Sala de ensayo
James JoyceUlises: diversidad de miradas
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El presente trabajo girará en torno al estudio del narrador en un fragmento determinado. Como no sería funcional escribir todo el fragmento, lo iré citando para aclarar los elementos que justificarán esta reflexión.

El propósito es distinguir las distintas voces narrativas (que llamaré miradas), ya que esto le permite al lector (convencional) organizar y (re)estructurar a los personajes, así como diferenciar entre pensamientos, sensaciones, descripciones, entre otros. De igual forma, al recurrir al análisis de las distintas miradas, el lector podrá ubicarse en parte del tiempo y espacio del Ulises. Queda claro que este trabajo surge del interés personal (como lectora convencional) de entender —un poco— la escritura en esta obra, para lo cual creo necesario esquematizar el tipo de narrador en un fragmento donde intervienen diálogos y distintas perspectivas.

Antes de comenzar, es necesario recordar algunos conceptos sobre el narrador para poder apropiarlos en Ulises.

De acuerdo con Paredes, el “narrador es quien nos hace ver la acción por los ojos de tal o cual personaje, o bien por sus propios ojos, sin que por eso le sea necesario aparecer en escena. Él es quien escoge el referirnos tal peripecia a través del diálogo de dos personajes o hacernos una descripción ‘objetiva’ [...] (Paredes: 1987, 29). Sabemos que en el discurso literario hay un hablante, un narrador autorizado, las voces de la narración asumidas o reproducidas por él; éste crea un mundo de ficción, no sólo tiene que dar a conocer la información sino que es necesario para que el lector lo reconstruya. El relato está constituido por el discurso del narrador y el discurso de los personajes.

Es necesario, dentro de esta reflexión, estudiar la obra como sistema comunicativo, para lo cual será importante distinguir las tres personas narrativas y sus variantes. Según Genette, existe un narrador homodiegético (primera persona-yo) y otro heterodiegético (segunda persona-tú, tercera persona-él): “Si el narrador adopta el punto de vista de un personaje, el focalizador o lugar donde está situado el foco narrativo (foyer) es el personaje, pero quien habla es el narrador” (Reyes: 1984, 100). Implica que éste es dueño de la palabra (habla y es hablado), por lo que “la voz que cita se confunde con las voces citadas, se destroza y hace posible la pluralidad de significados del texto. ¿Quién habla, en cada segmento del discurso?” (Reyes: 1984, 115). Lo anterior será la pregunta clave para entender el Ulises.

No debemos olvidar que existe una distinción entre el discurso del narrador y el del personaje, es decir, nos enfrentamos a un doble problema: un modo de hablar y otro de ver. “El sujeto que se manifiesta en el discurso [...] es multívoco: en su voz resuena la de muchos” (Reyes: 1984, 123).

Como ya se dijo, el narrador es una pieza clave para entender, reconstruir (y realizar) la lectura del Ulises. Recordemos que el narrador en primera persona está a cargo de algún personaje (narrador-protagonista que cuenta su propia historia, narrador-personaje o narrador-personaje incidental). En segunda persona, el cual se distingue por su presencia esporádica (segunda persona aparente y plena). Y, por último, de acuerdo con Alberto Paredes, el narrador en tercera persona que puede también presentar variantes. Los relatos a partir de él brindan una entidad aparte que los organiza; no participa en la historia ni tiene atributos humanos, sólo es relator (personaje-narrador-testigo), no es un personaje (narrador omnisapiente —narrador con diferencia entre su voz y la de los personajes—, la falsa tercera persona —que narra desde la perspectiva de un personaje— y el narrador por fuera —que sabe menos que sus personajes—).

Aclarado lo anterior y hecho ese recordatorio conceptual, podemos retomar el punto inicial: ¿Quién dice qué en el Ulises? Considero que existe un narrador principal (a nivel macrohistoria), uno en tercera persona que nos hace visualizar las actitudes de los demás personajes; y varias distintas miradas (o focalizadores) considerados narradores-personajes, en los cuales entran Bloom, Dedalus y otros personajes secundarios e incidentales.

Bloom, después de salir del periódico, se encuentra con la señora Breen (será éste uno de los fragmentos que más impacto tuvieron en mí); no sólo interviene el narrador en tercera persona, sino un narrador-personaje (protagónico) y otro personaje-incidental (de manera dialogada). Aquí es necesario que vayamos distinguiendo el discurso emitido por el narrador (DN) y el de los personajes (DP).

