Sala de ensayo
Indígenas latinoamericanosReflexiones desde la crónica
El caso específico de Prosa Sadia
como camino de reflexión identitaria
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“Y lo que más le une a cada uno consigo mismo,
lo que hace la unidad íntima de nuestra vida,
son nuestras discordias íntimas,
las contradicciones interiores de nuestras discordias”.
Miguel de Unamuno, La agonía del cristianismo.

Sin lugar a dudas la realidad es, en el más estricto sentido foucaultiano, un abanico abierto a múltiples posibilidades de existencia. En pocos espacios esa premisa puede cobrar materialización tan evidente como en el universo continental que nos convoca.

Quizá porque en este espacio el tiempo adquiere dimensiones casi míticas donde pasado, presente y futuro se fusionan en un tiempo único. La literatura y el arte abren las puertas a la crítica y la reflexión y la crítica y la reflexión abren las puertas a la vida.

Y, como lo señala Unamuno, nuestras discordias íntimas nos convocan y nos unen porque en esa unión acaban por desvanecerse. Existen aspectos teóricos que pueden convocar desde la literatura y el pensamiento crítico a fin de volver sobre el deseo de ahondar en nosotros mismos como latinoamericanos pero sobre todo como Hombres. Buscar América Latina, la América nuestra en páginas elegidas, ha sido en cierto modo una forma de comunión profunda —intelectual y sensible al mismo tiempo—, una manera de transgredir el tiempo y el espacio y recordar que el mundo no es “ni tan ancho ni tan ajeno”. Ha sido esta nuestra conquista más cara y se lo debemos (en gran medida) a la posibilidad que hemos tenido (o al menos al intento de tenerla) de recuperar la memoria, de considerar todas las voces, de abrir nuestro mundo a la polifonía.

Carlos Fuentes escribe en una significativa carta a los indígenas chiapanecos en la cual analiza el proceso de la insurgencia: “Todo esto les debemos y algo más: habernos recordado todo lo que habíamos olvidado. Incluso el olvido de nosotros mismos”.1

Ferreira da Rosa,2 sugerente cronista brasileño, nos advierte en su obra, Prosa Sadia, acerca del aún inconcluso y posibilista trabajo de análisis crítico sobre nuestros procesos identitarios, quizá destinados a la perpetua perpetuación.

Ferreira da Rosa nos alienta a un desafío: descubrir en el tiempo la salvífica continuidad de algunas circunstancias y recuperar la crónica como un género valioso que nos permita redescubrirnos en la imagen especular que la historia nos devuelve de nosotros mismos.

Ciertamente partimos de la premisa de Theodor Adorno acerca de que la masa ya no desconfía de los intelectuales, de la clase letrada, porque éstos traicionen la “revolución” (entendiendo la revolución en sentido amplio como cualquier amenaza a un orden establecido y legitimado) sino porque la desean y en esta actitud revelarían al fin su pretensión de convertirse en discurso regente y hegemónico.

Prosa Sadia nos advierte acerca de la capacidad de evitar aquellos miedos propios de las pugnas entre subalternidad/hegemonía, nos devuelve una práctica discursiva en la cual descubrimos la coexistencia de “lo que es” con “lo que debiera ser” en el más estricto sentido aristotélico. Y es precisamente esa coexistencia la invitación perdurable a la reflexión intelectual y a la revalorización de una ética innata, desde una posición teórica y crítica, a la naturaleza humana. Ni el Emilio ni Filosofía del Tocador, el desafío es más complejo, el desafío será siempre la búsqueda del equilibrio.

“...porque descendemos de amores incompletos aunque intensos, de memorias intensas aunque incompletas y no podemos heredar sino lo mismo que nuestros antepasados nos legaron, la comunidad del pasado y la voluntad del porvenir...”.3

En Prosa Sadia es posible reconocer esa herencia, reconocer como latinoamericanos la comunidad continental con el pasado y la voluntad, también continental, con el porvenir. Después de todo Cronos no siempre devora a sus hijos, existen ocasiones, como ésta, en que los nutre para el futuro.

“Contemplo a America sacudida de Norte a Sul, e do Atlántico ao Pacifico; despertando no litoral e nas cordilheiras, nos campos e nas fabricas...

Contemplo a America atravesando o océano, para garantir ao mundo a Liberdade e o Direito.

Contemplo a America grandiosa e generosa...”.4

Aquí nos encontramos todavía, buscando América Latina para buscarnos a nosotros mismos. Y quizá buscar América Latina no sea sino recordar —recuperadas para la memoria— los múltiples procesos de conformación de identidad (para los cuales muchas veces hemos caído en aculturaciones peligrosas) lúcidamente omnipresentes en las palabras escritas por Ferreira da Rosa.

