Este ensayo es un estudio preliminar sobre la obra
de Clarice Lispector, escritora brasileña (1925-1977). Nuestro objetivo es ver
cómo la obra y la vida de la escritora van tomadas de la mano y cómo se puede
convertir en discurso el lenguaje mediante el texto literario. Clarice Lispector
se coronó como una de las voces femeninas de más auge en el Brasil de los
años sesenta y principios de los ochenta debido a sus múltiples juegos con el
lenguaje y su incursión dentro de un canon paternalista, el cual, no permitía
fácilmente el acceso a la literatura, y mucho menos si era escrita por mujeres.
Nuestro interés en la figura de Clarice Lispector surge debido a nuestro deseo
de conocer más sobre la obra narrativa y poética de los escritores de Brasil,
pues actualmente se están abriendo las barreras del lenguaje y se están dando
a conocer más y nuevos escritores brasileños en todo el continente. El Grupo
Palavreiros con su página web es un ejemplo de esta nueva puerta o portal a la
literatura brasileña. Creo que nos tomaría demasiado tiempo intentar organizar
toda la literatura de Brasil debido a que es un país que tiene la dimensión de
un continente entero, esta situación nos hace más dífícil la apreciación
que deseamos trasmitir y exponer en este ensayo.
Pero creo que bastará con señalar sólo algunos de
los más destacados escritores de este hermano país; y no a todos los
escritores que debería estar, ya que hacen faltan más estudios e
investigaciones que nos ayuden a conocer cómo es Brasil y cómo se desarrollan
sus escritores y artistas. Entre estos escritores de primera fila se encuentran
Mario de Andrade, Carlos Drummond de Andrade, Murillo Mendes, Cecilia Meireles,
Manuel Bandeira, Oswald de Andrade, Haroldo de Campos, Augusto de Campos, Decio
Pignatari y Clarice Lispector, entre otros más.
2. Semana de Arte Moderno
Si bien es cierto y según los libros de historia de
la literatura brasileña, el proyecto de la Semana de Arte Moderno (1922) fue
uno de los medios que lograron difundir y organizar la literatura y las diversas
expresiones de arte cultural como la pintura, la música, la escultura, el
grabado y la exposición. Esta semana dio origen a diversas manifestaciones
artísticas y de inquietudes socio-culturales en los intelectuales de turno en
el Brasil de los años veinte (1920-1930), los cuales deseaban un medio para
poder comunicarse y ponerse en contacto con sus vecinos los escritores de
Suramérica. Todos sabemos que durante el proceso y desarrollo de la literatura
hispanoamericana muy pocas páginas se han dedicado a la literatura hermana de
Brasil, ya que se ha pensado en el Brasil como otro territorio aparte, y que no
tiene ninguna correlación con la historia latinoamericana. Hemos desdeñado a
un país hermano porque no habla la misma gramática y sintaxis.
Sin embargo, cuando vamos al análisis de la
morfología, la gramática, la fonología, la sintaxis, la semiótica y la
semántica con sus giros y formas particulares y regionales; vemos que las
diferencias entre el español y el portugués son mínimas; que una persona de
Brasil fácilmente se puede cartear o comunicar mediante la epístola con un
castellano y viceversa. ¿Entonces de qué estamos hablando? Estamos hablando de
la lengua, porque la lengua española no está sola, sino que es hija del latín
(sánscrito) y éste tuvo varias lenguas hijas, lenguas romances: español,
vascuence, catalán, gallego, gallego portugués, italiano, francés y
portugués. Entonces comprendemos que el portugués (el brasileño) no pertenece
a otra dinastía de idiosincrasia colectiva diferente, sino más bien, es
nuestra hermana lengua portuguesa. Entonces al recorrer los pasillos de la
Basílica del Vaticano y la vieja Francia, los territorios de Nuestra Señora de
Fátima y los libros de geografía, de historia, de formación y evolución del
lenguaje, ¡qué maravilla!, nos encontramos que el país de Brasil se pobló
con emigrantes de Portugal, las metrópolis europeas y la española, la cual, en
todo aquel desorden de “¡Dios
me lleve al Perú!”,
se olvidó del río Amazonas y su espeso bosque; ya vendrá más tarde José
Eustasio Rivera a cantar la grandeza de la selva americana en su inmortal novela
La vorágine.