Maruja tenía ese vestido griselefante con alamares. Estilo sastre con botones forrados. A ella no le gustaba porque me torcí el tobillo el primer día que lo llevó al picnic del coro en el Pan de Azúcar [...]. La noche del baño de Milly. Compré jabón americano: flor de saúco. Agradable olor de su agua de baño. Quedaba graciosa toda enjabonada. Bien formada también [...] (190).

Aquí podemos notar un DP, es decir, mediante un narrador-protagonista (en primera persona) conocemos uno de los pensamientos y recuerdos que tiene el personaje, en este caso Bloom. Por lo que entendemos que Bloom actuará como narrador intradiegético y su “foco” (o mirada) se centrará en relatarnos no sólo lo que ve, sino lo que piensa y recuerda. Hacer esta distinción es importante, ya que la confusión que puede llegar a tener el lector radica en no saber quién emite el discurso y cuál es la característica del mismo.

Bloom nos hace ver la imagen de Maruja (su esposa) con ese vestido, nos explica que a ella (otra mirada a partir de Bloom) no le gusta porque le recuerda el tobillo de su esposo (regresamos a la mirada inicial). Esto explica que el narrador-protagónico (en primera persona) sufre un desdoblamiento: por un lado, nos hace conocer su punto de vista; por el otro, nos deja ver otro distinto al de él. Sucede lo mismo cuando se refiere a Milly (su hija).

Dentro del discurso, tenemos la intervención de otro narrador que se intercala con distintas miradas:

Caminó a lo largo del cordón de la vereda.

Flujo de vida. ¿Cómo se llamaba ese tipo [él] que parecía un cura que siempre miraba de costado cuando [yo] pasaba? Ojos débiles, mujer. Vivía [él] en la casa Citron, en Saint Kevin's Parade. Pen algo. ¿Pendennis? Mi memoria se está poniendo. ¿Pen..? naturalmente hace años. El ruido de los tranvías probablemente. Y bueno, sì ĺe no podía acordarse del nombre del padre-noticias, a quien ve todos los días... [...] (190).

En el fragmento anterior, tenemos varios planos a partir de dos narradores. Primero el narrador extradiegético o heterodiegético (reflejo de la primera frase) que se encuentra en el nivel “macro” de la historia y el cual emite el discurso narrativo (DN), y la reaparición del narrador homodiegético (en su fase de narrador-protagónico) que nos da a conocer el discurso del personaje (DP).

"Ulysses", de James JoyceEs con éste en donde podemos notar mayores cambios o miradas. Nos refiere la imagen de un cura, es decir un “él” que carece de voz pero que conocemos a través de Bloom; posteriormente, pasa a la perspectiva de un “yo” que es desdoblado. Por una parte nos refiere a la mirada de ese “yo” externo (al contarnos lo que percibe del cura) pero, por otro, existe un “yo” interno que divaga sobre sí mismo y dialoga al dudar de su memoria.

La idea de que el narrador-protagónico puede dialogar, no sólo de manera externa (esto es, con otro personaje como lo hará con la señora Breen), sino consigo (al traer a cuenta recuerdos y pensamientos) estará presente (me atrevería a decir) casi en cualquier fragmento del Ulises.

[...] Puede ser por algunos meses y puede ser para siempre. [yo] Recordarla reír en el viento, su cuello del abrigo levantado [visualiza ]. ¿Te acuerdas de esa ráfaga en la esquina de Harcourt Road? [dialoga] ¡Brrf! [reflexiona y expresa] Le levantó las polleras y su boa casi asfixia al viejo Goodwin. Ella enrojeció de veras en el viento. Recuerdo cuando llegamos a casa atizamos el fuego y freímos esos pedazos de falda de carnero para la cena con la salsa Chutney que a ella le gustaba. Y el ron caliente. Podía verla en el dormitorio desde la chimenea aflojando las ballenas de su corsé. Blanca.

Silbó y aleteó blando su corsé sobre la cama. Siempre caliente de ella. Siempre le gustó desembarazarse. Sentada allí hasta las dos casi, sacando sus horquillas. Milly arropada en su cunita. Feliz. Feliz. Ésa fue [sic] la noche... [...] (191).

