sería censura?

Para el editor de FBV, la redacción de leyes que pretendan defender los derechos del autor debería hacerse en combinación con las instituciones civiles del gremio, tales como el Pen Club de Venezuela, las asociaciones de escritores, la Sociedad de Autores y Compositores de Venezuela y otras similares. “Ignorar a estos órganos al momento de hacer leyes que inciden sobre el creador podría conllevar a que se le haga más daño que bien”, sentencia. “Al menos por desconocimiento”.