Pero volviendo a nuestro tema; la Semana de Arte
Moderno provocó en el brasileño nuevas oportunidades de crecer artística y
espiritualmente. Veamos cómo Gabriel Prado Límico (Ayacucho, Perú, 1972)
resume y sintetiza esta semana en su ensayo:
“Antes de la segunda década del siglo XX
Brasil no había entrado en contacto con el mundo moderno, no sólo
cultural, sino incluso tecnológica y políticamente hablando. En este
contexto aquella elite cultural que tenía esporádicos contactos con Europa
y el resto de América, a través de libros y eventuales viajes de estudios,
reconoció la necesidad de poner este país al día con los cambios. Las ex
colonias españolas ya lo estaban haciendo y, un poco por eso y otro poco
por la enorme diferencia entre Europa y Brasil, esta puesta al día fue
concebida con violencia y premura. El resultado fue la Semana de Arte
Moderno, manifestación en la que se expuso el arte arquitectónico,
pictórico, escultura y poético moderno. Su singularidad fue el gran
despliegue de propaganda y euforia en las calles producto de una cultura que
ya estaba acostumbrada a manifestaciones estruendosas. En realidad esa
semana fue un carnaval de ideas y proyectos que, como veremos más adelante,
con el tiempo se irían materializando en propuestas concretas.
(...) Otra posible interpretación partiría del
carácter nacionalista de dicho movimiento, representado la síntesis de
distintas razas y la intención de hablar de y para todas, a través de la
sencillez en las palabras. De hecho, incluso el título del manifiesto alude
a la raíz misma de la tradición de este país. Se trata del manifiesto
Pau-Brasil o Palo del Brasil, el cual es un recurso natural abundante en la
selva amazónica, muy apreciado por sus primeros colonizadores y fuente de
inspiración para que esta colonia portuguesa adquiriera su actual nombre.
En realidad, como dice Hilda Scarabôtolo, el movimiento modernista
brasileño nació inspirado en el futurismo de Marinetti, que se basaba en
la filosofía positivista propuesta por Nietzsche. Marinetti fue un poeta
italiano que a principios del siglo XX propuso un arte universalizador,
tomando como inspiración el avance tecnológico. Su postulado partía de
que la tecnología tarde o temprano iba a ser el eje de desarrollo en el
mundo, lo que permitiría una cohesión mundial y la igualdad de condiciones
propias de la utopía Occidental...” (Prado Limico, P. La poesía,
2).
Desde este punto podemos ver que la visión del
escritor brasileño siempre ha estado en vías de la retrocomunicación con el
resto de Hispanoamérica y sus circunstancias. Clarice Lispector no está lejos
de esta visión tampoco. Ella va buscando la forma de ponerse en contacto con
los otros mediante la multiplicidad y complejidad de sus personajes femeninos en
las novelas y relatos que escribe. Las mujeres —la mayoría—, con sus
caídas espirituales y complejas situaciones psíquicas, luchan contra el mundo
o parten de un suceso aislado para llevarnos a un comprometido análisis
psicológico que terminará en la automeditación de la persona sobre su yo
íntimo.
En el ensayo de Aracy Amaral, Brasil: años ‘90:
un perfil del medio artístico, podemos ver con más claridad cómo se
desarrolla el arte en el Brasil y cual es la situación de violencia, asaltos y
desempleo del hermano país en su aspecto actual, el cual Clarice Lispector no
vivió; pero nos da una idea más clara de lo que ella vivió, pues la escritora
está escribiendo su obra durante varios procesos de suma importancia: 1.) la
crisis de la deuda de los años 30, 2.) la historia del empréstito brasileño
(1935) y 3.) la dictadura de Brasil en 1964:
“¿Cómo veo los años ‘90 en el arte
brasileño? Los veo especialmente a través del cambio de manos que
estimulan o patrocinan las artes visuales; veo la importancia del ‘marketing’,
del dinero rodeando la inversión en arte,1 la victoria de la
promoción sobre el conocimiento, la invención de un encanto relacionado
con el arte, según registra Robert Hughes, en estos tiempos en los que la
inversión produce el que destaque una determinada tendencia; percibo la
prepotencia que parece caracterizar hoy en día a los que tienen el poder de
decisión sobre comisariados y eventos en el área de las artes, y a los
pseudocomisariados...
