Cubre una sombra
de montaña el jardín.
Mañana partes.
Algo hermoso entra
con la luz de la tarde.
Ya lo he perdido.
La dimensión
del vuelo no es terrestre.
Por eso el canto.
¿Será la muerte
un instante? Del bosque,
luces y sombras.
La nieve dobla
al junco. Vence y cae.
En la luz, sombra.
Del árbol cae
la flor. Y un perfume.
No muere sola.
1
Es el amanecer y en el bosque todo refulge.
Queda el consuelo de vivir como los picotazos duros
y rápidos de los pájaros.
Sobre el musgo, algunos pedacitos de rocío todavía
chispean.
2
La mente puede concebir el cielo y el infierno.
El cuerpo puede experimentarlos.
La mente, el cuerpo, el cielo y el infierno mutan, se mueven.
El alma única los contiene.
3
En lo profundo del bosque el cadáver del ciervo se
pudre desde su carne hacia aquí.
Es el objeto de una orgía de gusanos.
El sol, la humedad, contribuyen a exacerbar ese
hervidero.
A metros de allí, los pajaritos revolotean,
picotean semillas, cantan.
Todo es el mismo bosque.
4
El árbol sin hojas permanece recto e inmóvil en el
invierno.
A lo lejos, las nubes cruzan el horizonte.
También atraviesan sus ramas.
¿Realidad, ilusión?
El día finaliza.
Cada noche comienza.
5
Camino hacia el bosque nevado y mientras camino
pienso en mi vida pasada,
en mi vida futura
y un sentimiento lejano se apodera de mí pero no alcanzo a reconocerlo.
Demasiados sueños sin realizar, demasiados sueños
realizados, se suceden unos a otros sin interrupción, inatrapables.
Placer, tristeza, dolor, felicidad, pueden
percibirse a través de los sentidos pero una vez finalizados hasta su recuerdo
desaparece.
En el bosque envuelto por la bruma, el silencio dura
un instante
su espíritu inapresable para siempre.
6
Soplará sobre la piedra, sobre su aridez, la
fervorosa decisión de vivir.
En el interior de la montaña reside un agua pura,
de la que nadie conocerá jamás su existencia.
7
Una fría lluvia traza su vidriada escritura en el
aire.
El bosque comprende ese lenguaje indescifrable
y reverdece.
Sentado en silencio, de cara al follaje, inmóvil,
percibo lo complejo de la realidad en el brillo de esa misma agua que congela a
la oruga.
8
Contemplo la montaña lejana; el oleaje del mar,
oscuro, que huye.
Las nubes pasan arrastradas por el viento.
¿Hacia dónde?
La luz de la luna resiste sólo hasta el alba.
9
El viento sopla sobre el bosque,
sobre la montaña.
Las copas de los árboles arrastradas por su fuerza,
flamean.
Algunas hojas, débiles, se desprenden: flotan en los remolinos del aire.
Las piedras en cambio resisten desde su permanencia.
Aunque día tras día germine en su núcleo la semilla del polvo.
10
En el punto de mayor dureza de la montaña, agua.
Ante la fuerza del viento, hasta los pinos, rectos,
se balancean.
La muerte es como la vida: inevitable.
11
El agua se hiela.
El hielo se funde.
La fuerza para seguir viviendo ¿Dónde buscarla?
Las primeras gotas de lluvia caen y sus ondas
concéntricas modifican la superficie del lago.
Son poemas cuyo sentido nadie alcanza a comprender.
12
El golpeteo de la lluvia contra las hojas de los
gomeros gigantes anuncia el inicio de un nuevo período de tristeza.
Mientras, el cuervo de plumaje oscuro y lustroso —buscando
refugio de la tormenta— defeca a saltitos debajo de la galería.
El instante contiene el despliegue múltiple de la
realidad.