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Expedicionarios del Madidi
se consideran
amenazados por Planeta
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Como una amenaza ha considerado el historiador argentino Pablo Cingolani la respuesta que a sus reclamos, manifestados a través de la Embajada de Bolivia en España, ha dado Carlos Reyés, director editorial de Planeta, en carta dirigida al ministro consejero boliviano, Julio Aliaga Lairana.

Como se recordará, en nuestra edición 124 publicamos una noticia referida a las denuncias de plagio que ha hecho públicas Cingolani en contra de la novelista alicantina Matilde Asensi, cuya novela El origen perdido contendría, en su trama y en su desenlace, gran parte “de los materiales (memorias, relatos, crónicas y entrevistas) y archivos de las expediciones al Madidi” realizadas por este investigador y su equipo de expedicionarios, como explicamos en su oportunidad.

En la carta en cuestión, fechada 8 de junio, Reyés expresa su “perplejidad ante las recientes actuaciones de don Pablo Cingolani y, en concreto, en relación a sus posicionamientos acerca del trabajo efectuado por doña Matilde Asensi en su libro El origen perdido”. El ejecutivo editorial agrega que, tras cotejar los materiales de Cingolani con el capítulo IV de la novela de Asensi, “no solamente no advierto indicio alguno de plagio, sino que ni tan siquiera constato un eventual derecho de cita”.

Reyés opina que “nadie tiene la exclusiva universal de los toromonas (138 entradas en Google), ni de Madidi (30.700 entradas), ni de Aymara (651.000 entradas), ni de Lars Hafskjold (570 entradas), ni de Álvaro Díez Astete (307 entradas). Es más, en algunos casos se advierten, incluso, informaciones contradictorias entre los trabajos del señor Cingolani y la novela de Matilde Asensi”.

La carta del ejecutivo de Planeta termina declarando que no acaba de comprender “cuál es exactamente el papel de la Embajada de Bolivia en este asunto” y anunciando que, ante la ausencia de pruebas que justifiquen las imputaciones de Cingolani, “entiendo que se trata de acusaciones no fundadas que traslado a nuestros servicios jurídicos para que actúen como mejor proceda, bien en España, bien en Bolivia o en cualquier otro lugar donde fuese necesario”.

Entrevistado por correo electrónico para Letralia, Cingolani rebate los supuestos expresados por Reyés. “Álvaro [Díez Astete] es el asesor etnográfico de las expediciones, amén de ser uno de los más respetados antropólogos de Bolivia, especialidad en etnias de la Amazonía. La exclusiva universal sobre Álvaro Díez Astete la tiene, para empezar, Álvaro Díez Astete”.

 

La carta de Díez Astete

Considerado uno de los mayores especialistas bolivianos en etnografía amazónica, Álvaro Díez Astete (La Paz, 1949) ostenta una vasta producción bibliográfica antropológica e, inclusive, poética. Ha publicado estudios como Etnicidad y etnocidio en Bolivia (Casa de las Américas, Nº 155-156, La Habana, Cuba, 1986, y también en Arinsana, Cuzco, 1986); Hacia un inventario crítico de etnotecnologías en Bolivia (IV Encuentro de Estudios Bolivianos; Cochabamba, 1986); Mapa etnolingüístico de Bolivia (Arinsana, Cuzco, Nº 1, 1986); Las etnias en Bolivia (en Hugo Boero Rojo, Enciclopedia Bolivia Mágica, p. 109-147; La Paz, Editorial Vertiente, 1993), Interculturalidad en Moxos (La Paz, Musef, 1995); Etnias y territorios indígenas (con Riester, Jüergen; en: Comunidades, territorios indígenas y biodiversidad en Bolivia (Ed. Kathy Mihotek, Santa Cruz de la Sierra, UAGRM-Banco Mundial, 1995); Mapa étnico territorial y arqueológico de Bolivia (con Riester, Jüergen et al.; La Paz, UNGRM-Banco Mundial, 1995); Pueblos indígenas de las tierras bajas-Características principales (con Murillo, David; La Paz; Ministerio de Desarrollo Sostenible y Planificación, Vaipo, Programa Indígena-PNUD, 1998), y Amazonía boliviana. Necesidades básicas de aprendizaje (La Paz, Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, 2002).

