Letras
Poemas del tiempo

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Disputas

A veces, quisiera no pertenecer a este mundo.
Entregué mi cuerpo en medio de una guerra,
una guerra que entre sus
marchitas disputas pelea mi ser.

Que raramente escupe en mí mientras dan
sus pasos de avanzada, agitando sus banderas...
las banderas que proclaman victoria en
un juego de particularidad anómala,
que viste de blanco y pinta de negro.

Quisiera sumergir mi cuerpo en el placer pero...
lo mas horrible se aprende enseguida
y lo hermoso nos cuesta la vida.

Mis oídos retumban, entre los gemidos de dolor
que arropan mis sueños y amarran mi realidad.
Un infierno que por más agua que parezca
siempre será agua... pero...

¿Quién dijo que el hielo no era agua, que la brisa y el viento no eran lo mismo, o que llorar de felicidad no es igual a llorar de tristeza?
porque lágrimas son lágrimas
y risas son risas.

¿Quién dijo que lo bueno no es igual a conveniente?

No importa qué sueños tenga,
nunca los recuerdo y acudo a ellos.
Acudo a ellos para hallar el
placer que me niega el destino,
un destino opaco, que sabe a niebla
y huele a futuro, futuro que lamentablemente
corre lejos de mí.

A diario azoto mi mente
en contra de una pared, una pared que dice destino,
que lleva mi nombre.
Torturo a mi mente preguntándole
donde está el destino, el destino que aman
las religiones y renombran los profetas.

Y cuando da respuesta,
repite constante e irónicamente
“iluso, el destino es la justificación mas patética
a nuestros errores, los errores que nos hacen seres humanos”.

 

Soledad...

Recuerdo mirar el paisaje, ver caer mis sueños,
volar mis temores y sumergirme en la soledad.
Vi al horizonte y ahí estaba.
ahí estaba esa carta, la base de mi torre,
la base de mi vida.

La impotencia reposaba entre mis lágrimas,
quemando mis labios,
convirtiéndolos en sal, agrietándolos poco a poco.
dándole así un sabor amargo a mi pasado
a mi vida y a mi presente.

Huí de los lobos que firmaban mi carne con su olfato,
haciéndome recordar lo que soy y lo que seré.

Despejándome forcé una brecha entre el camino
de las imágenes fugaces que alumbraba mi martirio,
la silueta femenina que daría irónicamente
cese a mi confusión.

Ella dormía en su mullida cama
arropada en telas de impune soledad
que unían nuestros destinos.

La busqué con ímpetu hasta llegar a ella
Hallando refugio de la malvada
soledad en su cuerpo pecaminoso,
abatido por la sed caminé mis pesares por su cuerpo y
nos arropamos con la piel uno del otro.

Sumergidos por el deseo,
emergía vapor entre el roce de nuestros cuerpos agitados,
dejando ver el sudor
que corría por su claro manto carnoso,
que poco a poco, extasiado por el dolor,
se alejaría sutilmente dando tiempo para
el inevitable retorno que ya clamaban nuestros
cuerpos eufóricos por el placer,
hambrientos de vida y compañía.
Al final de nuestro encuentro
Me despedí de su piel, raza de dioses, fundiéndome otra vez
Al hilo de la cotidiana soledad.

 

Verdad infinita

Si no todo es infinito, pues la vida y
la muerte lo son,
confiando siempre en el flujo líquido
que los rige en el tiempo y
en la cotidianidad que los
mantiene vivos.
Una sola, siempre una sola,
una precede a la otra haciendo
Fluir el ciclo que alimentará el
destino que los mantiene a flote,
que da vida a la muerte y fin a la vida.

 

Trago amargo

Desvanecemos ante el trago amargo de la vida,
esa que estáticamente firmamos y dimos como destino visionario
a la realidad que nace en nuestros pies,
que se mide a nuestro par sin dar marcha atrás o voltear al futuro.

Somos relleno y nos condenamos a permanecer así
por el eterno tiempo que da augurio de la misma imagen
que vemos cada amanecer en el espejo
que no esconde quiénes somos,
que da sentencias de la realidad.

