Sobrio y sin aspavientos, acaba de publicarse en Puerto Rico,
bajo el sello de Terranova Editores, Hilo de voz y otros poemas (1992-2002),
de Noel Luna (1971). Se trata de un volumen impecablemente cuidado; aglutina
tres títulos inéditos que su autor fue fraguando a lo largo de una década. El
itinerario de lectura comienza con una selección de Eros/Ión, poemario
de juventud que recorrió fotocopiado las manos de unos pocos amigos y una que
otra editorial de a fifty-fifty. Se guardaba Eros/Ión intacto; el
escenario era otro para la serie de sonetos Amsterdam, 1995, que tanto
llamara la atención de Luis Rafael Sánchez; para Ubi Sunt, que
apareciera, solitario, en una fugaz revista de Ann Arbor de nombre inverosímil;
para el tríptico El cautivo, que nos confirmara la presencia de una voz
segura, adelantada y singular abriéndose paso. Éstos y muchos otros poemas que
escuchábamos perplejos en tertulias improvisadas esperaban la coyuntura justa.
La fortuna de Eros/Ión se hallaba, pues, en servir de cuna y antesala
para Hilo de voz y otros poemas, una de las propuestas de escritura más
importantes de los últimos años en Puerto Rico.
Como subraya José Ángel Valente, “la palabra
poética ha de ser ante todo percibida no en la mediación del sentido, sino en
la inmediatez de su repentina aparición”. Los textos de Luna piden ser
leídos desde esta particular visión del decir poético; así lo hace ver el
poeta cidreño en la “Nota” que ubica al final de su obra: “A mí me
parecen trazos sucesivos de un mismo gesto indefinible, acaso porque la poesía
es más una forma particularmente intensa de experimentar el lenguaje que la
traducción eficaz de algún contenido”. Ciertamente, sólo a partir del
discernimiento del lenguaje poético como expulsión o alumbramiento fortuito
podemos acceder a las pistas que organizan propuestas tan disímiles y
atrayentes como las que conforman este nuevo título de Noel Luna.
Libro de la noche, premiado en 1996 en el
certamen del Ateneo Puertorriqueño, es el segundo convite de Hilo de voz y
otros poemas. Se trata de una apuesta estética más relajada al nivel de la
forma, en el sentido de que se abandona el soneto por estructuras libres no
exentas de una esmerada musicalidad. Libro de la noche parecería ser el más
cohesivo en términos temáticos de cuantos integran el volumen. El motivo del
cuerpo como naturaleza no recuperable más que de modo fugaz en la escritura (“Siento
el débil rumor de palabras / borrándose en la arena. / Palabras que me llevan
a ti, / a tu ausencia sin fin en las palabras”) dimensiona un itinerario
poético que podría rastrearse desde Teoría del conocimiento (2000),
primer libro de Luna. La colección de poemas que da título al volumen, Hilo
de voz, fue galardonada en el Certamen de Poesía El Nuevo Día 2000. El
desafío de Luna en este poemario consiste en hacer filigranas con la palabra
siguiendo el curso de un implacable abecedario que los propios textos sacuden y
relajan (“El ovillo secreta / un fracatán de hilos que elaboran / este
frágil tejido / de voces que nos atan”). Abundan en Hilo de voz los
poemas de homenaje (Lorenzo Homar, Kafka, Blanchot, Zukofsky, Ramos Otero,
Celan, Tarkovsky, Rakosi), indicio de que ese “frágil tejido de voces” al
que alude la persona poética no es otra cosa que el eco de una personalísima
tradición cuajada en la escucha detenida de ciertas voces tutelares, tal y como
una vez teorizara T. S. Eliot en “Tradition and the Individual Talent”. Sin
lugar a dudas, Hilo de voz y otros poemas viene a confirmar con creces
que la poesía puertorriqueña actual sigue gozando de buena salud.