Su obra literaria también es extensa e incluye títulos como Viejo vino, cielo errante (1981), Devoración (1983), Abismo (1988), Cuerpo presente (1989), Púrpura profunda (1993) y Homo demens (2001), que a su vez han sido reunidos en el volumen Escritura poética elemental (Plural, La Paz, 2003).

El 19 de junio, el mismo Díez Astete remitió a diversos medios una carta abierta a Matilde Asensi, a la que se le ha dado amplia difusión en Internet, en la que le propuso a la autora “una lectura reflexiva de su propia novela” y le manifestó su descontento ante “algunos extremos que mi ética personal y profesional ha encontrado inaceptables en más de un aspecto”.

Díez Astete le recrimina a Asensi, en esa carta, el tratamiento dado al tema “que concierne a la resolución de su obra, lo cual impresiona tanto por las inexactitudes y equívocos que lleva, como y más por el uso indebido y penosamente trastocado que se hace de la base de su relato, que no es otra que la expedición Madidi de Bolivia, a la que no menciona siquiera con una simple nota de pie de página, como si la expedición que alimentó su novela de manera decisiva no hubiera existido jamás, pese a que usted se sirvió de su abundante información provista por Internet”.

Tras describir las características de la expedición, las condiciones en que se realizó y los objetivos que tenía planteados, Díez Astete —quien aparece en la novela como personaje bajo el apellido Díaz Astete— agrega que “sería comprensible y aceptable la falta de conocimientos sobre la etnología boliviana y en particular sobre los toromonas, en una novela de imaginación libre; pero sucede que todo lo básico que se afirma en su novela sobre esta etnia ‘está dicho’ por mi persona, con mi nombre y apellidos verdaderos. Aparezco forzadamente en su obra como un personaje citado por la necesidad de la trama que debía recurrir a la autoridad profesional de un antropólogo, lo cual sin embargo es menoscabado por la ligereza de la autora, antes que ser abordado con el expectable acento de una novelista mínimamente respetuosa y responsable de sus fuentes ‘reales’ ”.

El investigador reseña diversos pasajes de la novela donde aparece en forma del personaje Álvaro Díaz Astete, con datos sobre su trabajo y aseveraciones supuestamente emitidas por él. Tales informaciones son calificadas por él como inexactas. Entre ellas se encuentra la supuesta afirmación de Díez Astete de que, en las nacientes del río Heath y el valle del río Colorado, existen tribus no contactadas, una de las cuales es la de los toromonas.

“¿Por qué, señora Asensi, tuvo usted la facilidad de decir que yo ‘aseguraba’ que los toromonas existen como ‘tribu’, sin consultar al recurrido ‘Álvaro Díaz Astete’ real?”, increpa el investigador. “En tanto antropólogo profesional, es imposible que hubiese hecho tal afirmación a usted o a sus personajes. Si usted necesitaba rodear de algún impacto de credibilidad a su novela, podría haber guardado consideraciones de respeto intelectual a sus ‘fuentes’ y, de hecho, a sí misma; debiera haber consultado, constatado e incluso refutado tales ‘afirmaciones’ que me endilga, de modo ahora sí sorprendente”.

Otros datos expuestos en la novela son refutados por Díez Astete, como la “desaparición misteriosa” de diversas tribus durante la guerra del caucho del siglo XIX, aspecto en el cual éste aclara que en ese hecho histórico “ningún pueblo étnico desapareció misteriosamente, ni se trató de una guerra, sino que numerosos pueblos fueron criminalmente exterminados, física y culturalmente, por el proceso de esclavización que sufrieron en el embate de la explotación feudal-mercantil del caucho —o goma elástica, o hevea brasilensis—, y sus sobrevivientes sometidos a un duro etnocidio hasta la primera mitad del siglo XX (y si lo quiere saber, hasta el día de hoy)”.

