Letras
Peregrinaje cósmico
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I. ¿Por qué Gabriela?

La mágica conjunción del valle entre los cerros
da respuesta, paso a paso
al absorto pensamiento
en la mirada circular hacia el espacio
desde los acantilados
su eco asciende a las alturas
en sutiles prosas
y las piedras responden
en cascadas de versos
descendiendo
al oscuro desfiladero de las parras.
Todo el paisaje de Elqui
es reflejo de tu alma
todo el valle y todo el cerro son tu espejo

Aquí te concibió la tierra y de su vientre pétreo
se hicieron las astillas, los guijarros
que esculpió tu mente en la metáfora

Amasaron las montañas tu estatura
y el río entre las cuencas
te dio la mansedumbre
con precipicios y hondonadas silenciosas.

Majestades naturales estuvieron en eclipse
cuando el joven poeta-profesor andariego
y casi sacerdote
enamoró a la bella Petronila,

sin embargo,
¿cuántos genes aportaron las montañas
y cuántos la esmeralda de los valles?

Lo cierto es que tu estirpe
original y originaria
está en la geografía innegable de Paihuano
en los altivos montes, tan unidos y tan fuertes
como eternos soldados vigilantes
que sostienen la mirada y la enceguecen
como si fueran faros permanentes, destellantes
estrellas de la tarde que agoniza
y preludios del alba que ya viene.

Tu musa arrogante, transgresora es mineral
y profunda... socava y eleva
como el telón de tu nacencia.

Monte Grande fue regazo y patria de tus sueños
la humilde casa de tu infancia
con los cerros por aurora y por ocaso
y a tus pies el valle que te inunda y te repliega

Todavía estás allí con Soledad,
Rosalía y Efigenia

Allí presides y eres reina para los niños
y los hijos de los hijos repetidos
desde el humilde montículo donde ahora reposas
desde el cerro y la piedra en la vastedad de los cielos
hasta las profundidades del valle.
Buscando las raíces de tu esencia,
vine a saber por
qué eras tú... Gabriela
y ya lo tengo

 

II. ¿Se llamará olvido?

Despejadas las incógnitas,
Gabriela...
pero tengo dolores...
y profundos como tu alma...
Esperé que los caminos
saludaran con tu nombre
y estuviera escrito en las paredes de los montes
a la entrada de modernas carreteras
y que tu voz y tu mirada llana
recibieran al viajero desde Serena y Vicuña
hacia todos los puntos cardinales
con el orgullo latente y vivo
con que América y el mundo supieron valorarte
y cubrir de honor a Chile con el Nobel
Te esperé también en La Recova de Serena
en la colorida variedad de los recuerdos
paradójicamente altiplánicos.
Todos los letreros luminosos terrestres de tu zona
debían acuñarte
como ya lo han hecho en los cielos
las estrellas y los astros
Si hay lugar para fugaces mercancías
ocupando las vitrinas del espacio
¡cómo no haber miles y millares
para propagar tu nombre
gratuito
si es nutriente mercancía
para el alma de los niños
que tanto necesitan de modelos
y tienen hambre de amor en sus vacíos?

 

III. ¿Quién es Gabriela?

Silueta alada
de espumas en prodigio,
de las dimensiones etéreas.
Figura de humanidad,
vertiente diáfana,
en rondas y canciones celestiales...
en decálogos y prosas.
Agresiva y apostrófica
con Dios y con Natura.
Juglar de toda travesía
en cruceros de luz
y en estelas de aguas.
Iracunda, furtiva y apacible
de esotéricos amores
de ruegos,
por el joven suicida.
recados y responsos
Viajera impenitente
de lejanos paraninfos
por la América morena y la Europa milenaria
condecorada de aplausos y medallas
ornada de laureles.
Con mente de roca, agreste y sobria
pero con alma de nube,
tejida de rosas
fuiste diosa-emperatriz
de las letras del orbe.

 

IV. ¿Será real?

¡Oh, Gabriela!

En los montes y los valles
te he encontrado
generosamente sencilla
como el aire
en tu desnudez de piedra

y continúas allí silente
en tu pétrea mortaja
con guirnalda de cumbres
por diadema
y el encaje de los valles por alfombra.

Allí me recliné
en el nido fértil de tus viajeras alas
para que todas tus alturas
también me traspasaran
para coger ensoñaciones
y cubrir con ellas
mis noches de bohemia.

 

V. Debes ser eterna

Ausente en La Recova

(pregunté por ti a todos los mercaderes entre los pregones de bella artesanía

en cuero, madera, lanas de múltiples colores) (había pergaminos de otros autores, pero ninguno con tu verso registrado, ni tu efigie, ni tu nombre)

Recorrí las calles y pedí las guías de todos los lugares (ninguna calle, ningún parque te recordaba) Busqué la carretera 41... (moderna y anchurosa) estaba escrito que conducía al Aeropuerto; omitía que empezaba el valle, que pasaba por Vicuña que llegaba a la cuna del Nobel.

Menos mal que en Monte Grande... dijo presente una blanca estatua, una escuela y un escondido museo

...la casa de tu infancia...

(un poco violada en sus veredas, parece que la tierra se la traga)

Tres humildes dependencias: hogar-escuela-correo (aún parecen atendidas por tu hermana Emelina)

¡Qué raconto..! te vi sentada en el viejo banco de la sala mirando el mapa mundi o, tal vez, sacando libros del estante.

Me senté contigo en el escaño del corredor y miramos largamente la secular palmera y el cerro de tu patio. Estuve en coloquio con tu soliloquio un rato sublime, hasta que sonó la campana de entonces y juntas, volvimos a la clase... sí... a la clase magistral que sobre tu vida entera sabe exponer Bética (la encargada de tu casa-museo)

Bética, la genial lugareña, casi tu condiscípula no cesa en narrar tu vida con detalles, con mucha sabiduría como si fuera erudita.

(¡gracias, Bética, por tu hermosa plática!) No obstante, vi cómo decenas de turistas sólo demoraban 5 o 10 minutos en visitarte. ¿Qué faltaba?

El acostumbramiento de la década a que todo llegue en vía publicitaria no permite conocer sin que haya un soft, un video, un casette que difunda y entregue. Tal vez haga allí mucha falta... para que los viajeros se regresen menos ignorantes de lo que llegaron y cumplan el sentido de su largo trayecto. ¿Un museo interactivo? porque cuando Bética ya no esté... ¿alguien podrá contar quién es Gabriela..?

Antes de eso Bética debe ser exportada a todos los colegios del país a repetir lo que tanto sabe y tanto siente por Gabriela.