Letras
Abecedarios y arañas

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A J.C.

Prefiero recoger palabras del suelo que cortarle la pata a una araña y enviársela al Ministro de Defensa metida en un sobre. Es loable esta segunda tarea, sin duda, pero pertenece más bien a un tipo subversivo, sin escrúpulos, o a un idólatra de Cortázar, no a mí. Y aunque yo muero por Cortázar, prefiero coleccionar palabras, letras y dichos.

Aquí una A, allí han dejado caer una Z, una W en la papelera, pues allá que voy. Quizás lo que más problemas den es almacenarlas en casa, porque las guardas en los cajones, bien ordenaditas, y te vas a la cama convencido del trabajo y por la mañana te las encuentras emparejándose unas con otras. Y cuando menos te lo esperas, ya tienes a la palabra PAZ atemorizada, a GUERRA en la sopa, ACCIÓN HUMANITARIA bajo el edredón y en cualquier rincón del sueño, PREVENTIVA (esta palabra es cabezona por antonomasia) en el bidet, taponando la salida de aguas de la lavadora, en la nevera.

Y ahí es donde está el reto, en ordenarlas. Sólo es cuestión de explicarles que se mezclan mal, que no quieren decir lo que creen decir y que deben olvidar de su cabecita de palabras locas esos significados impuestos. Y es cuestión de sentarlas en unas sillitas especiales y enseñarles en una pizarra todo sobre la guerra, la paz y la libertad.

Entonces sí, se ordenan como tienen que ordenarse, con el sentido exacto, y ya es el momento de enviarlas otra vez a la calle, a que corran por la boca de la gente, a que pisen parques y comercios y asociaciones. Y si rozan a algún político ¡bienvenido sea! Si no, hay que abrir un sobre, convencerlas de que el viaje será corto, nada pesado, y remitirlas al Ministerio. Con pata o sin pata de araña, eso va a gustos.