Díez Astete es enfático en que los toromonas son una posibilidad aún no demostrada, y agrega que “para verificar esa posibilidad las ciencias sociales, gracias al aporte de las ciencias exactas y naturales, son exigentes”, por lo que al aventurar su existencia en una novela y “utilizar inescrupulosamente el nombre y trabajo verdaderos de una persona, para ponerlo a decir sandeces, como lo ha hecho usted, entonces estamos ante un suceso de soberbia contracultural, en toda la línea”.

La carta termina expresando indignación, por parte de los miembros de la expedición, por “la manera en que usted ha utilizado en la parte medular y más importante de su novela todos los hechos principales que la Expedición Madidi desarrolló en la vida real, convirtiéndola en la fuente y clave de su estructura narrativa final, sin siquiera nombrarla. Correspondía hacerlo, especialmente dado el carácter oficial y la resonancia internacional que el emprendimiento tuvo, tiene y tendrá”.

 

Díez Astete y Asensi hablan telefónicamente

Cingolani explica que, tras la aparición de la carta de Díez Astete, Planeta concertó con el investigador, vía correo electrónico, una entrevista telefónica con Matilde Asensi. “Esto sucedió el viernes 1 de julio”, explica Cingolani. “La conversación —como el mismo Álvaro dice— fue absurda, digna de Beckett. La doña esta —reconociendo que la fuente de su trabajo fue nuestra expedición— se estuvo veinte minutos con el único objetivo de obtener el permiso de Díez Astete para que su nombre sea incluido en las futuras ediciones de la novela. Habló no sólo de España, sino de Francia, Italia, Alemania. O, caso contrario, acuerdo para que su nombre fuera retirado”.

Según Cingolani, Díez Astete se negó y le manifestó a la escritora “que, en todo caso, debía hablar conmigo y demás miembros de la expedición. Asensi, furiosa, le dijo que sólo quería hablar con él, que el resto estaba ya arreglado a través de la carta que Planeta envió a la Embajada de Bolivia en Madrid. Por el otro, dijo que no podía hablar conmigo porque la había ‘difamado’ a través de la prensa y de la red”.

 

Una expedición multipropósito

La expedición se inicia formalmente en septiembre de 2000 con un itinerario que incluye territorios bolivianos desconocidos que forman parte del Madidi, uno de los sitios que albergan mayor biodiversidad en todo el mundo, y con fondos aportados por el Estado boliviano, la Fundación II Centenario y otras fundaciones privadas, la empresa privada e instituciones como Care o el Rotary Club.

Aunque una de las intenciones del equipo liderado por Cingolani era descubrir si realmente los toromonas siguen viviendo en las regiones inexploradas del Parque Nacional Madidi, durante el desarrollo de la expedición se fueron sumando otros objetivos. Este historiador, graduado de la Universidad de Buenos Aires en 1985,planeó su expedición siguiendo la ruta del desaparecido explorador inglés Percy Harrison Fawcett, quien recorrió la zona en 1911. “El objetivo geográfico más importante era arribar a la naciente occidental del río Heath, al cual, según nuestras investigaciones, ni el propio Fawcett había arribado”. Cingolani alude al libro de memorias Expedición Fawcett, A través de la selva amazónica (Rodas, Madrid, 1973).

“Cumplida la primera etapa de la expedición”, continúa el expedicionario, “en una de las bases de la misma, la población de Apolo, el entonces director del parque Madidi, ingeniero Ciro Oliver, nos informó acerca de Lars Hafskjold, un agrónomo de origen noruego que desapareció en la zona del río Colorado en 1997 siguiendo el rastro de una probable etnia ‘no contactada’, ‘no asimilada’ o aislada de manera voluntaria, tras el genocidio y la hecatombe étnica que experimentó la selva tras el auge de la explotación del caucho, entre 1880 y 1914”.

Hasta entonces, Hafskjold no había sido buscado en el terreno donde desapareció. La expedición llegaría en su primer intento al último punto habitado, la comunidad de Puerto San Fermín, sobre el río Tambopata, en el límite entre Bolivia y Perú. A su regreso a La Paz, Cingolani hizo contacto con Díez Astete, quien aceptó participar en el proyecto en calidad de asesor etnográfico, y con el cónsul de Noruega en La Paz, Ian Hornsby, con quien se oficializó la búsqueda de Hafskjold.