(...) La década de los noventa está
definitivamente marcada por la violencia: este es, de hecho, el contexto de
los grandes centros urbanos brasileños —especialmente Sao Paulo y Río de
Janeiro— centros generadores de la mayor efervescencia cultural y
artística. Una violencia inaudita, vinculada al desempleo antes desconocido
en Brasil, a la audacia del narcotráfico, a la corrupción y a la espantosa
contradicción entre la miseria más chocante y la riqueza más ostentosa.
Todos estos datos se implantaron abrupta y arduamente, y no hay perspectiva
de cambios que nos dé aliento para los próximos años, teniendo a la vista
la economía globalizada, en un país como el nuestro en el que la práctica
precapitalista —o sea, premoderna—, convive simultánea e íntimamente
con los más avanzados procesos tecnológicos.
Para un europeo tal vez sea difícil imaginar la
constancia del sentimiento de culpa con el que vivimos la clase media que
come, tiene coche, estudia o se viste razonablemente, frente a la miseria
que en cada esquina nos consume, nos presiona, y en cada inundación de
tempestad de verano, deja más desabrigados, así como en el nordeste hace
perdurar cada año la miseria de los castigados por la sequía que emigran
al sudeste, ya sin condiciones para acogerles...” (Amaral, A).
Pero Amaral también ve la situación decadente y de
crisis económica y social del país, el cual comienza a vincularse con el
desempleo, los migrantes, los desplazados, la violencia derramada por las
revueltas, los presidios abarrotados (tanto de menores de edad como de adultos),
la masacre de 111 presos de la cárcel del Estado por 122 policías militares en
1992, la muerte de un pobre indio de la tribu pataxó, a quien chicos de la
clase media prendieron fuego una noche de 1997 y los niños de la calle (como se
les llama a los niños que deambulan en las calles brasileñas sin hogar fijo)
que murieron por manos de policías militares en 1993; y con todo esto está el
arte de la pintura y la escultura. Sao Paulo consideró el evento de “Arte/Cidade”
(1997: 1994) para reflexión y debatir la situación de una metrópolis urbana
tercermundista y violenta, según visión del filósofo Nelson Brissac Preixoto,
quien concibe el desarrollo de este evento cultural; entre los artistas que se
destacan menciona a Carmen Gross, artista que usa el “workshop” como medio
de expresión artística; Mónica Nador, que enseña pintura decorativa; Nuno
Ramos, artista que registra la masacre de la Cárcel de Carandiru; Lina Kim, que
utiliza figuras de animales en sus obras —cerdos, venidos, ratones, bueyes,
etc.--; Marcos Coehlo Benjamín y Emanuel Nassar, quienes presentan dos Brasil:
el premoderno y el contemporáneo.
Mientras, Artur Bispo de Rosario vive excluido y, a
partir de los años ‘90, se le exhibió en Brasil y en el exterior del país.
Rosángela Rennó, quien instala la fotografía dentro de la obra pictórica y
Vik Muñiz, que utiliza diferentes técnicas y utensilios para sus creaciones
artísticas, como lo son algodón, alambre, hebras de lana, hojas secas, azúcar
o chocolate, etc.
3. Clarice Lispector, vida y obra
Clarice Lispector, hija de padres rusos, nació en
Tchetchelnick (Ucrania), en 1925, cuando sus padres ya habían decidido emigrar
a Brasil. Con dos meses de edad llegó a Alagoas y desde ahí la familia se
trasladó a Recife; a partir de 1937 siguió sus estudios en Río de Janeiro.
