El regreso del caracol
"La salud de los condenados", de César CantoniLa salud de los condenados
César Cantoni
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Poesía
Ediciones Hespérides
La Plata (Argentina), 2004
ISBN: 987-21174-2-X
70 páginas

La salud de los condenados, el octavo poemario del argentino César Cantón, es un libro que hace poesía con el pesimismo, un libro oscuro repleto de desilusión, en el que el autor pareciera contrastar los ánimos de la juventud con la visión desengañada de la madurez.

El libro está dividido en cinco partes: “Monólogo en verso”, “La vida presente”, “La experiencia del vacío”, “Los maestros del corazón” y “Servidumbre de palabras”. Como puede esperarse de un poeta experimentado, cada sección tiene su propio arsenal temático, aunque no se pierde la voz común que hilvana todos los textos.

Si bien en la primera parte el poeta se presenta (“heme aquí, / poeta de corto aliento”) apropiándose de una conciencia de que todo lo que tiene que ver con él está circunscrito al olvido (“llegarán otras cartas, no la tuya”), la segunda introduce al poeta en el mundo, inundando su entorno del pesimismo que, ya hemos dicho, recorre toda la obra (“Hoy no parece menos épico cruzar la calle / —esquivar la furia homicida de los autos— / que emular las hazañas de Ulises”).

La tercera parte da un salto más allá, hacia los temas universales, en los que, por supuesto, crecen las negras certezas de Cantoni: “Quisiera ser como el más ignorante de los hombres / (sólo la ignorancia parece invulnerable)”. La muerte y el desarraigo marcan el tono de esta sección.

La cuarta parte alberga los tres poemas más largos de un libro caracterizado por poemas de escasos versos. “Los maestros del corazón” se pasea por visiones artísticas que, siendo de otros, han sido internalizadas por el autor. A uno de los textos, “Robert Lowell, pescador de hombres”, le presta Cantoni especial importancia al dedicarle una nota, al final del libro, en la que explica algunas de sus claves, un giro inusual en este tipo de poemarios.

El poemario termina con “Servidumbre de palabras”, un apartado breve —de tan sólo tres textos— en el que Cantoni hace poesía sobre la poesía. En uno de los textos se pregunta las razones por las que un poeta deja de escribir (“¿Porque el silencio era el lugar de arribo?”); en el último, despide el libro con “unos pocos versos / con los que gusta regodearse la memoria”.

Paradójicamente, es el poema que le da nombre al libro —en la segunda parte— el único en el que el poeta, que se sabe a sí mismo “condenado”, se rebela contra el pesimismo de su propia voz: “Porque, a la postre, el condenado sobrevive siempre. / Su voz transmigra en las voces del viento, / fluye a través de los cauces subterráneos de la historia, / toma por asalto las villas, los pueblos, las ciudades, / y sin necesidad de lengua que la asista / les habla a los verdugos”.

Cantoni nació en La Plata en 1951 y ha publicado, antes de este poemario, Confluencias (1978), Los días habitados (1982), Linaje humano (1984), La experiencia concreta (1990), Continuidad de la noche (1993), Cuaderno de fin de siglo (1996) y Triunfo de lo real (2001).

El regreso del caracol
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