Bloom (narrador en primera persona) nos deja ver y recorrer situaciones específicas. “El cuello del abrigo levantado” o el dormitorio, la chimenea y el corsé, esto implica que a través de descripciones nos lleva por el mundo de otro personaje. Es importante aquí decir que nos lo deja conocer a partir de él, es decir, sabemos lo que él quiere que sepamos (lo que él hace explícito). También se cuestiona, es por eso que explico que existe un diálogo interno, aunque pareciera —a primera vista— un monólogo, al hacerlo propio, es decir, al intervenir su “yo externo” (entendido como la perspectiva y descripción que hace a lo largo de su historia) con su “yo interno” (sus pensamientos, dudas y preferencias) se mantiene la idea de un personaje dialogado.

Se puede comprobar cuando recuerda la pregunta hecha (sin obtener respuesta explícita, porque ya la conoce) y (re)hacerla propia, así como la expresión mental de haber recordado el recuerdo.

Tal vez sería importante destacar que no es necesario que el narrador-protagónico emita una frase, recordemos que nos encontramos ante un problema entre un modo de ver y otro de hablar (sin que por ello Bloom deje su participación como narrador).

Tendremos un diálogo explícito (y real dentro del plano ficcional) en donde pueden aparecer personajes secundarios y/o incidentales como la señora Breen, pero confluye con el nivel del narrador intradiegético y el extradiegético.

—¡Oh, señor Bloom!, ¿cómo está usted?

—¡Oh! ¿Cómo está usted, señora Breen?

—Para qué quejarse. ¿Cómo está Maruja? No la veo desde hace una eternidad [...]

—Usted está de negro veo. No ha...

—No —dijo el señor Bloom—. Acabo de venir de un entierro.

Preveo que saldrá a relucir todo el día. ¿Quién murió, cuándo murió, de qué murió? Eso vuelve como moneda falsa.

—¡Dios mío! —exclamó la señora Breen—, espero que no habrá sido algún pariente próximo.

Puedo también conseguir su simpatía.

—Dignam —dijo el señor Bloom—. Un viejo amigo mío. Murió repentinamente, pobre muchacho. Del corazón, creo.

El entierro fue esta mañana.
Tu entierro será mañana
Pero sigues delirando
Delir delirán lir
Delirán...
[...] (191)

En este diálogo encontramos —como a lo largo de la obra— distintos enfoques. Primero, cabe hacer notar que el discurso del narrador (DN) está presente, al igual que el discurso de los personajes (DP). También interviene un narrador extradiegético y otro intradiegético (que adopta la forma de un personaje principal y otro incidental). El primero nos explica y sitúa en el código del diálogo, es decir, nos dice quién está diciendo qué; por medio de éste nos enteramos del diálogo entre Bloom y la señora Breen (quienes adquieren voz). Lo anterior implica que tendremos un narrador-personaje-protagónico (Bloom) y un narrador-personaje-incidental. Éste último adquiere forma dentro del diálogo, pero no podría subsistir solo (sin la interacción de otros personajes), por lo que funciona como narrador únicamente dentro de este contexto.

Ahora bien, sabemos que existe una relación (mediante el diálogo) entre el personaje protagónico y el incidental. Esto nos brinda una perspectiva y mirada distinta, por medio de lo que dicen reconocemos la situación y reconstruimos la historia. Es así como Bloom y la señora Breen se topan al caminar en una calle, esto da lugar a que Bloom regrese al papel de narrador (intradiegético) al intervenir en dos fases. Por una parte al dejarnos un pensamiento: “Preveo que saldrá a relucir todo el día. ¿Quién murió, cuándo murió, de qué murió? Eso vuelve como moneda falsa”; por otro al armar una melodía con el tema del diálogo (el entierro). Como ya hemos visto no es necesario que este narrador adquiera voz propia porque —a diferencia del extradiegético— sufre un desdoblamiento (puede participar y también puede explicar lo que hacen los otros personajes).

[...] El pesado vaho del mediodía hacía cosquillas a la entrada del esófago del señor Bloom. [...] Un árabe descalzo estaba sobre el enrejado, aspirando los vapores [...]. (NE) 1

Abriendo su cartera, cuero pelado, aguja de sombrero: tendrían que tener un tapapunta para esas cosas [...] Arman un lío. El marido la marea. ¿Dónde están los diez chelines que te di el lunes? ¿Estás alimentando a la familia de tu hermanito? Pañuelo sucio: botelladerremedio. Tal vez pastilla cayó. ¿Qué es lo que ella..? (NI) 2

—Debe de haber luna nueva (ID/PI) —dijo (NE)—. Siempre está mal entonces. ¿Sabe lo que hizo anoche? (ID/PI) 3

Su mano dejó de revolver. Sus ojos se fijaron en él, abiertos en alarma, sin embargo sonrientes. (NI/NP 1) 4

—¿Qué (NI/NP 2) —preguntó el señor Bloom. (NE) 5

Déjala hablar. Mírala bien a los ojos. Te creo. Confía en mí [...] (192). (NI/NP 1) 6

Éste será el último fragmento a analizar y también será el que une todo lo que hemos estado diciendo y explicando a lo largo de esta reflexión.