Para 1943, cuando estudiaba derecho, se une en matrimonio con el diplomático
Maury Gurgel Valente, de quien tuvo dos hijos y se separó en 1959. Entre 1944 y
1960 vivió largas temporadas en el extranjero, Nápoles, Berna y EUA. Siempre
se mantuvo en contacto con los medios de prensa y comunicación. Finalmente
falleció en 1977 a causa del cáncer, tenía cincuenta y dos años. Según
Benedito Nunes, era Clarice Lispector una mujer tímida y altiva, más solitaria
que independiente; y según la descripción de Antonio Callado era “una
extranjera en la Tierra”. Elena Losada Soler, en su ensayo Clarice
Lispector: la palabra rigurosa, nos señala lo que recogió Olga Borelli del
programa de vida de Clarice Lispector:
“Nací para amar a los demás, nací para
escribir y para criar a mis hijos. Amar a los demás es tan vasto que
incluye incluso perdón para mí misma, con lo que sobra. Amar a los demás
es la única salvación individual que conozco: nadie estará perdido si da
amor y a veces recibe amor a cambio”. (Borelli, O., XXIII).
Tal vez el detalle más universal de Clarice
Lispector esté entre la línea interna de su personalidad y la línea de la
escritura, entre la línea de la razón y la línea de la sin razón; esa
transfiguración del ser dentro del ser; del yo mismo, en el tú mío de la
pérdida: pues a veces se gana perdiendo y viceversa. Recordemos que cuando la
voz del ser se calla, la voz de la esencia habla, y esa voz la tenía Clarice
Lispector. La voz que nace del pueblo, vive en el pueblo y es del pueblo. Mujer
y obra se bifurcan, se unen, se contaminan mutuamente porque la mujer quiere
sobrellevar el lenguaje hasta sus últimas consecuencias, hasta donde las
palabras permitan el placer místico de la escritura que amordaza los caminos
del conocimiento. También será primordial encauzar a la escritora dentro de su
época histórica. Clarice Lispector vivió desde 1925 hasta 1977, años de
muchos cambios tanto para Hispanoamérica como para el mundo. Es la época del
Manifiesto del Surrealismo de 1924 escrito por André Breton, T. S. Elliot y su
Tierra Baldía, la gran depresión de los años treinta, en la pantalla está
Shirley Temple en la película On the Good Ship Lollipop (1934), la
guerra civil española, en la cual muere Federico García Lorca (1936-1939),
época de los falangistas y los franquistas. Época de la reconocida película Casablanca
con Humphrey Bogart, Ingrid Bergman y Paul Henreid (1942), la Segunda Guerra
Mundial (1945), la cual termina con la bomba en Hiroshima y Nagasaki por el
avión Enola Gay, es la época en que el hombre aterriza en la luna, la época
de Kennedy y Marilyn Monroe y con ellos, son los años sesenta y sesenta, época
de los hippies, el Che Guevara, The Beatles, The Rolling Stones, del boom
latinoamericano con Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar,
José Donoso y Mario Vargas Llosa. Cuando Pablo Neruda en 1971 obtiene el Premio
Nobel de Literatura. En las Antillas, el grupo de guajanos (escritores
puertorriqueños de 1960) publica la revista Guajana; Luis Rafael
Sánchez publica La guaracha del Macho Camacho (1976) y, Rosario Ferre,
junto a un selecto grupo de escritores puertorriqueños trabajan en los números
de la revista Zona de carga y descarga (1971) y Manuel Ramos Otero
recibe en el Ateneo Puertorriqueño diferentes y sendos reconocimientos por sus
primeros cuentos.
Clarice Lispector publicó una abundante obra
literaria que va desde las crónicas periodísticas, novelas, cuentos y la
literatura infantil, por mencionar algunas obras podemos decir que su primera
novela, Cerca del corazón salvaje (Perto do coraçao
selvagem, 1944) la publicó cuando tenía sólo 19
años de edad, luego publicó La ciudad sitiada (A Cidade Sitiada, 1949);
los cuentos Lazos de familia (Lacos de familia, 1960); La manzana en
la ocurrida (A maca no escuro, 1961); La legión extranjera (A legiao
estrangeira, 1964) y La pasión según G.H. (A paixao segundo G.H.,
1964), entre otras más.
