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Poemas
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Sigo en la espera

La sangre acartonada en el reloj
Ya corre por los vientos.

Aquí todo es polvo,
El cuerpo, la sangre, los sueños.

Ya suena mi nombre en las calles,
En la mirada ajena que espera la nota roja.

Los cielos reclaman a su hija,
El tibio rumor que se baña en las tierras
De mi cuerpo agusanado.

 

Un 2004

Esta mañana desperté en los escombros de algún lugar
desbaratándome en las notas del suicidio matutino,
del café de la mañana, de la podrida hora de pensarse vivo;
pude más de lo que creí,
el caminar bajo el techo de algún salón inhabitado,
un almuerzo que detestar;
aquí sigo tras la puerta,
despedazándome en palabras,
llorando mi partida.
Zapatos negros acompañándose bajo el eucalipto,
las orillas del pan que desayuno,
lupita —perfume penetrante—
reflejo en la ventana,
brazos rotos sobre la espalda,
un calendario de cristos heridos bajo el peso del hombre.

 

Atado a la realidad

Atado a la realidad, evitando mi presente,
el futuro suicida cuelga de mi cuello;
un octubre gotea de una rama de mi brazo,
un pájaro de noche pintado en mi grito
se quiebra, estalla en el vacío.
La cruz que acaricia mi espalda,
los demonios del armario,
mi voz de tinta,
el abandono,
el infierno en su sonrisa,
me devora,
en el atardecer del olvido,
en la espuma del misterio,
toda la infancia.

Atado al presente, evito lo real,
donde los verdugos tejen sus voces
y el dolor se hizo ternura;
el insomnio ya no duerme a mi lado,
la banqueta de mi casa
y toda la maraña del ayer
se pudren de silencio.

El presente evita mi realidad,
el pensamiento me aturde,
las flores y sus tallos vertebrales,
las fronteras,
la sangre de mi silencio,
mi cuerpo desnudo,
la sensación de hambre,
las palabras no escritas,
los grados centígrados,
los tejidos de mi ropa,
los huesos del espejo,
todo,
me ata a la realidad.