En el número 1 tenemos un narrador extradiegético (NE) que nos explica (a partir de su mirada) qué está sintiendo el señor Bloom. Este narrador está fuera de la historia personal, se encuentra en la macro historia, es por eso que sabe qué le pasa a Bloom y por medio de “sus ojos” (su foco) nos guía por el camino de Bloom (o Stephen Dedalus). Inmediatamente cambiamos de “mirada”, ahora será Bloom, en el 2, quien nos dejará ver (más de cerca) la recreación (en su mente) de lo que percibe con relación a la señora Breen y su marido (aunque no esté presente, ha sido recreado por el diálogo); nos encontramos (otra vez) ante la intervención de un narrador intradiegético (NI) quien nos induce a recorrer la historia vista desde Bloom.

En el siguiente número encontramos dos planos enlazados: una intradiégesis relatada de forma dialogada (ID) a partir de la “mirada” de un personaje incidental (PI) (dentro del discurso de los personajes DP), al mismo tiempo que interactúa el discurso de la narración (DN) siendo éste extradiegético (NE).

En los números 4 y 6 el discurso se da a partir de un narrador intradiegético (NI), que al mismo tiempo es narrador-personaje protagónico (NP). Ahí se hace una distinción, ya que será el reflejo del narrador “desdoblado”; tendremos un narrador que no adquiere voz, pero sí un modo de ver. El complemento se encuentra en el número 5 donde el narrador intradiegético (NI) es un narrador-personaje protagónico (NP) que habla y, por lo tanto, es escuchado (es decir, el foco sigue siendo el mismo pero el modo cambia porque adquiere presencia —mediante la voz—) e interactúa con el narrador extradiegético (NE).

Como hemos visto, encontramos distintos niveles de narración, por lo que también tendremos distintas perspectivas y “miradas” (o voces narrativas), esto implica una confusión en el relato (entre un modo de ver y otro de hablar). Es así como llegamos a la conclusión de que existe un narrador a nivel macro historia (extradiegético) y otro a nivel micro (intradiegético), el cual nos permitirá acercarnos a todos los demás personajes. La elección de un narrador frente a los demás influye en la manera en la que se organiza un texto y ayuda a entender la presencia de los distintos puntos de vista, así como la cercanía o lejanía de los personajes y de sus relaciones.

Entonces, a manera de resumen, diremos que en el Ulises nos topamos con dos tipos de discursos: uno narrativo, en el cual encontraremos un narrador extradiegético y otro intradiegético; y otro que emitirán los personajes, los cuales pueden ser protagónicos, secundarios o incidentales. Lo anterior nos permitirá constatar la perspectiva que se brinda en la narración (distinguiendo entre un modo y una voz).

En términos gráficos el círculo narrativo estaría comprendido por: un autor (Joyce), un narrador extradiegético (que nos da a conocer la macrohistoria del Ulises), un narrador intradiegético (que es el narrador protagónico que cuenta su historia personal: Bloom o Dedalus, secundario o incidental —que adquieren voz—), un espectador implícito (dentro de los diálogos), un lector implícito (la escritura de cartas), un lector explícito (que puede darse con cualquier personaje en la lectura de las mismas), un lector (receptor de la macro y micro historia —yo—). Es así como cerramos el circuito de lectura en el Ulises, reconociendo la importancia en esa diversidad de miradas.

 

Fuentes de consulta y apoyo

  • Álvarez Amorós, José Antonio. Ulysses como paradigma de intertextualidad. Madrid: Palas Atenea, 1991. 247.
  • Beristáin, Helena. Diccionario de retórica y poética. 2ª ed. México: Porrúa, 2001. 352-358.
  • Joyce, James. Ulises. 9ª ed. Trad. J. Salas Subirat. México: Colofón, 2004. 806.
  • Paredes, Alberto. Las voces del relato. México: Universidad Veracruzana, 1987. 29-81.
  • Reyes, Graciela. Polifonía textual. La citación en el relato literario. Madrid: Gredos, 1984. 290.