4. De la crítica a la personalidad de Clarice
Lispector
La vida de Clarice Lispector se puede analizar desde
muchas y diversas perspectivas ya que la escritora brasileña demostró ser una
gran narradora, que se adelantó a su tiempo y a su época. Florencia Abbate
analizando su libro Revelación de un mundo: Crónicas de la vidente
(2004) sostiene lo siguiente:
“Lispector fuerza el género a su antojo,
hasta transformarlo en un medio de plena expresión de su subjetividad. Un
tono menor para una empresa mayor: la más absoluta libertad de temas —como
señala Amalia Sato en el prólogo— y la omnipresencia de su yo
conflictuado. Para Lispector, la descripción de sus mucamas merece la misma
atención que una carta dirigida a un ministro. Condena la matanza de los
indios y comenta la opinión de un terapeuta sobre ella. Declara que las
víctimas no deben perdonar a los verdugos sino ejercer su crueldad, al
tiempo que celebra los pequeños placeres de la intimidad burguesa (la cama,
la buena comida, el jardín). ¿Compromiso social?, ¿frivolidades? No hay
contradicción alguna, por un lado porque la fuerza de su estilo borra toda
distinción, y por otro porque el fundamento de lo heterogéneo se resume en
el título de una de sus crónicas: ‘Me hago cargo del mundo’ ”
(Abbate, F.).
Vicente Clua sostiene y comenta en su ensayo Clarice
Lispector, la palabra rigurosa (2002) que:
“Lispector escribió sus primeros cuentos
cuando tenía 14 años y los mantuvo ocultos mucho tiempo. Aún antes de
saber leer y escribir Clarice ya fabulaba, inventado historias sin fin.
Luego, ya en la escuela, empezó a mandar sus cuentos al Diario de
Pernanbuco, pero nunca los publicaron.
(...) Ella misma indicó que sus libros
reclamaban una lectura ‘irracional’, una empatía natural, algo así
como telepatía con la autora, una especie de entrega a lo oscuro irracional
que fluye en palabras” (Clua, V.).
Cuando en 1969 Clarice Lispector publica su novela Aprendizaje
o el libro de los placeres, narra una historia entre Lori (la sirena
protagonista) y Ulises, el navegante, entonces desde ahí inicia el proceso de
la transgresión de los roles sociales:
“Yo podría tenerte con mi cuerpo y con mi
alma. Esperaré aunque sea años a que tú también tengas cuerp-alma para
amar (...). Mira a todos a tu alrededor y ve lo que hemos hecho de nosotros
y de eso considerado como victoria nuestra de cada día. No hemos amado por
encima de todas las cosas. No hemos aceptado lo que no se entiende porque no
queremos pasar por tontos (...). No tenemos ninguna alegría que no haya
sido catalogada (...). Hemos tratado de salvarnos, pero sin usar la palabra
salvación para no avergonzarnos de ser inocentes (...). Hemos disfrazado
con el pequeño miedo el gran miedo mayor y por eso nunca hablamos de lo que
realmente importa (...). Hemos sonreído en público de lo que no sonreímos
cuando nos quedásemos solos (...). Nos hemos temido el uno al otro, por
encima de todo. (...) Pero yo escapé de eso, Lori, escapé con la ferocidad
con que se escapa de la peste, Lori, y esperaré hasta que tú estés más
preparada...
(...) Se puede pensar rápidamente en el día
que pasó. O en los amigos que pasaron y para siempre se perdieron. Pero es
inútil huir: el silencio está ahí. Aun el sufrimiento peor, el de la
amistad perdida, es sólo fuga. Pues si al principio el silencio parece
aguarda una respuesta —cómo ardemos por ser llamados a responder—,
pronto se descubre que de ti nada exige, quizás tan sólo tu silencio.
Cuántas horas se pierden en la oscuridad suponiendo que el silencio te
juzga, como esperamos en vano ser juzgados por Dios. Surgen las
justificaciones, trágicas justificaciones forzadas, humildes disculpas
hasta la indignidad. Tan suave es para el ser humano mostrar al fin su
indignidad y ser perdonando con la justificación de que es un ser humano
humillando de nacimiento. Hasta que se descubre que él ni siquiera quiere
su indignidad. Él es el silencio (...)”. (Lispector, C., Un
aprendizaje, 31).
