Letras
Cuatro poemas
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Café

Ojos abiertos
Nariz palpitante
Lengua despierta
Manos libres
Oído atento

Alerta
—excitados los cinco sentidos—

Divisar el pasado en un humeante café
Escuchar sobrevolar el aire de la memoria
Ventear el poso de antaño en motas de olor ínfimas
Catar la raíz del intenso azul do no hay olvido
Tentar la tez del rostro oculto en el ayer

Temblar
—al calor de precipitar el recuerdo—

Jamás abandonado
Nunca desaparecido
Siempre presente
El recuerdo
Pervive

 

Lunes

Aciago día el lunes.
Hoy, un lunes del mes de enero,
he leído:
la vida es lucha no una conversación

Mi vida rendida a la palabra hueca,
perdida en conversaciones baldías,
hundida en un vano parlotear...
Con cierta sorna antigua se añadirá:
de charlar hace gala la mujer

Mimí, dueña de un glamour viscontiniano,
aparece en escena, gasta traje y turbante,
en ella convergen todas las miradas.
Hermética, Mimí alza la copa que se le ofrece,
brinda por la osadía y se va.

Alejandra acude a mi memoria,
una vagabunda de ojos verde y oro,
ataviada con un hermoso sombrero rojo rubí.
Alejandra paraba en Londres y junto a un viejo libro,
solía ir al parque a rondar palabras.

Lunes...

 

Locos

Los jinetes locos
cabalgan en sus potros salvajes
Van a la guerra
Cabalgan enfundados
en sus trajes de acero
Pinturas de guerra
dibujan en su rostro
la máscara de la muerte
Prieta la carne de pavor
tenso el músculo
presto a escupir fuego
van a la guerra
Los jinetes locos
avanzan en sus máquinas frías
y se calientan con la sangre
de los muertos

 

Clima

Era una tarde gris.
Llovía,
sobre la tierra y el mar llovía.

Ríos y lagos bajo el violento aguacero
crecen, se elevan, se desbordan.
En cuanto el Sol levante,
quietas se quedarán las piedras.

A la puerta de un antiguo mercado
a rebosar de gente, un suicida bomba revienta.
Eran las tres en punto de la tarde.
Llovía terror divino.

Merkavá impone su peso, sesenta toneladas
de tecnología bélica punta, y aniquila
cuanto halla a su paso, mañana, tarde y noche.
Llovía terror divino.

La mortal trampa de la guerra
vomita corazones.
En cuanto el Sol levante,
revueltas volarán las piedras.

Era una tarde gris.
Llovía y llovía,
sobre la tierra y el mar, terror divino llovía.