De esta manera el proyecto creció en objetivos y en su impacto en los medios de la región. Consultas a la Misión Nuevas Tribus —misioneros evangelistas que, desde Colombia a Paraguay, han trabajado en primeros contactos con fines evangelizadores desde la década de 1940— confirmaban la posibilidad de la existencia de la tribu, y tales datos fueron positivamente contrastados con otros del Ministerio de Asuntos Indígenas y entrevistas con miembros de las comunidades indígenas asimiladas, además de un profundo trabajo de documentación en archivos históricos. Además el equipo expedicionario impulsó campañas de salud en poblaciones aisladas, un programa que se desarrollaba por primera vez en Bolivia y que sigue funcionando hasta hoy, así como talleres de educación ambiental, donación de alimentos y materiales a las comunidades indígenas, campañas de investigación arqueológica y concientización en las ciudades sobre necesidad de preservar el medio ambiente y las culturas originarias, entre otras acciones.

“Es decir”, continúa, “es un proyecto privado multipropósito, sin fines de lucro y financiado con aportes estatales y privados. Es, a la vez, un proyecto desarrollado en coordinación con una veintena de comunidades indígenas, y la misma expedición es multiétnica y está constituida por personas de origen leco, tacana, chimán, quechua y occidentales”.

Cingolani agrega que la expedición ha recibido apoyo de las máximas instancias del Estado boliviano vinculadas a la salud, la protección del medio ambiente, el manejo de los parques nacionales, la arqueología y la cultura, así como de las autoridades administrativas del departamento de La Paz, la Subprefectura de la provincia Franz Tamayo y los municipios de Pelechuco y Apolo. “Es una verdad decir que aquí, en Bolivia, la Expedición Madidi es respetada y querida”, acota.

El proyecto fue relanzado el año siguiente, con un nuevo nombre—Expedición Madidi XXI— y un más evidente apoyo oficial del gobierno boliviano: el 31 de mayo la Cámara de Diputados de Bolivia declara a la Expedición Madidi “de Interés Nacional” en virtud de que “el cumplimiento de sus objetivos son de indudable beneficio para Bolivia y su proyección”.

La nueva expedición llegó acompañada de una intensa campaña en los medios. “Como dato ilustrativo, para medir ese impacto y tomar en cuenta su alcance, habría que agregar que fui entrevistado por Rodrigo de la Quadra-Salcedo, director de la productora española Xemenerge, para un programa televisivo para AXN TV”. De la Cuadra-Salcedo es considerado uno de los principales productores audiovisuales de documentales de riesgo de España.

El 1 de agosto de 2001 partieron los expedicionarios. “Lo hicimos acompañados de tres médicos en la campaña de salud citada antes, coordinada con el Ministerio de Salud y Previsión Social”, que actualmente ha sido reemplazado por el Ministerio de Salud y Deportes. La expedición iría tras las huellas de los toromonas y con la intención de determinar si esta etnia aún existe.

El historiador divulgó en aquel momento sus resultados en medios de Buenos Aires y Bolivia, así como en la red Ant-Arq, donde Cingolani publicó, el 3 de mayo de 2001, una relación de su trabajo. Tal como el investigador lo ha denunciado, algunas frases de esa información pueden contrastarse con los fragmentos citados por Díez Astete en su carta abierta.

En esa relación, Cingolani habla de los hechos que sustentan las sospechas sobre la supervivencia de los toromonas, que se habrían mantenido ajenos al resto de Bolivia por decisión propia tras la exterminación de que fueron objeto las tribus durante el auge de la explotación del caucho. Los toromonas habrían protegido en sus territorios a los incas y habrían dado origen a la leyenda del Paititi, una versión de El Dorado en la Amazonía sur.

