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Moradas mariposas

Fui semilla de sol plantada en la tierra,
parida por un tornado de agua,
entre polvo estelar y alarido de colores.

Yo quería nacer mariposa,
águila
y que me crecieran doradas plumas,
pero nací higuera de enormes raíces
y me salieron ramas
y de las ramas hojas
y me nacieron ojos en la corteza.

De las hojas brotaron palomas
y acunaron suspiros mis rojos dedos,
y mis manos abanicaron tinieblas
y probé la manzana del edén.

Supe del sabor de la sangre
y me punzaron los huesos
y aprendí a llorar con mi sombra
y a cargar la cruz del fruto de María
pero también probé la miel sagrada de la rosa
y la carne del cordero
y tuve sangre virgen en las venas
y entre mis piernas el jugo de Adán corrió.

Mi vientre parió moradas mariposas
que alimenté con savia pura de abeja
y me transformé en Olmo
para defender los frutos
y ni sequías
ni tempestades
arrancaron mi tronco de la tierra.

Cantaron muchas primaveras con sus inviernos,
maduraron los higos y a la vida cayeron
y se olvidaron de este árbol
y desnudas quedaron mis ramas.

 

Cortesana

Soy la mujer que duerme en la jaula con los leones
al ponerse el sol.
Carne cruda como de sus pestilentes fauces
lamo sus recovecos denigrantes
y sin importarles,
prueban cada mes mi sangre.

Me he dejado ultrajar por conveniencia,
soy mansa por una retribución,
Abro mis posiciones
para conseguir prodigios mayores,
mejores pagas.

Todas las noches meto al sol en mi cama
y caliento deshilachados cuerpos.
A veces suplico ternura desde el fondo de mi alma,
desde el encierro de mi jaula
repleta de vacíos inconmensurables,
pero ellos no escuchan.

El mundo me desprecia,
yo lo ignoro.
Vivo para alimentar a las bestias
con mi carne,
soy libre de volar si quisiera,
de escapar,
mas no tengo a dónde ir...
Pertenezco a esta jaula.

 

Ahí, donde

En la blanda cavidad de mi cuerpo
ardes.
En el espacio donde impera la noche
tiemblas.
En las sombras donde los dementes clemencia piden
te arrodillas.
En la profundidad del sueño roto
apareces.
En nombre del Maestro que llegó a salvarnos
imploras.
Ahí, donde el olvido a jirones llega
palpitas.
Ahí, donde tu memoria no tiene sosiego
existo.
Ahí donde el alma absorta se ciñe uno a uno
yacemos juntos.
Ahí donde mi corazón oprimo antes de que el llanto llegue
y me avergüence
te desconozco.

Ahí, donde mi delgado silencio te interroga,
te perdono.

 

Añadirte a mi piel

Quiero hervirte
en el centro de mis suspiros,
desgreñar tus ansias en mi ansiosa piel,
y encender piras infinitas
en la avenida de mis piernas
para guiar tu clavel por mi noche.

Desmadejar tus besos con mis besos,
en la flor de mi naranjo adormecer tu sed.
Sentir en mi elástico triángulo
azules bocanadas
y convertirte en amaranto ocaso,
para deleitarme con tu espuma,
para echar anclas,
para perseguir gaviotas,
para morir en ti.

 

La casa

Llegó el momento de partir
el hogar en dos.
Bien:
Comencemos por los rincones donde las arañas
tejieron también su historia.
Hablemos de los muros y sus cuadros.
¿Cuál eliges?
¿El del día de la boda,
el retrato de la niña
o el de vacaciones en verano?
Quiero el antiguo bodegón
para recordar las comidas familiares.

Mira la casa:
permanece ahí
de pie
pero sin alma.

¿Con cuál alcoba deseas quedarte?
¿Aquella donde los gemidos
alguna vez fueron música perfecta?
¿O el cuarto azul
donde echó raíces la cuna para siempre?
¿O el jardín
donde todavía se columpian las sonrisas?

Te regalo los espejos
saturados de susurros, ecos familiares,
desfigurados rostros
que hoy se desangran en reproches.

Deseo la terraza,
esa roja plataforma de minúsculos ladrillos
donde lluvias y palomas encontraron su refugio,
donde todavía transpiran las estrellas
y no hay sombra que oculte los engaños.

Pero tienes razón:
Tal vez aquí ya nada nos retenga.
A la frontera tal vez llegamos
entre el amor que vacila y las cenizas.

Viéndolo bien,
no puedo partir en dos la casa:
te la regalo
con todo y promesas de futuros.

Como cortinas viejas
te regalo lo que queda:
este sombrío cielo
y este desvencijado viento
que dejaste al cerrar la puerta principal.

 

Nacida muerta

El corazón por fuera.

Me acurruco en las noches con mi sombra,
duermo entre quejidos muertos,
inútilmente imagino despertar
embriagada por los pétalos de tu boca.

¡¿Por qué no fui piedra,
árbol,
tumulto de olas,
sangre que fluye en otro cuerpo?!

Sin ondularme a la cavidad de tu silueta
consumo mi vida esperando las migajas,
todos los días me arrepiento
de buscarme en tus ojos,

Imán de tu nerviosa lengua,
Me arrepiento de extrañar tus besos,
el fragor de tu sexo.

Duro,
insensible,
indiferente,
¿Por qué no fui hombre como tú?

¡¿Por qué no nací muerta
para poder olvidarte
cuando tanto te amo?!