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Cuatro textos

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Mujeres de agua

Se caracterizan por su dinámica y fluidez, nada detiene su curso hasta llegar al mar, son transparentes y calmas en la superficie, en tanto en el fondo, son profundas y llenas de torbellinos.

Su fuerza es generadora de una energía extraordinaria, que da vida a otros seres vivientes resultando vitales por excelencia. Con la misma pasión su envoltura mojada descarga su júbilo o dolor a través de olas gigantescas que estallan en espuma para luego llegar serenas, casi rendidas en la arena. Poseedoras de una dimensión infinita como así de una particular inteligencia que las lleva a buscar caminos, dejando a su paso una estepa de verdor.

Por su condición acuosa, se vierten y toman todas las formas imaginables, contenedoras de los elementos de supervivencia fundamentales. Sensibles a los cambios, que las hace mostrarse en tres estados, uno de ellos es la solidez de sus propósitos, lo intangible de sus emociones y la corriente líquida de sus pasiones.

Mujeres de agua, torrentes de vida.

 

Mujeres de madera

Conocidas también como “mascaronas de proa” inmortalizadas por el gran Pablo Neruda, son aquellas mujeres dotadas de grandes atributos físicos y de una belleza particular, pero más allá de esa imagen mitológica, está la calidad de sus maderos que las hacen resistentes al temporal y el sol. Se ubican en la proa de los barcos y van abriendo surco en el mar, solitarias, fuertes y erguidas, con la mirada fija en el horizonte despidiéndose del crepúsculo cada tarde y amaneciendo con un collar de estrellas a la hora de la alborada.

La mujer tiene la cualidad de asumir sus responsabilidades en calidad de misión, es decir, cumplirlas a cabalidad desplegando toda su creatividad, esfuerzo y firmeza; de allí la fortaleza interna de mantenerse entera, sin claudicar, ante la adversidad o los aciertos hasta lograr sus máximos propósitos. Detrás de cada mujer hay una mascarona cruzando el mar, un capitán a quien amar y un sueño por alcanzar.

Innumerables serán las travesías, como misiones a realizar; la calidad de sus maderos nos hablarán de la nobleza, la pasión y amor por la vida que cohabita en cada mujer de verdad.

 

Mujeres de arena

Construidas por un sinfín de partículas de grava, las mujeres de arena habitan desnudas al sol, sensuales y atractivas seduciendo a los que suelen caminar por la playa a la hora del crepúsculo. Están allí. Permanecen siempre en espera del amor que partió y prometió volver. A menudo se les ve deambular en plena alborada, por la ribera envueltas en espuma y coral luciendo irresistiblemente hermosas.

Inconsistentes; a su lado es imposible construir proyectos de vida, desmoronables; en un instante pueden ser una fortaleza y luego un solo cúmulo de algo que fue. Sus insignificantes partículas constituyen un todo atrayente con forma de mujer. De existencia efímera, el suave oleaje del mar o la brisa leve de un atardecer, puede dejar su figura totalmente esparcida sobre la superficie de la tierra.

Mujeres de arena: bocetos inconclusos. No todas las obras se terminan, quedan algunas suspendidas como éstas, en que los trazos no alcanzaron a unirse estrechamente. Su presencia es vital, forman parte de esta gran diversidad.

Para ellas siempre habrá un mar que entre furia y calma las abrazará cada noche.

 

Mujeres de montaña

Capturan la dureza de los materiales volcánicos transformándose en roca inerte con una solidez irrevocable; de apariencia rugosa y maciza como los imperios, inflexibles. Sólo aquellos de espíritu perseverantes logran romper su espesura, para arrancar de ella sus metales preciosos y están los aventureros que se arrojan a trepar la escarpada en su afán de conquista, luego se alejan dejándolas en completa soledad.

No resulta ajeno ver que imponen poder por su imagen de rudeza, inflexibilidad y firmeza, así las “mujeres de montaña” se hacen a la vida, a pulso de rigor y endurecimiento, en ambientes inhóspitos, fríos, en donde el viento desgarra toda posibilidad de vida a aquellas especies que no sean perennes.

Es la geografía y el clima los que determinan el paisaje y con ello las características de todo ser viviente sobre la tierra, así también en el ser humano será la célula familiar y social la que determinará su perfil personal con capacidades propias y debilidades por superar.

De esta manera se logra entender como existen mujeres que sobreviven a la dura adversidad con extraordinaria dignidad y entereza y al igual que las montañas posan sobre la tierra imponentes, fuertes, empinadas allá en lo alto del cielo y cerca del sol.