Cingolani insiste en que gran parte de la información recabada por Asensi procede de los estudios derivados de la expedición, que tuvo como uno de sus nortes la divulgación puntual de sus resultados en Internet y otros medios. “Esta información la bajó de Internet de manera indudable y completa ya que, como afirmaba, en muchos casos, sigue disponible

 

Resultados

El proyecto ha abarcado, hasta ahora, tres expediciones oficiales, con apoyo del Estado boliviano —Apolobamba-Madidi (2000), Madidi XXI (2001) y Santos Pariamo (2003)— y tres expediciones privadas —cuenca alta del río Madidi (2002) y Cordillera de Apolobamba Norte I y II (2003-2004)—, todas al interior del Parque Nacional Madidi. Su primera versión está incluida en la base de datos de la Royal Geographical Society del Reino Unido.

Los expedicionarios realizaron el primer recorrido integral de la ruta Fawcett en Apolobamba desde 1911. Además se adjudicaron otros méritos: el primer reconocimiento de la cuenca del río Colorado desde 1912; la primera navegación histórica del río Mojos hasta su desembocadura con el río Tuichi, su denuncia de la inexistencia del hito 27 en el límite entre Bolivia y Perú, y el reconocimiento del hito 26, en Ichocorpa, en la misma línea limítrofe.

Con el material recogido en la investigación, Cingolani y su equipo han producido además diversos estudios. El primero de ellos fue el estudio etnográfico En busca de los toromonas (de la Expedición Madidi XXI),por Díez Astete (La Paz, 2001 ), y a ese le siguieron Expedición Madidi. Tras las huellas de Lars y de los toromonas en el Madidi Occidental, libro de crónicas de Cingolani (La Paz, 2004); Apuntes para una historia del noroeste, estudio histórico también de Cingolani (2000-2001) y Alrededor del Paititi. Místicos, exploradores y aventureros. Crónicas y documentos de la penetración civil, militar y eclesiástica española en la Amazonía paceña durante los siglos XVI y XVII, un perfil de proyecto presentado este mismo año al Centro de Estudios Indianos de la Universidad de Navarra, en España. Además, Cingolani y el antropólogo visual Fernando Arispe produjeron en 2004 el video Expedition Madidi. Searching for Lars.

 

La otra búsqueda

Aunque el trabajo desarrollado hasta ahora ha permitido al equipo profundizar en su conocimiento de la zona y reafirmar la relación de apoyo y reciprocidad con las comunidades indígenas que habitan el Madidi, el trabajo está aún inconcluso. Cingolani explica que para concluir la investigación se necesita obtener nuevos fondos que les permitan “hacer una nueva expedición, concluir la investigación de archivo y publicar las conclusiones en libros, uno académico y otro de bitácora, y videos, uno científico y otro de bitácora”.

Ya se tiene avanzado, como explicamos más arriba, el estudio, por parte de Díez Astete, el libro de bitácora realizado por Cingolani, y el video de bitácora, también por Cingolani en colaboración con Arispe, “pero no podemos concluirlo por falta de dinero”, agrega.

De resultar positiva la investigación verificándose la existencia de los toromonas, “se abre un nuevo escenario de intervención para que el Estado boliviano garantice su aislamiento a través de la creación de una reserva de aislamiento absoluto (es decir, donde nadie pueda entrar) y a la vez se brinden condiciones de seguridad (puestos de control, radios, etc.) para que eso sea real”.

Cingolani y su equipo trabajan actualmente en una nueva y no menos importante búsqueda de fondos para la próxima y, esperan, exitosa fase de su expedición. Entre las acciones que han adelantado se encuentra el lanzamiento del CD Madidi, música por la naturaleza I, realizado en 2002 con la participación de algunos de los más reconocidos grupos y solistas bolivianos de música popular urbana contemporánea —rock, hip hop, rap, reggae y otros géneros—, como David Portillo, Rodrigo Villegas, Vacas Locas, Marraketa Blindada, Alejandro Rivas & Aldo Mercado, Últimas Neuronas, Negro y Blanco, Amanda’s Dreamscape, Comunidad y Atajo. El CD ha sido financiado por el gobierno de Dinamarca, la Unión Europea, WCS y Care-Bolivia.