El brillante crítico y ensayista uruguayo que fue Ángel Rama escribe en sus diarios:

“Carta a García Márquez, respondiendo a la lectura de mi ensayo sobre sus comienzos. Emocionado él y yo también. Tenemos la misma edad, hace pocos años que nos conocimos ya adultos, pero no en balde crecimos (en ciudades y países diferentes) en el mismo tiempo histórico cultural. En su formación encuentro huellas, marcas, señales de la mía: son lecturas, proyectos, esperanzas. Por eso es comprensible que pueda seguir de cerca sus años juveniles. Y si los estudié acuciosamente... es porque siempre estuve cercano de él en ese origen popular, en esa impregnación de pueblo que hace su (mi) (nuestra) mayor sensibilidad. Porque no es un problema de ideologías (a veces raramente desviadas de los reales y naturales impulsos del Hombre) sino un problema de sensibilidades. La inclinación a ciertos sabores, ciertos seres humanos comunes, ciertos ámbitos, y ni siquiera eso, porque todo ello puede darse en un hombre (un escritor) sin eso específico que es una sensibilidad y una felicidad que vienen de la inmersión gozosa en el pueblo”.5

Desde algún lugar es posible, partiendo de la lectura de Prosa Sadia, vivir esa inmersión gozosa en el pueblo a la que alude Ángel Rama, es posible experimentar esa inclinación a ciertos seres humanos comunes y ciertos ámbitos, y sobre todo es posible volver una vez más a los procesos de aculturación-transculturación que han marcado los caminos identitarios en nuestro continente, que han silenciado muchas veces los discursos heterólogos, que han impuesto lo monológico antes que lo dialógico, y lo dialógico, finalmente recuperado con más vitalidad que nunca, se ha impuesto en nuestros debates críticos, en todas las voces que a partir de estos textos buscan todavía una América Latina que nos permita reformular la máxima riveriana: “para encontrar dentro de nosotros lo que necesitamos”,6 que nos permita, al fin, redescubrirnos una vez más en nuestra posibilista condición humana.

En la teoría de Althusser, el individuo “subjetivado” es precisamente el individuo “sujetado”, vale decir que la conquista de la libertad y la autonomía radica precisamente en la obediencia al sujeto o la Ley. Cuando el sujeto se considera más próximo (ilusoriamente) a la conquista de su libertad es precisamente en el momento en que, introyectada la Ley, ésta llega a cumplirse naturalmente y en ausencia de cuestionamientos. De modo que la propia subjetividad humana sería la forma más original del auto-encarcelamiento. Claro que, desde lo freudiano, esto es simplemente un aspecto dado que la rebelión contra la Ley o el sujeto que disciplina podría acontecer (y de hecho acontece) en caso de que las exigencias fueran devastadoras. Por consiguiente la Ley podría ser transgredida por la propia libertad en la construcción de un eventual espacio contestatario.

Tal vez uno de los aspectos más importantes a que Prosa Sadia nos convoca es precisamente al poder contestatario frente a diversos discursos hegemónicos de disciplinamiento devastador y a una pregunta inquietante por auto-referencial, ¿es dicotómica o dialéctica la compleja relación entre lo subalterno y lo hegemónico entre lo disciplinante y lo disciplinado, entre la pugna por el ejercicio del poder y la resignada situación de quien no llega a ejercerlo?

 

Notas

  1. FUENTES, Carlos, Nuevo tiempo mexicano, Aguilar, México, 1995, p. 174.

  2. Francisco Ferreira da Rosa, cronista nacido en 1864 en Açores, Portugal. En abril de 1878 se radica en la ciudad de Río de Janeiro, donde desempeñaría tareas docentes. Muere en 1952 en la ciudad de Río de Janeiro. Entre sus obras se encuentra el conjunto de crónicas Prosa Sadia al que hacemos referencia en el presente trabajo y en el cual —en el marco de ocho volúmenes que completan la colección— se reúnen escritos publicados en diarios y revistas de Brasil y Portugal.

  3. FUENTES, Carlos, Los años con Laura Díaz, FCE, México, 1999, p. 320.

  4. FERREIRA da ROSA, Prosa Sadia, Gráfica Sauer, Río de Janeiro, 1940, p. 79-80.

  5. RAMA, Ángel, Diarios 1974-1983, Trilce, Montevideo, 2001, p. 38.

  6. RIVERA, Diego, “Diego pintado por sí mismo”, en Diego Rivera y la salud, Issste, México, 1986, p. 13.