En la oscura niebla, ahogamos penurias contribuyentes
al patetismo envolvente que alumbra nuestro infierno.

Las proféticas palabras que divisaron nuestros infantes oídos,
ajustan la justicia tornada en nuestra contra
entregando así incógnitas utópicas sobre la
pura injusticia que emerge entre lo más simple y se
siembra entre nosotros.

 

Pasaje al paraíso

Vi desvanecer mi vida como un atardecer,
mirando al sol, ver esconder su figura,
su vitalidad bajo el horizonte.

Mis inundados ojos fundían el cielo y el mar,
encandilando las nubes que ya
sentía tocar mi cuerpo.

Sobre el polvoriento suelo reposaba yo,
durmiendo con las aves que adornan la costa
en los atardeceres comunes del paraíso.
Los recuerdos se tornaron salinos dando intensos
brillos a mis telas,
ésas que vestiría para siempre.

El turbio rojo intenso bajo mis venas
derramó lo más hermoso,
plasmando en mi mirada la luz más bella
y el color más profundo.

Ya sentía flotar mis dedos en el agua dándome
así la última satisfacción
que el tacto me podía dar como regalo a la eternidad.

 

Tiempo

Inevitable se torna el pasado,
pero más aun cuando aquél precede
el futuro y define el presente.
Lineal se hace el denso camino que recorremos
mientras seguimos el frágil hilo de
nuestras vidas, mojado por el tiempo manchado por su fin.

Fui una culebra en un frasco de arena,
Alimentado por el tiempo, el cual recorría
yo abatido por la sed del conocimiento.

Fundir las tres marías del tiempo y dar
Acallar mis dudas no pude,
Pues las tres eran una entre las
Virtudes que el tiempo une, nombrándolas
Reinas del desierto en donde el viento es tiempo.

 

Perdón

La irrefutable condena que me embarga
en este dilema sin fin, da nombre a mis
recuerdos ahogando todo derecho,
hundiendo la humanidad que clama justicia,
esa que se diluye en mi rostro
al mirarlo reflejado en mi nefasta verdad.

Desprendí mi cuerpo,
lo dejé al vacío y alimenté los suyos
dejando así libres las acuñadas garras,
que ahuecarán mi cuerpo con el
correr de la arena que rige mi tiempo.

Marchité el perdón que cultivé en los años de inocencia,
esa inocencia que se limita
en las brillantes fotos,
en los brillantes ojos que guardaron fe en mí.
Enterré todo perdón forjando epitafios
en las piedras que marcaban
mi camino.

Bajo las rocas sembré mis recuerdos infantes
que delataban la
presencia de un pasado próximo.

La suave cordura alimentó mi
silencio con cada pasar en sus miradas,
sus anheladas miradas,
las que alguna vez dieron vida a la mía
y en que ellas enterré mis lagrimas.
Así me olvidé del jardín, ese
jardín en que sembré mi
infancia donde nació la adultez,
en donde años venideros se aferraría nuestro pasado.

 

Soy yo...

Mi fe se pierde con lo oscuro de mis pensamientos
de quienes ya no tengo confianza
ni expectativas.

Destrozo mis sueños uno por uno, al
igual que los recuerdos felices con los que suelo dormir,
refugiándome
en la pesadilla en la que vivo.

Mis lágrimas no son lágrimas, son granos de sal
rompiéndose en mis cachetes
representando el choque con la pared
que me mantiene lejos de la vida que no quiero.

Pero... quizás no sea el mundo que me agobia
ni las pesadillas en las que paseo noche tras noche
las que me arrebaten el sueño,
porque en realidad lo que ve mi ira soy yo
buscando una salida.

 

Sangre que nutre la tierra

Húmeda ahora está la tierra
que una vez fue seca,
en la cual ahora yace mi mirada
y reposan mis manos.

La tierra que endurecida por la vida
Que durante años brilló,
duerme ahora sobre el manto opaco de la sangre
que encadenó el silencio
tras muerte y destrucción.

Mis ojos se ahogaron en los sueños
con el correr de la sangre
que se mezcla en mis manos.
Como el agua limpia y sucia con la que me baño a diario
dejándola fundirse con la tierra que mancha mis pies.