Otro de los críticos de la obra de Lispector,
Roland Barthes, indica y señala la problemática del lenguaje en los siguiente
términos:
“...a unidade ideológica da burguesia
produziu uma escritura única [pois] nos tempos burgueses (isto é,
clássicos e românticos), a forma nâo podia ser dilacerada, já que a
consciência nâo o era; e que, pelo contrário, desde o momento em que o
escritor deixou de ser uma testemunha do universal para tornar-se uma
consciência infeliz, seu primeiro gesto foi escolher o engajamento da
forma, seja assumindo, seja recusando a escritura de seu passado. A
escritura clássica explodiu entâo e toda a Literatura, de Flaubert até
hoje, tornou-se uma problemática da linguagem” (Barthes, R., 12).
Don Antonio Candido asegura que:
“Clarice mostrava que a realidade social ou
pessoal (que fornece o tema), e o instrumento verbal (que institui a
linguagem) se justicia antes de mais nada pelo fato de produzirem uma
realidadde própria, com a sua inteligibilidade específica. Nâo se trata
mais de ver o texto como algo que se esgota ao conduit a este ou aquele
aspecto do mundo e do ser; mas de lhe pedir que crie para nós o mundo, ou
um mundo que existe e atua na medida em que é discurso literário”
(Candido, A, p. XIX).
Aida Toledo, en su ensayo Visiones discursivas a
partir de un canon alternativo: Clarice Lispector, Diamela Eltit y Eugenia
Gallardo y el cómo narrar desde espacios femeninos, señala varios aspectos
sumamente importantes sobre la obra de Clarice Lispector con los cuales estamos
totalmente de acuerdo:
“Clarice Lispector es una de las primeras en
iniciar el trabajo del desplazamiento del sujeto dentro de una perspectiva
femenina. Sus personajes, en la mayoría mujeres, van perfilándose dentro
de mundos que las distinguen por su capacidad de observación y análisis.
El conocimiento filosófico de Lispector entra en la conformación de estos
personajes que suelen exhibir a través del fluir de conciencia las
preocupaciones de sujetos femeninos y enmarcar las diferencias entre la
realidad que las circunda y el discurso que las produce.
(...) y para Pierrette Malcuzynski, en este
sentido, Lispector está constantemente creando un espacio discursivo
estratégico de resistencia pero a través de la técnica de la parodia
(130). Vilma Arêas observa que en esta obra se produce un juego escénico
en donde se utilizan máscaras y muecas, improvisación, delirio verbal,
material remendado; Lispector parece estar utilizando una inversión de los
roles constructivos, es el lenguaje figurado quien inventa el nivel de lo
real; el juego de las voces narrativas entremezclándose, pero al mismo
tiempo guardando una distancia estratégica para que podemos diferenciarlas
y captar el sentido de lo que se narra en un patente desplazamiento de las
tonalidades, éste es otro de los ardides constructivos de Clarice...” (
Toledo, A., p. 237-49).
Entonces podemos ver cómo la personalidad de
Clarice Lispector está dentro y fuera de su relato narrativo mostrándonos, y
creando a la vez, frente a nosotros; un nuevo discurso narrativo, el cual parte
y nace desde el desdoblamiento del ser dentro del ser. La condición de la mujer
escritora y mujer narrativa se funden en el discurso de fluir de conciencia que
lleva a los personajes de sus narraciones a espacios íntimos y meditativos, son
arrastrados como golpe de cañón al mundo de la realidad circundante por donde
vive el hombre en su contemporaneidad del siglo XXI. Lispector, además de
dominar las posturas de las técnicas vanguardistas, ha sabido sacarle partido
tanto a sus personajes femeninos como a la conciencia de sus personajes con un
agudo ojo clínico, al ver, por encima de sus mucamas, cosas que a simple vista
no se ven pero que están allí. Ella las ve y las trae a colación dentro y
desde su relato a medida que el mismo avanza. Ella narra por encima y por debajo
de sus personajes, crea un juego verbal tan elevado que nos hace místicamente
parte de él. Por ello encontramos que uno de los niveles que emplea es el nivel
psicológico o el filosófico, que la mayoría de sus personajes tienen
conflictos internos de personalidad —inseguiridades, miedos, fobias—,
personajes y personalidades inconformes consigo mismos y con el mundo,
personajes que con una palabra se acuestan y con otra palabra se levantan,
personajes que son rostros de ella misma, o prolongaciones de lo que deseó ser
y no fue. En fin, ella está en cada uno de sus personajes, como estos están en
parte de ella. A mi juicio, creo que uno de los grandes logros de Clarice
Lispector es su manera de narrar y presentarnos los detalles en la lectura que
vamos realizado sobre un texto suyo.