El objetivo de la venta del CD, continúa el historiador, es la adquisición de un bote a motor para el patrullaje de los ríos Lanza y Tambopata, ubicados en el sector occidental del Madidi y alrededor de los cuales habitan las comunidades de San Fermín, Lino y Cocos. Y agrega: “Esta es una tarea que ha quedado pendiente. ¿Sabes cuánto cuesta un bote? Digamos unos 5.000 dólares...”.

Entre tanto, el investigador vive de la producción de documentales sobre temas que van de la arqueología a la historia y del medio ambiente al apoyo a las comunidades indígenas. Asimismo, asesora sobre estos temas a instituciones públicas y privadas como la Prefectura de La Paz, la Fundación II Centenario y otras. Por otra parte, escribe en el quincenario El Juguete Rabioso y en el sitio informativo BolPress, dos influyentes medios bolivianos.

 

Una historia con semejanzas

En 2003 apareció El origen perdido. Ya el nombre de Matilde Asensi empezaba a despuntar como autora de ficción histórica por sus anteriores novelas. Antonio Ruiz Vega, autor del sitio Libros que he leído, describe la trama de la novela en una de sus reseñas, y allí Cingolani obtiene su primer encuentro con las semejanzas entre el libro y su trabajo de investigación.

Cingolani precisa que es entre las páginas 365 y 523 donde se encuentran las similitudes. Aparte de que la ubicación geográfica y la búsqueda de los toromonas, mencionados en la novela, coinciden con la expedición, recalca la supuesta entrevista a Álvaro “Díaz” Astete que los personajes encuentran en Internet, en la que, según reveló Díez Astete, se cuelan aseveraciones erróneas, algunas, y otras semejantes a textos escritos por Cingolani. En la novela, como en la vida real, se realizan dos expediciones, e igualmente se mencionan los nombres de Fawcett y Hafskjold.

“Para quien leyó la novela”, explica Cingolani, “es más claro lo que afirmo, que en síntesis es que Asensi tomó toda la historia de nuestras expediciones y se inspiró en ellas para desarrollar el último capítulo de su novela, es decir, el desenlace, a lo largo de mucho más de cien páginas. La historia de los toromonas y su alianza con los incas le sirvió de puente entre la primera parte de su libro (en lo esencial, la que se desarrolla en Tiwanaku) y el final feliz de su novela (el encuentro con los ‘capacas’, poseedores de las palabras mágicas)”.

 

Asensi: sin personajes trasuntos

Matilde Asensi es una exitosa escritora española en ascenso. El diario El Mundo recordaba en septiembre de 2003, en una reseña de El origen perdido que la autora había sido calificada por Plaza & Janés, editorial donde publicó El último catón y Iacobus, como “la nueva reina española del best-seller de calidad”. La misma reseña adelanta que la escritora “quizá se convierta en el fichaje más rentable de Planeta de los últimos años”.

Asensi nació en Alicante, España, en 1962. Es periodista egresada de la Universidad Autónoma de Barcelona y ha trabajado en los informativos de Radio Alicante-SER, en la Radio Nacional de España, en la agencia EFE como corresponsal y en los diarios provinciales La Verdad e Información, como colaboradora. Ha publicado las novelas El salón de ámbar (1999), Iacobus (2000), El último catón (2001), El origen perdido (2003) y Peregrinatio (2004). Ha obtenido el primer premio de cuentos en el XV Certamen Literario Juan Ortiz del Barco (1996), de Cádiz, y el XVI Premio de Novela Corta Felipe Trigo (1997), de Badajoz.

En la página de Asensi en el sitio de Plaza&Janés, se muestra una dirección de correo electrónico de Matilde Asensi, a la que le escribimos solicitándole su posición sobre este caso. Al momento de redactar este trabajo no había respondido.

En entrevista concedida a El Salt, revista del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, en su edición de abril-junio de 2004, Asensi es consultada sobre su presencia, como personaje, en El origen perdido, a lo que respondió: “Es que estoy en todas las novelas, aunque no hay ningún personaje que sea trasunto, como dices”.