5. A manera de conclusión
Hemos visto cómo la crítica analiza la obra de
Clarice Lispector y cómo la autora de Cerca del corazón salvaje logra
la técnica del fluir de conciencia de sus personajes y cómo también los
personajes son narradoras que narran sus propias obras dentro del texto
literario y cómo se confabulan diversas voces narrativas para interconectarse
de un plano a otro dentro del mismo relato. Considero que todavía faltan más
análisis sobre esta excepcional escritora brasileña y que la literatura ha
contraído una deuda con esta mujer que vivió fuera de su tiempo y de su época
porque sacrificó el interés personal por el bien común de un público.
Clarice Lispector defiende y define la nueva narrativa brasileña y
latinoamericana desde una visión de voz poderosa, como pandero o relámpago que
cae del cielo, y llega a la voz del aire del hombre, en forma de mariposa y de
presagio. ¡Viva Clarice Lispector por su hermosura, viva Clarice Lispector por
su egocentrismo literario, viva Clarice Lispector por su locura y ojalá que la
locura de su ser nos ilumine a todos los pensadores y seres del planeta tierra!
Bibliografía
Prado Límico, G. (2002). La poesía brasileña en la
modernidad, Primer Premio de Ensayo en el Quinto Concurso Vitral de
Brasil.
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http://www.dialogosiberoamericanos.org/53-brasil.htm.
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en Clarice Lispector, A Paixão segundo G.H. (Ed. Crítica, Coord.
Benedito Nunes), coleção Arquivos, Editora de Univ. de Florianópolis, p.
XXIII.
Lispector, C. Otras de las obras de Clarice Lispector son: Un
aprendizaje o el libro de los placeres (Uma aprendizagem: o livro dos
prazeres, 1969); Agua viva (Água viva) y Felicidades
clandestinas (A Felicidade clandestinas, 1971) La hora de la estrella
(A hora da estrela, 1977); ¿Dónde estuviste anoche? (Onde estuviste
anoite?, 1974); las trece historias eróticas de Vía Crucis del
cuerpo (Via Crucis do corpo, 1974); Un soplo de vida (Um sopro da
vida, 1988) y Silencio (Silêncio, 1988), entre otras tantas más
que se quedan, como por ejemplo: Revelación de un mundo (Reverlaçao do
mundo, 2004), donde se recogen sus crónicas como periodista y parte de
su vida.
Abbate, F. (2004). “Crónicas de la vidente: Revelación de
un mundo de Clarice Lispector”, en Página 12, junio de 2004. En:
Proyecto Patrimonio, dirigida por Luis Martínez S.;
http://www.letras.s5.com.
Clua, V. (2002). Clarice Lispector, la palabra rigurosa;
Proyecto patrimonio.
Lispector, C. (1969). Un aprendizaje o el libro de los
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Barthes, R. O grau zero de escritura. São Paulo,
Cultrix, s/d. p. 12.
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Coord. París, Association africaine du Xxe; Brasilia, DF, CNPq, p. XIX.
Toledo, A. (2004). Visiones discursivas a partir de un canon
alternativo: Clarice Lispector, Diamela Eltit y Eugenia Gallardo y el cómo
narrar desde espacios femeninos, Revista Iberoamericana, Num. 206,
enero-mayo 2004, Vol. LXX, pp. 237-249.